Cincuenta y cinco

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Cogí aire y salté del edificio cerrando los ojos.

Mis alas se extendieron enseguida y, por la gran ráfaga de viento, subí de golpe hasta el cielo.

Corbyn apareció en cuestión de segundos a mi lado, mirando al frente con el ceño fruncido.

Sonreí sin siquiera pensarlo y agarré su mano.

Él me observo de reojo y sonrió con amplitud.

—Feliz cumpleaños, Isis —susurró y devolvió su mirada al frente apretando sus labios.

Le di las gracias en un murmullo y suspiré nerviosa.

Ya tenía oficialmente 18 años.
Solo 18 malditos años y este día acabaría todo.

Desearía haber podido decidir mi destino y no estar atada a una profecía. Desearía poder hacer lo que se me antojara.
Pero sólo era eso, un deseo que se olvidaría hoy mismo.

Demonios y Ángeles nos seguían a Corbyn y a mí. Íbamos camino al Reino de Elohim para dar principio a una guerra que esperábamos que durara poco.

Daniel y Jonah habían reunido a un gran grupo de Ángeles que creían en mí más que en Elohim.

Entre ellos estaba George, Dana, Corey, Breonna, Emily y muchas personas que ya conocía por mi estancia en el cielo.

Les di las gracias por querer ayudarme y enseguida emprendimos el corto viaje.

—Adelantaos —pedí a Gillyan y a Jonah, los cuales viajaban en un humo morado y azul.

Sus figuras borrosas parecieron asentir y todo mi pequeña ejercito se colocó delante de mí, dejándome atrás en seguida.

—¿Qué haces?

Ahogué un grito por la sorpresa y observé de mala forma al rubió teñido.

—Se suponía que debías ir con ellos.

—No voy a dejarte sola.

Fruncí el ceño y rodé los ojos asintiendo.

—¿Qué vas a hacer?

Le miré a los ojos y saqué el papel guardado en el bolsillo trasero de mi pantalón.

Él lo agarró confundido y miró la imagen junto a la descripción que había fotocopiado de Wikipedia.

—¿Un puñal? —preguntó y asentí quitándole el papel.

—Mi puñal —corregí—. Debo encontrarlo, creo que es la forma más fácil de... Matar a Satanás y Elohim.

Corbyn alzó las cejas y suspiró desviando la mirada.

—¿Dónde está?

—En el lugar donde germinó la flor que me dio vida...

—Donde mi antiguo yo murió —siguió él y apreté los labios—. Pues vamos.

Sujeté su mano y me acerqué a su rostro.
Le sonreí y él me beso agarrándome de la cintura con fuerza.

Reí sobre sus labios y él me regaló una linda sonrisa llenando mi rostro de besos.

—Ahora que tienes 18... ¿te sentirás más legal cuando te folle?

Y el tierno momento se convirtió en un momento Corbyn, igual a hormonas antes que sentimientos.

Pero no me importaba, él era así y así me encantaba.

Lo que menos necesitaba ahora era expresar mis sentimientos, porque explotaría, lloraría y le contaría todo a Corbyn.

—Mmm... No sé, tendremos que probar —le sonreí inocente y él me observo divertido mordiendo su labio.

—Cuando esto acabe —decidió y mi ilusión bajó tres barras, pero seguí con mi sonrisa intacta para que no se diera cuenta.

—Entonces ya está todo listo —comenté y mojé mis labios comenzando a seguir el camino hacia mi lugar de nacimiento.

(...)

Mis  pies tocaron el suele y solté un suspiro de asombro en voz baja.

Mi flor seguía allí y al lado de ella, en el suelo, el símbolo de Isidis estaba pintado en la tierra.

La flor era blanca con tonos dorados y nunca en mi corta vida había visto alguna igual.

—Es aquí —murmuré y miré a Corbyn levemente asustada.

—Creo que tienes que tienes que tocar la marca... para encontrar el puñal —murmuró y asentí mientras mis manos sudaban.

Me agaché frente a la flor y toqué la marca, mi marca.

Comenzó a brillar en dorado y sentí un agradable calor rodear mis alas.
Cerré los ojos y aguanté el aliento.

Cuando los volví a abrir, el puñal ya se encontraba entre mis manos.

Sonreí y miré a Corbyn, quién miraba mis alas con la boca abierta.

—Son... Doradas —murmuró y extendí mi plumaje confundida.

Grité como loca, tiré el puñal al suelo y tapé mi boca con las manos.

—Oh por... Mí misma —exclamé y tragué saliva.

El rubio se rió y acarició mis alas embelesado.

—Son hermosas —me miró a los ojos y sonrió—. Te pegan.

—Gracias —le miré a los ojos y me lancé a sus brazos por abrazarle con fuerza.

Sentí su sonrisa en la piel de mi cuello y cerré los ojos acariciando su cabello.

Desearía que todo fuera más fácil.

—Vamos pequeña, es hora de acabar con esos hijos de puta.

Alcé la cabeza y le miré con los ojos entrecerrados.

—En teoría... Yo soy su madre.

Corbyn me miró serio por unos segundos antes de soltar una gran carcajada a la cual yo me uní de seguido.

—Bueno, quien no es puta no disfruta —dijo y golpeé su brazo divertida.

—Te quiero —le besé sonriente.

—Te amo —me respondió él y nos abrazamos con fuerza una vez más.

Pasamos bastante tiempo de esa manera, abrazados y no pensaba soltarle pronto.

—Quiero decidir mi destino —murmuré y le miré a los ojos—. Quiero ser normal, ver películas contigo, ir a la playa, pasear, hacer esas cosas que hacen las parejas normales y vivir mi adolescencia al máximo. Quiero decidir qué va a pasar en mi vida por mí misma, no por una profecía de mierda o porque mi antigua yo ya decidió por mí.

Suspiré y dejé caer mi cabeza en su pecho.

—Eso sería lindo —dijo en voz baja y cerré los ojos—. Te prometo, que cuando esto acabe, haremos todo eso... Al menos lo intentaremos. Tienes un plan, ¿no?

Mi corazón se rompió y asentí levemente.

—Claro... Tengo un plan que salvará a todos.

—Y a tí —añadió con una sonrisa y mi corazón hecho pedazos se dividió en más trozos.

—Sí... —murmuré—. A todos y... A mí.

Me beso lentamente y me aferré a él con los ojos cerrados.

—Es hora de irnos. Todo saldrá bien.

(...)

Llegamos al cielo a tiempo, justo cuando Elohim y Lucía, los dos juntos, salían del palacio con expresión neutral.

Detrás de ellos caminaban una tropa de Ángeles y algunos pocos demonios, separados.

Esa era la diferencia entre ellos y nostros.
Nosotros permanecíamos juntos pese a nuestras diferencias, ellos iban a luchar por su cuenta y aquello les iba a perjudicar.

La expresión de Lucía estaba apretada y sostenía su bramante espada con fuerza mientras sus ojos se movían con asco por el grupo de demonios que me acompañaba.

—Traidores —leí en sus labios y sonreí chocando puños con Zachary.

Me moví entre la multitud hasta quedar en frente de mi equipo, alcé mi puñal y miré a mis amigos con decisión.

—¿Qué se supone que es esto? —exclamó en cambio Elohim—. ¿Vas a utilizar a nuestras propias criaturas desechadas para pelear?

Alcé la barbilla y extendí mis brazos mirando a mi equipo.

—Esto se llama karma —sonreí y me crucé de brazos—. Deberías haberlo pensado mejor antes de haberme quitado mi reino.

La gente murmuraba cosas sobre mis alas y podía ver en sus ojos su asombro, pero no me dejé intimidar por la fría mirada que me dedicó Elohim.

Tragué saliva y asentí hacía Gillyan.
Ella y Jonah alzaron su manos y dejaron que de la punta de sus dedos saliera una especie de fuegos artificiales.

Ambos bandos dimos nuestro mejor grito de batalla.

La guerra comenzó en ese mismo instante y todos se esparcieron para combatir.

Corbyn se adelantó a todos y comenzó a cortar cuellos sin emoción alguna con su guadaña. Jaden se encontraba a su lado.

Supongo que ya estaban acostumbrados.

Zach y Jack iban por otro lado realizando lo mismo, pero con más emoción.

Gillyan y Jonah estaban espalda con espalda tirando conjuros hacia las criaturas que se acercaban demasiado.

Por otro lado, Aurora y Daniel se encontraban encima de una superficie, dejando inconscientes a todos los Ángeles que podían, sin causar mucho daño.

Usé mis poderes contra todo Ángel que quería derrotarme en nombre de su señor  y malgasté mi energía en débiles adversarios en vez de ir a por el plato principal.

Eran demasiados y yo era lenta debido al cansancio.

Todos parecían agotados y a punto de caer. Ya habían pasado más de tres horas.

Un rayo de luz me golpeó y caí al suelo horriblemente dolorida.

Miré a Corbyn apretando los dientes y él me observo con ira mientras sostenía su guadaña con fuerza y el sudor caí de su frente.

—No puedes acabar con nosotros —suspiré entrecortadamente y me levanté del suelo con cuidado al oír la voz de Lucía—. ¿No lo entiendes? Mientras tú vivas, nosotros viviremos. Sea como sea. Si nos matas ¿que ganas? Todos tus amigos morirán con nosotros.

Oh perra, cállate, no tienes ni idea de nada.

—¡No la vaís a hacer daño! —Corbyn se interpuso entre nosotros y gruño enfadó hacia mis dos criaturas, los cuales fueron sus compañeros en mi reinado algún tiempo atrás.

Allí, en ese mismo momento, supe como solucionar todo y llevar a cabo mi plan.

Miré el puñal dorado en mi mano y lo apreté con fuerza poniendo mi otra mano en el hombro de Corbyn para que se girara hacia mí.

—Corbs, detente.

Él me enfrentó con ojos brillantes y acuosos.

—No Isis, me da igual no estar aquí cuando vuelvas a formar el mundo. Tú no te debes ir. Todo será mejor si tu te quedas.

Sonreí mordiendo mi labio para aguantar las lágrimas y negué lentamente con la cabeza.

—Las cosas no van así Besson —acaricié su mejilla y  sollocé levemente tendiendo el puñal en su mano—. No voy a ser egoísta.

El rubio quiso tirar el arma al suelo de inmediato, pero la apreté contra su mano observándole firme.

Me giré de nuevo hacia Dios y Satanás, Elohim y Lucía, el bien y el mal, o como mierda se hicieran llamar.
Los dos sonreían triunfantes, pensando que me iba a rendir y que ellos ganarían.

Pero yo tenía una diferente idea de cómo iba a acabar todo esto.

Me giré con rapidez y corrí de nuevo hacia Corbyn. Mis ojos estaban llenos de lágrimas y el chico se quedó tenso atrapado entre mis brazos.

Agarré la mano en la que sujetaba el puñal y, con fuerza y precisión, la sumergí en mi pecho, justo en mi corazón.

Caí en sus brazos en cuestión de segundos y el ahogó una grave exclamación soltando el afilado puñal de inmediato.

—¡Isis! —chilló y yo sonreí tristemente, sintiendo como el dolor se extendía por mí cuerpo, y poco a poco perdía mi vida.

—Lo siento —tragué saliva y mis ojos comenzaron a pesar—. Lo siento mucho Corbyn.

La herida que rodeaba el puñal comenzaba a iluminarse de un color dorado mientras Corbyn me seguía observando atónito, con lágrimas bajando por sus mejillas.

—¿Por qué lo has hecho? —miró mi pecho y aguantó un sollozo temblando—. ¿Q-qué está pasando?

—Te estoy dando mi poder, Besson —sonreí acariciando su mejilla—. De este modo todo mejorará.

—No, no, ¡No! —apretó su mandíbula y apoyó su frente en mi hombro mientras sollozaba—. Mi eternidad no mejorará —susurró y cerré los ojos con pesar.

No sabía qué me dolía más, si el puñal en mi pecho o las palabras salidas desde su garganta.

—Tú lo dijiste una vez... La curiosidad me ha terminado matando —murmuré con una débil sonrisa y agarré su mano.

Adentrarse en el mundo de los demonios y los ángeles solo podía causar dolor y pena. Pero al final aclaré mis dudas; era mejor vivir al máximo sabiendo... Que vivir encerrada en tu ignorancia.

El orfanato me mantenía presa del conocimiento, pero escapé y cobré el precio.

Pero estaba bien... Él estaría bien. Todo el mundo estaría bien.

—Me lo prometiste —gruñó y sus lágrimas cayeron en mi rostro... Pero dejé de sentirlo segundos después.

Mi cuerpo comenzó a entumecerse y gemí dolorida.

—Lo siento —le miré a los ojos y besé costosamente sus labios—. Te amo.

Y todos los colores se volvieron gris... Y el gris comenzó a ser solo negro... Hasta que todo frente a mí se fundió con la oscuridad, y yo también.

Corbyn

Su cuerpo desapareció de entre mis brazos con un polvo dorado y otro negro. El negro se esfumó en el aire... Y el dorado entró en mí por la punta de los dedos.

Mi cuerpo se calentó y me incorporé apretando mis manos con fuerza, donde había estado, segundos atrás, sosteniendo su cuerpo mientras ella perdía la vida...

Yo clavé ese puñal en su pecho y ahora sentía como su aura entraba en mí y me sumergía de poder y calor. Su calor.

Sus amigos me miraban con la boca abierta y los ojos llenos de lágrimas.

Daniel era el único que sonreía con tristeza... Hasta que se arrodilló y bajó la cabeza frente a mí.

Todos le siguieron tiempo después.

Yo giré sobre mí mismo y observé como todos, Ángeles y Demonios, se arrodillaban frente a mí mientras mis ojos seguían llenos de lágrimas.

Mis alas se alzaron por sí solas y cambiaron de color pluma por pluma.
Dorado.

Ahora eran doradas, como las de Isis.

Cogí aire y me giré con el ceño fruncido a Elohim y Lucía.

Ellos estaban sorprendidos, con la boca abierta y sin siquiera pestañear. Yo sentía como la ira ardía con fuerza en mi sangre, cómo había pasado por toda esta mierda para terminar igual; solo.

Y todo había sido por culpa de Elohim y Lucía. Esta era la segunda vez que arrebataban a Isis de mi lado, pero era la primera vez que lo sentía en mí en este cuerpo.

Y dolía. Dolía como no tenían idea.

Chasqueé los dedos y ellos dos desaparecieron con un horrible grito.

Ahora que Isis no estaba, su única creadora y la persona que les dió vida; yo podía acabar con ellos sin tener que destruir el mundo en su paso...

Por eso mismo ella lo hizo.

Caí de rodillas al suelo y grité entre sollozos.

Todo se quedó en silencio para mí, salvo el fuerte pitido atorado en uno de mis oídos que me mareaba y hacia mí visión borrosa.

Alguién apretó mi hombro y levanté la cabeza para ver a Gillyan con un perro en brazos... Con ¿Daniel?

Fruncí el ceño y miré a los demás demonios/Ángeles.

Las alas de los Ángeles habían desaparecido. Las guadañas de los demonios también. Y suponía que sus poderes se habían esfumado con ello.

Porque si sus creadores no estaban, sus poderes desaparecían.

Todos ellos se miraron unos a otros sonrientes y comenzaron a gritar celebrando.

—Somos normales —dijo Jack a unos metros de distancia y limpie mis lágrimas con expresión neutral.

Miré a la pelimorada y al perro en sus brazos.

—¿Se va a quedar así siempre? —ella solo asintió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y tiempo después me abrazaba con fuerza.

Jonah se unió en seguida. Y Zach. Y Jaden. Y Aurora. Y Jack. Y todas las personas que habían formado parte del ejército de Isis.

Cerré los ojos y acepté sus abrazos.

—Isis ha sido la mejor Diosa que he visto —sonrió Aurora y yo asentí débilmente.

—Y lo será siempre —dije en un murmullo ronco y miré a todos—. No sé si estoy listo para ser... El nuevo Dios.

Jonah me sonrió y palmeó mi espalda.

—Estaremos contigo.

Pero no les quería a ellos.
Solo necesitaba a mi pequeña.

—Gracias —comenté en voz baja y tragué saliva aguantando mis lágrimas.

Nos sentamos en el suelo y nos quedamos en silencio.

Asimilando que ella se había ido.

¿Que haría sin su apoyo?
Sin ella no tenía fortaleza.
¿Qué hacía sin su risa?
Sin ella no me quedaba felicidad.
¿Qué hacia sin su mirada?
Sin ella no tenía esperanza.
¿Qué hacia sin su sonrisa?
Sin ella yo no tenía alas.

¿Qué haría sin Isis?
Sin ella... Yo no era nadie.

Todas mis dudas estaban atrapadas en mi mente y no pensaba decirlas en voz alta.

Jaden me miró fijamente y se acercó levemente a mí.

—Isis sé ha ido por algo Corbyn, no para que tú te rindas —susurró en mi oído y le miré a los ojos—. Hazlo por ella. Podrás hacer todo mejor. Como debería haber sido siempre. Justo.

Bajé mi mirada y suspiré levantándome del suelo.

—Escucharme —todos sus ojos se posaron en mí y fruncí el ceño—. No... No puedo hacer esto solo,  e Isis merecía el mejor reinado de la historia... Así que necesito ayuda, un grupo de personas que quiera ofrecerse a gobernar a mi lado. Hacer todo bien —mojé mis labios—. Por Isis —tragué saliva y apreté mis puños—. ¿Alguien?

Gillyan levantó la mano junto con Jaden. Después se unió Jack, Jonah, Aurora, George y Zach. Incluso Duke levantó la pata.

Sonreí al ver al grupo de siempre y asentí.

En ese mismo instante todos ellos ahogaron una exclamación y se levantaron del suelo.

Jonah levantó su pantalón y jadeó al ver el símbolo de un cuervo.
A Jack le ocurrió lo mismo en el pecho. A Gillyan en la mano... A todos les estaba apareciendo un cuervo en su piel.

Mi... ¿Marca?

Todos me miraron y yo me quedé mudó con la boca abierta.

—Oficialmente ya somos los nuevos organizadores de la paz en el mundo —se río Aurora y omití una sonrisa.

Ya no había Demonios o Ángeles.

Solo existían... Amigos. Que darían todo para hacer lo correcto. Sin importar quién fuera el más poderoso.

Tenía amigos. Gracias a Isis.
Todo por Isis.

Ojalá ella estuviera aquí para decirle que me había curado. Que ya no estaba roto.

Ahora sólo podía tocar mi marca y darle las gracias por hacerme ver el universo de otra manera.

Por haberse desecho de los grupos; Ángeles y Demonios. Por haber sido el balance y lo mejor que me había pasado en la eternidad.

Gracias Isis.

FIN

*se esconde*

Sigan con el epílogo, es una orden.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro