epilogue !

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EPÍLOGO


     Los gritos de dolor por parte de Jacob no hacían más que poner nerviosa a la castaña. Hundió su cabeza en el pecho de Ian en un intento de ignorar como Carlisle le rompía los huesos a su amigo para volverlos acomodar en su sitio.

Por su parte, Ian, no dejaba de repartir pequeñas caricias en la espalda de la fémina.

Toda la manada se encontraba en el patio, a la espera de buenas noticias. Aunque todos sabían que el chico estaría bien. Leah, algo culpable, se acercó a la pareja y sonrió con pesar en dirección a Ian.

—Él estará bien —aseguró el castaño—. No fue tu culpa.

—Lo sé —logró musitar antes de que el doctor Cullen apareciera por la puerta de los Black. Percatandose hasta ahora que los gritos habían cesado.

—¿Cómo está? —Bella, quien hizo uso de toda su voluntad para alejarse de Ian, cuestionó acercándose al vampiro.

—La morfina lo mantiene tranquilo —le sonrió, levantando su brazo, posándolo en el hombro de la fémina dejando en el un sutil agarre a modo de consuelo—. Pregunto por ti.

Bella asintió, dirigiéndo una última mirada a su lobo antes de ingresar a la casa. Quien solo atinó a sonreír, sabiendo que tal vez los amigos necesitaban algo de privacidad para charlar, observando así al alfa.

—Creo que es momento de ir a descansar después de todo este ajetreo —sentenció Sam al entender el mensaje silencioso de Ian.

Uno por uno se fueron alejando de la casa, dejando solo a Santiago. Hasta que él también se fue alejando hasta no poder escuchar la conversación entre su impronta y Jacob.

—Al final, no terminaste escogiendo a ninguno de los dos —el pelinegro, con su piel bronceada cubierta de una capa de sudor, miró a la fémina ingresar a su cuarto con una sonrisa incómoda—. Me hubiera gustado hacer algo más para que las cosas no terminarán así.

—Basta, Jacob —Bella se acercó, agachándose a su altura—. Al final, no era escoger entre Edward y tú. Nunca tuvo sentido, pero estoy agradecida con ambos por llevarme a conocer a Ian.

—No sabes cuantas veces desee ser yo y no él...

—Jacob, encontrarás a alguien mejor y será entonces cuando entenderás como me siento —masculló, acomodando los rebeldes cabellos del pelinegro antes de dejar un último beso en su frente—. Te quiero, pero no más que eso —se alejó, incorporándose y caminando hasta la puerta.

—Bella...

—Adiós, Jacob —finalizó, saliendo de la habitación sin mirar atrás.







    Frunció el ceño ante la cegadora luz del sol que se colaba por su ventana. Parpadeo incontables veces antes de acostumbrarse.

Se removió hasta quedar de frente a él, sus labios se curvaron en una sonrisa al ver al chico tranquilamente dormido boca abajo junto a ella.

Con algo de pereza, se levantó de la cama que ambos compartían y se dirigió al baño para asearse.

Fue entonces que escuchó como unos pasos apresurados provenientes del pasillo se acercaban hasta la habitación, y luego de eso, un golpe seco la hizo asustarse. Pues no hubo más ruido que un quejido masculino.

—¡Despierta! —el pequeño Noah se encontraba sobre su padre, dando saltos cortos—. ¡Papá, despierta!

—Estoy despierto —refunfuño el mayor ante la insistencia de su hijo—. ¿Quieres sacarme el relleno? —bromeó, dándose la vuelta y acorralando al infante entre sus brazos.

Bella se asomó por el umbral del baño y observó la escena con una sonrisa enternecida.

—Buenos días —musitó, acercándose de nueva cuenta a la cama.

—¡Buenos días, mami! —Noah saludo, aun entre los brazos de Ian.

—Buenos días, cielo —Bella se acercó a su esposo dejando un corto beso.

—¡Ugh! —se quejó el menor ante la muestra de afecto de sus padres, quienes sólo rieron por las muecas de su pequeño.

En los últimos años, Bella sintió que su vida había transcurrido en completa paz. Luego de derrotar a Victoria y su ejército, Ian y ella habían acordado casarse en dos años.

Por lo que todos, a excepción de Jacob se mostraron felices por la unión de la pareja. Por otro lado, los Cullen habían dejado Forks hace algunos años atrás, pues todos se habían dado cuenta de que no envejecían a pesar de haber pasado más de 10 años desde que se graduó el menor de los hermanos.

En la actualidad, la nueva familia Santiago disfrutaba de su vida pacífica en la reserva. Sin sanguijuelas desagradables que pudieran perturbar su felicidad.

De pronto, unos golpes en la puerta hicieron que el pequeño se levantará y se escabullera hasta la entrada de su hogar.

—¡Noah, no corras! —Bella de igual forma se levantó siguiendo a su hijo—. ¡Ian!—llamó en busca de apoyo.

—¡Obedece a tu madre, cachorro! —atinó a decir el nombrado antes de meterse al baño.

—¡Eso ayudó mucho!

—¡Abuelo! —vociferó contento el menor al ver a Charlie al otro lado de la puerta—. ¡Es el abuelo!

—No importa quien sea, no puedes abrir la puerta así —reprendió la castaña, suspirando.

—No hay nadie más confiable que un policía —alegó el pequeño de seis años.

—Eso es algo que heredaste de tu padre —suspiró de nuevo, y saludo por fin a su progenitor quien los miraba con burla.

—¿Ya entiendes lo difícil que es ser padre?

—Papá —bufo la fémina—. ¿Qué te trae por aquí?

—Sue insistió en invitarlos a la cena navideña de esta noche.

—Oh, ya es navidad —masculló Bella al olvidarse por completo en qué día del mes se encontraba.

—Raquel también asistirá, así que toda la familia estará reunida otra vez —Charlie rio al ver a su hija confundida—. Entonces, lo esperamos esta noche.

—Ahí estaremos —afirmó Ian, apareciendo por el umbral y cargando a su hijo mientras sonreía.

—Nos vemos —el ex jefe de policía se retiró.

—Cuidate.

—¡Ya es navidad! —gritó Noah, asustando a su madre y haciendo reír a su padre—. ¡Santa Claus me traerá mi regalo!

—¿Y qué fue lo que pediste?

—Se-cre-to —dijo cubriendo su boca con sus pequeñas manos, emitiendo risitas.






     Bella curvo sus labios en una sonrisa al contemplar la escena frente a ella, toda su familia compartía entre risas una amena cena navideña.

—¿Ya adivinaste que es lo que Noah pidió? —preguntó Ian llegando junto a ella.

—No, pero mi padre y Raquel compraron un regalo para él —ambos observaron cómo su hijo jugaba con Seth junto al árbol de navidad—. Veremos si no se decepciona.

—Dudo mucho que lo exprese delante de sus abuelos si es el caso.

—Sí —se apegó a él—. Por cierto, llegó un correo de Alice. Estarán de visita en año nuevo.

—Por favor no, cada que la tía Alice lo visita el cachorro se vuelve extremadamente engreído.

—¿Estás hablando de tu propio hijo? —rio.

—Ajam —asintió, rodeando a la fémina entre sus brazos—. Es igual a su padre, ¿No lo crees?

—Yo lo llevé por nueve meses, con dolores y contracciones. Y terminó siendo tu copia exacta —se quejó la fémina siguiéndole el juego—. Necesito un descanso de ustedes dos.

—¿También de mí? — preguntó el castaño indignado—. Juramos siempre estar juntos, lo prometiste en tus votos matrimoniales.

—Eres un idiota —Bella soltó una carcajada ante el drama de su esposo.

—Tu idiota —se alejo y alzó su mano derecha donde un anillo dorado descansaba en su dedo anular—. Para siempre.

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