CAPITULO 24 Parte 2

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Pov's Sky

Un mes pasó desde que comencé a salir con Dylan y no todo fue como esperaba, por lo menos no después de las primeras semanas.

No me mal entiendan, no estaba mal, pero había algo que no terminaba de funcionar.

Las cosas en casa seguían como siempre, ya me había resignado a que no cambiarían. Estábamos en mayo, así que solo debía aguantar dos meses más.

Ya tenía hecha la lista de universidades a las que me postularía. Siendo honesta todavía no encontraba nada que me apasionara, la única razón por la cual me animé a escoger una carrera era porque necesitaba el escape que la escuela me podía proporcionar. Tomando en cuenta eso, lo más lógico era que buscara algo alejado de Silver Falls, y lo hice; de las diez opciones que tenía nueve eran en distintas ciudades del país, en donde el campus ofrecía dormitorios para los estudiantes, pero había una diferente; la universidad local que quedaba a una hora del pueblo.

No preguntes porqué la puse, quizás solo para llenar el espacio, o de eso intenté convencerme. Sabía que mis padres no podían permitirse mudarse a un lugar que no tuviera por lo menos la mitad de concurrencia que había en Los Ángeles. La opción de quedarme en Silver Falls estaba fuera de la mesa a menos de que decidiera continuar viviendo con James y simplemente no podía hacerlo, por mucho que este lugar me gustara.

—¿Te postulaste para Alabama y UCLA? —Dylan me preguntó desde su lugar a mi lado, ambos estábamos en el sofá.

Nuestras citas se resumieron a esto; venir a su casa, sentarnos a ver algún partido o repetición de fútbol –o por lo menos él lo hacía mientras yo mataba el aburrimiento en mi teléfono– y pedir algo de cenar, casi siempre era comida rápida o ensalada, dependía de él y lo que la dieta que el entrenador le ponía le permitiera.

Esas universidades eran su top dos. ¿El mío en cambio? UCLA era un no definitivo, no me fui de Los Ángeles y soporté vivir con James solo para volver un año después. Alabama, bueno, su oferta educativa no me generaba nada, sin embargo ¿algo sí lo hacía?

—Alabama solamente —respondí.

Su ceño se frunció.

—¿Por qué?

—¿Por qué qué?

—Creí que acordamos que presentarías el examen para ambas.

—No, no lo hicimos.

Apenas y tocamos el tema semanas atrás. La mayor parte del tiempo estábamos ocupados metiéndonos mano o en alguna fiesta con el equipo. No es que me disgustara, de vez en cuando estaba bien, pero comenzaba a ser irritante hacer lo mismo siempre. Parecíamos más amigos con beneficios ahora que éramos novios que antes cuando tuvimos ese trato sin compromiso.

—Te dije que eran mis dos primeras.

Dylan nunca explotaba (fuera del campo), su enojo era más una calma inquietante, como ahora cuando veía la tensión en su mandíbula que contrastaba con su tono flojo.

—Dijiste que querías Alabama. UCLA es tu segunda mejor opción.

El gesto sarcástico que hizo con los ojos, como si me estuviera perdiendo de algo muy obvio, me enfadó.

—¿Crees que hacer que un entrenador me reclute es tan sencillo como decidir el sabor del helado? Quiero Alabama, pero sabes que en UCLA lo tengo ganado.

Sí, sabía que el entrenador de la universidad en Los Ángeles ya le había hecho una propuesta después de verlo jugar hace poco. Lo único que Dylan esperaba para responderle era el último partido de la temporada, donde estaría la gente de Alabama. Imposible no saberlo si era de lo único que hablaba.

—No soy estúpida, sé cómo funciona —no me preocupe por ocultar mi irritación. Desde hace mucho tiempo prometí que no volvería a dejar que me hablaran como él lo estaba haciendo —. El que parece confundido aquí eres tú. Quieres esas universidades por su nivel deportivo, ¿pero te has preguntado si a mí me interesan?, ¿o es que esperas que te siga como un perro solo porque sí?

—¡Ja! —bufó sarcástico —por favor Sky, ¿me dirás que sabes lo que quieres? Estás más perdida que un cura en una discoteca. ¿Qué más te da la universidad que elijas si ni siquiera sabes qué carrera estudiar?

Fingí que su comentario y tono burlón no me dolió. Era frustrante ver cómo él lo tenía todo claro mientras que yo, tal como dijo, no sabía lo quería.

