𝘊𝘢𝘱𝘪́𝘵𝘶𝘭𝘰 𝟣𝟩

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Frances Forever | Space Girl
Chico, ¿acaso tu signo es Cáncer?
porque me haces llorar,
cuando nos besamos o bailamos en el cielo.
Estamos bailando en el cielo

Eran las once de la noche cuando se prepararon para marcharse. Había un poco de lluvia, pero a ninguno pareció importarle. Ed se quedó en casa con los niños y Eddy acompañó a Kevin y a su hermano hasta el aeropuerto.

Pasaron la mañana con sus familias y la tarde con los niños, así que habían podido despedirse "de una forma adecuada", como había dicho Nathan.

ㅡEstoy un poco nervioso, no había viajado en avión antes ㅡcomentó Eddward, aunque ni siquiera habían llegado al aeropuerto aún.

Eddy, que estaba conduciendo, frunció el seño: ㅡ¿En serio te estás preocupando por eso ahora? Es decir... ¡ni siquiera estamos en el aeropuerto!

ㅡSí, bueno ㅡmasculló, encogiendose de hombros.

ㅡVolar es fantástico, Doble D ㅡanimó Kevinㅡ. Es tranquilo y puedes ver las nubes desde arriba. Cuando emprendamos vuelo, verás la ciudad desde arriba y todas sus luces encendidas. Será hermoso, lo prometo.

ㅡÉl tiene razón ㅡanimó Rolf, a quién habían pasado a buscar por su casaㅡ. Bueno, hace una banda que no viajo, viste; pero sé que es hermoso... por lo que recuerdo, y eso que mi memoria está medio zafada.

Kevin miró a su amigo y luego al frente.

ㅡBanda, mucho. Zafado, algo que está suelto ㅡexplicó Eddyㅡ. Aprendan español.

ㅡ¡Todos estamos hablando español! ㅡse quejó el pelirrojo.

ㅡMi español es más piola ㅡseñaló Rolf.

ㅡ¿Y éso que significa?

ㅡQué es mejor que el tuyo, obvio ㅡrieron él y Eddy.

Doble D apreciaba la escena mientras escuchaba la música baja en la radio. Kevin pasó una de sus manos por el lado derecho del asiento y acarició el brazo de Eddward, mirándolo por el retrovisor y haciéndole caras.

ㅡNo frente a los pobres, por favor ㅡmusitó Rolf, y Eddy rompió en carcajadas.

Una vez en el aeropuerto (y con los papeles necesarios ya listos), Rolf y Eddy estaban por despedirse.

ㅡSon las doce ㅡdijo Rolf, mirando su relojㅡ. ¿Cuándo se van?

ㅡDoce y media ㅡrecordó Kevin.

ㅡNo tienen que quedarse con nosotros si están cansados, sólo son treinta minutos más ㅡdijo Eddward, volviendo a tomar asiento a un lado de Kevin.

Sus nervios le habían ganado y, cómo casi siempre ocurre, tuvo que comprar algo para comer. Rolf le recomendó algo salado, ya que eso sirve para los viajes, así que volvió con una bolsa grande de papitas.

ㅡTreinta más, treinta menos ㅡmusitó Rolf, encogiéndose de hombrosㅡ. Pero, la verdad, yo quiero ir al baño.

ㅡBueno, entonces nos vamos ㅡanunció Eddy, tomando las manos de su hermanoㅡ. Por favor, me avisas cuando llegas al otro aeropuerto.

ㅡSólo si tú me avisas que llegaron ambos a casa a salvo ㅡdijo, con una sonrisa.

ㅡNo nos iremos mucho tiempo, no seas dramático ㅡKevin golpeó el hombro de Eddy con algo de diversión.

Él lo miró de arriba a abajo: ㅡA tí no te espero de vuelta.

ㅡMuchas gracias, yo también te extrañaré mucho ㅡsonrió, levantando el pulgar de su mano detecha.

Luego de una corta despedida, el pelirrojo y el de gorra negra los observaron marcharse. Doble D le pasó la bolsa de papitas y se puso a revisar (por quinta vez desde que se sentaron) su bolso pequeño.

ㅡSólo quiero asegurarme ㅡdijo, a la mirada de Kevin.

ㅡEstá bien, no dije nada ㅡlevantó los hombros. Cerró la bolsa y la dejó sobre su bolso, sentándose de lado para mirar a su acompañanteㅡ. Lo que sea que busques, estará ahí; tu libro, tus audífonos, tu celular, tu cargador ㅡempezó a mencionarㅡ, los pañuelos que traes por si algo ocurre, las pastillas para dormir, el pequeño botiquín de primeros auxilios ㅡsiguió diciendoㅡ, todo.

ㅡ¿Ya te dije que no había viajado en avión antes?

ㅡEs cómo cualquier otro viaje, pero sobre el cielo ㅡdijo, restándole importanciaㅡ. Mira, Edd, traes todas esas cosas porque tú quieres, y lo entiendo. No estamos volando a Cancún, a un hotel de cinco estrellas: estamos volando a la Gran Ciudad, dónde resulta que yo tengo un apartamento que podría ser de dos estrellas ㅡdijo, levantando dos dedos de su mano. Eddward rió, relajándoseㅡ. No te preocupes, estaremos bien.

ㅡSí, lo siento ㅡmasculló una leve disculpaㅡ. Estoy nervioso, eso es todo.

Kevin se sentó derecho, observando el reloj de la pantalla grande marcar un quince a un lado del doce. Bajó su mirada y tomó una de las manos de Eddward, entrelazando sus dedos con los del azabache.

ㅡSé que es poco probable que lo arregle con esto, pero; no estés nervioso ㅡdijo, acariciando su mano con su pulgarㅡ. Cuando estemos en el avión, y sientas miedo, puedes tomarme la mano tan fuerte como quieras, hasta que te sientas seguro.

ㅡ¿Y si te apreto mucho y te lastimo? ㅡpreguntó, mirando ambas manos entrelazadas.

ㅡNo, por eso ni te preocupes. Me haría bien unas vacaciones sin trabajo de verdad, me ayudaría romperme un dedo o dos ㅡdijo, entre risas.

El reloj dió las doce y media muy rápido. Doble D, a pesar de estar nervioso, se había dormido diez minutos antes sobre el hombro de Kevin. El pelirrojo estaba muy nervioso y atento a él cómo para echarse una siesta también.

Cuando entregaron los boletos, subieron al avión y tomaron asiento, fue el momento en el que Kevin pudo tranquilizarse. Observó a Eddward mirar por la ventanilla, como los trabajadores estaban organizando las últimas cosas fuera del avión.

Uno de ellos miró a Eddward y él le saludó; el trabajador devolvió el saludo, agitando su guante amarillo con una sonrisa. Parecían haber entablado una buena conversación, de alguna forma. Una tan buena, que en los últimos minutos antes del vuelo, empezaron a jugar "piedra, papel o tijera".

ㅡ¡Le gané otra vez! ㅡrió, mirando a Kevin. Miró por la ventanilla y saludó al trabajador que se ibaㅡ. Qué buen hombre, espero verlo de nuevo cuando volvamos.

ㅡSeguro que te buscará en cada avión que entre en ésta pista de aterrizaje ㅡle dijo, mirándole con una sonrisa.

Se había dejado descansar en aquellos asientos. No solía estar cómodo en ellos, pero le gustaba la idea de estar a un lado de Eddward. Los boletos que Nathan había escogido eran para la fila de la derecha, dónde sólo hay dos asientos.

ㅡ¿Te sientes bien? ㅡpreguntó, tomando una de las mantas que la azafata había pasado a dejar, para cubrir las piernas del pelirrojoㅡ. Dime si necesitas algo, ¿sí?

ㅡEstoy bien, ¿cómo estás tú? ㅡpreguntó, sin quitarle los ojos de encima.

ㅡEstoy bien ㅡdijo, rascando sus dedos. Kevin levantó su mano y tomó una de las manos de Eddward, entrelazándola con sus dedosㅡ. De verdad, estoy bien...

ㅡLo sé ㅡle cortó, recibiendo una mirada confundidaㅡ. Sé que estás bien... sólo ¿puedo tomar tu mano?

ㅡClaro ㅡmurmuró, apoyando su espalda en el respaldo del asientoㅡ. Sí, puedes tomarme de la mano.

ㅡ¿Por qué no la cierras? ㅡdijo, señalando la ventanilla con su mano libreㅡ. Puedes dormir un rato y luego mirar. Tenemos cuatro horas de viaje.

ㅡNo me quiero perder nada ㅡsusurró, cuando las luces del avión poco a poco se fueron apagando.

ㅡNo te preocupes ㅡsusurró, acercándose a su oído cuando el piloto del avión empezó a hablarㅡ, te despertaré si hace falta.

ㅡ¿Podemos quitar ésto? ㅡpreguntó, golpeando suavemente el apoyabrazos en medio de ambos asientos.

ㅡNo, pero podemos levantarlo ㅡdijo, despacio, observando a su alrededorㅡ. Déjame intentar.

Soltar su mano fue fácil, pero el calorcito reconfortante que Eddward sentía por su agarre estaba volviéndose frío y lo odiaba. Tal vez estaba comportándose cómo un niño a punto de hacer un berrinche, pero había desarrollado una dependencia hacia el calor de otro ser humano en menos de una hora que no podía explicar.

ㅡYa está ㅡanunció, sacando al azabache de sus pensamientos.

ㅡOh, genial ㅡdijo, acomodándoseㅡ, porque ya tenía sueño.

Apoyó su cabeza en el hombro de Kevin, y se cruzó de brazos. Unos segundos antes de que el avión emprendiera vuelo, tomó sus audífonos y se puso algo de música. Al menos, sus oídos se taparían con menos dolor.

Kevin dudó en los primeros diez minutos de viaje, Eddward parecía realmente estar dormido, pero a él le parecía que no. Se movió un poco cuando la azafata pasó ofreciendo agua y maníes, y Eddward no se había inmutado. ¿Sería demasiado si tomaba su mano ahora?, ¿le molestaría y se despertaría?, ¿por qué dudaba tanto con algo tan simple?

Intentó dormirse y, afortunadamente, la próxima hora y media pudo descansarla. Cuando se despertó, encontró a su acompañante mirando la ventanilla con los ojos muy abiertos.

No quiso moverse. Se quedó observándolo con media sonrisa. No sólo la ciudad allá abajo se veía hermosa, sino que los ojitos de Eddward brillando con las luces la hacían lucir aún mejor.

Intentó volverse a dormir, pero al cabo de unos pocos segundos escuchó unas risillas a su lado. Abrió un poco sus ojos y pudo ver a un niño sobre el asiento delantero a su acompañante.

ㅡ¿Quieres que lo abra por tí? ㅡsusurró Eddward, y el niño asintió pasándole un dulce redondoㅡ. Mira, te enseñaré a hacerlo.

El niño quitó su dedo de su boca y se inclinó un poco más hacia adelante, Doble D le enseñaba con cuidado a abrir el dulce, y luego lo puso en su palma abierta. El niño sonrió, murmurando un pequeño "gracias" antes de meter el dulce en su boca.

El niño se despidió y volvió a su asiento.

ㅡTe llevas bien con todos los niños que ves ㅡmurmuró Kevin, sorprendiendo a Eddward.

ㅡSí, bueno... siempre fui bueno con los niños ㅡsusurró en respuesta, con una sonrisaㅡ. Cuando cumplí dieciocho, le dije a mi prima Maricarmen que me consiguiera un trabajo pequeño en la escuela dónde ella era maestra, y estuve limpiando sus aulas por casi dos años.

ㅡ¿Ah, sí? ㅡdijo, sonriendo.

ㅡPor supuesto ㅡse volteó a mirarloㅡ. Los niños eran muy buenos, algunos se quedaban a ayudarme y otros no querían irse. Aprendí muchos juegos y también canciones.

ㅡMis sobrinos hablaban de cómo tú les hacías jugar con todo lo que estaba en la casa, menos con los electrodomésticos y el internet.

ㅡAún no entiendo cómo los padres dejan a los niños usar esas cosas de tan pequeñitos ㅡdijo, cruzándose de brazosㅡ. Ahora un pequeño de diez años sabe abrir una cuenta en Acebook.

Kevin rió a su berrinche: ㅡ¿Tú no sabías?

ㅡClaro que no ㅡobservó la ventanillaㅡ. Me regalaron un celular a mis quince años, pero sólo lo usaba para escuchar música y llamar a mis padres si lo necesitaba.

ㅡ¿Crees que los niños deban jugar con otras cosas?

ㅡPues, claro ㅡvolteó a mirarle, con el seño un poco fruncidoㅡ. Los niños deberían salir a correr; pretender ser jugadores de fútbol profesionales, saludar al tren cuando pasa por las vías, mirar los aviones y elegir algún lugar al que viajar... imaginar.

ㅡ¿Imaginar? ㅡpreguntó, con el seño fruncidoㅡ. ¿Imaginar qué?

ㅡLo que sea ㅡsonrió a medias, pensativoㅡ. Que viven en castillos, que son hadas, que son príncipes y princesas, que son maestros, empresarios, cantantes, actrices... que algún día llegarán a la luna, que abrirán un restaurante, que serán padres algún día... aunque algo lo impida ㅡse detuvo, murmurando.

El semblante triste alertó al pelirrojo: ㅡ¿Edd?

ㅡLo siento, estaba pensando ㅡse excusó, rascando su mejillaㅡ. Cómo sea, los niños no deberían jugar con el internet desde tan pequeños, y nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión.

ㅡBueno, así me criaron a mí, no puedo decir mucho ㅡse encogió de hombrosㅡ. No creo que Ed haya criado a sus hijos a base de internet, pero una parte de mí dice que sí.

ㅡBueno, les deja ver la televisión ㅡse encogió de hombrosㅡ. Mis padres también hacían eso; cuando algo importante ocurría, o cuando ellos estaban muy ocupados, me ponían frente al televisor.

ㅡEs una parte de ser padres, ¿no? ㅡpreguntó, acomodándose de lado.

ㅡSeguro que lo es...

Aquella mueca, con una sonrisa feliz pero ojitos llorosos, no le gustaba para nada a Kevin. Se preguntaba por qué luciría tan amargado y melancólico, tal vez era porque sus recuerdos de la niñez eran muy preciados para él. No quiso decir nada más cuando Eddward se detuvo y dejó de hablar. Estiró sus manos hacia las piernas de su acompañante y levantó la manta que tenía sobre ellas, hasta la altura de sus hombros.

ㅡEs una ciudad muy bella, ¿no es así? ㅡpreguntó, cuando Kevin apoyó la cabeza en su hombro.

ㅡNo se compara a lo bellos que son tus ojos ㅡmurmuró, mirando por la ventanilla.

Eddward apoyó su mejilla sobre la coronilla de Kevin, y se quedó mirando las luces de la ciudad más abajo. El pelirrojo seguía preguntándose qué habría pasado si hubiese conocido a su acompañante mucho tiempo atrás y si su rostro también seria parte de esa mueca adolorida.

Pasó una mano por debajo de ambas mantas y se aferró a la mano del de ojos azules, intentando transmitirle todo el apoyo y el calor que creía estar necesitando en ese mismo momento, pero que no se lo decía.

Poco después, finalmente, volvió a quedarse dormido.

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