37| Dulce miel

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Contenido explícito 🚧 Ambos participantes son mayores de edad.

Omnisciente: Un año atrás.

Drogas en pastillas sobre la mesa. Bebidas alcohólicas y marihuana.

-¡Daniel! -el menor es nombrado entre la espesa neblina intoxicante de humos dañinos.

Este responde con un casi inaudible "Mmh".

-Vamos Eithan, únete a nosotros -pide suplicante una rubia al borde del coma etílico.

-Vine por Daniel.

-Quédate un rato. Además, no creo que él quiera irse.

Señala de reojo al chico risueño invadido por repetitivas carcajadas. La anfetamina en su sistema le hacían decir cuánta barbaridad cruzara por su cabeza, pretendiendo sonar gracioso, cuando realmente eran palabras vacías y sin sentido.

-Oye, tenemos que irnos, es tarde -se acerca desprevenido tomándolo del hombro.

-No quiero -arrebata él agarre-. No olvides que tú me trajiste aquí -voltea entre cabeceos. Sus ojos se hundieron junto a las bolsas oscuras debajo de estos. Cada vez estaba más pálido y sudoroso. Realmente parecía estar muerto en vida.

-no pensé que terminarías así de mal. Daniel, esto es serio, si no llegas a tu casa me matarán -implora por un gramo de atención.

-¿Qué me darás a cambio?

-¿Qué? -lo mira incrédulo.

-Si, ¿qué me darás a cambio? -réplica.

-No lo sé, ¿qué quieres?

-Déjame pensarlo... ¿Qué podré querer yo? -lleva una mano a su barbilla, pensativo-. ¿Qué tal cincuenta gramos?

Tarda en procesar aquellas palabras.

-Oh no, definitivamente es un no. ¿No te es suficiente con esta mierda? -le quita el cigarrillo en mano y lo aplasta con la suela de su zapato.

-No. Necesito más, y solo tú me lo puedes dar -suelta, reclinándose en el extenso sillón en un rincón de aquel movido bar-. Si quieres que salga de este lugar ya sabes cuál es mi petición -conforme pasaba el tiempo sus palabras se retrasaban y su cuerpo temblaba.

La cabeza de Eithan era un desastre, estaba entre la espada y la pared. Ciertamente se lo merecía, siendo él quien indujo al joven chico a ese mundo tan vicioso y oscuro.

-Treinta.

-Cuarenta.

Dudó al aceptarlo, pero comprendía que el daño ya estaba hecho, no podía empeorar.

-Bien. Ahora mueve tu trasero -tironea con suavidad de su brazo. Logrando uno que otro movimiento involuntario.

-Sabes, yo puedo cuidarme solo -se levanta un tanto disgustado por la interrupción del moreno. Se despide de los presentes con un saludo en el aire para todos.

-No es la primera vez que haces esto Daniel, has amanecido en este lugar, intoxicado, inconsciente.

-Pero estoy bien -reclama, presumiendo su apariencia.

-¿Enserio? No lo parece. Estás hecho un asco, apestas -entre jaloneos y choques logra sacarlo del bar de mala muerte a la fuerza.

-Auch -lleva una mano al pecho entre risas, fingiendo dolor-. Tu apestas -bromea.

-Y te das el lujo de bromear -ironiza un tanto harto.

-Oye Eithan no tienes que hacer todo esto por mi -se recarga en el hombro ajeno con cariño-. Sabes, si mi madre se entera, créeme que nunca te echaría la culpa a ti. Yo te amo -esto último lo dice entre suspiros.

-Yo también, por eso es que me preocupo por ti. Haría cualquier cosa por ti, porque estás bien.

-Eres tan lindo y cursi -sonríe con fuertes hipeos de por medio.

-Tú eres cursi -sostiene al menor con esfuerzo, pues todo su peso estaba recargado en un solo brazo

-Nah, tú más.

Al llegar al auto fue un reto hacer que Daniel subiera sin morir, antes de eso vomitó todo lo ingerido en el día, reducido en nada.

Tan pronto como tocó el asiento sus ojos se cerraron.

-Mírame -pide algo exasperado.

Media hora estacionados frente a la casa del ojo gris, sin intenciones de entrar pronto, pues Daniel no cooperaba en absoluto.

-Ya lo hago -ríe bobamente-. Qué bonitos ojos tienes -se vicia en los dulces y avellanados ojos del moreno.

-No puedo decir lo mismo -las orbes de Daniel estaban envueltas en una intensa oscuridad. Las pupilas dilatadas al máximo, apenas y se detectaba una luna menguante grisácea.

-Eithan -lo nombra con un tono suave.

-¿Si?

-Me gustas.

-Daniel, yo...

-No, no tienes que decir nada -lo calla posando un dedo sobre sus labios-. No pedí una respuesta.

-Lo siento.

-Yo más, no volverá a suceder. Dios... porque soy así -se recrimina en un susurro castigador-. Creo que es hora de irme. Perdón por todo -sin siquiera despedirse del contrario abre la puerta del auto.

-Oye -antes de que se marchara lo toma del brazo. La extrema delgadez de Daniel era preocupante, podía sentir la dureza de un hueso en todo lo que tocaba- eso no significa que tú no lo hagas, simplemente no es el momento, ni las condiciones. Te hago daño Daniel, entiéndelo.

-Eso no es cierto. Tú jamás podrías hacerlo -lo mira con un intenso dolor.

-Ya lo hice, y creo que es bastante obvio.

-Tú no eres el culpable, soy yo, mi madre, Oliver. Todos... menos tú -los ojos llorosos y el labio tembloroso delataban la impotencia-. Yo te amo tanto, te amo, te amo, te amo... -repite sin cesar hasta hacerlo entrar en la cabeza a Eithan. Lo sujeta de ambas mejillas, acercándose y juntando sus frentes, mezclando las respiraciones frenéticas.

Eithan sin saber que decir solo guarda silencio, tan ensordecedor que decía más que mil palabras.

Al no ver respuesta o movimiento de oposición Daniel se toma la libertad de acercarse a un par de centímetros de sus labios. Su valentía no duraría para siempre, por ello quería aprovecharlo.

Lamentablemente nada de lo planeado fue posible.

-Mejor entra a tu casa, deben de estar muy preocupados -gira su cabeza y lo evade como si fuese algo que no le interesara en absoluto.

-Eres un idiota -esta vez el menor si baja del auto, y desconsolado azota la puerta. Sin mirar atrás sigue su paso apresurado.

Mientras tanto el chico en el auto se contiene a ir tras él, disculparse, abrazarlo y decirle tanto como pueda que él también lo amaba. Lo mucho que le gustaba y volvía loco.

Pero en el fondo era consciente del inminente daño que le ocasionó al entregarle las drogas en bandeja de plata, sin ninguna restricción o medida.

Era su proveedor, pero también su amigo. Del cual se enamoró.

Saber que nunca podrían ser más que eso dolía.

Daniel: Actualidad.

Querido diario: Hoy conocí la envidia.

¿Estoy sintiendo envidia de alguien?

Si, yo sentí envidia por primera vez en mi vida, justo en este momento:

Una pareja de adolescentes, cariñosos, perdidos entre sí, aislados del mundo, sin importarles quien los viera, demostrando lo bien y felices que se ven juntos.

Mientras tanto yo, bueno, existía, mirando al otro lado de la cafetería en busca de su atención. Lo encuentro rodeado de un montón de chicos, como de costumbre, todas personas que desconocía, a excepción de mi hermano.

Siempre con una extensa sonrisa y una apariencia impecable, tan enérgico y sosegado que llamaría la atención de cualquiera. Alex es de esas personas que todos desean en su vida, una vez lo conoces no te arrepientes, al contrario, darías todo por recuperarlo y nunca perderlo. Sin duda Alex era el estándar.

Me imagino poder estar con él, frente a todos, sin la necesidad de escondernos como un par de delincuentes, ya que no estábamos haciendo nada malo.

Esa imagen mental era increíble, sería la envidia de todos... Pero por ahora prefiero seguir como estamos. Es un riesgo que no voy a correr, por él.

Aun si hubiera algunas "complicaciones" en el proceso.

Incluso si esas complicaciones tienen forma de chica, no me atrevería a soltar una sola palabra sobre lo nuestro.

-Como te decía, estamos saliendo -un chillido emocionante vuela mi cabeza-. Ayer fuimos juntas a una de mis pastelerías favoritas. ¿Sabías que su tarta favorita es de fresa? ¿Ya te lo había dicho? Creo que sí -farfulla-. Su apariencia no es nada similar a su personalidad, por fuera luce tan ruda y misteriosa, pero en realidad es muy linda, dulce y cálida, hace que la quiera aún más.

Una nueva conquista que conoció hace una semana en una fiesta lgbtq. Un método al parecer bastante efectivo para superar a Lilith.

-Debe gustarte mucho -le dedico una sonrisa fugaz. No conocía ese lado de Gil, en el que se tomara algo en serio.

-Como no tienes una idea -suspira, inmersa en un profundo enamoramiento de un par de acostones-. Es una lastima que tu no salgas con nadie. Que no conozcas lo que es enamorarte.

Minimiza mis sentimientos y capacidad de amar con una mirada bastante gélida y soez, desconocida hasta este día.

-Lo es -imito su sonrisa engañosa. Creía que no sabía que me estaba jugando una treta.

Por mero instinto volteo en dirección al grupo de chicos en el que se encontraba mi novio. Todos reían a excepción de él, quien no tardó en levantar la mirada y acudir a mí de forma discreta. Mostré un divertido gesto de confusión, a lo que respondió con un instantáneo mensaje:

Alex ❤️‍🩹:

-¿A qué hora nos veremos hoy, Bonito?

Fue cuestión de segundos para atender su llamado:

-¿Qué te parece después de clases?

-Perfecto. Estoy ansioso.

Elevo ambas comisuras con inconsciencia. Sonreí tanto después de ver su siguiente mensaje, que me obligue a apagar el dispositivo.

Alex ❤️‍🩹:

-Por cierto, hoy te ves hermoso. Tus ojos brillan más que de costumbre.

Tal vez porque lo estaba viendo a él, y todo mi cuerpo lo sabía, sabía lo mal que me ponía tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos.

-¡Lo hicimos! -sin razón alguna Gil grita en mi oído, tan fuerte que pegue un pequeño brinco hacia atrás.

-¿Hacer que? -pretendo ingenuidad.

-Tener sexo, tonto -rie sin un apice de gracia.

-¿Qué? -No era como si no lo supiera. Si Gil tenía una pareja no era exactamente por su magnífica personalidad.

-Si, solo pasó, ayer por la noche -confiesa, tan desvergonzada-, en su auto, y no sabes lo bueno que fue -alardea con un suspiro agonizante.

-Perdón... tu debes saber la emoción que se siente cuando es alguien que quieres de verdad -se dirige con picardía y a la vez confianza-. ¿Tú también lo has sentido?

-Si, claro -disimulo lo mejor que puedo. Nervioso miro de reojo al chico del otro lado detrás de Gil.

-No me digas que...

-No, no... no es así -tartamudeo, haciéndome ver cómo si fuese así, como si yo nunca antes hubiese estado con alguien.

Me tenso como nunca al pensar en ser descubierto, pues él es la única y primera persona, no puedo mentir pero a la vez me obligo a hacerlo con un silencio y una expresión de alguien que no sabe qué decir cuándo miente.

-Oh, dios... ¿eres virgen?

La miro incierto e inseguro, repienso la idea una y otra vez, mientras seguía volteando de reojo dirigiéndome a Alex, quien me correspondió de momentos con amplias sonrisas.

-Ese termino no me gusta.

Prefería que así lo pensara antes de confesarle lo que sucede entre Alex y yo.

-Esta bien ¿no? -dice con duda y una sonrisa a medias- digo, no tienes que adelantarte solo porque lo demás lo hacen, igual si quieres que consiga a alguna chica... o chico, solo... -comienza a divagar rápidamente. Hacia parecer que no tenia con quien hacerlo y deseaba hacerlo.

-Gil, no quiero tener sexo -rio, causa de su histeria. Poso mi mano encima de la suya.

-¿Seguro? -suspira con alivio.

-Si, no es algo que me preocupe, de echo creo que estoy mejor así -digo, con otra risilla evidente

-Cierto, no sé porque me escandalice, si tu quieres puedes follar con todo el equipo de básquet -se detiene, reflexiva-, lo lamento no debí decir eso.

-Esta bien, de todos modos no creo que eso suceda.

Ya tengo a alguien a mi merced.

-Por cierto, se me olvidó mencionarlo. ¿Irás a la fiesta de fin de mes? Este año tocará la banda de Jack -menciona con entusiasmo-. Oh, no este Jack... Jack Williams -corrige siento la necesidad de hacerlo.

-Ha, no creo. No es lo mío.

La fiesta de fin de mes es la última fiesta del año en la que los chicos de sociedad se reúnen antes de vacaciones. Obviamente los Davis estábamos invitados, yo no solía ir, pero mi hermano si. Toda la última semana del mes se organizan fiestas sin parar, con temáticas alocadas y divertidas.

La congestión de chicos al borde del coma etílico es alucinante.

Yo me ahorro la molestia de ir y me quedo en casa viendo alguna maratón de películas de terror o series de asesinatos, mientras Oliver seguramente se avienta desnudo a una piscina congestionada de alcohol.

El año pasado fue tanto el escándalo que llamaron a la policía, pues incluso incendiaron una casa. Una de esas residencias lujosas en una zona privada.

Odiaba las fiestas de fin de mes.

🌈

Salgo un tanto asfixiado de la clase de historia. Por suerte ya podría descansar en casa.

-Vamos a salir.

-No.

-¿Por que no? Hace tiempo no lo hacemos -escucho la voz insistente de mi hermano-, además, no quiero ir solo con Isabella, me asusta... ahora que está molesta porque le compré un vestido. Se suponía que era sorpresa.

Curioseo un poco en la conversación de ambos amigos y de manera discreta me acerco por la espalda de mi hermano. De puntillas invado su radar y antes de que Alex pudiera decir algo relativo a mi presencia deje un fuerte grito en la oreja de mi hermano.

El afectado se paraliza después de soltar un grito ahogado de la impresión, lentamente voltea con los ojos bien abiertos.

Por encima escucho la risa de Alex, contenida con su mano.

-Casi me matas Daniel. No vuelvas a hacer eso -en lugar de recibir un insulto como de costumbre solo me regaña con esfuerzo-. Siento que me va a dar algo -se sostiene del auto.

-¿Qué haces aquí? -Alex me mira sonriente. Ignorando el escandaloso drama de Oliver- ¿acabas de salir?

Asiento sutilmente y me dirijo al otro lado del auto, donde la vista ajena era nula.

-Por cierto, Daniel también puede ir. Solo si quiere -comenta, aún reponiéndose del susto.

-¿Yo qué? -cuestiono, me apego aún más a Alex para así sujetarlo de la cintura. Oliver respinga hacia atrás al verme tan cerca de su amigo. Ve a Alex para que sea este quien me informe.

-Quiere que nosotros lo acompañemos a una salida con Isabella -me pone al tanto-. Si no quieres ir no hay problema, podemos quedarnos en mi departamento.

Oliver suelta una carcajada inconfundible, a veces me preocupaba, parecía demante riendo solo.

-¿A él si lo llevas a tu departamento y a mí no? -tuvo un arranque de celos muy evidente, el cual solo ignoramos.

La idea de quedarme a solas con él sonaba tentadora, pero la idea de salir juntos suena mucho más agradable, sería la primera salida de ambos en pareja.

-Si, porque no -volteo con Alex para saber su opinión. El asiente.

Los planes de último momento de mi hermano podrían salvar mi día.

-Los espero a los dos, puntuales -advierte entre ceja y ceja, se aleja corriendo al ver a la chica castaña que decía ser su novia salir del instituto.

-Podemos estar solos y más cómodos sin necesidad de salir -susurra en mi oído. Me posicioné frente a él dejándome ser abrazado por sus fuertes brazos.

-Tu y yo no acostumbramos a salir juntos.

-Sabes cual es el motivo -responde con sensatez-. No podemos correr el riesgo, mucho menos por una tontería. A menos que quieras ser descubierto -su semblante cambió en segundos, estaba más rígido que de costumbre.

-No, no quiero.

-Salgamos por esta vez. Te prometo que algún día tendremos una cita formal -acaricia mi mejilla-, y estoy seguro de que te va a encantar.

-Todo lo que haces me gusta.

-¿Y todo lo que te hago?

-También -disimuladamente le planto un beso en la mejilla.

🌈

-Isabella, te dije que solo iríamos a comer -Oliver se impone.

-¡Y yo te dije que sí, pero también íbamos de compras! -eleva la voz para hacerle entender.

Alex y yo solo paseábamos los ojos de un lado a otro, quietos en una esquina. Me sentía regañado sin siquiera estar involucrado, no me imaginaba cómo se sentía Oliver.

-Va a llover, no tenemos mucho tiempo, entiende.

-¿Y a mi que? Mejor no hubiéramos venido -reclama exaltada-. Enserio que soportarte es todo un reto.

Eso si que dolió, se reflejó en la expresión de mi hermano, tan afligido e inofensivo.

Entre más se tensaba la discusión, el abrazo de Alex se afianzaba más a mi pecho.

-Es aterradora cuando se enoja -El chico encima de mí susurra.

-No, solo cuando está con Oliver -respondo, sujetando su mano.

-Entonces todo se cancela -propone mi hermano.

Recién salíamos y ya estaban peleando afuera del restaurante, donde todos veían la alarmante escena.

Ella se levanta molesta.

-Isabella -le llama Alex en un intento de detenerla.

Era estúpido el motivo por el que discutían y lo digo yo que es muy simple sacarme de lugar. "No era el restaurante que Isabella quería" El que ella quería estaba al otro lado de la ciudad y para rematar mi hermano le dijo que no iríamos al centro comercial con la excusa de que lloverá.

Ambos son iguales de insoportables, solo bastaba un roce para encenderse, es lo que sucede cuando dos personas tienen un temperamento fuerte y no se ponen de acuerdo. Los dos están en sus días, o algo así.

-Eres un tonto -suelto, con la paleta que Alex me habia regalado en la boca.

-Ni me lo digas, creo que me despertó la migraña -lleva la mano al puente de su nariz-. Vamos Isabella, ¿a donde quieres ir? -bufa, más dócil que antes.

Sin duda era un perrito faldero, ella solo tenía que tronar los dedos.

-No, ya no -se indigna cruzando los brazos y evitando el contacto visual-. Olvidalo, mejor llévame a casa.

-Lo digo enserio, vamos a donde tu quieras -se acerca a ella con cautela, persuadiendo a la presa.

-Dije que no.

-Anda, se que quieres, vamos por favor... -mientras su labia relucía ella ablandaba cada vez más su postura retante.

Aun así hizo el ridículo con tal de hacerla feliz. El centro comercial más lujoso de la ciudad, al final fue lo que decidió Isabella.

-¿Quieres ver algo de ropa para la fiesta? -le propongo a Alex, esta vez con una distancia considerable, pues estamos más expuestos.

-Me parece bien -sonríe como si fuese algo increíble lo que dije. En cuanto intenta abrazar mi cuello le detengo con un leve manotazo.

-Me dijiste que no haríamos cosas como estas en público, ¿lo recuerdas? Nada de demostraciones de afecto.

-Es lo mejor -asiente sin borrar su sonrisa-, por un segundo lo olvide.

Una tercera voz llamó nuestra atención.

-¿A dónde vas? -inquiere mi hermano, detrás de Isabella.

-No lo sé. Iré sola, no te preocupes por mí.

-Estoy siendo bastante tolerante Isa.

-A cualquier tienda, que más da -responde indiferente.

-¿Con qué dinero lo pagaras? -fanfarrona. Después de eso sabíamos que el próximo golpe dolería aún más.

-Eres... un idiota -recrimina sin poder creerlo y sigue su camino dejándolo atrás.

-No me refería a eso, Isabella -la llama una y otra vez, persiguiéndola.

La verdad yo no era nadie para juzgar, Oliver ya había sufrido mucho como para torturarlo aún más.

•🌈•

-¿Esta? -mi novio pide una opinión.

Niego con la cabeza.

Que horrible sentido de la moda tenían los ricos. Sin duda: El dinero no da el buen gusto.

-La anterior, aunque todas son iguales -recuerdo las múltiples opciones de telas blancas.

-¿Y bien? -modela un poco dando pequeños giros en su lugar.

La verdad es que todas se le veían igual de bien, él estaba hecho para usar traje, sin duda. Nunca había visto a alguien a quien le quedara tan perfecto una estúpida camisa blanca.

-La anterior no, aquella -me levanta al encontrar la próxima prenda colgada en el vestidor-. Ninguna con estampados -me concentro en su atractiva apariencia. Le entrego la camisa que elegí.

-Como tu digas -dibuja una sonrisa coqueta-. ¿Estás seguro de que no quieres entrar conmigo?

-No podemos, alguien podría venir -advierto, incrédulo de la situación y tensión que habíamos creado desde que se quitó la primera prenda.

Estábamos solos en el espacioso probador privado de la tienda, sin levantar sospechas pues éramos dos chicos, supuestos amigos que se apoyaban mutuamente en la selección de vestuario para un evento especial.

-Ven -extiende su mano a mi disposición, invitando a entrar-. Nadie nos verá -ríe, tentador.

La manera en que lo dice suena convincente en todos los aspectos, si lo tomaba probablemente no saldría impune de ahí.

-Te dije que no -me aferro al sofá frente a la cortina que nos dividía.

-¿No quieres o tienes miedo?

-Ambos -lo dudo por un momento.

Baja la comisura de su boca, insatisfecho.

-Es una lastima -se reclina en el marco del vestidor-, realmente quería hacerlo -cierra la cortina, dejándola a medias de forma "discreta", poniendo a prueba mi escasa paciencia y autocontrol.

Los treinta minutos que llevábamos de indecisión no eran en vano.

¿Y si sospechaban?

Admito que es muy deseable la propuesta, si por mi fuera estuviera encima de él desde que llegamos, ignorando todos los impedimentos de estar en un lugar público rodeado de personas. No será la primera, ni la última vez.

¿Entonces que me lo impide?

Saca la camisa previamente modelada, pasándola al montón de desaprobadas, la mayoría por mi. Alcance a ver su espalda desnuda, alza sus hombros hacia atrás restirandolos con pesadez, provoca que todo su semblante cambia a uno rigidi en cuestión de segundos, incluso sus brazos se tentaron, las venas de estos se saltaron en ese instantáneo movimiento, y mi vista captó todo en cámara lenta.

Sin duda necesitaba a alguien que lo desestrese, y ese era yo.

Autocontrol, Daniel, mira a otro lado y concéntrate, eres buen chico, yo lo era, el no.

Miro como inclina su cabeza mostrando una sonrisa ladeada llena de malicia, aun de espaldas merodea entre las demás prendas, pretendiendo no encontrar su objetivo, tentándome de un forma un tanto cruel.

Estoy a nada de seguirle la corriente y entrar a ese vestidor. Ni aunque me amarren o alejen dejaré de ser débil ante sus propuestas indecorosas.

Alex tiene razón, es más divertido cuando hay secundarios involucrados, cuando las personas no saben de lo que eres capaz y piensan ingenuamente que solo soy un simple chico acompañado de su mejor amigo, esa sensación que me hace imaginar todas las "cosas" que podríamos hacer.

Por algo dicen que es más "excitante" cuando es en público, estoy seguro de que lo he escuchado de algún lugar.

Una vez adentro no hay vuelta atrás.

Nuevamente me observa de reojo con picardía, sobre su hombro y a nada de colocar una de las prendas, intervengo.

Dios, perdóname por lo que voy a hacer.

Me levanté con decisión, tirando de la tela que nos dividía, encontrándome con un par de ojos oscurecidos, los cuales me devoraban.

-Ven aquí -me jala hacia él con desespero, se asegura de cerrar la cortina y me lleva a uno de los cubículos del vestidor privado que Alex pidió.

Sonríe ante mi atrevimiento y me orilla al reducido espacio entre nosotros, casi inexistente. Sin dudarlo se lanza a mis labios como si estos fuesen una necesidad, paso mi mano por su pecho, exaltado.

Mi respiración entrecortada y corazón acelerado me delatan.

Baja su mano, poco a poco hasta el borde de mi pantalón, desabrocha e introduce.

-Alex... -gimo su nombre en un suspiro delirante. Me derretía con solo sentir sus dedos.

-Dime -responde con arrogancia. Su sonrisa satisfecha lo era todo. Retiró mi blusa, mi preciada blusa de spider-man, la cual es arrojada al suelo en un abrir y cerrar de ojos.

Después de eso posee mi cuello, deborandolo, besos en los que succionaba fueron regados hasta mi pecho, lame mis pezones y su mano masajeaba mi miembro.

Era una descarga de placer inimaginable que ni siquiera me permitía formular una sola palabra. Mi mente se nubló al igual que mi vista, mi única opción fue aferrarme al espejo detrás de nosotros, y a su formada espalda.

-Yo creo que... -abro la boca tratando de hablar, sin embargo mis palabras son tragadas por una fuerte corriente en mi vientre- Alex, detente -me preparo antes de lo inevitable.

El me beso para calmarme un poco, mientras mi cuerpo se tensaba buscando relajarse entre sus brazos, descargando toda mi energía. Después de aquello me recargo en mi reflejo, exhausto.

Lo miro a él, de pie, como si nada, más repuesto que nunca con una enorme erección en sus pantalones, y yo no estaba en las mejores condiciones para recibirlo.

-no puedo hacerlo -le advierto señalando el inminente bulto que ocultaba la tela, indicando que esa cosa aterradora no entraría en mi.

-¿Quién dijo que lo haríamos? -da unos pasos al frente. Eso significaba que lo haríamos- te enseñaré algo nuevo y más fácil de hacer, tal vez te guste.

Para mi sorpresa lleva uno de sus dedos a mi boca, recorriendo esta con descaro, desde mis labios hasta mi cavidad, examinando a profundidad.

¿Qué le sucede? ¿Acaso se cree dentista?

-Abre grande -ordena. Obedecí sin rechistar.

Él hablaba, yo obedecía, esa era mi función. Si él decía que no, entonces era no.

-Saca tu lengua y retén la respiración lo más que puedas.

-¿Para qué? -vocalice a duras penas, mientras él seguía hurgando mi boca con sus largos dedos.

-Hazlo, confía en mí -me dedica una sonrisa honesta y cariñosa.

Confiaba, pero conociéndolo era impredecible. Era capaz de hacer cualquier cosa.

Acate sus palabras, hice lo que me dijo y no era para nada cómodo.

-Ahora intenta regular tu respiración -introduce dos de sus dedos, tan profundo que por reflejo sentí una arcada. Instintivamente lo alejé con un fuerte empujón, era como si me estuviera ahogando, como si quisiera hacerlo.

Tosí un par de veces, no comprendía nada. Me atreví a mirarlo y él solo reía.

-¿Por qué hiciste eso? -musite, hiperventilado.

-Sabes que existen distintas maneras de tener sexo, además de las relaciones convencionales, ¿no?

-Yo... Lo sé -dude aun con la respiración irregular.

Lo sabía, pero no entendía qué tenía que ver con que había intentado "asesinarme".

-Lo acabo de hacer para medir tu resistencia, tu resistencia a la hora de chuparmela -confiesa sin ningún filtro o pena.

Lo miro con molestia.

-Alex... -ni siquiera me permite hablar.

-Tanto tú como yo sabemos que lo queremos, en el fondo es lo que te gusta.

Realmente todo lo que tenía que ver con él me gustaba.

-Bueno si... pero no se si pueda hacerlo, nunca he pensado en intentar algo así.

-¿Nunca lo has imaginado? ¿O Soñado? -me mira de forma extraña, como si fuese lo más normal del mundo.

-Alex -le regaño, avergonzado.

-Entiendo, te da pena -ríe-. Aunque no es muy discreto de tu parte en un momento como este, digo, conozco cada parte de tu cuerpo de memoria, eh soñado con este y fantaseado innumerables veces. Incluso antes de que saliéramos, lo hacía

-¿Como? ¿Qué era lo que imaginabas? -interrogé con incredulidad.

-Eso no se pregunta -toma mi mentón y pasa su pulgar por mis labios de nuevo, a diferencia de que esta vez entendía lo que quería, y pretendía dárselo-, a menos de que estés listo para saber como corrompía tu hermoso cuerpo.

Le dejo ver mi deseo y sumisión cayendo en mis rodillas, a la altura de su entrepierna.

Algún día recordaría esto y me arrepentiría infinitamente.

Pero ahora no.

-Yo quiero saber todo lo que tienes en mente -le confieso con atrevimiento. Baja el cierre de su pantalón.

-Entonces te lo diré todo -sujeta mi cabello con sutileza, era tan delicado y cuidadoso.

Acaricio su miembro, retenido por una fina tela, la cual lo aprisionaba al punto de la incomodidad.

Como buena persona que soy, lo liberé entre mis manos, masajeé y preparé antes de proceder con la boca. Era tan grande que ni siquiera creía posible que entrara.

El mayor suelta un suspiro placentero.

-¿Sabes? He soñado tantas veces con esto -sigue aferrándose a mi cabello.

-¿Puedes decirme como es? -mi aliento caliente choca contra la punta, lo cual provoca un estremecimiento en él.

-Tu pequeña y caliente boca alrededor de mi pene -decreta, pues no tarde en dar la primera lamida-, oh, dios -sonríe extasiado en cuanto lo introduzco aún más. Aplicaba algo de lo que me dijo anteriormente- cuidado con tus dientes -advierte, de una manera extrañamente dulce

-Eh fantaseado contigo desde que era un estúpido adolescente de secundaria. Todo tu cuerpo: tu espalda perfectamente curveada, tu cuello tan pálido con mis marcas, tus muslos estrujables -se regocija en mi cabello al recordarlo- tu cintura pequeña y tu trasero abultado, lo sensible que es tu piel al tornarse roja con cualquier pequeño roce. Lo sensible que es, con solo decir un par de palabras tus mejillas se sonrojan, solo al escuchar mi voz.

Introduci más de la mitad de su gran y creciente pene. Conforme más rápido lo hacía, más empujaba mi cabeza hacia su pelvis.

-como lo chupas con tantas ganas, como si fuese una paleta -entonces esta sería mi preferida sin duda-. Supongo que es tu primera vez haciendo esto, y me encanta.

No dejo de moverme, algunos fluidos escurrían por las comisuras de mi boca, no tenía tiempo para preocuparme por eso, estaba más concentrado en el placer de aquel chico impaciente.

Tira de mi cabello, desesperado por llegar. Me aferro a sus piernas, intente hacer lo que él me dijo. Largos suspiros y ligeros gemidos salían de su boca. Uno que otro gruñido de arrebato.

Mi nariz chocaba con su pelvis, sorprendentemente había logrado algo inimaginable, estaba tan profundo que me hacía delirar, con los ojos al borde de las lágrimas y mis mejillas simulando ardor, estaban tan rojas que juraba que podían quemar al más mínimo tacto.

-Te dire que más soñe -gruñe en voz baja- mientras tu hacías lo tuyo, nosotros somos...

Un ruido fuera de nuestra burbuja nos hace reaccionar.

-¿Disculpe? ¿Se encuentra ahí?

-Mierda -me aparta con cautela mientras se recompone, sin dejar de sostenerme- si, aun estoy aqui.

Sigo lamiendo, empiezo por la base.

-Una disculpa enorme, señor, por el tiempo que ha tomado creímos que ya se había retirado. ¿Y su acompañante? No se encuentra afuera -menciona.

Tal vez porque estaba haciéndole compañía, con un enorme problema en mi boca.

-Tenia que retirarse -continúa presionando mi rostro contra su húmeda entrepierna.

-Ya veo, nuevamente disculpe la molestia. Me retiro.

El silencio de Alex sustituye una respuesta. En cuanto escuchó los pasos alejarse él pudo respirar más tranquilamente. Teniendo en cuenta el desastre que habíamos ocasionado, solo pudimos reír ante lo ocurrido.

La adrenalina fue lo mejor de todo, esa sensación de tener el control era la mejor.

Al final solo bastaron un par de minutos para acabar.

🌈

El vio mi vida pasar, vimos cómo crecemos al ritmo de los años, él se dio cuenta de tantas cosas de las que yo no era consciente, porque estaba cegado de su madurez.

Pasaron tantos momentos inolvidables entre los dos, pero entre ellos había uno, uno en especial:

El tiempo no transcurría, como si se hubiese detenido, estábamos dentro de una burbuja.

A mis quince años he aprendido tanto sobre ser precavido ante las emociones ajenas, a no corresponder y sólo recibir, a solo observar el dolor y no sentir compasión, esta vez sentía todo lo contrario.

Quería corresponder tímidamente, no entendía si era alguna especie de pena o era verdadero el sentimiento de amor.

-Te lo repito las veces que sean necesarias, no dejes que eso te afecte. Eres mejor que esto Daniel, mejor que ellos.

Me hundo en mis rodillas y brazos, haciéndose bolita. Reposaba en una de las bancas, afuera de mi casa.

-A ti no te importa, no debería -balbuceo.

-Quiero ayudarte. Ya que tu no mereces nada de esto -sonaba compasivo... pero preocupado.

Si que lo merecía, merecía todo el maltrato que me daban, yo me lo buscaba, todo era mi culpa, como siempre.

-Estoy acostumbrado, no te preocupes -suelto-. Es algo que solo sucedió por mi culpa.

-¡No puedes dejar que te hable de esa manera! -refuta incluso más a la defensiva que yo, que se suponía era el afectado.

¿Eliza no tiene que hablarme de esa manera?

Todo el tiempo lo hace: "Tengo depresión y morire" me lo recuerda todos los malditos días, cree que me suicidare en cualquier momento, para su mala suerte aun no lo tengo planeado.

-No es tu problema, Alex -bufo, con la paciencia al límite-. Nunca ha sido tu problema y ahora realmente... estoy bien -al decir lo último mi voz se deteriora con un ardor inexplicable-, siempre lo estoy -sollozo, conteniendo mi llanto.

-No mientas -voltea a verme con unos ojos tan cegados de impotencia-. Está bien no estar bien... -pretende sujetar mi mano, pero lo evado con rapidez-. Yo te puedo ayudar, lo digo enserio.

Solloce nuevamente, baje la mirada y frote mis ojos con fuerza.

-¿Como?

-Saliendo de este lugar -mira la enorme casa tras nosotros, testigo de mis desbalances mentales.

-¿Cómo haría eso? -digo confundido-. Es imposible huir.

-Solo dejemos pasar un tiempo, lo haremos juntos, por ahora prometo hacer lo posible para aligerar el asunto, te acompañaré cuando pueda y haré lo que quieras para hacerte sentir mejor -suavizó su voz a un punto en el que mi corazón se aceleró apenas terminó de hablar.

En cuanto se enteró de la fuerte discusión que tuve con Eliza no dudó en venir, para estar solo conmigo.

Él tenía miedo, miedo de que me hiciera daño, me lo había expresado tantas veces de mil maneras, todas eran inútiles, lo sabía, pero aun así seguía intentándolo, con sonrisas y miradas cómplices.

Jugueteaba conmigo o intentaba comprender mis gustos para así sentarse a platicar de ellos cuando me encontrara en este tipo de situaciones a pesar de que no eran de su agrado.

Eso provocaba náuseas en mi estómago, pero de buena manera, tal vez: Mariposas.

Esta vez logró tomar mi mano sin que me opusiera, lo hizo de forma discreta.

-Mi hermano... Él puede llegar en cualquier momento y verte -le recuerdo tan pronto como pasó por mi mente, en forma de advertencia.

-Dijo que llamaría -agrega una sonrisa-. Además, en este momento solo me importas tu.

¿Por qué? ¿Por qué le preocupaba?

-¿Soy más importante que él?

Se aleja un poco para pensarlo antes de responder.

-Tal vez, lo eres -me mira decidido.

Trás sus intenciones mi corazón se acelera al punto de querer salir por la boca.

Fue inevitable no mostrar una pequeña sonrisa de satisfacción antes de que se acercara peligrosamente a mi.

La atención que prestaba a cada detalle de mi, no la sentía con nadie, esa profunda conexión que confundía con solidaridad, todo lo sentía cuando estaba con él, pretendía que no era más que el amigo de mi hermano.

Era la persona con la que podía hablar cuando mi hermano no estuviera disponible, yo era quien daba lastima, quien no merecía tener amigos, era solo el reemplazo...

-Mientes -no lo dudo antes de acusarlo.

-¿Por qué lo haría? No puedo mentirte, porque realmente eres importante para mi.

Eso no es cierto.

No hablo en lo más mínimo, no sabía qué decir, pretendía estar molesto, pero en el fondo me regocijaba de felicidad al escucharlo.

Sentía una electrizante corriente pasar por mi cuerpo.

-Yo... -me tenso sin pensar en nada más.

-No digas nada, creo que sabes mejor que yo lo que sucede.

Éramos demasiado jóvenes para darnos cuenta de lo que un par de miradas significaban.










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🌷 Nos leemos la próxima, los tkm.

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