𓍼 ˒ broken dreams

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﹙sueños rotos﹚ㅤִㅤ۫
—reflections

 

 
     Los rebotes del balón dando en el lado del equipo contrario, sumado a los rechinidos de los zapatos y las palabras de motivación, eran todo lo que podían escuchar en el lugar.

La azabache recargo su mentón sobre su brazo bueno que reposaba en su rodilla, inclinándose hacía adelante.
Miro a su hermano, quién observaba entusiasmado la cancha y a los jugadores vestidos de negro con naranja.

—¿Te diviertes? —preguntó, sonriendo en su dirección.

—¡Sí! —vocífero él por encima de los gritos eufóricos de los espectadores cada que alguien anotaba un punto—. Me gusta.

—Ya veo —la fémina se enderezó, revolviendo los cabellos pelinegros del menor—, ¿Cuál de ellos es tu favorito? —cuestionó de nuevo, esta vez mirando hacia el frente y prestándole atención al partido por primera vez desde que ambos habían entrado en el lugar.

Sus ojos violetas encudriñaron al armador titular del equipo Karasuno, Yui penso que el muchacho no había cambiado tanto desde la ultima vez que lo vio.

El menor la imito, paseando sus ojos azules por los jugadores antes de voltear para indicarle a la mayor.

—¡El 10! —rio y se concentro en el juego, sancando a la femina de sus pensamientos—. ¡Y Tobio! ¡Son geniales, igual que tú, Yu!

—Yuki —la fémina estuvo apunto de abrazarlo, pero un fuerte dolor recorrió la extensión de su hombro y brazo. Apretó los puños antes de que sus ojos viajaran hasta el marcador.

El juego estaba apunto de terminar, pero ningún equipo estaba dispuesto a ceder. No hasta que los jugadores favoritos de su hermano intentaron anotar un punto, pero este fue bloqueado. Dándole la victoria al Aoba Johsai.

—¡No! —Yui suspiró ante el berrinche que su hermano estaba haciendo, con algo de fuerza lo tomo de la mano antes de que alguien los regañara a ambos por ser tan ruidosos. Aunque nadie tenía el derecho de quejarse, pues los vítores ante la victoria estaban por sobre la rabieta del menor.

—Vamos, Yuki —rodo los ojos una vez los dos estuvieron en el pasillo, su hermano menor ya no era un niño que fácilmente podria estar montando un espectáculo así—. No ganaron esta vez, pero eso no quiere decir que no lo harán en el siguiente. Si el triunfo llegará fácilmente, ¿no crees que sería algo aburrido?

—Sí —musitó.

La azabache sonrió, incorporándose y tomando su mano.

—Hay que irnos —comenzaron a caminar—. El tren saldra pronto.

—Sí —el de orbes azules camino más rápido hacia la salida, topandose con el grupo de Karasuno—. ¡Oh! ¡Yu!

Yuki apunto en dirección a los jugadores que estaban por dirigirse a los cambiadores.

—¡No apuntes, idiota! —la fémina rápidamente paso de largo, sin dejar que su hermano saludara al grupo de chicos.

—Tachibana — su apellido escapó en un susurro por parte del armador titular del Karasuno.

Sintio su corazon palpitar y sus mejillas calentarse.

Solo estaba diciendo su apellido, ¿Por qué se sonrojaba ante esa minima cosa? 

Yui volteó, encontrándose con Kageyama Tobio y al ver qué esté no tenía intenciones de continuar. Ella se limitó a sonreír antes de disculparse.

—Tenemos un poco de prisa —hizo una reverencia y con ligeros empujones guío a su distraído hermano a la salida—. Hasta luego, Kageyama.

Se despidió, empezando a trotar hasta la parada de autobuses. El susodicho se quedó de pie aún mirando en su dirección antes de que su compañero llamará su atención.

—¿La conoces? —cuestionó Hinata, observando lo mismo que el contrario.

—Sí... —se limitó a contestar antes de seguir su camino, ignorando las demás preguntas de el de menor estatura.

      La fémina concentro su vista en el pizarrón, pero sin prestarle la suficiente atención a su alrededor.

Aunque su abuelo había estado en desacuerdo con la elección de su transferencia escolar, no podía hacer mucho contra los deseos de su adorada nieta.

Ya había pasado muchas desgracias e infortunios bajo la tutela de sus padres, negarle algo de tranquilidad después de tanto tormento le rompería el corazón.

Yui por su lado se sintió agradecida con su compresión, fue duro renunciar a sus sueños por culpa de su progenitor. Lo único que necesitaba era un respiro y como una de sus mejores amigas le había dicho, Karasuno era el mejor lugar para pasar desapercibida.

Eso y que Kageyama Tobio también se encontraba estudiando ahí.

Se levantó de su pupitre al mismo tiempo en el que el timbre sonó, indicando la hora del almuerzo. Con pereza e ignorando algunas miradas salio de su salón, tomando cualquier dirección.

Con su mente divagando en un sinfín de cosas que le permitieran olvidar el nudo que se formaba en su garganta cada que recordaba como su sueño se había roto y escapado de entre sus dedos.

Debía aprender a olvidar, pero sintió que esa era una de sus fortalezas. Jamás olvidaría a que sabía la victoria que por un breve instante saboreó al observar en primera fila a su padre completamente ridiculizado ante sus propios logros.

Camino por los pasillos repletos de algunos estudiantes, y se detuvo en cuanto un chico con llamativo cabello naranja se cruzó en su camino.

—El equipo de voleibol está en busca de jugadores y managers, ¿Quieres unirte? —la más alta ladeó la cabeza, y antes de que pudiera responder, el chico soltó una exclamación—. ¡¿Tachibana?!

—Disculpa, ¿Me conoces? —lo miró confusa antes de caer en cuenta—. ¡Ah! Eres el número 10...

—¿De dónde conoces a Kageyama? ¿Son amigos? ¿Qué te paso en el brazo? —disparó preguntas que la chica dudo en contestar—. ¿Te gusta el voleibol?

—No es mi deporte favorito, pero sí —desvío la mirada, recordando a su pequeño hermano.

—¡Que bien! —asintió eufórico, antes de tenderle la hoja—. Sí quieres unirte, contacta a Shimizu-senpai.

—Shimizu Kiyoko... —se fijó en el nombre escrito en la hoja—, Gracias...lo pensaré —la tomo antes de seguir con su camino.

Si no podía seguir jugando lo que más la apasionaba, tal vez no sería mala idea continuar con algo diferente. Después de todo, el club femenino de baloncesto se hallaba con el personal suficiente para ir a partidos o prácticas, y ella aún no estaba en condiciones de jugar. Su asistencia sería completamente nula si no podía dar el 100% de su rendimiento.

Su lesión no sanaría de la noche a la mañana.

Pero si se hacía manager del equipo de voleibol, su hermano menor podría tener más respaldo si ella lo apoyaba. Y todo lo que tenía que saber, lo aprendió de Hikari.

No dejaría que sus sueños se esfumaran, no. Su hermano no viviría bajo las reglas y voluntades egoístas de nadie.

—Vamos por tus sueños, Yuki —susurró, observando detenidamente la hoja que el chico le había dado.

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