OO7. quileute legends

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OLDER| OO7 . LEYENDAS QUILEUTE

      —Te hablaré de un tema que ya haz escuchado de Jake, un tema que tiene que ver con criaturas sacadas de un cuento de fantasía.

—¿Las leyendas Quileute? —pregunto curiosa la cobriza—. Sé que, aquí en la Reservación, reside una tribu.

—Pertenecemos a esa tribu, Angie.

La chica asintió algo sorprendida, realmente nunca tuvo tiempo para fantasear con cuentos de hadas. Le hubiera gustado vivir esa etapa en su niñez.

—Nuestros ancestros descienden de los hombres lobo, nuestra magia aparece cuando nuestra tribu y territorio se siente amenazado —relató—. De seres que se alimentan de sangre, los fríos.

—Vaya —Agnes parpadeó incrédula—. Esto si que es de locos.

—Lo sé, pero tú bisabuelo portaba está magia, y se enfrentó a un grupo de estos, pactando un tratado —sin duda le hubiera encantado escuchar estas historias antes de irse a la cama, cuando tenia 8 años, no ahora—. Ellos se esconden entre nosotros, haciéndose pasar por personas normales.

Billy le entrego un libro desgastado y de pasta dura, la fémina lo ojeo aún oyendo lo que su padre decía.

Vampiros. Sangre. Toque helado. Todo lo que tenía que saber estaba ahí.

Fue entonces que Agnes se detuvo en una página en especial, las letras impregnadas en el papel eran "Tribu Quileute" y mientras sus ojos leían los párrafos, su corazón iba bombeando dentro de su pecho.

Algo le daba mal espina en todo está plática, sabía lo básico acerca de Jacob pero nunca se atrevió a informarse más sobre el asunto.

—¿Por qué me cuentas todo esto? —se animó a preguntar, cerrando el libro.

—Puede que uno de nuestros ancestros te haya bendecido con esta "magia" —sonrió, tomando su mano—. Sé que es difícil de creer, pero no cierres tu mente a esta pequeña posibilidad.

Agnes se limitó a asentir, no creyendo por completo en sus palabras. Aunque dudaba que su padre le mintiera.

Él no era así.

—Está bien.






       Luego de unos días, se encontraba yendo junto a su padre y hermano hacia la casa de los Swan. Su televisión se había descompuesto y el mayor optó por ir con su mejor amigo, jamás se perdería un partido de su equipo favorito.

Agnes no estaba interesada pero tampoco quería quedarse sola en casa, además de que gracias a esta visita podría ver a Charlie.

Que aunque el último mes se la paso renegando, en su interior sabía que sentía algo por el hombre.

Por supuesto, no lo diría en voz alta.

Y en todo el camino, su mente divagó en él. Hasta que unos ojos dorados se toparon con los suyos, miro al chico  desde el auto que pasaba aún lado de su camioneta pero no solo la miraba a ella.

Era guapo, lo admitía pero no era su tipo.

Más bien su tipo era de aspecto maduro, alto, quizá con bigote. Así como el hombre que salía a recibirlos después de aparcar detras de una patrulla de policía.

Agnes saludo a la castaña, quién se encontraba limpiando su camioneta y miro con cierta lastima los intentos de coqueteo de su hermano. Además de que su padre tampoco era de mucha ayuda.

Apestaban para el romance.

—Hola, Agnes —la voz de Charlie la hizo dar un pequeño brinco en su lugar.

—Buenas tardes, señor Swan.

—Por favor, solo dime Charlie —le sonrió—, No soy tan viejo —Agnes rio, aceptando la invitación para entrar a la casa.

Quedando en silencio en cuanto se instalaron en la sala, Agnes se dió cuenta entonces que su padre y Jacob se quedaron hablando con la Swan. Era su oportunidad para hablar con él.

—Charlie —llamo casi en un susurro, mientras se acercaba al hombre que había tomado asiento en el sofá.

El nombrado se tensó bajo la mirada verdosa de Agnes, cada paso que la chica avanza hacia él se volvían espasmos que recorrían su cuerpo.

—Te escucho.

—¿Hasta cuándo fingiremos que nada paso? —atacó, tomando asiento a su lado—, nadie sabe y se puede quedar así, pero me entristece un poco que cuando estamos solos... no se mencioné nada.

—Agnes... —Charlie sintió su garganta seca.

—Admito que todo esté embrollo no estaba en mis planes, pero me gustas, señor Swan —se sincero, mientras su mano se deslizaba por el muslo del mayor—. ¿Acaso yo no te gusto?

Charlie negó con la cabeza repetidas veces, nervioso por las caricias de la fémina. Su hija y Billy entrarían en cualquier momento, haciendo del momento algo más excitante.

—Me gustaría que se repitiera, ¿a ti no? —inclinó su cuerpo hacia él, rozando su pecho con el brazo del manojo de nervios que se estaba volviendo el azabache—. No tuve la oportunidad de darte placer con mi boca, ¿te gustaría intentarlo?

Agnes rozó sus labios con los del hombre, delineando estos con su lengua antes de alejarse por completo al escuchar a su padre ingresar a la casa.

—¿Tienes cerveza? —cuestiono Billy al llegar hasta ellos, el contrario negó, cubriendo su rostro y soltando un suspiro.

—No, pero puedo ir a comprar —sus ojos se desviaron por cortos segundos a la femina cruzada de piernas que ojeaba un libro, preguntándose si lo había traído con ella todo ese tiempo—. Aunque es domingo, tardaré un poco en encontrar una tienda abierta a esta hora.

El Black bufó, cruzándose de brazos mientras veía la televisión apagada.

—Bien, pero que estén frías —Charlie asintió, poniéndose de pie y acercándose a la puerta.

—Lo acompañó —anunció la cobriza—. Olvide traer algunas botanas —explicó brevemente, yendo detrás del Swan. Pero su padre se dedicó a observar el partido en cuanto Bella prendió la televisión para él.
Salieron de la casa siendo ignorados por los presentes.

Agnes tenía una intención y Charlie lo sabía. Y en el fondo sabía que no podría resistirse a ella.

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