i. Alysa quiere ser una leyenda y ¡Oh, hay semidioses nuevos!

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Tras la Batalla de Manhattan, Alysa Stein no había parado quieta. Siempre la necesitaban en algún lado, ya fuera Annabeth Chase, ayudándola a buscar a Percy Jackson; como Nico Di Angelo, con los temas del Campamento Júpiter y el Campamento Mestizo; o bien los hijos de Ares, con las clases de lucha y manejo de la espada.

— ¡Lysa!— la voz de Nico la sobresaltó-—. Te has vuelto a quedar en las nubes.

— ¡Cállate Di Angelo!— la semidiós cogió uno de sus cojines negros y se lo arrojó al chico—. Para una vez que puedo distraerme...

-— Ya lo sé Lysa, ya lo sé.- el hijo de Hades se tumbó en el colchón, al lado de la hija de Fobos—. Siento mucho que tengas que vivir con tanto estrés...

— No es tú culpa Nico— Alysa suspiró, mirando al techo—. Ojalá no hubiera matado a aquel monstruo, eso hubiera hecho todo más fácil. Ahora todos tienen unas expectativas demasiado altas de mí y yo tengo que esforzarme por cumplirlas. Hecho de menos el tiempo en él que era una inadaptada.

Era cierto, cuando llegó al Campamento Mestizo, todo el mundo huía de su compañía. Era la primera y única hija de Fobos, lo que la ponía en la misma categoría que los hijos de Hades. Quizás por ese motivo, se había llevado tan bien con Nico, al que había adoptado como hermano pequeño tras la muerte de Bianca.

— No eras una inadaptada, eras más como la perra antipática con la que todos tenían miedo de hablar— Nico se encogió de hombros—. Ahora, sigues siendo una perra antipática pero la gente te habla. Eres una especie de "heroína" para ellos.

— Ahí está el problema Nico, yo no quiero ser una heroína, quiero ser una leyenda— Alysa se giró para encarar a su amigo.

— ¿Y que diferencia hay entre una cosa y otra?— el chico preguntó, confundido.

— Muy fácil Di Angelo— si se miraban fijamente los ojos de Alysa, se podría observar una llama vibrar en ellos—. Los héroes son recordados, sí, pero las leyendas nunca mueren.

•°•☀️•°•

— ¿Seguro que no me necesitas?— Alysa miró al joven con preocupación.

— Sí, Lysa, esta vez no hace falta que vengas, te vendrá bien descansar un poco— Di Angelo observó la mueca de preocupación en el rostro de la mayor—.  Tranquila, no va a pasar nada. Y ya lo sé, si necesito algo te aviso.

— Ven aquí pequeño emo amargado— Alysa abrió sus brazos y dejó que Nico se acercara, rodeándolo después con ellos- Ten cuidado.

Ambos disfrutaron del abrazo unos minutos, para después separarse. Nico enganchó su espada de hierro estigio en su cinturón y volvió a colocarse su cazadora de aviador. Luego, desapareció entre las sombras.

Alysa suspiró y se levantó de la cama. Le había prometido a Bianca que cuidaría de Nico, y eso había estado haciendo. Ahora, con sus diecisiete años, casi dieciocho, se había convertido en la figura fraternal del chico.

Paso a paso, la chica se dirigió al baño de su cabaña, arreglando su cabello y volviendo a maquillarse. Luego, tras enganchar sus katanas en su espalda, se dirigió hacia el exterior.

Un fuerte golpe se escuchó en el lago, haciendo que Alysa apurara el paso, dirigiéndose hacia allí. Parecía ser que no podía tener un día tranquilo.

Uno de los carros de la cabaña de Apolo se había estrellado contra el agua, rompiéndose en pedazos. En él iban montados Annabeth Chase, la hija de Atenea; Butch, un hijo de iris; y otros tres muchachos, dos chicos y una chica.

— ¿Qué ha pasado aquí?— Alysa se acercó al grupo, con una mueca de indiferencia.

— Hera me ha vuelto a engañar, dijo que la clave para encontrar a Percy estaba en un lugar en el que luego no estaba— Annabeth suspiró.

— Creí que habrías aprendido a no fiarte de Miss Simpatía— un trueno resonó ante el sarcasmo empleado—. ¡Oh, vamos, todos sabéis que es cierto!

Una marca brillante se posó en la cabeza de uno de los chicos nuevos, interrumpiendo la charla.

—¿Qué está sucediendo?— el chico miró encima de su cabeza, observando el martillo brillante—. ¿Qué es eso? ¿Me quemo?

— Vulcano— la vista de Alysa se desvió a la persona que había pronunciado esas palabras. No, no, no. Aquel chico no debería estar allí—. Es el símbolo de Vulcano.

— Eh, no tío. Yo no soy un vulcaniano— el enano le respondió.

— Se refiere al dios, Vulcano lo llamaban los romanos, aquí se dice Hefesto— explicó Annabeth Chase—. ¿Will, te importaría darle el tour por el campamento?

El rubio hijo de Apolo se llevó a aquel muchacho, y tras hablar con Annabeth Chase, el otro rubio se fue con Drew Tanaka hacia la Casa Grande. Alysa se acercó a ellos, interrumpiendo el patético modo de ligar de la hija de Afrodita.

— Drew, puedes irte, tengo que hablar con el nuevo— Drew iba a protestar, pero un brillo peligroso en los ojos de la heroína del Olimpo la detuvo—. Así está mejor— Alysa sonrió al verla marcharse—. No hay causa más común de estrés que lidiar con idiotas.

— ¿Te conozco?— el rubio la escaneó con la mirada.

— Quizás sí, o quizás no— Alysa se detuvo frente a la Casa Grande—. Mucha suerte Jason, la vas a necesitar.

Tras aquello, Alysa dio media vuelta, colocándose los cascos negros que llevaba colgados en el cuello en las orejas y caminando hacia otro lado. El rubio se quedó confundido, en ningún momento le había dicho a aquella chica su nombre.

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