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🌸

"Veo las cenizas cayendo fuera de tu ventana, hay alguien en el espejo que no conoces". 

Burn It, Agust D ft. MAX.

     La gran puerta de madera de la cocina toda una vida le había parecido innecesariamente enorme, para empezar porque todo el calor de adentro podía fugar rápidamente a través de ella, lo que era cómodo para el personal pero no conveniente para sus quehaceres, y al final verse forzados a trabajar sin ventilación alguna en favor de que los platos no llegaran fríos a la mesa del amo, terminaba perjudicando a todo el mundo.

Además de que siempre había creído que las personas capaces de manejar la puerta sin tener que hacer equipo con alguien más nada más para tirar o empujar de ella con todas sus fuerzas, eran contadas. Su misma madre solía ser fuerte, incluso hasta pocos meses antes de su partida, y nunca pudo ingresar al ambiente de trabajo por su cuenta si llegaba temprano.

Yoongi a duras penas lo lograba, claro, luego de dejar múltiples huellas de su calzado en la superficie, y al final tantas patadas para empujar la monstruosa entrada, le dejaban exhausto.

Así que era comprensible que hubiese terminado más impresionado por el hecho de que Soogook había cerrado la puerta de un solo empujón, provocando un violento estruendo que terminó por sellar el tenso silencio entre ellos, que por haber sido bruscamente arrastrado hasta la cocina.

Y encima por ella, la última persona que habría esperado, le tratase de esa forma.

Incluso si no fuese la leal amiga de Jindallae desde siempre, habría quedado desconcertado. No podía decir mucho sobre el miedo de los varones infundado por el favor que tenía el amo Kim para con él, pero el respeto de las mujeres siempre se lo había ganado, respaldado por el cariño que sentían por él tras haberle visto cambiar sus pañales por pantalones igual de sucios y holgados con el pasar de los años.

Respeto al fin y al cabo.

Sin embargo ella, desde la forma furiosa y llena de reproche con la que le estaba mirando directamente a los ojos, hasta su postura rígida y la manera en que se mantenía pegada a la puerta, como si le estuviese impidiendo la entrada —o salida— a alguien, no tenía nada de la señora Soogook que Yoongi había conocido toda su vida.

Y eso, más que espantarlo, le recordó inoportunamente que realmente no tenía a nadie. No podía confiar en nadie.

Y, de nuevo de manera inoportuna y quizá un poco ridícula, aquel pensamiento se encargó de inundar su cabeza de imágenes de Seokjin, como si quisiera consolarle diciéndole que todavía lo tenía a él.

Lo que al final, solo le hizo sentir peor.

Porque dejaría de ser así pronto.

Yoongi deseó entonces que la fémina no estuviese observándole tan fijamente, para poder reírse de sí mismo y de su estupidez. ¿Sería otra cosa de estar enamorado traer a la cabeza a esa persona por la más mínima razón?

Aunque, honestamente siempre le había ocurrido con Seokjin. Solo era extraño y vergonzoso ser más consciente de ello ahora.

Y un poco, solo un poco doloroso.

—Yoongi, por amor al cielo, ¿qué crees que estás haciendo?

Al no entender de qué hablaba, lo único que hizo fue desviar la vista hacia su antes pálida muñeca, ahora colorada por la sombra del agarre.

Enfadado, Yoongi alzó la mirada para encontrarse con que la mujer mayor no había dejado de verle de esa forma severa, muy a pesar de que era ella quien había actuado mal. Porque no recordaba haber hecho nada indebido, y si fuera el caso, ¿quién era ella para tratarle de esa forma?

—¿De qué habla? —se limitó a inquerir en su lugar, sin guardarse la mueca de desdén.

Ya tenía suficientes problemas para sumirse en la incertidumbre que luego tendría que maquillar para darle seguridad a Seokjin, hasta que llegara la media noche. Hasta entonces no quería encargarse de nada más.

Y tuvo el presentimiento de que su deseo le sería concedido cuando vio relajarse la expresión de la mujer, para negar con la cabeza repetidas veces antes de apoyarse contra la puerta por completo.

La mueca era extrañamente familiar, y Yoongi tuvo la impresión de que antes de que él pudiese descifrar la razón detrás de ello, Soogook le había leído los pensamientos.

Porque le regaló una sonrisa vacía, igual de conocida, antes de soltar por su boca justamente lo que Yoongi no quería escuchar así como lo que menos deseaba era dar rienda suelta a su susceptibilidad cuando su intención era verse fuerte.

Quizá no lo conseguiría al final y esta nada más era la primera señal de ello.

—Nunca tuviste mano dura con él, y las demás no pensábamos que fuese necesario tampoco, así que no me culpes, porque no es mi responsabilidad que haya terminado de esta manera. Lo creíamos más listo.

De inmediato, Yoongi supo que no le hablaba a él, aún si sus ojos se mantenían fijos en los propios, y sus labios se estiraban con ese aire forzado, las arrugas de sus costados haciéndole ver cansada.

Tanto como siempre lo había estado su madre mientras curaba sus heridas y llagas sangrantes, o mantenía su fiebre baja en las mañanas que, por capricho del destino, el niño pálido amanecía tan enfermo que la cabaña entera imploraba al cielo por su vida.

Y a ella solo le quedaba conservar la sonrisa falsa, sin saber que su hijo no era tan despistado como creía, mas su empatía le permitía dejar pasar que el gesto suyo de «no pasa nada», significaba que pasaba todo.

Y que todo estaba mal.

¿Todo estaba mal ahora también?

—Te veo y el hoyo de piel entre el cabello mugriento de tu cabeza viene a mi mente como si lo tuviese guardado en dibujo. Es increíble.

Min rodó los ojos, cruzándose de brazos para apoyar su cadera en la mesa a sus espaldas, su cuerpo relajándose por el tema abordado, disipando apenas un poco la tensión que gobernaba en el ambiente hasta segundos antes.

Porque bien, lo aceptaba, no se había visto a sí mismo más allá del reflejo distorsionado en las ollas sucias colmadas de agua en el suelo de la cocina, pero había lucido objetivamente gracioso —aunque patético—en aquella etapa.

Con la cabeza suturada, maloliente por la infección y la suciedad que realmente no quería quitarse porque el simple hecho de tocar agua dolía, y por supuesto, un enorme espacio sin pelo, con el resto mal cortado recordándole que su imprudencia —precisamente por tratarse de él— siempre le costaría caro.

¿Y eso que tenía que ver?

—La primera vez que saliste de debajo de las faldas de tu madre, y terminaste con la cabeza rota. ¿Te haces una idea de...?

—No entiendo su punto —interrumpió, sin importarle sonar maleducado, porque de verdad no lo hacía.

No comprendía nada, y ni siquiera traer memorias de regreso, especialmente donde Jindallae volvía para que tuviera presente cuán amado había sido, parecía algo que quisiera hacer en ese momento.

De hecho, le estaba irritando, por lo que no pudo resistir añadir.

—Y no fue la primera vez que me alejaba de la cocina.

Admitir que hasta los nueve o diez años realmente nunca se había despegado de su progenitora no era una opción para comenzar a verse más fuerte, no lo diría de esa manera.

Y tampoco sacaría a relucir su escapada para ver el banquete a una edad más temprana, cuando el hecho casi le había provocado un infarto a sus llamadas tías de la cocina.

Lo que pareció causarle gracia a Soogook, que por fin optaba por caminar lejos de la puerta, sin perder la sonrisa típica de su madre, aunque ahora se veía condescendiente.

Fastidiosamente condescendiente, dándole un mal presentimiento al más joven de ambos, que ahora solo sentía sus ganas de salir del lugar intensificándose.

—Una caída, Yoongi. Y ni siquiera eras tan pequeño.

Sacarle en cara aquellos episodios, que obviamente ni siquiera eran pocos para que uno fuese más memorable o relevante que otro, no tenía sentido alguno, mucho menos un propósito por el que Min debiera preocuparse.

Por ende, harto de escuchar, se dirigió hacia la puerta manteniendo su postura erguida.

Jamás se avergonzaría por quien era, incluso si su concepto como humano podía ser fácilmente resumido en unos cuantos calificativos despectivos enfatizando su debilidad física, y si a Soogook le parecía tan adecuado y divertido hablar de su madre y su niñez como si fuese algo para tratar mientras se merienda, sin provocación alguna, Yoongi podía recordarle que la fallecida mujer tampoco había deseado nunca que él se amilanara al ser señalado con desprecio.

Jamás lo haría.

Ahora mucho menos, que mostrarse débil era la última opción.

Así que no se detuvo ni siquiera cuando la mujer continuó hablando a sus espaldas.

—Un simple golpe contra la barra de hierro del establo, inconsciente por horas hasta que nadie pudiese convencer a Jindallae de que estabas muerto. Tan frágil.

Apretó los puños, y esperó que la fuerza contenida causada por su cólera, fuese suficiente para abrir la puerta por su cuenta.

Esperanza  que resultó ser inútil, porque de nuevo tenía la muñeca apresada, aunque esta vez el toque era delicado, casi temeroso.

No supo si el desconcierto por eso fue lo que le hizo voltear, o la revelación que Soogook dejó escapar con la voz rota.

—Ella tuvo que hurtar dinero de la oficina del amo a escondidas. —Un susurro, como si el crímen aún pudiese conllevar una pena—. No solo para que el médico de los Kim te atendiera, sino por el soborno para que no dijera nada.

Abrió demasiado los ojos, simultáneamente con la punzada que prácticamente acababa de atravesar su corazón.

Cuando se giró para dedicarle una mirada confundida a la señora, cualquier rastro de la sonrisa de ella había sido eliminado.

Así como la molestia de él, momentáneamente apaciguada.

—Yo no...

—Dime cuán diferentes son las cosas ahora, Yoongi —cortó ella, apretando su piel, pero Yoongi ni se inmutó.

Su mente trabajando, recordando cada desastre y accidente que había terminado con él en un estado crítico a medida que iba creciendo, inconsciente de lo que había tenido que hacer su madre para mantenerlo con vida.

La culpa invadiéndole, porque realmente nunca había pensado en las soluciones que Jindallae le daba a cada herida, a cada problema.

A cada puesta en peligro de parte suya.

Y de repente, pudo ver la pista del propósito de aquella conversación.

—Todo es igual, ¿o te has hecho rico en este tiempo para permitirte hacer lo que sea? —. Pero esta vez, el pelinegro no distinguía ninguna nota de burla maliciosa en su voz. No. Más parecía un reclamo—. No, la misma vida en la miseria, el mismo trabajo en la cocina y el mismo chiquillo imprudente. ¡Todo sigue igual!

No se permitió responder. No se permitió hacer comentario alguno, porque la voz de la mujer mayor se había roto hacia el final, y por más de que Yoongi todavía quisiera saber porqué estaba recibiendo aquellas palabras, no se atrevía a hacer nada más que observarla con una expresión en blanco.

—Todo sigue igual, Yoongi —sentenció nuevamente.

Como si él no le hubiese escuchado la primera vez.

Motivo por el que abrió la boca para contestar lo que sea, pedirle que fuera directamente al punto y le dejara en paz.

Pero no llegó a dejar salir sonido.

—Excepto por el hecho de que ella ya no está para protegerte.

Verla alejándose tras soltar aquella oración como si no guardase significado alguno, fue suficiente para que los roles se invirtieran, y esta vez fuese Yoongi quien siguiera a la cocinera hasta el fondo de la sala, tratando de alcanzarla.

Sintiendo el corazón casi en la garganta.

—No soy imprudente —se justificó, aunque pareciera que no se trataba de eso y ciertamente Yoongi no era consciente de la desesperación en su voz. Volvía a ser un niño—. No sé con qué derecho se permite hablar así, pero no...

—Ponle un fin a lo que sea que tengas con Kim Seokjin, entonces.

Quedó aturdido.

La mención del nombre de la persona que más le importaba, y la última que esperaría que apareciera en la conversación, tomándole desprevenido.

No se movió un ápice, ni hizo el ademán de querer decir algo tampoco.

