𝗜. 𝗅𝖾𝗌𝗍𝖺𝗍, 𝖾𝗅 𝖻𝗎𝖿𝗈́𝗇 𝖾𝗇 𝗌𝖾𝖽𝖺𝗌

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

En esta jaula de oro las paredes
tienen oídos, mi reina.
❐❏❐❏❐❏❐❏❐❏❐❏❐❏❐❏❐❏❐❏❐

   Lestat Armonth recuerda que cuando el fuego llovió del cielo, la sangre pinto las paredes de dolor y el reino de su familia se redujo a las cenizas que bailaban en el frío viento de muerte que el emperador traía consigo. Tenía ambición en los ojos, veneno en su espada y deseo de sangre en el corazón.

   — Tu única salvación será pedir piedad — le dijo la reina de Mernne a su reflejo encarnado, su tercer hijo y heredero de la corona en la cabeza de su esposo.

   Cambia la corona por un gorro, tu trono por la vida.

   — Hermano mío, es que no nos tendrá piedad? — la reina Jolanne acarició la mejilla fría y palida de su primogénita, la princesa Perséfone, quien yacía muerta en sus brazos, mientras el emperador sostenía su espada a la altura de su cuello, bañada en la sangre del rey (sin cabeza).

  Corta la vida, reclama el objeto de tus envidias.

  La vida de Lestat fue tomada como un trofeo –una mascota–, o bien un recordatorio para los demás reinos, "es misericordia" quiso pensar el niño de once años, cuando vio la furia en los ojos de la emperatriz, de sus concubinas, de los bastardos que portaban el apellido real y del príncipe heredero Jaider. Que Arbezela, bendito por Astotellia, era el imperio que estaba destinado a permanecer por la eternidad.

   Ni siquiera Mernne –la sombra, oscuridad y perdición–, con su gran ejercicio, su poder y voluntad lograron vencer al ejército del sol, luz y salvación.

   El difunto emperador decidio que solo Astotellia podría castigar al príncipe de Mernne en la próxima vida –si es que cometió algún pecado–. Le dio a Lestat un lugar en su imperio, un lugar en la corte, en su familia, en su mesa –en su cama–.

  Que los dioses tengan piedad.

   Jaider no fue un amigo. El príncipe lo vio como una oportunidad, un peón para manipular (serpiente en el jardín). No lo vio como un prisionero, si no como aquel al que podría utilizar sin recibir castigo ni condena, pues Lestat era un Armonth, nacido en la sombra (viviendo en pecado), y el era el príncipe heredero de Arbezela (coronado por el sol, luz del imperio, bendito por la vida) que se levantaría por encima de los bastardos de su padre en dirección al trono.

   La vida de bufón se baso en vergüenzas, arrogancia y sonrisas. La sombra permanente del amante fue dolorosa (la inocencia se niega a partir) y el veneno en la boca de la copa de oro cada día parece el elixir de la salvación (de tener el mundo a sus pies a ser una burla).

   Luego, llegaron esas palabras que tanto deseaba oír, "el emperador ha muerto", retumbando por todo el palacio.

  La, ahora, emperatriz viuda no perdió el tiempo, corono a su hijo, el primogénito de su captor que asesino a sangre fria a sus hermanos y amantes de su padre. Poco después llegó Roserice y de ella siguió Benela, ambas con un odio infundado hacia el bufón (con Jaider no paso, jamás).

  Y la luna nació en una noche de oscuridad, trayendo consigo una época de amor y paz, el era Ares de Secramise, el primogénito perfecto.

   La dama de sus anhelos aparecería entre sus sueños poco después. Dalia Lesot tenía una mirada sangrienta oscurecida por la pena y el dolor, sus cabellos de oro opacos por la tristeza y sus palidos labios delgados y muertos.

  Una madre sin sus hijos....

   — Dalia es de lo más hermosa, no te parece Lestat? — preguntó el emperador Jaider una vez en el almuerzo que se hacía en los jardines al que habían asistido su amada esposa (mirando a otro lado, veneno en sus labios) y sus dos concubinas.

   ... para un niño perdido.

  — Para amar a una rosa debemos amar por igual sus espinas, mi emperador — pronunció el bufón mientras dejaba una rosa recién arrancada de los jardines a los pies de la dama Lesot.

   El emperador rió alegre, lejos de ver las segundas intenciones en las palabras del bufón al entregar una rosa tan roja como los ojos de la dama. Benela sonrió tras su abanico, pues ella no era tan despistada como el emperador. Roserice frunció los labios, celosa por la atención que atraía la dama que fue nombrada Girasol del emperador.

  Lestat aprendió lo que era el amor en verdad en los brazos de la concubina. Aprendió a comprender, a escuchar y a confiar en un alma tan rota que lo complementaba a su manera. Por eso, cuando Dalia le pide que la salve de los rumores que la dama roja y la emperatriz liberarían en las paredes del palacio como fuego destinado a consumirla el se niega.

   Se niega porque la ama. Se niega porque no quiere humillarla de esa manera frente a la corte. Se niega porque el sabe que no es un pecado el haber amado antes de llegar al palacio.

   — Lestat por favor — le rogó ella con la voz rota al sostenerlo de los hombros — No se que sería de nosotros si el emperador se entera — la mujer de ojos carmesí pasa saliva, temerosa por su futuro y el de la pequeña criatura en su vientre.

  El bufón no la mira, pues sabe que Jaider creerá ciegamente en cada palabra que salga de los labios de Roserice si Benela está de acuerdo.

   — Mirame Lestat — dijo, inclinándose para acortar su distancia sobre el rostro del que alguna vez fue príncipe de Mernne — Si fuera solo mi vida la que estuviera en juego yo le diría todo al emperador.

   Ella se lamió los labios y el sintió su corazón romperse al verla tan frágil y vulnerable.

   — No lo hagas por mi. Hazlo por mi bebé — los rubíes de Dalia soltaron gotas saladas que el bufón quiso detener con urgencia — El emperador no lo creerá si la primera persona que lo dice eres tú, el bufón.

   El sabe que ella no lo quiere ofender, esa solo es la verdad. Los rumores propagados por bufones no son más que eso; rumores picantes infundados, ridículos o exagerados para entretener y escandalizar a los nobles.

   Lestat se rindió al caer en la calidez de los brazos de su amada dama Lesot, totalmente hipnotizado por su dulce voz y encantó. A la mañana siguiente el hombre dio rienda suelta a su lengua de serpiente y soltó un veneno que le quemó la boca a cada segundo. Como era de esperarse, el emperador no se mostró feliz por el rumor que envolvía a su Girasol, así que mando llamar a su desgraciado primo.

   — Lestat — le llamo Jaider claramente molesto — Acaso Dalia te ha molestado u ofendido de alguna forma?

   — De ninguna manera su alteza — dijo el castaño mirándolo desde el piso para mostrar su inferioridad, algo que Jaider disfrutaba desde que era joven — Solo me dedico a realizar mi trabajo. Se supone que todo aquello que yo sepa debe ser contado al pueblo, no se me permite guardar ningún secreto.

   — ¡Tienes que dejar de esparcir esos rumores difamatorios! — su grito resonó en su despacho personal, expresando el enojo contenido en su corazón y claramente disgustado por la tonta regla que su difunta madre le impuso a Lestat.

  El bufón sonrió bajo la sombra de sus largos cabellos. Jaider actuaba como el predijo. Sabía que a veces un sacrificio menor en nombre de una causa mayor podía llegar a ser necesario, por eso había preparado de antemano una salvación para el, su querida reina y el pequeño príncipe o princesa que ella llevaba en su vientre.

   — Pero su majestad — Lestat se llevó una mano temblorosa al corazón, actuando con temor y arrepentimiento — Uno de los caballeros más cercanos del duque de Meyferth fue quien me lo contó. ¡Dijo que el se crío en el ducado y fue testigo de todo!

   El mayor tenso la mandíbula y se aferró a la silla. Para nadie en Arbezela era un secreto el afecto excesivo que el sobrino del difunto duque de Meyferth, Augusth Lefferty, tenía por su prima. Los que los vieron al crecer aseguran que el siempre mostró un interés y afecto mayores a los de mera familia, que juro protegerla y amarla por la eternidad.

   Oh Jaider le había arrebatado tanto a Augusth, quien curiosamente también era primo de uno de sus medios hermanos y sobrino de una concubina de su padre, ambos muertos por la espada del actual emperador. Ahora le había arrebatado a la que seguramente era el amor de su vida, su otra mitad.

   — Un caballero del duque de Meyferth, eh? — mascullo. Lestat asintió frenéticamente esperando mostrar nada más que miedo puro al poder supremo en la habitación— Lárgate de aquí Lestat. No quiero volver a escuchar una sola palabra en contra de Dalia.

  El bufón se paso las puntas de los dedos por los labios como si colocara alguna magia en ellos y luego fingio lanzar algo inexistente en la punta de los mismos para expresar que sus labios estaban sellados. Jaider lo miro irritado y el de cabellos largos salió a prisa para evitar la irá del emperador.





























































AUTHOR'S NOTE

HOLAAAAAAA

Aclaro, el padre de Jaider (no le puse nombre porque aquí no se lo merece, XD) cometió parricidio, osea el homicidio de un familiar, al matar a su hermana y a sus sobrinas. Además de que es un pinche abusador sexual, incestuoso y pedófilo LPM

¿Les gustó?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro