𝙋𝙧𝙤𝙡𝙤𝙜𝙪𝙚

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

     Para el lugar donde vivían y para la clase de entes que eran, el desorden era inaceptable. Sería absurdo siquiera considerar que mover un objeto de un lugar a otro podría costarles tanto esfuerzo como tiempo, no el suficiente al menos para abstenerse de hacer aquella simple tarea. Pero era evidente a pesar de que tenía un espacio increíblemente amplio solo para él, con todas las plantas frutales que deseaba, flores de colores aún desconocidos para los seres mortales y demás ornamentos que a la deidad menor se le antojara traer de cualquiera de sus dominios, aún tenía el descaro de no mover un dedo por intentar ocultar su naturaleza floja, seguramente ni le importaba verse como un holgazán frente a los demás. No, incluso el título le quedaba corto.

Caminó mirando con disgusto cada pequeña porción de suelo bajo sus pies, para luego hacer lo mismo con los adornos que ya nada de bonito tenían, frente a él, en todo el inmenso espacio que se estaba aventurado a visitar después de lo que había parecido una eternidad. ¿Qué su hermano menor no podía mantener su templo aunque fuera un poco más... habitable?

Resopló cuando divisó una cabeza con cabellos de oro pasando entre las ramas desde el fondo del sitio gélido. Otro detalle que tendría que reclamarle, por más de que fuera incapaz de sentir frío, si no hubiera venido a visitarlo por una razón más seria y con una importancia mil veces mayor.

Le dio otra repasada al lugar mientras esperaba que su igual le alcanzara, no era necesario el saludo. Debía estar ya muy consciente de su presencia. ¡Y aún así no lo estaba recibiendo como se debía! Bufó, ya no importaba, tenía que seguir convenciéndose de que eso no era lo crucial allí. Por algo no se veían tan seguido, era obvio que ya debía estar al tanto de que el motivo era lo suficientemente grande como para haberlo mandado allí.

Fue directo al grano, pero aquello no pareció gustarle a la deidad más joven, dado que en pocos minutos ya lo estaba echando de su hogar.

—En cuestión, ¿qué debería hacer con él? Es lo único que te he preguntado, hermano —insistió, rehusándose a desaparecer de su vista.

El otro seguía caminando sin mirar atrás de vuelta a sus habitaciones fuera de la presencia del visitante, sonreía con autosuficiencia sin detenerse a pensar por mucho tiempo en una solución mientras dejaba de fingir que se había molestado.

Todos parecían tan preocupados por su hermano en la Tierra, ¿por qué? Tenía que estar feliz si no estaba atado con tareas ni responsabilidades de ningún tipo. Había nacido para disfrutar. Todo estaba perfectamente bien, ¿cuál era el problema? ¿Qué les atormentaba tanto?

Pasó una mano sobre sus cabellos dorados con fastidio. Ya quisiera ser él quien se quedara en un planeta simple y bonito, con el poder de cumplir cualquiera de sus caprichos como seguramente a estas alturas hacía el pequeño y joven Seokjin. Si se había dejado ver probablemente hasta ya era idolatrado, ¡qué divertido!

Sin excepción todos y cada uno de sus hermanos rogaría a los otros por esa clase de vida, ¿y ahora venían a decir que querían hacer algo al respecto? Era hasta cruel la idea. ¿Cómo sacar al primor de su paraíso personal?

Eso era un rotundo no.

—Él está bien, ha pasado una eternidad. —Y estaba aquel punto también—. ¿Por qué te preocuparías ahora?

El primero volteó encolerizado, sin poder creer que la otra presencia había sonado tan poco interesada en el asunto. Pero no podía esperar más, siempre tenían que ser egoístas o demasiado relajados respecto a cualquier responsabilidad que se les presentara, como la última vez que tuvo que lidiar con la pelea de los menores él solo aún si no era su deber. A pesar de todo siempre tenía tiempo de ver a cada uno y preocuparse por su bienestar, ¿nadie más podía ser así?

Todos habían puesto a Seokjin allí por su propia seguridad, por su propio bien. Allí, inocente para siempre, volando por donde quisiera haciendo lo que deseara como el ser perfecto lleno de brillo y luz que fue desde el primer instante.

El más perfecto entre las deidades, el más hermoso, el más blando. Con una existencia sublime de por sí.

Recordaba a la perfección el momento de su nacimiento, venido de una estrella como todos, ignorando el pequeño detalle de que no era como todos. Tenía un encanto propio casi hechizante. ¿Cómo permitir que se encargara de algo en el infinito universo? ¿Cómo permitir que hiciera otra cosa que no fuera simplemente existir para gozar y ya?

Era delicado como una flor en el invierno, pero aún así se las arreglaba para permanecer llenando cada mísero punto en el espacio con su fulgor y vitalidad, y eso nada más siendo un pequeño recién llegado. No tenían idea de lo que le esperaría en el futuro, y era demasiado relevante tratar ese tema puesto que podían considerar como futuro, la eternidad misma.

En aquel primer momento, tuvieron que tomar una decisión que para mal o para bien, orientaría el rumbo del ser único que había caído en sus manos.

Para el campo en el que se desempeñaban, ninguna de las deidades estaba estrictamente posicionada en un solo lado del bien o del mal, era más, aquellos opuestos no los percibían siquiera como algo que no fuera más allá de lo irrelevante y abstracto en demasía. No les interesaba, así que no podían tener un juicio desarrollado al respecto. No podían tener conocimientos previos de algo por lo que nunca tuvieron que preocuparse. Sus responsabilidades en el universo iban mucho más allá.

Tal vez por eso no fue de extrañarse que el lugar donde fue a parar Seokjin, fue escogido sin un criterio que fuera más allá de lo práctico. Y eso que el infinito amor que todos sintieron por él desde el inicio, permitió que al menos se esforzaran una pizca por ser diligentes.

El mejor sitio para colocar a Seokjin fue un planeta sin nada importante en su interior, completamente inofensivo aunque nada pudiera hacerle daño a su pequeño exactamente, pero todos querían protegerlo. Todos estuvieron de acuerdo en que los humanos jamás llegarían a hacerle daño a su Seokjin, le servirían de distracción aunque él no lo supiera nunca. Podría hacer lo que le viniera en gana.

Sus hermanos solo buscaban que Jin viviera en paz para siempre, feliz y cómodo. Ser consciente de la realidad atraería riesgos que si bien era cierto, sería de sobra capaz de enfrentar, no era lo que deseaban para él. Tratándose de entes tan maravillosas y encadenadas por sus mismos poderes a cuidar de otras, veían una vida vacía como lo más exquisito.

Así que dirigieron el rumbo del pequeño a su manera. Aún si aquello implicaba que viviera con los ojos vendados, perdido, sin conocer el porqué de nada.

Pero ya había pasado mucho tiempo, alguno de ellos se terminó dando cuenta del terrible daño que le habían hecho al perfecto rayo de luz que era Seokjin, los había encantado y no había permitido que pensaran correctamente. Si lo hubieran hecho, habrían entendido que no estaban mandando a la deidad a gobernar su propio paraíso sin tener que cuidar de nadie para vivir en paz.

Lo habían mandado a un mundo que se regía solo, para que viviera de corrido, sin goce ni disfrute. Paralelo a una realidad donde nadie lo vería, nadie le haría daño pero a la vez, nadie lo haría feliz.

Miserable, tanto como podría ser cualquiera de ellos, aunque se quejaran demasiado de sus ocupaciones, si no tuvieran un propósito o algo en lo que mantenerse ocupados en el orden de no perder la cabeza.

—Él no necesita que alguien le traiga felicidad, es un...

—Está triste —bufó el otro, harto ya de la terquedad del menor—. Solo existe. No hace nada, no vive.

Se miraron por varios segundos, perdiéndose en el otro. Uno con burla y otro con seriedad, estaba dispuesto a mover lo que hiciera falta para ayudar al pequeño Seokjin. Aún si el orden en el que se habían regido llegaba a perderse. Verían la forma de arreglarlo. Incluso si esa pequeña modificación no llegaba a alcanzar sus propias vidas, estaría satisfecho cada que se le ocurriera ver a Seokjin y notara que recuperaba el resplandor característico con el que había nacido.

Pero aquella burbuja donde se encontraba soñando con una existencia mejor para su pequeño hermano, explotó tan pronto como la otra divinidad se le ocurrió volver a hablar después de haberse quedado pensativa por un buen rato.

—¿No era para eso que lo pusimos ahí?

—¡No!

Salían chispas de furia de sus ojos, sus manos temblaban y estaba a nada de ir él mismo a recoger a Jin y traerlo de vuelta a donde pertenecía, tomando cualquier riesgo. Comenzaba a levantar una suave brisa a su alrededor, sus ropas se alzaban mientras las telas y plantas de la sala se sacudían también.

El otro sabía lo que su mayor estaba pensando. Suspiró cansado. No sería ninguna solución, Jin volvería aturdido, no podría hacer nada, no después de tanto tiempo viviendo aislado en otra realidad completamente distinta, una realidad tan simple que parecía de juego.

Se rascó la cabellera dorada estropeando todo lo que su anterior movimiento había puesto en orden. No le importó demasiado aún si normalmente era vanidoso, pues era más satisfactorio tener una disputa de ese tipo con su hermano mayor. Por fin algo interesante.

Oh. Si estaba buscando algo divertido para hacer, entonces solo podría encargarse él mismo del problema con Seokjin. Era justo y beneficiaba a todos, en caso de que los demás estuvieran al tanto de lo que venía ocurriendo en los últimos años humanos, por supuesto. Vamos, no era completamente ajeno a la vida de Seokjin, su chispa era tan sublime que muchas veces se encontraba espiándolo por más de que este solo se dedicara a dejarse tirar por el viento de su planeta de un sitio a otro.

Sí, no era tan genial como lo era estar ocupado con asuntos serios, pero ese era el otro extremo y no se le antojaba para nada poner a Seokjin a hacerse cargo de problemas que le agotarían. En cambio, si le daba una distracción...

Sonrió grande, mirando fijamente a su mayor porque ya tenía algo en mente.

—No puede seguir solo.

—No estará solo, ¿sí? —comenzó a alejarse algunos pasos. 

No sacaría a Jin de su mundo, si tanto les preocupaba a los otros, entonces se encargaría de ayudar al pequeño.

Sería bastante simple, ¿no?

Su mayor ya había regresado a la superficie y antes de que pudiera marcharse, fue retenido por las vestiduras. La mano pálida del otro se aferraba a las telas, deteniéndolo para unas últimas palabras.

O solo una mirada seria con chispas aún, que transmitía todo.

Que fuera cuidadoso con lo que estuviera planeando hacer.

     Seokjin dormía sobre las nubes, sobre las copas de los árboles, sobre los tejados calientes por la luz solar, o sobre las puntas de los nevados cuando se le antojaba. No necesitaba de descanso, pero aún así disfrutaba de no hacer nada y limitarse a cerrar sus ojos por horas como veía que hacían los otros seres que compartían su mundo. Podía hacer muchas cosas que al parecer ellos no, se hacía sólido y luego solo una presencia que pasaba sin conocer paredes, montañas o fronteras.

Deambulaba y deambuló toda su vida. Si miraba abajo veía las cabezas de los seres pensantes y luego de las criaturas que hasta ahora no terminaba de conocer, pero que de todas formas vigilaba cuando se encontraba aburrido y cansado de la monotonía en la que se sentía prisionero. Pero hasta algún punto, nunca perdió el optimismo. Si prestaba atención alcanzaba a escuchar las conversaciones de los humanos, cada uno viviendo su vida egoísta, todos enfocados en sus propios asuntos. A Seokjin le parecía así, pero no hacía nada por cambiar lo que no le gustaba. No sabía que podía cambiar el mundo si se lo proponía.

Era consciente de muy pocas cosas. Entre ellas, que parecía el único que podía levitar, que parecía el único al que nadie podía ver ni escuchar. Y que por ende, no era humano y estaba solo.

Pero no le afectaba, otra cosa que había aprendido de ese mundo. Aquellas emociones eran de humanos, no suyas. Otra razón para confirmar que era diferente.

Las que él tenía que soportar eran demasiado fuertes, tanto como para no tener la necesidad de ser expresadas, porque se desbordaba sin pedir permiso y vivían constantes en su interior y hasta se filtraban hacia afuera. Un punto tan extremo que si no era notado, se debía a que había cruzado todos los límites y se había hecho normal en su vida. Seokjin vivía con esa carga pesada.

Pero prefería no pensar en ello, llevar las cosas en paz. El tiempo parecía ir más rápido para él, otra cosa que había logrado notar. O era eso, o estar en movimiento casi siempre le estaba afectando muy grave. De todas formas no tenía nada que hacer, sin tener con quién hablar la vida parecía demasiado aburrida en comparación con la de las personas allá abajo.

Y en algún día sin importancia de esos, cuando pasaba sin conocer siquiera el nombre del lugar, pero reconociendo el idioma, se quedó estático.

Antes le había ocurrido. Los humanos eran seres tan singulares, Jin notó desde el primer momento que era como ellos... Solo que no. Y aún sabiendo eso, más de una vez que cruzó miradas con alguna persona, se quedó quieto, temblando sin poder creer que había sido visto por primera vez. Su pecho se agitaba, le temblaban las manos con calor y sentía cada partícula de su ser cargarse de energía. La sensación era increíble, tan hermosa, tan sublime.

Tan única.

Única porque específicamente sólo pasaba una vez cada, ¿qué? ¿Décadas? No llevaba la cuenta, no recordaba los números de celebración cada cierto período de tiempo que terminaba para los humanos. Así como no recordaba los rostros de aquellas personas que habían encontrado sus ojos por accidente, para luego irse y no volver jamás. Porque no lo habían visto en realidad, había sido una casualidad.

Por eso Seokjin no descendía al suelo, no bajaba a las ciudades y mucho menos gastaba tiempo que, de por sí siempre desperdiciaba, en analizar con mesura a algún humano. Ya no andaba entre ellos por el mismo miedo; otro encuentro de esos que lo dejarían mal, esperanzado con emociones que seguía insistiendo no podían ser de su especie -aunque tampoco sabía si pertenecía a una- pero que de todas formas sentía de vez en cuando. Otro encuentro con la esperanza de ya no ser tan diferente.

Ya no estar tan solo.

Así que no quiso detenerse en ese mismo instante pero de todas formas lo hizo, no pudo evitarlo.

Estático en el aire, mirando de frente unos ojos oscuros y profundos.

Jin ladeó la cabeza, dándose cuenta de que el humano que lo observaba estaba a su altura por estar de pie en una azotea. Sonrió un poco y estiró la mano hacia él. Seokjin quiso soltar una pequeña risa, de esos sonidos que hacían las personas en ocasiones que todavía no sabía clasificar. Podían reírse de cualquier cosa, ¿por qué él no? ¿No era infinitamente gracioso que el hombre parado allí lo estuviera viendo fijamente y hasta le tendiera su mano larga y fina?

Claro que sí.

—¡Tú!

Jin sonrió definitivamente, de acuerdo, tal vez esta coincidencia no la olvidaría. El humano le había hasta hablado, no sólo había encontrado sus ojos. Ah, tan hilarante.

Por favor, ni siquiera estaba pasando de verdad. Seguro que el pobre hombre estaba alucinando o algo, se lanzaría del edificio y ya, así Seokjin podría seguir adelante olvidando lo sucedido aunque la misma sensación electrizante lo hubiera invadido al encontrarse con esos orbes tan hondos y oscuros como la negrura de la noche misma. Todos sus rasgos deberían gritar ese misterio, pero no era tanto así, porque para captar el interés de un ente tan experimentado en aquel mundo, como Seokjin, se tenía que ser o bien demasiado antiguo que le sorprendiera no haberlo visto nunca antes, o por el contrario, algo extraordinariamente novedoso. En ambos casos, optaría por observar y analizar por un corto tiempo, hasta que su naturaleza sin-propósito le devolviera a las nubes y a la vida relajada y apagada.

Pero en este caso, no se trataba de ninguno de los dos. Había visto humanos antes, este era joven y a lo mejor existían mil más con su apariencia. Pero, ¿por qué seguía frente a él entonces?

Parpadeó para recordarse de nuevo que era demasiado joven, así que lo hallaba extraño. No sabía calcular la edad de las personas, no pasaba tanto tiempo con ellas como para hacer eso, pero debió suponer que era joven por su rostro aparentemente suave y de facciones duras y adultas, ¿para qué más vueltas? Jin suspiró, estaba cometiendo un error al no moverse de allí y seguir suspendido en el aire mirando de frente al humano.

Es que anda, no pasaba muy seguido. Además, ¿quién le juzgaría por emocionarse? A veces llegaba a imaginar que era supervisado por alguien más, pero después de tantas decepciones estaba seguro de que solo se trataba de una vil mentira creada por su mente para molestarle.

Como sea, no perdía nada intentando hallar un poco de diversión por el momento. Ya había decidido catalogar la situación como cómica, estaría mal pasar de ella y continuar como aquello le ocurriera cada década.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó burlón en voz alta. 

El mismo Seokjin se sorprendió al conocer su voz, dado que contadas veces la había usado.

Sí, la mayoría al inicio, cuando despertó en aquel mundo creyendo que era como todos y tenía derecho a usar su boca para hablar y de la misma manera, sus oídos para escuchar.

Aunque eso sí lo había hecho, nada le impidió oír a los humanos, ni siquiera el dolor que sentía por no poder hablarles. Los escuchó, vaya que los escuchó, tanto que terminó aprendiendo tantas lenguas como le fue posible. Las entendía, pero nunca las llegó a usar.

Hasta aquel momento, así que estaba algo agradecido con el hombre de la azotea. Le estaba dando una oportunidad de usar su voz, lo malo era que sabía, jamás recibiría una respuesta.

O no la esperaba en absoluto.

—Taehyung.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro