𝙑𝙄

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"Esa luz de la luna que brilla sobre mí al amanecer, es todavía igual que aquel entonces".

Moonlight, Agust D.

Salió descalzo, sin importarle que sentir la madera rasposa bajo las plantas de sus pies no fuera nada agradable, pero era la mejor manera para no hacer ruido y despertar a los otros sirvientes, así que estaba bien. Porque lo último que deseaba era que le descubrieran haciendo su paseo nocturno, para que, en caso de los que le tenían aprecio, le regañaran por arriesgarse e insistieran en que ya debía superarlo, y en caso de los que sentían envidia de él y su confianza con el amo, corrieran con el rumor de que escapaba en las noches de la cabaña para ir a robar a la mansión principal.

Nada más lejos de la realidad.

Porque Yoongi, el único propósito que tenía al salir a media noche, era visitar el arbusto de las flores rosas de Jindallae.

No le importaba que fuera exagerado a estas alturas que siguiera lamentándose por haberla perdido, aquella no era la razón de que los encuentros fueran a escondidas, porque a fin de cuentas, nadie conocía su dolor para poder compararlo.

Si trataba de visitar de aquella manera a su madre tantos años después, era porque nunca supo dónde quedó ella al final. Y no podía reclamar por eso tampoco. Al menos podía tener cierta forma de paz en su interior al acercarse a las flores rosadas y recordar la sonrisa de la mujer cada vez que las veía y luego se dirigía a él, haciéndole una seña con sus dedos sobre su boca, chistando haciendo evidente que tenían un secreto allí.

O quizá más allá de solo el que Min conocía, ese sobre haber situado el arbusto de flores sin permiso. Porque al final, nunca supo cómo se llamaban.

Se sentó en el césped, frente a ellas, pensando cómo nunca se le ocurrió preguntar al respecto. Si tan solo en el futuro pudiera soñar con tener un lugar propio, y no vivir bajo el cobijo de nadie más que de sí mismo, era seguro que llenaría cada terreno cercano a su hogar con aquellas plantas.

Cerró sus ojos, colocando las palmas de sus manos sobre el pasto fresco, seguro porque la madrugada estaba próxima. Todo el ambiente comenzaba a tornarse aún más frío, pero a Yoongi, aún vistiendo ligero y con la latente idea en su cabeza, como siempre, de que podría caer enfermo por la más mínima exposición, no le molestó lo suficiente para hacer que volviera a los cuartos de los sirvientes.

Entonces entró en alerta, porque escuchó pasos y una respiración detrás de él. Se preparó para levantarse pronto, ocurriéndosele que bien podría tratarse de un guardia, y que en ese caso no tendría problemas puesto que era de confianza y los hombres del amo debían saber que era costumbre suya pasar las noches allí, al menos por unas cuantas horas.

Pero el miedo estaba tan metido dentro de él, a la fuerza, que Yoongi de todas maneras volteó bruscamente para parecer duro, listo para defenderse de ser necesario, presa de las jugadas de su mente cruel que le recordaban distintos escenarios donde había sido menospreciado.

Que nunca sería capaz de hacer nada, que ante cualquier intento enfermaría, o saldría herido.

Su sentidos se nublaron por momento debido a ello. Maldijo en voz baja aceptando inconscientemente aquella inutilidad de parte suya que todo el mundo profesaba. No podía ni siquiera encarar al peligro sin lastimarse solo.

Logró abrir los ojos segundos después y enfocar bien su vista. Reconoció la parte trasera de la construcción de la mansión con sus columnas gruesas e imponentes, las ventanas cubiertas por las cortinas burdeos de las habitaciones y la oscuridad como único escenario con las estrellas brillantes en el cielo, terminando el cuadro.

Y un cuerpo menudo de pie no muy lejos de él, apenas cubierto por una fina túnica crema.

En sus facciones suaves y su expresión tranquila podía reconocer al chico del banquete.

El hijo del amo.

Yoongi se desubicó por completo cuando el muchacho le sonrió y se agachó levemente, una reverencia, saludándole desde la penumbra donde no alcanzaba a ser tocado por la luz reflejada en la luna.

Se puso de pie tan deprisa que sintió su espalda crugir, pero no le prestó atención. En un santiamén, Min estaba doblado en una reverencia más marcada, con un gesto serio que no llegaba a los ojos del más joven.

Seokjin ladeó la cabeza, totalmente desconcertado.

—Perdona, yo no sabía que eras el...

Mas su disculpa fue interrumpida por una suave risita brillante. Kim ya había entendido porqué el pelinegro no había saludado primero y se mantenía agachado frente a él. Así que avanzó reduciendo la considerable distancia entre ellos, quedando más hacia el centro del jardín escapando del techo angosto del casi palacio detrás suyo.

