Cuarenta y uno

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Había intentado entrar en sus aposentos para poder explicarle todo lo que estaba ocurriendo y su mal comportamiento, pero sus ángeles guardianes decían que él no estaba allí.

Dios se estaba portando mal. ¿Qué era lo siguiente? ¿Satán dando un beso en la frente a un bebé?

Este mundo se estaba volviendo más loco de lo normal.

Sabía que no conseguiría sacar a Corbyn de esa ala de aislamiento si no era por mi propia cuenta.
Razonar con Elohim sería algo imposible.

Me sentía cansada y sin ganas de salir de mi habitación durante todo el día, pero también necesitaba a Corbyn allí para preguntarle algunas cosas y encontrar a Daniel.

Así que, solamente respiré hondo, inflé mi pecho con valor y abrí la puerta de mi habitación con fuerza, dispuesta a rescatar a Corbyn.
Costase lo que costase.

Caminé decidida por el pasillo, clavando mis pies con firmeza en las baldosas blancas, con las mejillas infladas de ira y aburrimiento por la situación.

Dios me estaba arrebatando todo por lo cual había llegado a este lugar. Me estaba quitando la felicidad y ya estaba demasiado cansada física y mentalmente como para que él me hiciera esto.

Varios ángeles con ojos sorprendidos y confusos se colaron en mi camino e intentaron detenerme.

—Señorita Isis... —me agarró del hombro para pararme y le dirigí una mirada de furia que comenzó a tornarse roja y blanca.

—No —gruñí.

Alcé la mano y aquellos ángeles salieron disparados hacia las paredes en un brusco movimiento.

Seguí caminando  hasta el final del pasillo, donde los dos ángeles que protegían la puerta terminaron de la misma forma que los otros de atrás.

Sentía mi respiración agitada por el esfuerzo y como cada inhalación y exhalación se hacía cada vez más forzosa y pesada, pero no me detuve y abrí la puerta.

Corbyn se levantó de inmediato al percibir el movimiento.

—¿Isis? —se acercó a mí extrañado—. ¿Estás bien? ¿Cómo has...?

—No hay tiempo —dije sin aliento y sujeté mi cabeza dolorida—. Solo... Vámonos.

—Isis —puso su mano en mi frente con preocupación.

Mis ojos pesaban y veía todo borroso, aún rojo y blanco.

—Vamos, vamos —seguía murmurando queriendo salir de aquel lugar de inmediato, pero sin fuerzas para ello.

Apretó los labios con fuerza, sujetándome de la cintura para que no cayera y me acogió entre sus brazos levantándome del suelo.

Corrió afuera de la habitación mientras mi cabeza daba vueltas y ahogó varios suspiros de asombro al ver a los ángeles tirados en el suelo.

—¿Cómo...? —no terminó de formular la pregunta en cuanto vio mi rostro, lo que me produjo una mala sensación.

Quise preguntarle, pero la voz no me salía.

Algo resbaló entre mis labios y con las pocas fuerzas que me quedaban, lo toqué con las puntas de mis dedos y lo llevé cerca de mis ojos para poder enfocar mejor.

Era solamente un líquido negro.
Un líquido negro salía de mi boca y nariz sin cesar.

—C-corbyn

Me observó de inmediato y aceleró el paso maldiciendo por lo bajo.

Cada vez mi visión se hacía más borrosa, hasta tal punto que solo pude distinguir manchas.

Mis dedos se deslizaron cerca de mis ojos hasta sentir la frescura y densidad extraña de aquel líquido negro que también salía de mi boca y nariz.

Dejé caer por fin mi cabeza en los brazos de Corbyn, cansada.

Corbyn

Di una patada a la gran puerta de la habitación de Isis y miré a los lados con rapidez, buscando un lugar para tumbarla.

La cama apareció en frente de mí, y de inmediato me desplacé allí y la coloqué delicadamente encima de la colcha.

Pequeños espasmos en sus manos y piernas y su boca realizando balbuceos en voz baja me dejaban tener conocimiento de que seguía consciente.

Aquel extraño líquido negro que salía de su boca, nariz, oídos y también ojos no había cesado de bajar por su rostro en ningún instante, manchando así su pelo y las sábanas debajo de ella.

Su piel se encontraba pálida, sin color algunos, solo blanca y yo no sabía que mierda debía hacer.

Agua. Necesitaba agua.

Desvié mis ojos a la mesilla del cuarto y corrí en su dirección al ver una pequeña copa dorada encima.

La cogí con prisa y miré en su interior para comprobar si contenía agua.

Alcé las cejas con horror al ver su contenido rosado.

Ya había visto ese color antes.

Llevé la copa cerca de mis fosas nasales para comprobar si lo que ya intuía era cierto.

Era un olor dulce, químico y algo acre.

Ese olor también lo conocía.

—Mierda Isis —la observé preocupado y apreté los puños furioso—, ¿Cómo si quiera sigues viva?

Era veneno. Y no uno normal y sencillo, era uno de los más fuertes en el universo. Con un solo vaso se podían matar a un ángeles y tres demonios.

Lo sabía demasiado bien. Yo mismo lo utilicé varias veces al llegar al infierno, cuando unos demonios imbéciles me perseguían a todas horas para darme caza y abrir más las cicatrices en mi espalda, producidas por mis alas.

Avery me vendió aquel veneno por unas cuantas almas y así pude deshacerme de ellos.

Pero, ¿quién había envenenado a Isis? ¿Y por qué?

—Pequeña... —murmuré y me coloqué a su lado, asustado por su estado y el líquido negro saliendo de cualquier orificio posible. Cogí las sabanas sueltas que había en la cama y limpie su rostro lo mejor que pude—. Necesito que me ayudes —gimió en respuesta y la incorporé un poco para que el líquido negro no la obstruyera las fosas nasales y pudiera respirar—. ¿Sabes quién te ha dado esto?

Le puse la copa entre de sus ojos y ella vagamente y con espasmos dirigió su pupila al objeto.

—G-george —respondió en un susurro casi inaudible.

George. No podía ser ese George ¿verdad? Existían más ángeles llamados George y que trabajaban en este mismo lugar... ¿Verdad?

Fuese quién fuese, ese hijo de puta me las iba a pagar.

—También necesito que sigas despierta —acaricié su rostro y dejé entre sus manos la toalla. Ella asintió cerrando los ojos de nuevo mientras una lágrima oscura se deslizaba por su mejilla—. Volveré enseguida.

—No... —dijo sin aliento intentando agarrarme para que no me marchara.

—Tranquila, estaré de vuelta en unos minutos.

Me puse de pie y apreté la mandíbula, alzando mi brazo derecho para que la guadaña escondido en alguna parte del castillo viniera a mí. Y así hizo. Pronto estuvo entre mis manos mientras mis pies se movían en zancadas hacia el desconocido lugar donde se ocultara aquel tal George.

Y, por lo visto, no fue muy lejos nada más girar el pasillo, allí estaba él, con la lanza de siempre caminando sin prestar atención a lo que tenía delante y una gran máscara dorada en la cara.

Sí, era ese George, el que yo conocía o creía conocer.

Levantó la mirada, la cual chocó con la mía en el momento.

Abrió con impresión los ojos y dió varios pasos hacia atrás apretando su lanza, pero era demasiado tarde, mi mano ya rodeaba su cuello y lo estrellaba contra la pared del pasillo.

—Corbyn —dijo sin aire.

—A mí tampoco me alegra verte —le sonreí con falsedad antes de golpear su cabeza contra la pared.

Él gruñó dolorido y cerró los ojos.

—Creía q-que estabas...

—¿Muerto? —murmuré entre dientes—. Pues adivina; sigo aquí y seguiré aquí hasta que te mate por lo que has hecho.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —sus ojos verdes mostraron confusión—. Si esto es por lo de tus alas, te juro que yo no...

—No me hables de aquello, tú mismo sabes muy bien qué hiciste y lo que provocaste —se quedó callado, sólo observándome—. ¿Me ves ahora? ¿Sin miedo a mancharme las manos de tu sangre y obedeciendo al mayor enemigo de tú Señor? Esto lo provocaste tú.

>>Ahora dime; ¿Por qué has envenenado a Isis?

—¿Envenenar? —negó rápidamente con la cabeza, asustado—. Yo no...

—¡No me mientas! —su cabeza volvió a golpear con la pared y me sentí impotente al no poder observar el dolor en su cara—. ¡Y quítate esa jodida máscara!

Golpeé el metal con el palo de mi guadaña y unos segundos después, el sonido metálico de la máscara cayendo al suelo resonó por todo el pasillo.

Dejé de observar el objeto brillante en el suelo para enfocarme en su rostro.

Su rostro gris y agrietado.

Gris y agrietado. Cómo el de los demonios.

Di varios pasos hacia atrás y le observé incrédulo mientras sus ojos me miraban culpables y avergonzados.

Aquel no era el George que yo conocía, ya no.

Él estaba débil y sabía perfectamente la causa.

Isis.
Por eso querían envenenarla y acabar con ella.

A los ángeles también les había debilitado la presencia de Isis en el universo, y lo habían ocultado perfectamente con máscaras, para engatusar a la rubia, matarla y devolver todo a la normalidad.

—Eres un maldito cabrón —escupí las palabras airado y empecé a alejarme del pasillo para hablar con Isis y salir de aquí.

—¡Corbyn! ¡Espera! —no le hice caso y seguí corriendo—. ¡Él ya está viniendo! ¡No te resistas, ya es tarde!

Gruñí aún más enfadado con sus palabras y corrí mucho más rápido al cuarto de Isis.

—Pequeña... —mi susurro al entrar la alertó de que algo pasaba y se intentó incorporar con algo más de fuerza que antes.

—¿Q-qué pasa? —cuestionó sin saber dónde mirar por el líquido negro en sus ojos—. ¿George?

—Él te envenenó —dije asqueado y la ayudé a limpiar el líquido negro (el cual ya había cesado de salir) de su rostro—. Te quieren matar Isis, Dios te quiere matar. Al cielo le ha pasado lo mismo que al infierno; están débiles por tí.

—¿Cómo? —el aire parecía faltarle por la confesión. Estaba impresionada y sus ojos brillaban con lágrimas, esta vez transparentes—. No lo entiendo, Elohim parecía majo... Su sonrisa era amigable y...

¿Qué? ¿Sonrisa?

¿Le has visto...? ¿Le has visto con forma humana?

Ella me miró confusa y asintió.

—Oh no, Isis, mierda —bufé y me tiré del pelo, frustrado—. Deberías saber que Dios solo utiliza su forma humana cuando está muy débil o debe bajar a la tierra.

>>Su forma real es una simple bola de luz.

—¿Qué? Y-yo no...

—Tenemos que salir de aquí —la interrumpí y cogí en brazos.

—Todo esto quiere decir que... ¿No soy un ángel?

Asentí llamando a mi guadaña y tendiéndosela a la rubia para que la sujetara mientras yo la cargaba hacia la puerta.

—Eso es lo que más claro debes tener —añadí mirando a cada lado del pasillo—. Lo que realmente no entiendo es por qué no te mataron de inmediato... —observé su desolado rostro al pronunciar esa palabras y apreté mis labios, arrepentida por lo que había salido de mi estúpida boca—. Lo siento.

—No es nada —sonrió dolorosamente sin siquiera mirarme—. Dios dijo que mis poderes se desarrollarían de verdad cuando cumpliera 18; quizás estaban esperando a ese momento —suspiró aburrida y apoyó su cabeza en mi hombro—. Al parecer siempre todos quieren matarme.

—Yo nunca he... —me miró a los ojos con las cejas alzadas, haciéndome recordar el día en que la conocí, cuando la quería matar—. Yo ya no quiero matarte —me corregí automáticamente en un susurro mientras me deslizaba por los pasillos con ella en mis brazos—. La gente solo necesita conocerte realmente para poder apreciar lo que se perderían si tú no estuvieras aquí.

Mi cerebro de demonio se golpeó a sí mismo por la cursilería en mis palabras, pero me salía solo cuando se trataba de ella.

Me sonrió y entonces mi cerebro se detuvo y una pequeña sonrisa surcó mis labios cuando dejó un beso en mi mejilla.

—¿Crees que Daniel supiera todo esto? —preguntó triste y me encogí de hombros.

—No lo sé —murmuré—. Pero es tu ángel guardián y él me trajo aquí... No creo que él haya participado o querido participar en esto si no tuviera otra elección. ¿Quién sabe?

Aunque no quisiera admitirlo, sabía que Daniel no era culpable en nada de esto y que Dios le castigaría por ello.

Y justamente, ÉL ya estaba allí, en medio de nuestro camino, con varios ángeles armados detrás de él.

Paré en seco y aferré a Isis más cerca de mí.

—Siempre supe que serías un problema, no importaba de qué forma te viera. Ángel o demonio; eres una desgracia para el universo.

Sus palabras no me dolían, ni siquiera un poco. Me había acostumbrado a no sentir las malas palabras de gente que no me importaba.

—¿Y me lo dices tú? —reí con rencor—. ¿Dónde está la gracia y bondad de la que todo el mundo habla? Creo que todo ello es solo palabrería, nadie sabe qué eres en realidad —su sonrisa se borró y me sentí victorioso—. La quieres matar y yo la voy a salvar. ¿Hay algo malo en ello?

—Sí —dijo con voz grave—. ¿No lo entiendes? Ella nos destruirá a todos —Isis se encogió entre mis brazos y la dirigí una corta mirada de apoyo—. Tú, yo, el inframundo, el cielo, la tierra. Ella hará arder todo, solo habrá caos y sufrimiento. Solo quiero que aquello no se cumpla; solo quiero salvar el universo.

Sentí a la chica temblar de miedo con su palabras.

—Yo no... —el foco de atención fue a parar a ella—. Yo no voy a hacer eso —parecía un perro del infierno triste y asustado por Satanás—. Yo no voy a destruir nada.

—Oh Isis —Dios la sonrió y le miré con odio—. Tú no lo podrás evitar, es algo que tus poderes harán por sí solos, se descontrolarán, matarás a todo y luego te quedarás sola.

Sabía que eso a Isis le había afectado, sabía que ella dejaría que Elohim la matase solo para no hacer sufrir a nadie y no acabar con el universo.

Pero yo tenía una idea muy distinta de ello.

Bajé a Isis de mis brazos y agarré mi guadaña con fuerza.

Salté encima de ellos con un grito de furia y empecé a golpearlos con la hoja de mi guadaña.

Nada de eso duró mucho, una extraña luz me atrapó y no pude moverme.

Dolor. Sentía mucho dolor y agonizaba mientras mis ojos observaban como Elohim tenía el brazo extendido provocando aquella luz y todo mi dolor.

—¡Basta! —chillaba Isis mientras algunas lágrimas salían de mis ojos—. ¡Ya basta! ¡Déjalo ir!

Dios no hizo caso a sus súplicas y el dolor se extendió por todo mi cuerpo con punzadas horripilantes.

—¡Para! ¡Por favor! —sus sollozos eran más dañinos que cualquier sentimiento en mi cuerpo—. ¡Me quedaré aquí!

Caí al suelo y cogí una gran cantidad de aire mientras mi cuerpo se retorcía para calmar todo el daño surgido en mi piel.

—Bien —Dios sonrió—. Has tomado una buena elección querida. Mañana os reencontrareís con vuestro amigo traidor y presenciareís su castigo.

Castigo.

Le cortarían las alas.

¡Síganme en Instagram (zachy_poo_is_mine) para no perderse detalle de nada!



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro