CAPITULO 23

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Pov's Sky

Tres meses pasaron después de esa fatídica conversación con Alex. Los puedo resumir de la siguiente manera:

1. No dejamos de hablar por completo.

Sí, nos veíamos con menos frecuencia y en definitiva la cercanía disminuyó. Sin embargo, todavía de vez en cuando almorzábamos todos juntos y podíamos bromear con ligereza. Nos seguíamos preocupando el uno por el otro pero le daba el espacio que había pedido.

Supe que comenzó con terapia. Cuando me lo contó me dijo que era también porque llevaba mucho tiempo intentando reparar solo la relación con su hermano y como no había logrado resultados decidió buscar ayuda. "Otro punto de vista que quizás no estoy considerando", dijo. Me dio gusto por él. Sospechaba que la ruptura con Cole en realidad venía de atrás y no fue hasta Paige que finalmente todo se quebró.

2. James.

Si bien todo salió a la perfección durante la visita de mis padres, después las cosas parecieron descarrilarse por completo.

Hacía justo una semana que lo habían echado del trabajo. Nada que me sorprendiera, honestamente. Llevaba tiempo en un espiral, bebiendo casi a diario, asistiendo con resaca, faltando cada dos o tres días porque no lograba despertar después de tomar lo suficiente como para inducirse a un coma etílico. La verdad, me sorprendió que durara tanto.

Las consecuencias parecía pagarlas yo. Sabía que mis padres le depositaban dinero para ayudar en los gastos de la casa como luz, agua y los comestibles de la semana. Bueno, al parecer ese efectivo se estaba desviando porque en la heladera solo habían latas de cerveza y la alacena subsistia con los dos paquetes de atún del último super que hizo.

Por suerte mamá y papá también se encargaban de darme una parte de dinero directamente a mí. "Para cualquier cosa que necesites". Acostumbraba a ahorrar la mayoría de esos ingresos, a pesar de sus insistencias en usarlo para ir al cine con amigos o comprarme algo lindo. No me había dado cuenta, pero eso era un cambio grande en mí; mi yo adolescente, la que vivía en Los Ángeles, no hubiese dudado en despilfarrar esa cantidad en atuendos de la última temporada, salidas al moll, y cafés de quince dólares. Supongo que vivir con un adulto alcohólico me hizo adquirir sentido de la responsabilidad y cambiar mis prioridades.

Como sea, en vista de que James ya no tenía trabajo debía lidiar con él más tiempo del que estaba acostumbrada. Antes era solo a la tarde/noche, ahora mi único momento fuera era en la escuela. Tenían que aceptar que aunque trataba de no ser pesimista se estaba convirtiendo en una tarea mucho más compleja. En ocasiones no podía dormir más de dos horas para ir a clase debido a la música alta que le encantaba colocar, los vecinos estuvieron a punto de llamar a la policía una vez, tuve que salir a convencerlos de lo contrario. Luego, durante el día, cuando intentaba hacer los deberes de la escuela, él se aparecía en mi habitación para hablar, nunca se sabía qué rumbo tomaría la conversación; podía ser sentimental y él lloraría mientras pedía disculpas y decía cuánto me quería a mí y a su hermano, o por el contrario podría comenzar a buscar una pelea y aunque yo intentara darle por su lado al final acabaría estallando.

3. Cada vez se volvía más difícil fingir, sobre todo frente a Alex.

Era verdad que ya no pasábamos tanto tiempo juntos, pero aún así él podía ver lo que sucedía con solo una conversación al día. Como hace un par de días atrás cuando comíamos con el resto.

Ya no nos sentábamos juntos. De hecho, la distancia era significativa (por lo menos la física). Por eso Alex se encontraba al lado derecho de Isaac, quien al frente tenía a Ivy, yo también a la derecha de ella, así cada uno en una esquina. Llenando el espacio frente a él estaba Lee y frente a mí Nathan.

Si sus hermanos notaron el cambio en nuestra relación, –muy seguro que sí pues era obvio– no preguntaron al respecto, al menos no a mí. Ivy en cambio no fue tímida en cuanto a externar sus dudas, terminé por desahogarme con ella. Pero de cualquier forma, nuestros asuntos no afectaron en nada al grupo, seguíamos siendo todos amigos y cualquier tema se abordaba sin incomodidad alguna.

Ese día era miércoles. Llevaba sin poder dormir bien tres noches seguidas y la madrugada anterior había vuelto a tener que lidiar con el James agresivo. Emocional y físicamente estaba agotada.

Tapé las ojeras tan bien como pude con varias capas de corrector. Las marcas rojas en mis brazos, en donde mi tío me había tomado para zarandearme, fueron un poco más difíciles de ocultar; el invierno dejó de ser mi aliado un tiempo atrás, sin embargo el inicio de la primavera todavía me permitía usar algunas cosas de manga larga no tan gruesa.

Sabía que incluso el baño de agua helada que me había dado en la mañana no eliminó del todo la hinchazón en mis ojos, así como también era consciente de que mi sonrisa, por mucho que intentara, no alcanzaba su fuerza habitual. Pese a ello, supuse que estaba haciendo un trabajo decente en ocultar mi cutre estado de ánimo, eso tomando en cuenta cómo me desenvolvía con facilidad en la conversación que se mantenía en la mesa. Ninguno notó algo diferente en mí, no tendrían que haberlo hecho porque me aseguré de actuar igual que siempre; todo sonrisas, bromas y parloteo. Mientras tanto por dentro solo yo veía cómo el corazón dolía y mi alma se desgarraba, o eso creí.

Cuando la campana sonó y nos separamos para ir a clase Alex me interceptó en uno de los pasillos. Iba sola porque era la única materia que cursaba sin ninguno de nuestros amigos, claro que le hablaba a la mitad del curso, pero ese día me estaba costando más de lo habitual pretender y preferí no forzarme si no era absolutamente necesario.

Sonreí tan fuerte como pude una vez lo tuve enfrente. Era falso, no por él, sino por mi ánimo. Entonces sucedió que cuando tomé un profundo respiro me inundó su perfume de sándalo. No habíamos estado tan cerca, ni solos, desde lo que parecía una eternidad. El aroma me reconforto sin esperarlo y casi quise romper a llorar ahí mismo. Necesitaba un abrazo, pero no era capaz de pedírcelo.

—¿Está todo bien?

La manera en que me miró, como si pudiera ver cuánto me dolía, me sorprendió.

—Claro, ¿por qué lo preguntas?

¿Me ves? Realmente, más allá de las sonrisas, y la falsa actitud vibrante, ¿Tú si puedes ver cómo en mi corazón se va haciendo de noche? Porque me estoy desangrando y todos me pasan de largo.

—Pareces cansada.

Lo estoy.

—He estado teniendo insomnio.

—¿Hay algo que te preocupa? ¿Tienes algún problema?

Negué. Era egoísta de mi parte esperar ayuda si no la pedía, pero en ese punto simplemente no podía.

—Solo estoy estresada con la escuela, supongo. Ya se me pasará.

Por un momento hubo silencio. No fue incómodo, en realidad era como si estuviera intentando encontrar la falla. Sus brillantes ojos verdes me miraron inquisitivos durante tanto tiempo que creí que no dejaría de hacerlo hasta que hallara algo, pero finalmente habló.

—Puedes contar conmigo. Creo que ya sabes lo mucho que significas para mí, pero aún así te lo recuerdo. Siempre voy a estar ahí para ti, incluso cuando parece que cada uno está tomando caminos diferentes, no dudes en llamar, a cualquier hora.

Eso fue todo. No pude seguir sosteniendo mis sentimientos y terminaron por desbordarse en una lluvia de lágrimas.

Choqué con fuerza contra su cuerpo usando su pecho de escondite. Me aferré a su cintura como el que se ahoga se aferra a su último aliento y solté mi carga.

Lloré hasta que los pasillos quedaron desolados, solo con su mano abierta sobre mi espalda moviéndose en círculos reconfortantes y la otra en mi cadera para sostenerme. Una vez que mis sollozos disminuyeron las caricias en mi espalda pasaron a mi cabello, ahí con voz suave me preguntó:

—¿Qué te sucede?

Se me está acabando la esperanza. Te juro que intento poner mi mejor cara y ver lo bueno todo los días, pienso que pronto podré tener una oportunidad real, pero todo lo que siento es vacío, un agujero negro en el medio de mi pecho.

Voy a rendirme. Al principio dormir era el escape pero ahora incluso a media noche mi cerebro ganaba la batalla y despertaba con la idea ya en mente. Tengo miedo porque destruirme es todo lo que sé hacer.

Quise decirle todo eso pero, ¿Cómo le cuentas ese sentimiento? ¿Cómo se comparten esas ideas?

—No quiero hablar de ello —respondí en su lugar y me aferré más, como si con ello me protegiera de mi debilidad. Sentí su cuerpo estremecerse. —Lo siento.

Estaba empezando a separarme pero reafirmó su agarre a mi alrededor, asegurándose de mantenerme en el mismo lugar con un firme empujón hacia él. Mi nariz prácticamente enterrada en su cuello debido a su abrazo, nuestros pechos pegados y mis manos rodeando su cintura.

—No tienes que hacerlo si no quieres, hablar me refiero. Además, ¿Por qué pides disculpas?

—El abrazo.

—Sigues siendo mi amiga Sky, mi mejor amiga, ninguna distancia va a borrar eso. Si quieres un abrazo, hablar o simplemente sentarnos en silencio solo tienes que decirlo, no pidas permiso ni te disculpes por tomar algo que es tuyo.

Y así, de nueva cuenta, Alex le puso una tirita a mi corazón.

El incidente no se volvió a repetir (yo siendo un caos de emociones desbordante). Sin embargo, desde entonces nos acercamos más. Creo que fue porque Alex vio que no la estaba pasando bien y a pesar de que negué que fuera algo realmente importante él quería asegurarse de estar presente por si necesitaba a alguien para hablar o cualquier otra cosa.

No voy a mentir, me alegré de que la distancia desapareciera. Para nada nos fue difícil acostumbrarnos a su ausencia. Al principio le dije a Alex que si no se sentía listo para volver a ser tan cercanos como antes estaba bien, no tenía que obligarse debido a su preocupación, su respuesta fue que actuaba como le nacía, no como debía. Tampoco insistí demasiado si soy honesta.

4. Ivy, Dylan y todos los demás.

Como dije, seguro que sus hermanos notaron el cambio en nuestra relación pero aún así me siguieron tratando como siempre. Luego, más recientemente, cuando volvimos a acercarnos solo se limitaron a sonreír y darme una mirada extraña –como si todo el tiempo hubiesen sabido algo que nosotros no y por fin nos dábamos cuenta–, luego todo siguió su ritmo natural.

Para mi sorpresa Ivy no hizo preguntas al verme cerca de Alex de nueva cuenta, lo que sí es que pareció contenta con el desarrollo de los acontecimientos.

En cuanto a Dylan, no pasó mucho, al inicio. Con todo el tiempo que comenzamos a pasar juntos nos hicimos más cercanos. Salíamos al cine o a veces me invitaba a sus prácticas y después íbamos a comer. Una o dos veces fuimos a su casa, solo a ver una película o hablar, nunca volvimos a cruzar ningún límite de amistad. De hecho, eso me permitió conocerlo mejor y darme cuenta de cuán apasionado estaba con el fútbol, también comprometido. Él tenía sus planes y metas claras, era divertido y en definitiva no se acercaba en nada a la fama de arrogante que le habían hecho. Me gustaba lo leal que era con sus amigos, quienes por cierto me adoptaron como una hermana pequeña, también el lado blando de él que me permitía ver cuando interactuaba con su madre, sus primos pequeños o las mascotas con las que a veces nos topamos. Sus ocurrencias y carácter suelto ayudaron a sobrellevar mis días malos. Él me hacía reír, algo que apreciaba más que nunca.

Ese era, básicamente, el fin del resumen.

Ahora bien, el cambio más grande estaba a punto de suceder.

Esperaba en la entrada del túnel del campo. El estadio de fútbol era, por mucho, el lugar más grande y cuidado de la escuela. Prueba de ello eran los asientos cuidadosamente pintados con los colores del equipo y el césped verde limón. Últimamente pasaba mucho tiempo aquí.

En algún momento sin darme cuenta establecí una rutina con Dylan. Él tenía entrenamiento tres veces por semana. Esos días me quedaba a mirar. Me gustaba porque durante ese tiempo podía hacer las tareas de la escuela en paz, sin los gritos de James o su música estruendosa. Además, cuando paraban para tomar un descanso los chicos siempre se acercaban a charlar y contarme las anécdotas divertidas del fin de semana.

Ser amiga del capitán me permitió conocer también al resto del equipo; resultó que eran niños pequeños en el cuerpo de hombres robustos. Nunca faltaba alguna travesura que me hacía reír o un chisme fresco que quisieran compartir. Parecían una familia, sobre todo cuando se burlaban los unos de los otros, y que se esforzaran por hacerme sentir parte calentó mi corazón hasta que me vi muy cómoda entre ellos.

Si no tenía algún deber solo los observaba correr de un lado a otro mientras pensaba que yo ya hubiese caído rendida después de los primeros quince minutos. O sino, jugaba con mi teléfono o hablaba con Ivy, quien por cierto seguía insistiendo en que le presentara a algún jugador.

Después de verme durante varias semanas seguidas en su cancha el entrenador terminó por invitarme a ladrar órdenes a su lado, o bueno, algo parecido. En realidad, me permitía sentarme en la banca de los jugadores y de vez en cuando se acercaba para burlarse de cómo "se quejan como princesas por lo más mínimo". Yo distaba de que "lo mínimo" fuera empujar esas llantas enormes y otros aparatos que parecían pesados y de los cuales desconocía el nombre, pero bueno, supongo que él era el experto.

Al inicio me pareció raro su acercamiento, sin embargo ese mismo día comprendí todo cuando me preguntó abiertamente si estaba saliendo con su capitán. Mi cara se puso roja como un tómate. Le dije la verdad, que solo eramos amigos. Su única respuesta fue "No tardes demasiado en decirle que sí, por favor, necesito su atención en el juego y no que esté papaloteando... aunque, parece que ahora que estás aquí se esfuerza por resaltar. Olvida lo que dije, sigue haciendo lo que esten haciendo, al parecer funciona." No hace falta decir que terminé con las mejillas ardiendo.

Los otros también hacían bromas respecto a nosotros dos, era más por joder a Dylan pero igual conseguían ponerme nerviosa a mí. Él, sin embargo, me decía que si era demasiado solo tenía que hacérselo saber y les pondría un alto. Sorpresivamente, aunque me avergonzaba un poco, no me molestaba. No había malicia en sus bromas así que después de un par de ellas me vi uniendome también para ir todos en contra de Dylan.

Cuando el entrenamiento terminaba esperaba a que se duchara y después íbamos a comer juntos. Debido a las pocas opciones en el pueblo, repetíamos el lugar cada dos o tres semanas, pero era agradable, me despejaba y ocupaba mi tiempo antes de tener que volver a casa, como en ese momento.

No me hacía esperar demasiado, casi siempre tardaba alrededor de unos quince minutos. Por eso me pareció extraño que pasado veinte no hubiese llegado. Estaba por llamarlo cuando salió de los vestidores, parecía agitado pero se mantenía tan impecable como él solo. Ya se había cambiado, llevaba unos jeans y camiseta café, aunque era sencillo la seguridad con la que andaba lo hacía parecer atractivo.

—¿Nos vamos? —pregunté.

—Tengo que mostrarte algo primero.

Dejé que me llevara tomada de la mano de vuelta al campo. ¿Había olvidado algo? Fue lo único que pensé antes de encontrar a todo el equipo de fútbol en la cancha.

Estaban alineados, perfectamente duchados y bien vestidos. Lo que hizo que se me acelerara el ritmo cardíaco, sin embargo, no fue eso. Todos llevaban en la mano un ramo de rosas rojas.

La noche estaba por terminar de consumir el color anaranjado del cielo, oscureciendo así a todos lo que estábamos ahí. De pronto los reflectores se encendieron e iluminaron la escena frente a mí. Con ello también la pantalla gigante cobró vida, apenas leí las palabras el aliento me abandonó.

¿Quieres ser mi novia?

Bueno, joder si me lo esperaba.

—Entonces, ¿qué dices?

Lo miré. Su sonrisa de chico estrella esperando por una respuesta. Era la pedida más americana que existía, como el de las películas estereotipadas, pero tenía que admitir que me pareció un gesto tierno viendo de Dylan, quien no tenía ni un poco de romántico o cursi en sus venas.

Tuve que cuestionarme si eso era lo que quería; una relación. ¿Había ya dejado la idea de ser solo amigos a un lado? En un principio dije que no quería nada más porque no estaba lista, ¿ahora lo estaba? Al parecer eso di a entender si decidió proponerse abiertamente.

Dylan me parecía atractivo, me gustaba pasar tiempo con él y me trataba bien, entonces ¿Por qué no darme la oportunidad con él?

¿Y Alex? La voz en mi cabeza hizo la pregunta más importante ¿Ya dejaste de sentir cosas por él? Sabía que no sería justo para Dylan usarlo como una segunda opción así que pensé la respuesta muy bien.

Alex y yo no teníamos futuro. No como algo más que amigos. Mi cariño por él siempre estaría pero volvió a ser lo que era; algo platónico, y aunque al inicio me desagradó la idea la verdad era que la distancia estos tres meses fue lo que influyó.

Dylan me agradaba, al parecer seguía interesado. Deseaba dejar de sentir miedo, volver a experimentar el amor, comprobar que Lexington no me había arruinado para siempre, que no logró romper todo y que dentro de mí aún quedaba una parte en funcionamiento.

No tenía un corazón brillante, el mío estaba lleno de cicatrices pero deseaba que alguien lo amara a pesar de ello. Y confíe en la persona equivocada para volver a intentarlo; Dylan. Sin embargo, no me daría cuenta hasta mucho después.

—Sí, sí quiero.

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