—Es evidente que no lo sabías— tocó su hombro, indicando que no hacía falta que siguiera inclinado —No pidas perdón.

Sobre todo porque de ninguna manera Seokjin se había sentido mal por el trato del otro joven, más bien, todo lo contrario. Era la razón de que hubiera bajado de su habitación aprovechando que el sirviente estaba solo en el jardín, quién sabía porqué, y podría estar en su compañía. A Kim cada vez le gustaba más la idea de que fueran amigos, le trataba con esa confianza, como alguien real y no una mercancía.

Claro que podría haber sido menos grosero, pero algo le decía que el cocinero no estaba acostumbrado a tratar a la gente de otra forma, así que lo dejaría pasar.

Por supuesto, eso lo le interesaba a Yoongi en absoluto. Intentó disculparse, ya lo había hecho y no tenía más que hacer allí.

Así que estaba a punto de marcharse, cuando fue detenido como si se tratara de una fuerza física manteniéndolo estático. Porque el hijo del amo acababa de agacharse frente al arbusto, y había arrancado una de las flores rosas.

Abrió la boca consternado, apretando los puños por la simple acción del chiquillo que obviamente ni sabía lo que hacía. Seguro que para él nada más estaba tomando una de las flores de su propio jardín. Pero igual necesitaba reclamar y quitársela de la mano.

Sin embargo, cuando Min avanzó un paso para hacerlo, no pudo.

—Te vi desde mi ventana— señaló el joven de cabellos oscuros y castaños, acariciando los delicados pétalos con cuidado, deleitándose por la peculiar textura —llevas un buen rato mirándolas, te gustan mucho, ¿cierto?

Tras no recibir respuesta, Seokjin sonrió esperando que eso hiciera el ambiente menos denso. No entendía porqué estaba sintiendo como si la mirada del otro muchacho pudiese partirlo en dos. Realmente no sabía cómo empezar a acercarse a él, así que solo deseaba que estuviera haciéndolo bien.

Y es que se veía tan intimidante, con su postura firme y sus rasgos filosos todavía más duros por la forma en que los alumbraba la luna, con su piel más blanca y sus ojos que reflejaban la noche, tal vez incluso tenían más oscuridad. A Jin le temblaban las piernas por eso, era la razón de que se hubiera agachado frente al arbusto en primer lugar.

Con toda sinceridad, ojalá no fuera la presencia imponente del pelinegro la que le estuviera poniendo así, y tan solo se tratara del frío.

Desprendía tanta firmeza y fuerza, Kim no lo había notado antes, o quizá era que no estaba ahí y recién había aparecido.

Le intrigaba bastante, eso de seguro, porque hasta había sido capaz de salir de su cómoda habitación para venir en su búsqueda y pasar un rato con él, ahora necesitaba saber más.

Lástima que no ayudara su silencio en absoluto.

—Creo que a partir de ahora, me gustan a mí también.

No pudo ver que Yoongi había rodado los ojos ante ello. Claro, el hijo del amo era un niño rico, un hombre poderoso en miniatura con esos aires de superioridad saliendo poco a poco. Típico, seguro que nada más había arrancado la flor porque notó que su atención estaba puesta en ellas, y ahora le decía esto para dejarle en claro su posición de; todo en esta mansión es mío.

Sí, se parecía a su hermano mayor en eso, debió haberlo previsto. Ya había tenido la oportunidad de trabajar para otro Kim que no era el amo, ¿por qué este sería distinto? Tal vez por la primera impresión inocente y descuidada.

Como fuera, no era su asunto.

Vendría de nuevo por la mañana y se aseguraría de regar bien el arbusto para que salieran más flores y la hurtada fuera sustituida.

Para su suerte, cuando se alejó, no fue detenido por el menor, así que suspiró de alivio por eso. Sabía que esa clase de gente creía poder dar órdenes a su antojo, la única excepción que conocía era el jefe Kim.

Pero Yoongi estaba cerca de descubrir que Seokjin no tenía nada que ver con las personas que había sacado de sus malas experiencias en los banquetes de la mansión, con las tan bienvenidas visitas que se creían con el derecho de tratarle como si les debiera lealtad.

Porque allí todavía postrado admirando el resto de manchas rosas entre hojas verdes, Jin sonreía de la manera más pura, dejando sus emociones fluir ante un pequeño detalle que acababa de notar, bien, tal vez no tan pequeño puesto que había llegado a ponerlo sensible.

Ninguna de las otras plantas ni decoraciones en la mansión se parecían a esta, no era muy evidente al principio pero si se prestaba atención, la diferencia era enorme.

Como si aquellas pequeñas, con pétalos variados entre palo rosa y el mismo color más intenso, a modo de salpicaduras, no encajaran allí. No era su entorno.

Ahora le gustaban más por eso, porque le recordaban a sí mismo.

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