O14. primer

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OLDER | O14. IMPRIMACIÓN

    A la mañana siguiente, Agnes se marchó antes de que ambos Swan despertarán. Dejando solamente una simple nota que para él tendría mucho significado.

Tenía que regresar a la Reservación antes de que Sam y los otros notarán que había salido sin compañía. Pero, después de lo de anoche, dudaba que alguno replicará algo sobre sus visitas nocturnas en casa del jefe de policía.

Desde ahora, creía firmemente en todo lo que sus ancestros tenían preparado para ella. Diablos, era capaz de hacerle un altar a cada uno de los viejos que pertenecían al consejo.

Nadie podía bajarla de su nube ahora, ni siquiera el entrecejo arrugado de su padre que la miraba con cierta confusión al verla aparecer por la puerta principal tan temprano.

—¿Saliste?

—Sam me llamó —se excusó, culpando al Alfa—. Papá, si tuviera una impronta, ¿quién te gustaría que fuera?

Lanzó la pregunta, tanteando el terreno mientras su padre se atragantaba con el café que estaba bebiendo.

—No puedes preguntarme algo así —tosió—. No sin ninguna razón... ¿Lo haz hecho? ¿Te haz imprimado?

—No lo sé —soltó en un suspiro lleno de adoración, asustando a su progenitor.

Su, no tan, pequeña hija no podía imprimarse. No, su orgullo de padre no lo permitiría.
Apenas la había recuperado como para que algún infeliz se la quisiera quitar.

—¿Cómo que no sabes?

—Es confuso, ¡le preguntaré a Sam! —dijo de repente, haciéndolo brincar en su silla—. Buenos días, Jake. Adiós, papá.

—¡Agnes! —llamó sin éxito, pues la susodicha desapareció sin mirar atrás—. Dios...

—¿Qué le pasa? —bostezo el menor de los Black, llegando hasta donde su padre se encontraba tomando el desayuno.

—No preguntes.










   —¿Por qué preguntas? —Sam la miró con una ceja alzada.

¿Déjà vu?

—Tú solo responde —le restó importancia—. Haz tu trabajo e iluminame con tu sabiduría, Oh, gran Alfa.

—Sigue burlandote y te quedarás con la duda.

—Amargado —rodo los ojos pero guardo silencio, a la espera de que él azabache le respondiera sus dudas.

Él era el único de los tres idiotas que había conseguido una impronta al segundo de entrar en fase por primera vez. Lo sabía muy pues lo había visto hacerlo con sus propios ojos, pero una cosa era verlo y otra muy diferente era sentirlo en carne propia.

No quería que le explicará, solo quería confirmar lo que su lobo ya le había dicho.

—Cuando tus ojos conectan con esa persona, todo cambia dentro de ti. Sientes que tus piernas pierden la fuerza y tú sangre comienza a hervir —meditó, recordando el momento exacto en que sus ojos se habían encontrado con los de Emily—. Un fuerte lazo te une a ella. Harías cualquier cosa, serías cualquier cosa que esa persona necesitará. Una impronta es lo más importante que hay dentro de una manada, es la razón de vivir de un lobo.

Agnes analizó cada oración, cada palabra que salía de la boca de Sam.

Comenzando a tener sentido.

—¿Puedes tener más de una impronta?

Sam clavo sus ojos oscuros en la menor, como si de pronto dos cabezas hubieran salido de ella.

Aunque eso lo dejo pensando.

—No lo sé —su mirada se desvío hacia  Leah, quién caminaba en su dirección—. ¿Acaso puedes amar a más de una persona a la vez?

—Eso es ridículo.

—Tu pregunta también lo fue.

—Por favor, te hizo dudar.

—Me hizo tener lastima del pobre hombre que sea tu impronta.

—Eres insoportable —bufo la cobriza, alejándose de él para ir a encontrarse con Leah—. No quiero que nos sigas, a menos que desees que Leah exponga lo mal que eras en la cama.

—¡Agnes! —exclamaron ambos, causando una risa desenfrenada en la nombrada.

Sam dió un largo suspiro, tratar con esa chica le costaba una gran parte de su cordura y estabilidad mental.

—No te creas tan importante —le sacó la lengua, tomando a Leah del brazo para comenzar alejarse.

Ambas habían quedado en salir a hacer las compras para la cena de Navidad, teniendo como punto de encuentro la casa de Sam, aún cuando estaba en contra.

Pero su amiga no le dió tantas vueltas, si quería superar a su ex, tendría que aprender a vivir viéndolo ser feliz con alguien más. Y que mejor forma que con la compañía de Agnes, a quién no le importaba decir lo que pensaba y ponía en su lugar a quién se pasaba de la raya.

—Eres un caso perdido.

—Lo sé —sonrió—. El estrés de los demás me trae alegría.

—Me doy cuenta —sonrió, contagiada de su buen humor—. Andas muy risueña, ¿te sucedió algo bueno?

—Tal vez —se pegó más a ella—. ¿Me harías un favor?

Si, nadie podía bajarla de su nube, ni siquiera el cascarrabias de Sam.




      Cuando sus ojos se abrieron, no hicieron más que buscar a Agnes al no sentirla junto a él. Encontrándose completamente solo.

¿Había sido un sueño?

No, las sensaciones de anoche seguían ahí, como marcas sobre su piel.

Sus besos y sus caricias aún podían sentirse, haciéndolo suspirar de alivio.

Se incorporó del sofá, notando la nota adhesiva que reposaba sobre uno de los cojines. La letra de Agnes le recalcaba un claro mensaje.

Ella estaría de vuelta entrada la noche.

Cosa que hizo que su corazón se agitará, manteniendo dentro de él un atisbo de esperanza. Lo que solo Agnes podía lograr con tan poco.

Estaba perdido y listo para admitir que lo sentía por ella iba más allá de la compatibilidad de sus cuerpos.

En estos tres meses que pasaron sin verla, había pensando seriamente en cada "pero" que su coincidencia pudiera tenerle, cada excusa que usará y conocía, que sería ignorada por la chica. Se había planteado la situación un sin fin de veces y lo peor que podría pasar, era morir a manos de su mejor amigo.

Desde su segundo encuentro, había aceptado las consecuencias de enamorarse de una chica como Agnes.  Y estaba más que dispuesto a todo por tenerla a su lado.

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