𝖨𝖨𝖨. 𝖢𝖺𝗒𝖽𝖾𝗇𝗇, 𝖾𝗅 𝗇𝗂𝗇̃𝗈 𝗌𝗈𝗅𝗂𝗍𝖺𝗋𝗂𝗈

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Todos, quienesquiera que seamos,
tenemos a nuestros seres respirables.
Si nos faltan, nos falta el aire, nos
asfixiamos. Y nos morimos. Morir
por falta de amor es espantoso.
La asfixia del alma.
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   DICEN POR AHÍ QUE SE NACE LIBRE DE PECADO, con el alma sin mancillar y una vida por delante de decisiones, errores y alegrías en cada paso. Y si todo eso es cierto, ¿Qué clase de vida tan injusta e inhumana vivía Caydenn Scrane?

   Su padre lo odiaba por haber arrebatado la vida de su madre, sus hermanos mayores lo ignoraban y el único consuelo amoroso que tenía en la fría residencia Scrane le fue arrebatado por un capricho real cuando apenas era un pequeño niño entrando a la pubertad que empezaba a entender su amor hacía su hermana mayor, Cryna.

   El menor no se definió como un apoyo para su padre. Se negó a contraer un matrimonio por conveniencia y a sus veintitantas primaveras aún no dejo bastardo alguno, lo que llegó a correr el rumor de que el amado hermano de madame Marygold era un árbol sin frutos. Los dioses saben que el amaba a su hermana, le deseaba la mayor felicidad a ella y a su hijo, el príncipe Haveron, nacido enteramente de Cryna, sin señal alguna del emperador.

   El amaba a ese niño y a su madre más que nada. Los dioses saben que esa clase de amor no era correcta, pero si la que ambos necesitaban.

   — No sabes lo feliz que me haces con tus visitas, hermano — ella le sonrió tan dulce como la miel. El corazón del hombre golpeo levemente su caja torácica, ansioso por el toque de aquellas manos de porcelana en su pecho desnudo como cuando era un infante travieso que no supo apreciar esos delicados roces de amor.

   — No puedo vivir si no te veo, Cryna
Lo sabes — madame Marygold sonrió, sintiendo ese hermoso cosquilleo que le provocaba ser amada.

   — ¡Ah, tío! — llamó la voz del pequeño príncipe. Haveron camino con cierta prisa en dirección al hombre que tenía por figura paterna restando importancia a sus ropas sucias por el entrenamiento con la espada y sus múltiples fallas en la actividad. A pesar de ser apenas unos doce años mayor, su tío se había comportando de una manera maravillosa y paternal con el desde que tenía memoria. A veces lo quería más que a su propio padre, pero esos eran los pensamientos de un niño nada más — No sabía que habías venido al palacio. ¿Cuándo regresaste de Darhan?

   — Regrese apenas está mañana, sobrino — Caydenn de levantó a darle un abrazo a su sobrino de solo diez años a pesar de tener que agacharse para estar a su altura.

   Cryna miro la combinación perfecta de ambos tonos del atardecer en una perfecta sintonía que hizo su corazón saltar ante el parecido de su hermano menor y su amado hijo.

   — Debiste ir a casa a descansar — lo regaño la mujer una vez que estuvieron todos tomando el té en el salón de madame Marygold — Seguramente estás agotado.

   — Nunca estoy cansado cuando se trata de ustedes. Venir a verlos es mejor que mil horas de sueño para mí.

   Esa habría sido una gran familia. Amorosa, precavida y dulce si el deseo del hombre en el trono no se hubiera interpuesto. Los tres lo sabían, no serían libres mientras el permanente ojo amatista de la familia real estuviera sobre ellos. Por eso lo hizo, un acto cruel y vil para aquellos que conocen el dolor de un amor prohibido.

   — Debo admitir que es una sorpresa para mí verlo aquí, Caydenn Scrane — no lo iba a negar, la reina Dalia era hermosa al ojo humano. Pero no tanto como Cryna, al menos no para el — ¿En qué puedo ayudarle?

   — Le agradezco que me reciba su majestad — el joven hizo la debida reverencia bajo la mirada severa de Tyson Fallstar, el guardia personal jurado de la dama Lesot que el emperador y el joven principe Aegon eligieron personalmente — Eh venido personalmente a contarle una extraña anécdota antes de que la escuché de alguno de los miembros de la corte y la alta sociedad.

   — Recuerdo hace unos quince años, cuándo usted estaba embarazada del príncipe Aegon corría un muy mal rumor en las paredes del palacio.

   La reina miro al joven sin perder su serenidad, sus emociones saliendo con cada pequeña dosis de presión que aplicaba con sus uñas en las palmas de sus manos.

   — Lo recuerdo. Unos horribles rumores infundados — a pesar de todo, su voz era tan serena y armoniosa como debía ser — Fueron tiempos amargos para mí.

   — Lo que tengo que decirle es algo un poco delicado, su majestad — el pelinaranja le dio una rápida mirada al caballero parado a espaldas de la reina.

   — Tyson, retirate por favor — le pidió la mujer acariciando su abultado vientre de casi nueve meses. Solo una persona en el palacio sabía la verdad relacionada al viejo rumor, y claramente no era su guardia. Los Scrane no eran tan tontos como aparentaban, y menos aquel hombre que fue llamado vil serpiente por varios nobles — El joven Scrane y yo tenemos asuntos privados que discutir.

   El caballero salió sin decir una palabra, pues la reina sabía que el se quedaría afuera a la espera de cualquier ruido sospechoso. Tyson Retirate era un hombre leal que no cuestionaba a las personas en las que confiaba, y eso era un arma de doble filo para la dama Lesot.

   — Cuénteme — pidió la mujer. Sus ojos sangrientos fijos en el joven — ¿Qué es lo que creé saber?

   — Las adivinas de Darhan son una verdadera maravilla, su majestad — sonrió, atento a las reacciones de la reina — Durante mi viaje me reuní con la reina, y ella misma me recomendó a una joven y prometedora adivina.

   — Usted no parece ser alguien que crea en el destino.

   — ¡Y no lo hago! Pero admito que mi curiosidad me obligó a conocer a esa misteriosa joven.

   Dalia no sabía a dónde iría a dar esa conversación, pero tenía un mal sabor de boca que no era fácil de ignorar.

   — La chica y su abuela viven casi a las afueras del reino, fue algo difícil llegar a ellas — Caydenn empezó su relato con la esperanza de provocar alguna reacción con sus palabras — Para mi sorpresa, la chica parece ser auténtica. Me contó varías verdades de mi vida sin saber ni nombre mientras me leía las cartas. Fue algo curioso como para el final del día su abuela y yo terminamos hablando como si fuéramos viejos amigos. Una mujer encantadora, amable y super amorosa con la chica, déjeme decirle.

   Este niño es encantador, lo admito. Si no lo tuviera en escrutinio por cada palabra que saliera de sus labios, Caydenn Scrane habría sido del agrado de la reina sin problema.

  — Resulta que la joven no es su nieta, si no que es la hija de un hombre que llegó herido a su granja y le rogó por ayuda — era ahora o nunca — El le dijo que era de Arbezela, que la niña era su hija y que bajo ningún motivo podrían volver aqui.

   — No logro comprender que tiene que ver esto conmigo — corto la rubia, asolada por un repentino movimiento en su interior. El bebé se había puesto rebelde.

   El hombre sonrió y saco un viejo pañuelo manchado con tinta negra de su bolsillo.

   — La abuelita me pidió un favor ese día antes de marcharme. Dijo que el hombre murió de una herida infectada a solo unos meses de llegar a su granja, y que lo único que le dejo a la niña era un viejo collar con un emblema grabado en su dije. La mujer me pidio si podía identificar a la familia a la que pertenecía dicho emblema, y cuando lo vi su majestad, algo en mi cabeza me hizo responder que no tenía idea de quienes eran esas personas.

   Caydenn desdobló el pañuelo con cuidado y le mostró a la reina lo que había grabado con tinta en el. Un pequeño circulo con un ave sinsajo en el centro que abría sus alas a la libertad, rodeado de un hermoso lazo que debía de ser dorado. La reina conocía ese emblema, se había criado rodeada de el, se le enseño a enorgullecerse de el y a portarlo con el orgullo y la gracia de una dama.

   — Fue de muy mala educación mentirle a esa pobre mujer — comento la mujer.

   — Me pareció lo correcto dadas las, circunstancias, su majestad.

   — ¿Circunstancias? Nada justifica algo así.

   — ¿Ni siquiera el honor de mi reina? — cuestiono Caydenn sin dejar su serenidad. Dos podían jugar ese juego — Es curioso como puedo ver a esa joven en usted, apenas debe tener unos dieciséis o diecisiete.

   — ¿Y? — la estaba desesperando con tantas vueltas.

   — Y esos ojos tan rojos como sangre y tan brillantes como los rubíes — Caydenn se levantó de la mesa con cuidado mirando como el agarré que la mujer mantenía en su taza de té flaqueo — Me retiro su majestad, espero me disculpé pero estoy agotado y me gustaría descansar en casa.

   — Por supuesto — la reina se levantó dispuesta a acompañar al joven a la salida de su salón y hablar con Tyson para que fuera a traer a Lestat aunque tuviera que sacarlo de la habitación de la princesa Ariana — Entiendo que esto es algo que aún no se sabe entre la sociedad.

   — Así es su majestad. Y puede seguir así si usted lo desea, a cambio de un favor — la mujer sonrió dulcemente.

   — Lo escucho.

   — Le diré esto solo una vez — el joven se detuvo a unos pocos pasos de la puerta cerrada y se acercó a susurrarle — Mi hermana y Haveron son lo más importante para mí en este mundo.

   — Entiendo — Dalia captó el mensaje. Cryna era la mujer más débil entre ellas, era lógico que su hermano menor le pidiera protección tanto para madame Marygold cómo para el pequeño príncipe.

   — No, no entiende — Caydenn la tomo con fuerza de los brazos y la miro directamente. Sus ojos se ablandaron y por primera vez ella vio al joven solitario y triste — No se lo pido como un hermano, sino como un hombre enamorado, que ha amado toda su vida y amara hasta la muerte.

   La reina no dijo nada, pues el se había expuesto a si mismo. Algo que el pequeño sinsajo de la familia Lesot representaba y se les había inculcado desde niños; cualquiera que tenga una necesidad es manipulable.



































































Holisssss




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