45| Dulce dolor

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⚠️ TW: Mantengan sus precauciones, este capituló contiene temas fuertes.

Su salud mental es lo más importante. 🙏🏻





Daniel:

Era cortarme las venas o ir a terapia. Y por mi bien elegí no ir a terapia.

Ahora me estaba desangrando, con una herida de tres centímetros en un hospital público e insoluble.

De verdad que tenía toda mi fe en Dios. Pero no para vivir, sino para que nadie se enterara de tal humillación.

—Dios, sé que la mayor parte de mi vida he sido una mala persona, un mitómano, insufrible homosexual, pero por favor, ahora no dejes que nadie se entere de mi patético intento de suicidio —ruego mirando al techo, en una camilla súper incómoda y rechinante.

—Listo, puede irse —una de las enfermeras me sorprende. En menos de cinco minutos retira el catéter de mi mano.

—¿Es todo? —dudo.

—Si, como no cuentas con un seguro médico no te podemos brindar servicio de siquiatría, pero podemos recomendarte algunos especialistas.

—No se preocupe, ya voy a uno —me levanto apresurado. Antes de que comenzara a sospechar mi edad.

—Por cierto, ¿cuántos años tienes?

Mierda.

—He... dieciocho —lo digo con inseguridad.

—Bien, es todo —apunta en su libreta.

Si algún día quieres morir es recomendable asistir a cualquier hospital público.

Había intentado morir y fallé. Como siempre

Llegue por voluntad a ese hospital, en el último instante me arrepentí. La cobardía me ganó. Y fue bastante humillante, en especial cuando tuve que explicarle al taxista porque mi brazo sangraba sin cesar y estaba a punto de morir.

No me iba a quedar de brazos cruzados, fue la primera vez de muchos más intentos fraudulentos.

Pero no fue hasta que vi la solución en mis manos.

—¿Qué es esto?

—LSD.

—¿Mata? —analizo las diminutas píldoras rojas en la palma de mi mano.

—¿Rápido o lento? —el anciano inclina la cabeza.

—Para hoy.

—Entonces esto te ayudará. Inyecta todo el contenido, es indoloro, muerte al instante garantizada —el vagabundo me extiende un líquido en una ampolleta diminuta. Me arrebata las pastillas que con anterioridad yo había pedido.

Sabía que el drogadicto que vivía bajo un puente en la autopista me iba a ayudar. Desde hacía días había estado observando cómo le vendía drogas a algunos adolescentes.

—¿Precio?

—Cien... pero por ser tu primera y última compra te lo dejo en cincuenta —el sujeto de barba descuidada y rostro sucio se da el lujo de bromear.

No digo nada más y le extiendo el billete correspondiente. Me alejé prácticamente huyendo de ese lugar repleto de inmundicia. Era un basurero donde habitaban drogadictos y vagabundos, tal vez ahí pertenecía, ahí nadie me juzgaría.

No tenía sentido seguir viviendo ese infierno. Tan abrumador.

Tuve todo el día para pensar en lo que estaba planeando hacer. Era complicado, difícil, pues estaba dejando mi a mi hermano de lado.

Quería morir, quería descansar, darle fin al tormento que era respirar el mismo aire que aquellos que me humillaron incontables veces. El tormento que era saber que una parte de mí fue arrebatada por Andrew.

Pero, por otro lado, estaba Oliver... mi hermano, el único apoyo que tenía y por el cual seguía vivo. Él me daba todo con tal de que eliminara esas ideas de mi cabeza, pase a qué sabía que era imposible, lo intentaba, en serio lo intentaba y se preocupaba como nadie.

Sin embargo, mis motivos eran más fuertes, casi arrastrándome a la estrepitosa idea de terminar con mi vida. Pensarlo era aterrador, pero mis instintos tomaba un lugar más fuerte, llenándome de horribles recuerdos y dolencias.

Todas las noches lloraba, y era aún más triste saber que cada noche era por un motivo diferente. No había la motivación suficiente para seguir respirando, todo lo que me rodeaba era asquerosamente malo.

Todo me irritaba, me repugnaba, incluso verme al espejo era desagradable, comencé a odiar mi propia existencia de todas las maneras posibles, eso me indicó que estaba perdido, que no había una salida de la cual no terminara dañado, o en el mejor de los casos con una cicatriz.

No era suficiente con maltratar mi cuerpo, necesitaba más, algo definitivo que exterminara el dolor de raíz.

Estaba tan ansioso y desesperado que impulsivamente tome una decisión incorrecta. Incapaz de razonar debido a la exorbitante cantidad de drogas antes consumidas, pues creí que si no moría por el letal veneno, moriría de sobre dosis.

Me tumbo en la cama en forma de estrella, miro al techo fijamente, aún no lograba mi cometido.

La cobardía llegó de la nada.

Me preguntaba que de bueno tenía vivir en un mundo tan peligroso, rodeado de aterradores monstruos.

Nada tenía valor.

Definitivamente, mi yo de quince años estaría muy decepcionado, enojado conmigo mismo, y un poco frustrado. No había cumplido lo que tanto prometí; Ser feliz.

Tanto para nada. Tantas lágrimas para al final terminar con todo de la manera más cobarde.

Alardee tanto mi felicidad que al final no logre ser ni un poco feliz. Me convertí en la persona más desagradable de este mundo, lleno de tristeza y penumbra.

Tanta rabia acomunada se convirtió en algo dañino, y comenzaba a ver los estragos, con el paso de los días me hacía más daño, me destrocé sin pensarlo, había destruido a alguien inocente.

La evidencia estaba plasmada en mi cuerpo, desde el interior hasta el exterior, cada pequeña parte era testigo de lo cruel que fui. Yo me convertí en un monstruo, y sin dudar me arrepentía todos los días.

Por ello decidí ponerme fin.

Omnisciente:

El video de Gilian y Alex manteniendo relaciones se había filtrado, con la única excepción de que la cara de Alex estaba meticulosamente censurada, se veía a Gil encima, pase a la oscuridad de la habitación se lograba percibir a la perfección quien era aquella chica descontrolada, convenientemente lo único distorsionado era el audio.

Para Daniel eso sería algo peor que la muerte, revivir el asqueroso recuerdo de su «ex novio» engañándolo con descaro no era una opción.

Sin embargo, él ya no sería capaz de verlo, dadas las circunstancias tan inesperadas en las que se encontraba y su mala jugada con el destino, toda su percepción acababa de perder un sentido. Le tomaría un poco de tiempo salir del trance en el que el mismo se adentró, pues era uno abismal.

Las sirenas de las ambulancias no cesaban, incluso adentro del hospital se podían percibir. Esto generaba un ambiente aún más denso de lo que ya era.

—¿Cómo es que aún está inconsciente? ¿Por cuánto tiempo más?

Había pasado un día desde su último intento. Y al parecer estaba teniendo éxito.

—Estimo que serán unos cinco o siete días para que pueda recobrar el sentido. No sabemos si recuperará la movilidad al momento.

—¿Fue un intento de suicidio?

—Lamento decirle que sí.

—¿Está seguro de eso?

Los sollozos inundan el frío pasillo iluminado por la luz azul.

—Sobredosis, notables laceraciones en la cara interna de sus muñecas y piernas. El chico requiere ayuda urgente. En breve los contactaré con el especialista en siquiatría y prevención de suicidio.

Fue entonces cuando el mundo dejó de girar.

—Oliver, ¿qué ha sucedido con tu hermano?

—No lo sé, Eliza.

Ambos estaban en shock, sin poder creerlo.

—¿Llamaste a Alex?

—No.

—¿Lo harás?

—Ni siquiera sé que fue de él. Ese idiota no merece ver a Daniel.

—Él necesita saber que está así por su culpa.

Después de que Oliver encontrara el cuerpo inerte de su hermano entre sábanas, helado y muy pálido, no dudó en acudir a urgencias, no se detuvo a pensar en nada más, no había tiempo para debilitarse, ya que el estado de Daniel era crítico, al borde de la muerte. El doctor se los hizo saber desde el primer momento; su vida estaba en juego.

Eliza no tardó en llegar y parecía ser la más afectada, o tal vez solo era apariencia, algo que Daniel pensaría.

El informe dictaminó la cantidad de sustancias tóxicas en su cuerpo, era algo poco creíble, todo lo que había consumido era prácticamente veneno.

Si sobrevivía era un milagro.

Una desgracia para Daniel.

Después de ello su cuerpo no sería el mismo, no funcionaría con la misma regularidad, tampoco se podría permitir cosas que con normalidad hacía. En el peor de los casos, quedará en coma, y era lo más alarmante.

Pero había algo más...

Algo tan cruel y duro.

—¡¿Qué está diciendo?! ¿Cómo... como es eso posible? —la mujer se lleva una mano a la boca.

—¿Eliza? —se acerca el chico con lágrimas en los ojos, más que destruido. No entendía por qué su madre le alzó la voz al doctor.

—¡¿Por qué no me lo hicieron saber antes?! Esto es algo grave.

—En el momento en que se realizó una examinación detenida para descartar posibles laceraciones grave, lo descubrimos... ahora él está recibiendo las atenciones adecuadas.

Voltea a ver a su único hijo presente, ansiosa, no comprendía lo que acababa de decir el Doctor.

—¿Tú sabías de esto? —lo mira con pesar y un enorme nudo en la garganta. Apenas y podía hablar sin trastabillar.

—Yo no tenía idea... —su semblante se derrumbó. Su corazón se destruyó en mil pedazos en cuestión de segundos.

—¿Quién le pudo haber hecho algo tan horrible como eso? —arrastrando los pies logró llegar al sofá, en el cual se dejó caer sin pensar.

El chico no fue capaz de responder, por más que intentaba pensar, su cabeza divagaba imaginando lo mucho que su hermano sufrió, todas las lágrimas que derramo por culpa de otros, lo llenaba de impotencia.

De igual forma un par de lágrimas salieron.

Tal vez a Eliza no le dolía tanto, debido a que no era tan apegada, y de cierta forma nunca estuvo al pendiente de lo que hacían o de aquello que les atormentaba. Jamás fue una buena madre, de haberlo sido no se encontrarían en tal situación tan desgarradora.

Se descubrieron múltiples cicatrices y heridas en los genitales, no había una explicación. Era impactante para cualquiera.

—¿Quién lo hizo? —el menor se pregunta. Reflexionó todo lo que pasó en los últimos días, las personas con las que tuvo contacto su hermano.

—¿Alex? —sugiere la mujer desconsolada.

—Él ya no está aquí. Salió de la ciudad.

—O su padre lo mató —comenta Eliza, sin tacto.

—Cualquiera cosa es buena, mientras no vuelva a aparecerse en la vida de Daniel.

Unas palabras que sin pensar ya eran una realidad. Pues el acusado se encontraba del otro lado del mundo.

🌈

John llegó ese mismo día, junto a su amada esposa, e hijos. Y para sorpresa de los presentes con un nuevo y pequeño integrante en brazos, el hijo más reciente de la familia. Devon, de apenas tres meses de nacido.

Eran una familia modelo, tan perfectos que apenas Eliza logró capturar la enternecedora imagen la vena de su cuello saltó del coraje. Sin fuerzas se levantó en dirección a ellos.

El hombre no lo podía creer, tardo en asimilar la devastadora situación en la que se encontraba su hijo.

—¿Cómo fue que esto pasó?

—Eso mismo me pregunto, John —la despiadada mujer lo escanea con repudio—. Si tan solo hubieras venido cuando él te necesitaba, cuando él te lo pidió...

—No es momento para culpar —su voz detonaba evidente enfado—. Porque si de culpables hablamos tú eres la menos indicada para hacerlo. ¿O ya se te olvidó todo el daño que les has ocasionado?

—Cierra la boca.

Apenas la mujer formuló aquello se vio interrumpida por el hombre canoso de bata blanca, a punto de darle más información sobre el estado de Daniel.

—Señora, al parecer su hijo está respondiendo de forma efectiva al medicamento administrado. Se estima que dentro de poco pueda recobrar la conciencia.

—Eso es... increíble —la mujer lleva ambas manos a la boca, anonadada.

—Ansiamos que despierte pronto —sobresalió John.

—¿Usted también es familiar? —el doctor a cargo le tiende la mano.

—Su padre —la estrecha fuertemente—. Cualquier cosa puede hablarlo conmigo directamente de ahora en adelante

Eliza lo fulmina con una evidente expresión de disgusto, muy lejano a la tolerancia.

—Perfecto —ajusta sus gafas—. Es hora de irme, aún tengo que revisar los signos de Daniel, ya que está muy delicado. Con su permiso

—Propio —dijeron ambos padres al unísono.

—¿Qué carajos estás haciendo? —musita la mujer, tomándolo con fuerza del brazo.

—Lo que un padre haría por su hijo.

— "Un padre" —lo imita entre risas.

—Al menos estoy intentando hacer algo. ¿Tú que hiciste por él? —la aleja con brusquedad—. Si de verdad hubieras cuidado de él no estaríamos aquí.

La mujer guardó silencio, un silencio que dijo absolutamente todo. Las palabras sobraron.

Al no ver una respuesta el hombre formuló otra pregunta:

—¿Cómo está, Oliver?

—¿Ahora te preocupas por él?

—Siempre lo he hecho. Por ambos.

—Mentiroso.

Se escapó una tenue risa de su boca.  Seguido unas duras palabras:

—No seré el mejor padre, pero definitivamente no soy un fracaso de madre como tú.

Eliza se ahorró todo lo que tenía por decir en cuanto vio al mayor de sus hijos acercarse. Reafirmó su postura y se limpió los ojos llorosos.

—Oliver...

— Pensé que no ibas a venir. Como de costumbre.

— Ya veo. Aún sigues resentido. Tú también —mira de reojo a Eliza. Eran idénticos.

—Él te esperó. Fue muy paciente, y nunca perdió la esperanza de que llegaras. Ni siquiera llamaste.

—Si llame, le dije a Eliza. El parto de Roxy se adelantó y estuvo grave un par de semanas.

—Ella ni siquiera estuvo en casa hasta hace unos días. No se le ocurrió decirnos.

—No me sorprende —John le laza una mirada juzgadora.

—Adelante, cúlpenme de todo —dramatiza con las manos en el aire. Cansada se sienta de nueva cuenta en uno de los sofás.

La tensión del ambiente disminuyó mientras esperaban más novedades.

Sin embargo, fue una novedad bastante inesperada la que sobresaltó a Oliver de su asiento.

Al ver a aquel chico rubio tan resplandeciente con una mirada apagada entrar por el pasillo, todo en Oliver se detuvo. No esperaba verlo ahí, lo cual le provocó un montón de sentimientos, y ninguno era agradable.

No lo toleraba, no era capaz de permanecer cerca de él por más de diez minutos sin que algo insultante saliera de su boca.

Si bien Sandro lo odiaba de igual forma, no era tan inmaduro como para demostrar su odio en una situación tan vulnerable. Le importaba Daniel, no Oliver.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo te enteraste? —el castaño no lo duda y se abalanza. Lo sujeta con violencia.

—Eso no importa. ¿Cómo está él?

—Claro que importa, bastardo —afloja el agarre, resignado—. Y Daniel no está mejor, empeoro por la noche.

No podía negarle aquella información si lucía tan preocupado por su amigo.

—Ya veo... Yo no sé cómo es que pudo —se quedó con la palabra a medias antes de que Oliver lo interrumpiera.

—Yo si sé, esos imbéciles lo forzaron a hacer esto. Prácticamente, son los culpables, incluido Alex.

Y aunque le doliera admitirlo, él también tenía parte de la culpa, o al menos así lo consideraba.

—Entiendo por lo que estás pasando, pero...

—¡No, no lo entenderías, ni un carajo! —todo su coraje se desbordó en una mirada furiosa dirigida a Sandro.

—Lo siento, no debí suponer nada —guarda silencio y mira detrás de Oliver.

—Es mejor que te vayas de una vez.

Se encontraban ambos padres, cada uno en un extremo, sin siquiera intercambiar miradas.

—¡Sandro! —en la sala una chica de cabello azul entra. Agitada se dirige a su amigo.

Lo cual le hace hervir la sangre a Oliver. El cinismo de ambos era algo poco creíble.

—¿Con qué cara vienes? Perra — escupe al ver la consternación de la joven de ceño fruncido y ojos acuosos.

—Oliver, no es lo que piensas...

—Yo le dije que viniera —responde Sandro en su lugar.

Esas palabras no provocaron más que resentimiento en el chico. Eran tan sin vergüenzas.

—Váyanse a la mierda los dos, largo de aquí —con ambas manos los empuja, pretendiendo echarlos.

—¿Oliver? ¿Por qué los corres? —la voz serena de una mujer lo detiene— ¿Son amigos de Daniel?

El rubio asiente con seguridad, lucía convencido.

—Esa perra no —Oliver musita, fulminándola con la mirada. Si las miradas mataran la de él sería letal.

Taylor alcanzó a escuchar, cosa que le hizo sentir incómoda, se tensó y miró a Sandro en busca de una respuesta.

—Quédense, por favor —pide Eliza. Los guía. 

Oliver no se encontraba del todo bien. No había dormido en absoluto, cuando le preguntaron si quería ir a casa él se negó, lo último que necesitaba era despegarse de su hermano.

Sentía una horrible urgencia de protegerlo, porque de alguna manera, y sin pensarlo, él se atribuyó gran parte de la culpa, creía que aquel incidente fue producto de su descuido. Todo el tiempo pensaba en cómo lo pudo haber evitado, o, por lo contrario; ¿qué hubiera pasado de haber llegado un poco más tarde?

Era una lástima no poder regresar el tiempo atrás.

4 Días después

Los alarmantes sonidos de las máquinas, producto de una reacción desconocida, llamaron a los doctores a la habitación. El ruido sordo se apoderó del ambiente.

Para el chico postrado en la cama, todas las voces a su alrededor estaban distorsionadas, inaudibles.

Un zumbido irritante fue el protagonista de su lucidez. Y la visión borrosa como consiguiente.

Sus sentidos aún se encontraban dormidos, a diferencia de él, quien con esfuerzo conservaba el aliento y latidos frenéticos, esperando por otra oportunidad.

De la nada ya no había más oscuridad ni pesadillas tormentosas, solo luz, demasiada luz para su gusto. Por un segundo creyó estar muerto, de no ser por la leve percepción de las personas que lo rodeaban; entre ellos se encontraba Oliver, su papá, Roxy.

No podía mover su cuerpo, estaba paralizado de pies a cabeza, por más que lo intentara era imposible. Como una de las tantas pesadillas que le consumían entre las noches.

Parpadeo un par de veces para despejarse. Sobrevivía a base de un respirador, el cual contenía cada uno de sus suspiros.

Examinó cada rincón de la habitación con detenimiento, sabía perfectamente dónde estaba, así como era consciente de que su intento de suicidio había fracasado de nuevo. Solo había quedado en ridículo; de nuevo.

Cerró los ojos un par de segundos, las voces comenzaban a ser más perceptibles, distinguía la de Oliver sobre todas.

Escuchar como su hermano le decía; «Te extrañe tanto» «Lo siento» interminablemente fue algo tan triste como abrumador.

Los ojos grises se dirigieron a un solo punto... Eliza.

«Perra» Pensó en el momento.

Cuestionándose qué carajos hacía ahí y porque estaba llorando como una víctima desconsolada.

El doctor hizo por primera vez un acto formidable; sacar a todos de la habitación. Tan pronto como lo hizo el ambiente se tornó silencioso, calmado y de mucha plenitud.

—Hola, Daniel. Soy el doctor Steven —se presenta con una amigable sonrisa que enarca su bigote.

Daniel apenas y logró comprender aquellas simples palabras. Movió un solo dedo en respuesta, esperando que el doctor lo viera.

—Ya veo. Te haré un par de preguntas, no te sobre esfuerces al responder —a la vez que lo hacía examinaba con una incandescente luz los ojos del menor—. Mueve un dedo para decir "sí" y dos para decir "no". ¿Entendido?

Mueve un dedo en respuesta.

—Perfecto. ¿Daniel, puedes mover tus piernas?

Dos dedos hicieron "tap".

—¿Sientes si hago esto? —el doctor pincha su rodilla.

Nuevamente hizo dos movimientos.

—Comprendo, ahora veamos tu estómago —descubre un poco la parte media del abdomen y palpa—. La movilidad de tus piernas volverá en un par de días. Esto se debe al sedante que se administró para contrarrestar el efecto de la sustancia que inyectaste —informa.

La culpa lo golpeó sin piedad.

—¿Duele en este lugar?

Intento responder. Pero entonces algo había fallado. La movilidad de su mano derecha se paralizó por completo, no sentía absolutamente nada.

El médico se dirigió de inmediato a la zona después de ver cómo no había respuesta.

—Intenta moverla lentamente. O haz algo de fuerza —sujeta su brazo, el cual era un simple hueso con un poco de piel cubriéndolo. Las muñecas estaban vendadas, cubriendo algunas suturas.

Examina al área después de ver la incapacidad del menor por hacer un simple movimiento con un esfuerzo sobrehumano.

Entonces algunas piezas encajaron, anteriormente se habían descubierto múltiples cortes profundos en sus extremidades.

—Algo anda mal —musita.

Temiendo que pudiera perder la función definitiva de su mano llamó a la enfermera. 

La respuesta fue breve; perdió la movilidad de su mano de manera temporal, esta puede regresar en un par de días o incluso meses. Podría traer consecuencias, algo como la actividad indeseada de esta o temblores repentinos, dificultad para sostener algunas cosas. La rehabilitación ayudaría.

Daniel aún no lo sabía, pero era algo que le diría su familia.

En el séptimo día, las cosas estuvieron mucho mejor, fue cuando decidieron contarle a Daniel de la situación. Hablaba poco y solo con ciertas personas, decía un par de palabras y los corría a todos con la mirada.

Todo el tiempo se encontraba durmiendo o solo pensando en todo y nada. Por las noches se quedaba Oliver en su habitación, cuidándolo, era al único que le permitía quedarse a dormir con él, pase a qué podían entrar dos personas más, se aferró a que solo él se quedara.

Oliver continuaba sin poder descansar por las noches, tenía pesadillas, esas que le recordaban lo que vio en el desafortunado día que su hermano decidió poner fin a su vida.

Aunque estaba un poco más tranquilo al saber que Daniel estaba fuera de peligro, el recuerdo de él desmayado, al borde de la muerte y con toda la sangre escurriendo, lo perseguía.

En ese mismo día se les cuestionó si tenían una idea de quién era el posible culpable de la agresión sexual hacia el menor.

—¡¿Qué carajos está diciendo, Eliza?! —John señala al Doctor.

—Yo... olvidé mencionártelo. Lo siento.

Era una vil mentira.

Todo ese tiempo llevaba repasando una y otra vez lo que le hicieron a su hijo.

—Como puedes olvidar decirme algo como esto. Es tan... —lleva una mano a su frente, desconsolado.

—John.

—Ya no digas más —su brazo se interpone entre la mujer arrepentida que pretendía acercarse—. Has sido una madre terrible —da un largo respiro tembloroso—. Lo lamento tanto por Daniel, él no merece nada de lo que está pasando.

—Perdón —solloza, limpiando el rastro de lágrimas en sus mejillas enrojecidas.

Fueron las únicas palabras coherentes que salieron de su boca.

—Estoy tan decepcionado de ti. Cuando creí que ya no podías lastimarme más, le haces esto a nuestros hijos.

Oliver, quien se encontraba detrás de la conversación, solo se replanteaba si alguno de los dos adultos se preocupaba genuinamente por Daniel. Si todo lo que decían era aunque sea un poco cierto, si de verdad les importaba su hijo o solo fingían para culpar al otro de sus propios errores.

Eliza no era la mejor, pero había estado ahí desde el primer momento, desde que recibió la llamada de Oliver llorando por su hermano. Se podrían decir tantas cosas malas de ella, que sin duda eran más que las buenas.

Por otro lado; John, él nunca estuvo en sus vidas, un poco hipócrita de su parte que en ese momento se mostrara tan afectado. Reafirmaba más la teoría de Oliver; solo aparentaban por orgullo.

Sin duda era algo que le hacía doler la cabeza, por ello estar con su hermano le distraía un poco del desastre de familia que eran.

—¿Te gusta?

—Bonito.

—¿Y este? A mí me gusta más este.

Le muestra un par de peluches pequeños hechos de crochet, estos los compró a una señora en la sala de espera, ella estaba tejiendo, era mamá de un niño con cáncer y parecía necesitar dinero. Se le hicieron lindas y quería ayudar a la mujer, así que compro un par y le regalo algo de efectivo extra.

—Compre esté pensando en ti —era un pequeño cuervo, suave y tierno. El otro era un león—. Se parece a ti, ¿no lo crees?

El menor asiente sin más. Lo cual hace suspirar a Oliver, no podía sacar más de tres palabras de su boca, con esfuerzo y respondía. Le deprimía verlo en ese estado deplorable y descuidado.

—Este es tuyo —lo arrastra hasta su mano izquierda, la única con movilidad.

—Gracias.

El chico observa el objeto, lo acaricia un poco y lo deja en la mesita de compañía, donde se encontraban todos los regalos que fueron dejas con anterioridad.

—¿Quieres salir al jardín?

—No tengo ánimos. Me duele la cabeza.

Había olvidado que su hermano solo hablaba para negar todo lo que le proponían.

—Necesitas salir, el sol es bueno. Si sigues así pronto serás cristalino —le sonríe sin amos. Daniel no parecía muy interesado en lo que decía.

Quería que su hermano avanzara, saliera de esas cuatro paredes, que se familiarizara con su entorno y que encontrara motivación, que tal vez cuando menos lo piense, Daniel se sintiera vivo.

El joven se recuesta con lentitud, parpadea con pesadez, como si tuviese sueño, aunque realmente la mayor parte del día se la pasaba dormido o sedado.

—¿Comiste? —Oliver nuevamente se motiva para sacar algo de conversación.

—Sí.

—¿Qué comiste?

—Sopa, lo de todos los días -dice con desdén-. Ah... y gelatina de limón.

—Al menos variaron en sabor.

Siempre era la misma sopa de vegetales, insípida y fría, con una gelatina de cereza de postre, parecía que solo les administraban de ese sabor. Que por si fuera poco, sabía horrible, una cucharada de medicina sabía mejor.

Era consciente de que si estuviera en Daniel decidir, no comería nada por días. Sin embargo, cada vez que comía un par de enfermeras lo vigilaban hasta que ingiriera lo suficiente.

—Oye, tengo una idea —se emociona con una amplia sonrisa—. ¿Qué te parece si te traigo algo de comer? Algo decente de la cafetería. ¿Qué opinas? —propone con entusiasmo.

—No te lo permiten. Y si te miran te van a matar.

—Por eso no te preocupes. Puedo hacerlo —hace una seña despreocupada con la mano.

—¿Qué te parece si lo haces mañana? Ahora no tengo hambre —balbucea.

Al ver la mirada perdía y desanimada de Daniel su corazón se estruja, no sabía que más hacer para levantarle el ánimo. Las palabras no eran suficientes, tampoco los regalos, mucho menos las promesas.

—Te quiero —le da un codazo inofensivo—. Eres el mejor hermano del mundo.

Siempre se le dificultó demostrar cariño y aún más a su hermano, era como desarmarse y dejar todo lo que le hacía sentir fuerte de lado.

Las palabras de Oliver le tomaron de sorpresa. Se encogió y rio un poco.

—Y tú eres un tonto —sonríe vagamente—. Qué pena ajena —continuó la risita.

Sin pensarlo, eso animó a Oliver. Revivió las esperanzas.

—Podría hacerte una carta del mejor hermano. A puesto a que te conmovería.

—No, gracias.

—¿Recuerdas cuando en primaria nos obligaron a hacer una carta de san Valentín? Y nosotros las hicimos mutuamente.

—Sí, lo recuerdo —lleva una mano a su boca, riendo—. Gracias a esa maldita carta descubrí como veinte insultos nuevos, algunos muy extraños.

—Era muy creativo, que te puedo decir —se elogia.

—Y luego Eliza la vio y te castigo todo un mes.

—Y eso que no vio la tuya. ¿Dibujos obscenos?

—Era mi único método de defensa. No sabía escribir -hace una pausa-. ¿A qué edad aprendí? No recuerdo

—Aprendiste como a los nueve.

—Incluso en eso era retrasado

Al notar su autosabotaje, Oliver no dudó en sonreírle y destacar otra de sus cualidades.

—Eras el más inteligente de toda la clase. Y dibujabas increíble.

—Era muy feliz.

—Aún puedes serlo.

Por primera vez sus ojos conectaron, casi contagiando la agonía de Daniel en Oliver, era un mar de tristeza y sufrimiento.

—No lo creo.

—Dani...

El menor ríe un poco, contrae la respiración, y sin querer deja salir un sollozo ahogado. Oculta su rostro entre la almohada.

No quería debilitarse y preocupar aún más a Oliver, pero cuando esté posó su mano con delicadeza en su hombro no hubo manera de contenerse.

—Lo siento —moquea y lloriquea. Limpia las lágrimas de inmediato.

—Ven aquí —se recuesta a un lado de él y lo acoge entre sus brazos al instante.

—Estoy muy cansado —era un río de lágrimas, casi ahogándose en ellas.

—No llores, por favor... No sé que hacer cuando lloras —este solo pudo aferrarse con todas sus fuerzas al débil cuerpo. Temblaba y tenía espasmos repetitivos.

—No cumplí la promesa —solloza más fuerte en su pecho.

—Eso no importa, lo importante es que estás bien, estás aquí conmigo.

—Odio sentirme así, Oliver. Es tan agotador, pensé que si moría todo mi dolor iba a desaparecer —hi-pea ansioso—. Ahora veo que fue tonto y cobarde de mi parte.

—Claro que no, has sido muy fuerte —barre sus lágrimas con él pulgar—. Estoy tan orgulloso de ti, de cómo a pesar de todo continuas adelante. Siempre te he admirado, Daniel.

—No es cierto. Todo el tiempo huía de los problemas porque me aterraba, las personas me aterraban. 

—Porque todos tenemos un límite, Daniel. Solo buscabas comprensión, a alguien que estuviera contigo guiándote y escuchando todo lo que tenías para decir —apoya su mentón en la cabeza del menor—. Y lo siento tanto por eso, por no ser el hermano que necesitabas.

Dejaron pasar el tiempo entre lamentos, hasta que uno de los dos habló.

—Yo también me disculpo, no quería asustarte de esa forma —Daniel se aferra a la camisa del mayor—. No pensé en las consecuencias.

Refiriéndose al momento en que lo encontró en el suelo inconsciente.

—Me alegra haber llegado a tiempo.

Daniel guarda silencio.

—Yo... intentaré mejorar, poco a poco. Sé que puedo hacerlo.

—Estoy seguro. Estaré contigo para lo que necesites, si quieres hablar con alguien, estoy yo.

Después de ese episodio todo fue calma. Tranquilidad por primera vez después de mucho. Ambos se encontraban viendo a un punto fijo en el techo, hasta que Daniel rompió el silencio.

—Supe que Taylor y Sandro vinieron.

—¿Quién te lo dijo?

—Eliza.

Apenas escuchó el nombre, empuñó sus manos.

—Pues sí, vinieron los primeros días. Cuando aún no despertabas.

—¿Qué hacía Taylor aquí?

—Quería hablar contigo, pero la corrí. Fue muy insensible de su parte.

—¿Qué crees que quería decirme?

—No lo sé —continúa el abrazo.

Sí, lo sabía perfectamente. Todo lo relacionado con Alex también tenía que ver con ella. Cosas que Daniel aún no sabía, y no era capaz de decirle, esas eran las respuestas.

Estaba mejor sin saberlo.

Daniel: un mes después.

El control médico era primordial después de salir del hospital. Me realizaban análisis de absolutamente todo, al final del día terminaba con tantos pinchazos como medicamentos.

Pesaba 42 kilos.

Me dirijo a Oliver después de ver el resultado en la báscula. Este solo reflejaba dolor y mucho pesar.

Se obligó a sonreírme. Con esfuerzo y mucha aflicción devolví la acción.

Eliza seguía conversando con el doctor, parecía verdaderamente preocupada, aunque aún no confiaba del todo en ella, si podía confiarle mis pastillas.

Caí en una enorme depresión, era un bucle infinito del cual no creía poder escapar esta vez.

Los días eran eterno, pero pasaban más rápido cuando me sedaban con un par de pastillas, las cuales me administraban con mucho cuidado.

En unas semanas comenzaba la rehabilitación con ayuda de algún sicólogo. Por ahora lo primordial era mejorar el estado de mi salud física. En especial la movilidad de mi mano.
No podía hacer nada, pues no era tan hábil usando la mano izquierda.

Lo que más me preocupaba era la pintura, todo el tiempo me preguntaba si iba a poder pintar de nuevo. Era uno de los tantos motivos que me quitaban el sueño por las noches.

Tantas cosas cambiaron, era algo completamente nuevo, no me sentía yo.

Una parte de mí había muerto.

Empezaron por confiscar cualquier objeto filoso o que presentara peligro para mí, entre ellos cuchillos y medicamentos.

Yo era una amenaza.

Mientras rebuscaban en mi habitación como auténticos locos, yo solo observaba devastado el grado al que había llegado.

—Guarda esto —Eliza saca un par de tijeras y algunos sacapuntas de mi escritorio. Cuando decía que era extremista no mentía.

Oliver los lanza en una bolsa negra, papá inspeccionaba el baño, en busca de algo más peligroso que una navaja, vacío los cajones, sacando un par de frascos con pastillas para dolores regulares. Entre ellas iba una muy específica; Vortioxetina. Mi perdición.

—¿Qué es esto? —sale del baño a la vez que menea el frasco con unas pocas píldoras restantes. Él sabía perfectamente lo que era.

Lo miro despreocupado, ya habían visto lo peor de mí, que encontraran eso no me preocupaba en absoluto.

—Dame eso —Eliza se las arrebata para inspeccionar—. Son las pastillas que le recetaron a Daniel la primera vez que fue al sicólogo.

—Eso fue hace mucho —Oliver aporta unas vagas palabras, consternado. Esos últimos días hablaba poco, o casi nada. Sumándole que Isabella lo terminó.

El también se encontraba mal.

—¿Daniel? —los tres voltean a verme, esperando una respuesta congruente.

Suspiro profundamente cansado.

—Yo...

Estaba muerto. Irónicamente.

—Es que yo, tomaba esas pastillas, incluso después del tratamiento, lo seguí haciendo. Perdón.

—Por eso es que debe de ir a rehabilitación lo antes posible —Eliza me apunta. Se lleva ambas manos a la cadera. Notaba un atisbo de frustración y decepción.

—¿Cómo es que no te diste cuenta? —mi padre acusa a la mujer indignada.

—Porque tengo una vida ocupa, John, no puedo estar al pendiente de todo.

—Lo que faltaba. ¡Esa es tu excusa para todo!

—Disculpa por ser una mujer que sale adelante con dos hijos. Sola.

La pelea iba de un lado al otro, sin fin. Oliver se veía tan cansado como yo.

—Dani... -tocan la puerta. De esta se asoma una joven mujer rubia. Había interrumpido la disputa.

—¿Qué sucede, Roxan? —cuestiona Eliza de mala gana. A lo que papá procede a fulminarla.

—¿Dani, puedes venir conmigo?

—Ah, si —la sigo un poco confundido.

Salimos al pasillo, donde se podía respirar un ambiente pacifico, sin reclamos o gritos.

—¿Cómo estás, cariño? —pregunta con una voz dulce y muy suave.

—Bien, he mejorado —sonreí para disminuir su preocupación.

—Lo puedo notar, te ves mucho mejor.

Estaba metiendo.

Ante sus ojos yo moría con lentitud. Solo le daba lastima.

—Gracias.

—Daniel, tú sabes que si no te sientes cómodo en esta casa, puedes venir con nosotros, ¿cierto? Sin ningún problema, cariño —me toma de ambas manos, eran tan cálidas y suaves—. Estaríamos encantados de que vinieras con nosotros.

—Eliza no lo permitiría. Ella siempre odió la idea de irme a vivir con papá.

—Tu padre hablará con ella. Solo tienes que decirme si estás de acuerdo.

—¿Y Oliver? Yo no me puedo ir sin él.

—Él también vendrá, cariño. Está contemplado.

—Yo... creo que eso estaría bien. Si Eliza lo permite.

—Eso es increíble —dirige su mano a mi mejilla con cautela, la acaricia y me sonríe dulcemente.

🌈

Había estado llorando tanto, que mis ojos enrojecieron y se lincharon de forma asquerosa. En las noches entraba en una especie de parálisis aterradora, me privaba del movimiento.

—Oliver —entre abro la puerta, precavido. Asomo mi cabeza por la fina ranura

—¿Qué sucede? —se levanta preocupado.

—¿Puedo dormir contigo? Solo por esta noche.

Decía lo mismo todas las noches.

El miedo predominaba en mi cuerpo, el miedo de cometer una locura después de saber de lo que soy capaz, era una sensación nauseabunda. Temía recaer y no tener autocontrol, en un impulso hacer lo impensable.

—Claro, ven aquí —abre su sabana y me hace un hueco. Corrí a la cama—, ¿de nuevo tuviste una pesadilla?

Negué con la cabeza.

—¿Entonces?

—Tengo miedo — susurré.

—¿De qué?

—De tener un episodio.

Guarde silencio, había algo más:

—Y en un impulso hacerlo. De que nadie pueda salvarme esta vez.

Temo de mí mismo.

—No digas esas cosas, no pienses en eso. Por favor —fuerza su agarre en la sábana, desconsolado— si tú lo haces de nuevo, yo no tengo idea de lo que sería capaz...

Apoye mi frente en su hombro.

El pecho me dolía, incluso podía sentir como el corazón se me rompía lentamente, cada arteria crujía y dejaba de bombear sangre. Esto se reflejó en mis ojos llorosos y un sutil sollozo que iba cargado de miles de sentimientos encontrados.

Menee la cabeza tratando de eliminar las ideas más oscuras que me atacaban sin aviso.

—No puedo prometerte nada, pero sin dudar sé que cuando sienta la necesidad de hacerlo acudiré a ti de inmediato.

—Quiero que mejores, que vuelvas a ser el mismo de antes. Que no le tengas miedo a nada ni nadie —dice con un nudo en la garganta—. Y si alguien se atreve a hacerte algo promete que me lo dirás de inmediato, ¿entiendes?

—Sí, no te preocupes.

Era hora de dormir para evitar hablar del tema.

Había creado un ritual para lastimarme en partes inimaginables, lo hacía sin pensar, la mayor parte del tiempo lo hacía en la ducha.

Era un secreto, hasta hace unas semanas. Una horrible manía que de verdad me hacía sufrir.

Sumándole lo mal que me dejó Andrew, era la muerte.

El doctor les había revelado a todos que fue una violación. Ellos no me preguntaron nada, solo Oliver, en repetidas ocaciones.

Me hizo jurar que si en algún momento alguien me hacía algo que yo no quisiera se lo dijera, el se iba a encargar. Y si decidía darle el nombre de la persona que lo había hecho, no lo dudara, el me iba a cuidar.

Pero yo aún no caía en cuenta. Solo quería pretender que fue una pesadilla. Eso ya no importaba.

Realmente solo fingiría que nada pasó.

A la mañana siguiente una luz penetrante invadió mi sueño, me removí entre las sábanas y abrí los ojos poco a poco, ensoñado los frote.

En cuanto recobre el sentido agradecí estar en casa y no en un hospital. Como ya era costumbre; salí de la habitación de mi hermano para dirigirme a la mía y vestirme adecuadamente.

Forzosamente, tenía que bajar a desayunar, papá decía que al menos tenía que comer una fruta, y eso había estado haciendo, solo comer fruta. El medicamento me caía mal y la mayor parte del tiempo me hacía sentir nauseabundo, por lo tanto, la comida se convirtió en un enemigo más.

En todo ese lapso de tiempo había bajado un aproximado de 9 kilos. Odiaba la apariencia de mi cuerpo, ni siquiera era capaz de verme al espejo, solo lo hice una vez desde que llegue del hospital, después mi padre los retiró como medida de precaución.

Me propuse bajar, al menos para ver qué sorpresa me esperaba, tenía curiosidad por saber que había preparado de desayuno Oliver.

Al oír la voz de Eliza y papá estando solos, me detuve. Oliver no estaba con ellos. Me pareció extraño.

Entre más me acercaba intensificaban sus palabras. No podía moverme o me verían, no quería interrumpir algo que se tornó importante. Se escuchaba como si estuvieran discutiendo.

—Él sé va a ira conmigo Elizabeth, quieras o no. Él me necesita.

—John...

—Sabes que la última vez no puede venir porque. Roxy acababa de tener a mi hijo y estaba muy grave —suelta todo—. Y según tengo entendido, jamás se lo hiciste saber a Daniel.

Eliza lo ignora por completo.

—¿Cuánto tiempo? Solo dime, sin rodeos.

—El necesario, hasta que recupere un poco de estabilidad y sienta que puede confiar nuevamente en sus padres.

—Yo jamás quise ser esa horrible bruja de la que tuvieran miedo, es solo que...

—Las circunstancias te llevaron a serlo —completa, sabiendo a la perfección el monólogo de la mujer—. Eres cruel y despiadada, por eso te ganaste su miedo y no su amor. Vamos Eliza, ya ríndete, jamás fuiste una buena madre, ni siquiera un intento.

—¿Ya estás feliz? Lograste lo que querías.

—¿Por qué lo estaría? —con el ceño fruncido va tras de Eliza—. Daniel se encuentra mal, peor que nunca, sería incapaz de sentirme feliz al ver a mi hijo en tal estado. Me duele, algo que probablemente tú no entiendas.

—Lo sé... —recarga su peso en la barra que restringía el alcohol.

—Es bueno que lo admitas —papá se planta al lado de ella— Ahora solo deja que ambos vengan conmigo, les puedo dar educación y mucho amor. Oliver puede entrar a la universidad que tanto quería. Y Daniel... tengo tantos planes maravillosos para él —suspira después de decir lo último.

Y por primera vez desde que salí del hospital puedo ver nuevamente su cara, las lágrimas recorrer sus mejillas, llegando a la barbilla. Los sollozos inundaron la habitación.

Ella estaba llorando, jamás la había visto así de mal. Derrotada. 

—Hazlo...  —Apenas y logró formular una sola palabra. Trago todo el pesar y respiro profundo.

—Esta misma noche salimos —informó papá.

Fue inevitable que una sonrisa se formara en mi rostro.

—No tengo nada más que decir. Ellos estarán a salvo contigo —confiesa con plenitud—. Yo aún no he terminado lo que comencé.

—No te metas en más problemas.

—Es algo que beneficia a Daniel. Pero perjudica a mi Oliver.

—¿Tiene algo que ver con ese hombre?

El silencio lo dijo todo. Hizo que me preocupara.

—Ya sabes de lo que hablo.

La mirada de papá lo confirmaba.

—¿Ellos no lo saben?

—¿Cómo se los digo?

—Que Oliver no es...

—Cállate.

—Sabes perfectamente que es hijo de ese bastardo sin corazón. Y es injusto que aún no lo sepan.

— Lo haré, ¿bien? Pero aún no, tengo cosas por hacer.

—A Oliver no le importará mucho. Él jamás sintió afecto por mí, será algo indoloro para él —se lleva la mano al pecho, consternado—. Pero Daniel... con lo de Alex, me preocupa como lo tome.

—Ambos son importantes. Tenemos que contemplar a los dos.

—Como sea —se cruza de brazos—. ¿Entonces cuando? No los verás en un tiempo

—Después... es muy apresurado. Teniendo en cuenta la condición de Daniel.

—Espero que lo hagas, o lo haré yo. Y no pienso guardarme nada.

—Lo prometo.

El silencio fue intervenido por un par de voces escandalosas:

—¡Ya llegamos! —anuncian, los que parecían ser Oliver, Roxy y los gemelos. Todos cargaban al menos una bolsa de supermercado.

Tan rápido como pude, subí las escaleras y me encerré en la habitación.

No asimilaba lo que acaba de pasar.
No entendía a lo que se referían.

Pero Oliver... ¿No era hijo de papá?

Si mencionaron a Matthew es porque él es... No.

Eso no era posible. De ser así entonces Alex, ¿qué hay de él?

Estiro mi cabello, ansioso. Buscaba respuestas que no encontraría por mi cuenta. Tenía que decirle a Oliver.

Pero, ¿y si se enfada conmigo?

Tal vez escuche mal.

—¿Daniel? ¿Estás ahí? —tocan a mi puerta con persistencia. Era Oliver—. ¿Por qué cierras con seguro?

De inmediato la abrí al notar un ápice de preocupación en su voz.

—¿Está todo bien?

—Sí — disimulé con una sonrisa.

—No cierres con seguro, ¿bien?

—No lo volveré a hacer.

—Ven a desayunar, compramos wafles —me incentiva con la mano para que pase primero.

—No te gustan los wafles —lo miro sospechoso.

—Pero a ti sí. Es lo que importa.

Últimamente, hacía todo por mí, sin importar lo que él quisiera. Y eso comenzaba a ser molestó. Me trataban como si fuera alguien incapaz, inútil y débil.

—Gracias por todo —era lo único que podía decir. Y no creía que fuera suficiente.

Decidí que dejaría el tema del papá de Oliver para cuando estuviéramos en Brooklyn. Y después de ver a papá tan animado con él lo dudé aún más.

Yo tenía que decírselo. No podía vivir en la mentira, sabía lo que se sentía y era algo horrible.

En cuanto papá dijo esas palabras:

—Daniel, Oliver. Vendrán a vivir con nosotros un tiempo.

Pude ver que Oliver no dudó o se negó. Supuse que se habían reconciliado. 

🌈

—¿Qué me llevo? —la felicidad invadió mi cuerpo. Hizo que moviera los pies de un lado a otro sin control por toda la habitación. Anduve, escaneando todo lo que posiblemente era esencial.

Una risa llamativa me saca del trance. Había olvidado que Oliver aún estaba presente.

—Todo lo que vayas a necesitar. Él nos dará lo que necesitemos, ¿no lo escuchaste?

—Es cierto. Pero no hay que aprovecharnos, o nos correrá —divago, la paranoia se apoderó de mí— ¿Y qué haremos si nos corre?

—Eso no pasará, o al menos no a ti.

—Sabes que a los dos nos quiere por igual.

—Sabes que no, siempre tuvo preferencia hacia ti.

—Y Eliza por ti, no lo niegues. Es algo evidente.

—No lo negaré, aún me parece algo desagradable. Odiaba cuando nos compraba... Mejor no hablemos de eso —se dio cuanta de lo que estaba tratando de revivir, una de mis heridas más grandes.

—Está bien — continué con lo mío. Ordene mis pinturas y lienzos.

—¿Cómo te has sentido con el medicamento?

—Mejor de lo que esperaba. Más normal, no tan muerto.

—¿Cambiaste tus vendajes?

—Sí. Es frustrante que aún no pueda mover la mano por completo.

Solo podía girarla y mover unos cuantos dedos por un tiempo escaso.

—¿Cómo le haré cuando quiera pintar?

—tendrás que ir a los masajes que recomendó el doctor.

—Tengo demasiadas cosas a las que ir. Sicólogo, rehabilitación, citas médicas, pláticas.

—Es por tu bien, cada cosa te ayudará.

—Lo sé, y lo agradezco infinitamente. En especial a ti.

—Ya me lo has dicho tantas veces —alardea sin parar.

—Nunca es suficiente, Oliver. Sin ti no estaría vivo.

—Daniel, no digas eso. Ya no hay que revivirlo —muestra una leve sonrisa a medias—. Estamos emocionados por algo más, ¿recuerdas?

—Tienes razón, continuemos. Llevaré el ciervo que me diste. ¿Aún tienes el león?

—Sí.

🌈

—No olvides darle está a las ocho y estas apenas se despierte. Pon alarmas —Eliza le indica a papá con una receta en la mano—. Acondicionarás una habitación especial para él, ¿cierto? Evita que esté cerca de objetos peligrosos, o algo con lo que pueda herirse. Corta sus uñas...

—Eliza, todo estará bien. Sé cómo hacerlo, el doctor nos dio las indicaciones a ambos —papá se alejó un poco, en camino a nosotros.

—John, no olvides llevarlo al sicólogo, y la terapia de rehabilitación —musita para que yo no escuchara. Cosa que no funcionó, pues lo hice.

Y sin querer escuchar más de como ambos se sobre preocupaban por mí, camine un poco, buscando aire puro.

Admire por última vez lo que alguna vez fue mi hogar, todas las maravillas que me rodeaban, una casa tan enorme que la mayor parte del tiempo se sintió vacía y deprimente.

Era curioso, como fue que todo terminó así. Me lamentaba muchas cosas, como mis cicatrices. Sabía que ahora eran parte de mí, y tendría que aprender a vivir con ellas. Mis brazos estaban pintados de ellas, desde el comienzo hasta el final. Aún no les daba un significado, pero pronto lo haría.

Cuando encontrara el motivo de mi vida, encontraría el significado de mis heridas.

Me dispuse a volver, ya que no vi a nadie afuera.

Comenzaba a hacer frío y yo solo llevaba una sudadera que le robe a Oliver y era muy delgada.

Cuáles eran las probabilidades de que lo inevitable sucediera:

—Daniel...

Esa voz me hizo voltear de inmediato.

Taylor.

—Tranquilo, no te haré nada. Vengo en son de paz.

—¿Qué es lo que quieres?

—Me alegra verte mejor —sonríe vagamente—. Esto es para ti —la chica extiende un papel, o más bien; Una carta—. Léela cuando estés solo, de preferencia que Oliver no se entere.

—¿Qué es esto? —no tenía remitente.

—Una carta.

—Ya lo sé. ¿Pero de quién es?

—Cuando la leas lo sabrás —da un par de pasos hacia atrás. Me dedica una sonrisa fugaz—. Ten un buen viaje.

Aunque quisiera fingir que no lo sabía, en el fondo lo hacía. Y era inevitable que mi corazón no se acelerará con un loco.

El simple hecho de escuchar su nombre me brindaba tanta tranquilidad y plenitud. No me imaginaba con una carta, la cual ansiaba por leer.

Lo odiaba, pero también lo amaba. Eran más cosas buenas que malas.

Una disputa.

—¡Daniel, es hora de irnos! —Roxy me llama con emoción. Ya habían entrado al auto.

Era momento de enterrar el pasado.

















Les presumo este hermoso dibujito hecho por una lector/a. 🌷💗

Twitter (x): ErikaAzama85847.




Nota:

🖤 ¿Qué les pareció?

💌 ¿Qué les esta pareciendo la historia hasta el momento?

🌷 ¿Qué se esperan para el siguiente?

🍿 En mi opinión el próximo capítulo está un poco más relajado y divertido. En si los capítulos de Alex no son tan dramáticos.

💿 En mis historias destacadas de ig subí un pequeño GRAN spoiler.

IG: Noxi_end

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Nos leemos luego, tqm. 🌻
Gracias por leerme. 👋🏻

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