—Bueno, sí sé que no quiero UCLA, ni aunque tú estés ahí.

Él no tenía la historia de Lexington, nunca le conté. Creí que no era necesario, mi ex formaba parte de mí pasado, no afectaba mi vida actual así que no había razón para decirle a Dylan. La verdad es que cada vez que recordaba en voz alta ese momento de mi vida me sentía expuesta, vulnerable, y opté por evitarlo. Lo único que le dije es que prefería no tener que volver a Los Ángeles porque el ambiente de la ciudad me abrumaba, pero al parecer desechó ese recuerdo.

—¿Sabes qué? No puedo hacer esto.

—¿De qué hablas?

—Siento que soy yo el único que está intentado con esta relación, a ti no te importa tanto como a mí.

Estupefacta. Esa fue mi genuina reacción.

—No puede ser.

El pensamiento, bañado de incredulidad, fue más para mí. Él no podía estar hablando en serio.

—Pensé que planeabamos ir juntos a la universidad. No sé tú, pero yo sí inicie esto con una idea de largo plazo, te estoy diciendo que me importa y estoy comprometido contigo pero si solo planeas terminar cuando el verano comience avísame.

Ahí caí en cuenta de que lo decía de verdad. Y no podía culparlo. En el fondo solo yo sabía que si bien no estaba esperando el momento en que terminaramos tampoco había pensado a largo plazo en nosotros como pareja, no porque no quisiera, solo porque no se me cruzó en la mente y, aunque me costara admitirlo, él sí lo hizo. Eso no justificaba la manera en que me habló, sin embargo decidí ofrecer una rama de olivo.

—Siento si te he hecho sentir como si no me importara, lo hace, pero si quieres pensar a futuro en un nosotros tienes que trabajar en lo actual.

—¿Qué?

Por su cara agria supe que además de enfadado estaba amargado con la situación.

Respiré profundo y continúe con todo el tacto que logré reunir.

—No creo que podamos tener una relación a largo plazo si continuamos como ahora, apenas hablamos entre nosotros y siendo honesta siento que yo te escucho más de lo que tú a mí—. Eso por decir, en ocasiones pensaba que ni siquiera le importaba lo que yo tuviese para contar. Siempre se trataba del fútbol y su futuro, sus ambiciones, su cansancio, sus juegos, sus problemas, todo él —. Perdón, pero no confío en poner mi futuro sobre una relación tan frágil y nueva como la nuestra, incluso si no tengo una idea tan clara de lo que quiero para mí. No porque no haya encontrado mi propósito voy a construirlo alrededor de mi pareja.

—¿Qué quieres decir? ¿Es tu manera de terminar conmigo?

—¿Qué? —casi me atraganto. —¿No entendiste mi punto? Te estoy diciendo que no me siento cómoda con cómo estamos llevando esta relación, quiero que entiendas que esa es una de las razones por las que no presenté a UCLA. Si dejarás de estar a la defensiva...

—Mira, mejor para. No quiero hablar ahora —se levantó y se giró dándome la espalda.

Por un momento me quedé aturdida. ¿De verdad me estaba dejando con la palabra en la boca?

Salí de mi estupor cuando, después de pagar la tele, comenzó a dirigirse a las escaleras.

—¿Me estás echando?

—Sí. —al fin se dignó a voltear a verme —. Te pediré un taxi, esperalo aquí.

Respira, Sky. Puedes manejarlo. Eres mejor que esto.

—Hablemoslo —pedí —. Las cosas no se solucionan así.

—¡No quiero hacerlo ahora! —gritó. —¡Deja de joderme!

En primer instante me quedé estática, fría ante el déjà vu. Luego, sentí un calor extenderse del centro de mi pecho hasta el resto de mi cuerpo.

—Vete a la mierda.

Con las mismas tomé mi bolso y salí, prácticamente temblando, pero no tenía nada que ver con miedo, era más bien coraje.

Dylan era un imbécil inmaduro y yo había llegado a mi límite. No me quedaría en su casa para recibir sus gritos. Intenté lidiar con su actitud de niño berrinchudo pero no iba a tolerar que me tratara de esa forma cuando lo único que estaba haciendo era poner de mi parte para solucionar las cosas.

Caminé con la esperanza de que mi furia se fuera disipando a medida que avanzaba, no pasó. En cambio sentí tanto y no pude hacer nada con ello que cuando la garganta se me cerró con un dolor punzante y los ojos se me nublaron tuve que parar un segundo.

Me arranqué las lágrimas que se escaparon con fuerza. Me negaba a dejar que me afectará, era más fuerte que eso. Él no iba a quitarme la paz.

Sin embargo, mientras intentaba regular mi respiración me di cuenta de que no estaba así por Dylan, o por lo que había dicho. Estaba enojada porque por mucho que intenté no hacerlo volví a esas discusiones feas, alguien volvió a gritarme y dijo cosas que me hirieron. Fallé.

¿Dónde estaba el error? ¿Qué estaba haciendo mal? Solo quería un buen amor, ¿era demasiado pedir?

Tomé una bocanada de aire para calmar la marea de mi interior. Sólo cuando estuve segura de que estaba tranquila volví a seguir mi camino. Pero la cosa es que no sabía a dónde ir, era temprano aún y no quería llegar a casa con James.

Terminé entrando a la cafetería. La esposa del hermano mayor de Alex me reconoció a penas me vio entrar. Había estado viniendo aquí seguido, tanto que conseguí que añadiera mi bebida favorita al menú (aunque probablemente yo era la única en el pueblo que la pedía).

—Sky —me saludó. La sonrisa y el abrazo con el que me recibió fueron reconfortantes—. ¿Cómo estás?

Ella siempre preguntaba y yo sin falta respondía lo mismo.

—Bien, ¿Tú?

—Agotada, hoy ha habido un montón de gente.

Miré el reloj en la pared, marcaba quince para las seis. Recordé que aunque para mí era pronto para regresar a casa la cafetería cerraba a esa hora. De hecho, ya solo quedaba un cliente por recibir su pedido.

—Oh, lo siento, no me fije en la hora —hice amago de irme. Quizás me sentaría en el parque hasta que tuviera que volver con James.

—No, no, quédate, te prepararé tu bebida.

—No tienes que molestarte.

—No es molestia, siéntate.

Antes de que pudiese decir algo más ya se estaba yendo. Me quedé hasta que el último cliente salió y el letrero de la puerta cambió a cerrado. Ella dijo que podía quedarme hasta que terminara de limpiar así de paso le haría compañía. En el fondo le agradecí la insistencia.

Conversamos un poco pero cuando tuvo que ir al almacén para cerrar el inventario me quedé sola y solo pude pensar de nuevo en lo que había sucedido con Dylan.

La campanilla de la puerta me asustó. Se suponía que estaba cerrado y nadie debía entrar. Pero me calme cuando el que apareció fue Alex.

Miró alrededor en busca de su cuñada, se sorprendió al encontrarme a mí.

—¿Sky? ¿Qué haces aquí?

Sonreí un poco apenada. Ocupé mis manos con el vaso frío de café y lo levanté como si eso fuera una respuesta.

Las mejillas de Alex se inflaron mientras decía:

—Algún día esas bombas de azúcar te mataran.

—Es la única manera en la que puedo beber café.

—Lo sé, pero te lo aseguro; solo el dos porciento de esa mezcla es café.

—Me gusta —me encogí de hombros y le di un sorbo saboreando el caramelo, que era el ingrediente estrella.

Alex negó con la cabeza como si fuera un caso perdido, pero lo hizo con diversión.

—¿Y Haley? —preguntó.

—Fue a terminar el inventario.

—Ya.

En lugar de ir a buscarla tomó asiento frente a mí.

—¿La llevarás a casa?

Asintió.

—Will está ocupado todavía y me pidió que viniera por ella. Estoy seguro de que has encantado a mi cuñada, pero ¿puedo preguntar por qué sigues aquí sola cuando ya han cerrado?

—Necesitaba un momento para pensar —suspiré.

—¿Qué ha ido mal?

La pregunta fue hecha con tacto.

Lo miré.

—¿Por qué algo tendría que haber ido mal?

—Tomas esas bebidas azucaradas tuyas cuando necesitas algo reconfortante. Son tus favoritas, pero sabes que a cualquiera le podrían producir diabetes así que solo las designas para los días malos, como un arma para mejorarlos.

—Que observador.

—Supongo.

Sonreí pero bajé la mirada. Él no dijo nada más y yo me concentré en las gotas de agua que escurrían del vaso. De pronto me di cuenta de que mi bebida feliz en realidad no tenía tanto efecto como antes.

—He estado esperando por tanto tiempo, me ha tomado mucho reunir valor para intentarlo de nuevo. Intento dar lo mejor de mí y aún así sigo sintiendo que nunca lo voy a lograr, tal vez mi destino ya está sellado. Pensé que podía tener una relación como la de los libros que leo, como la que he visto en mis padres, pero vuelvo a toparme con la misma pared, por más que me aleje siempre me estrello contra ella. Quizás es una maldición y esa historia de amor épica no es para mí, debí dejar de fantasear con eso hace mucho.

Listo, lo dije. El motivo de mi tristeza y al mismo tiempo la razón de mi enojo porque ¿tenía derecho a quejarme de algo tan banal cuando otras personas pasaban por problemas más grandes?

—¿Qué hizo Dylan? —me miró sin dejar lugar a ninguna mentira.

—Nada, o sí, ya no lo sé. Tal vez es que mis expectativas son demasiado altas y estoy esperando demasiado de él. Sé que no es un mal chico, pero simplemente algo no está funcionando. En parte tengo responsabilidad también.

Entonces le conté todo; Cómo a veces no me sentía escuchada, pero al mismo tiempo de los dos Dylan era el único que pensaba en nosotros a futuro y eso me hacía sentir culpable. Le dije que teníamos momentos buenos y que él era amable y cariñoso, nunca discutíamos, a excepción de ese día. Acepté que me guardaba muchas cosas y que podía entender porqué Dylan no comprendía qué era lo que me estaba molestando.

—Sé que debería comunicarme con él, pero por alguna razón me cuesta. Pudimos haber evitado esa discusión si hubiésemos hablado antes, si no me hubiera quedado callada ante todo lo que me molestaba. Ahora, sin embargo, ya se dijeron palabras que no se pueden borrar y no puedo evitar pensar en si quedarme a arreglarlo significa volver a perdonar actitudes como las que le perdone a Lexington o si irme es renunciar a la primera. Las relaciones no son fáciles, lo tengo claro, pero es frustrante sentirme tan perdida.

Cuando al fin terminé con mi vómito verbal Alex parecía estar analizando todo lo que había soltado. Finalmente hizo una pregunta, el tono más bajo y profundo de lo que esperaba.

—¿Tú lo quieres, Sky? Hablo de algo más que cariño, ¿estás enamorada de él?

Su duda me dejó helada. De cualquier cosa seguro que eso no era lo que esperaba. De nuevo fue algo que nunca se me cruzó. Es decir, se suponía que así era, ¿no? Por eso acepté salir con él. Pero la realidad es que no indague demasiado en ello hasta ese momento.

—No creo estar perdidamente enamorada, todavía no. Pero me importa, me gusta estar con él y lo quiero, sí, de eso estoy segura. Supongo que la razón por la que aún no me atrevo a lanzarme por completo es que necesito más seguridad de la que tenemos ahora.

—Así que, puedes ser honesta conmigo, ¿lo quieres tanto que deseas que lo suyo funcione?

Lo miré directo a los ojos y me aseguré de que mis palabras eran dichas con convicción.

—Sí, lo quiero, y creo que comienzo a enamorarme de él, es por eso que tengo ganas de que funcione.

Tomó un gran respiro, como si le hubiesen golpeado la boca del estómago. Me pareció extraño pero no le di importancia porque siguió como si nada.

—Bien, en ese caso; todavía es temprano para que esto defina toda su relación. No todos los hombres son Lexington, aunque tampoco significa que la manera en que reaccionó sea correcta. Aún así, sería más fácil para él comprender si tú le contarás. De cualquier forma, nada justifica que haya comentarios hirientes o que te grite cuando está enojado. Este es el momento en donde marcas tus límites y se los pones claros, si después de eso hay una segunda vez, sé que sabes lo que debes hacer. Lo solucionaran, estoy seguro, solo te pido que no olvides nunca que no puedes quererlo más a él de lo que te quieres a ti.

Sus palabras fueron como un abrazo al corazón.

Tomé su mano sobre la mesa y apreté. Me valió una sonrisa. Desde que comencé a salir con Dylan limitamos aún más el contacto físico por respeto a mi relación.

—Gracias, Alex. Eres una gran amigo y una buena persona. Espero que cuando estés listo para amar de nuevo tu corazón termine en manos gentiles, suaves y llenas de amor sincero.

—Deseo lo mismo para ti, Sky. 

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