Se recordó a sí mismo todos aquellos años, asegurándose de tener sus encuentros con Kim a altas horas de la noche, cuando lo malinterpretable no podía ser malinterpretado porque nadie les veía, sus acciones recatadas y muestras de cariño que nada más ellos podían entender.

Lo que había justificado como la razón para su actuar indiferente hasta cierto punto, junto a la represión de sus sentimientos.

El tener que ser discreto.

El haberse dicho a sí mismo que quería evitar problemas.

Su «yo» prudente, que había desaparecido cuando había cometido el aparentemente inofensivo error de estrechar a Seokjin entre sus brazos rato antes, y permitirse disfrutar de la cercanía, porque lo amaba.

Justamente lo que habría catalogado como «problema», en el pasado.

Justamente lo que cualquiera catalogaría como problema aún en el presente.

Porque Soogook tenía razón. Todo seguía igual.

La decepción en su expresión se encargaba de repetirle sin necesidad de palabras la misma frase, y muchísimas más que ya ni siquiera tenía que oír, bastaba con escucharlas en su mente.

Que nada había cambiado para bien para que se permitiera algo como lo que había crecido entre él y Seokjin hasta ese momento.

Que no tenía el privilegio de enamorarse, ni dar rienda suelta a aquel amor, porque era así como terminaban las cosas.

Que estaba siendo un tonto.

Tragó saliva, debatiendo por dentro si lo más inteligente sería negarlo todo, ahora que estaba reacio a confiar en nadie, más que nunca antes, o simplemente aceptar su error y jurar que se cuidaría la espalda a sí mismo, tal como debería ser.

Era precisamente lo que ella le estaba diciendo que hiciera, tácitamente, entre los recuerdos de los accidentes y las soluciones arriesgadas.

Solo que no quería. No quería apartarse.

No quería terminar «lo que sea que tenía» con Kim Seokjin.

¿Cómo decirle que no tenían nada y aún así el último de sus deseos sería darle un fin?

Era demasiado pronto para eso, no podría seguir con su vida pensando que se había alejado en el momento que el menor más le había necesitado. Se llevaría el corazón roto a la tumba, y quizá seguiría lamentándose en la siguiente vida. Y ni hablar de lo que sucedería con Seokjin, sabiendo que él era su único soporte.

No había razones para acatar las peticiones de Soogook, ni tomar en cuenta sus amenazas, si ella les había visto podría suplicarle que no dijera nada y doblegar su orgullo.

Podría hacer lo que sea para no irse del lado de Seokjin. Podría humillarse.

—Ha sido un descuido —aceptó, decidiendo que tomar el riesgo a admitir la falta valdría la pena—. No volverá a suceder.

—Claro que no puede volver a suceder.

La voz apagada, el miedo filtrándose en ella por primera vez, causando que Min notara también por primera vez, que las razones de Soogook no eran maliciosas.

No quería cortarle las alas.

Quería protegerle.

Quería asegurarse de que todavía las tuviera en caso de que el futuro no fuese tan malo como estaba pronosticado para la gente de su clase, antes de que las perdiera tan temprano en la vida.

Como había ocurrido con la mayoría de ellos, por lo que podía ver en los ojos húmedos de la mujer que ahora se acercaba para tomar sus pálidas manos.

Todo Yoongi estaba más pálido, de hecho, pero la indecisión y temor reflejados en su rostro no guardaban coherencia con cómo se sentía y lo obstinado que era al respecto, en realidad.

—No voy a alejarme de Seokjin, aunque me exponga a mí mismo al peligro. —Frunció el ceño a la par que apretaba las envejecidas manos entre las suyas antes de permitir que le interrumpiera otra vez—. Y si le importo tanto como ha dejado entender que lo hago, Soogook, no va a delatarme.

—No estás pensando, Yoongi.

—No estoy haciendo nada malo, es mi amigo.

—Estoy al tanto —dejó escapar con un suspiro, por fin un corto silencio luego de lanzarse palabras el uno al otro sin dejar espacio a respirar. Una discusión que a su criterio ni siquiera debería tener lugar de ser—. Toda la gente en la mansión y diría hasta en la villa, está al tanto.

El pelinegro no se molestó ni en asentir, porque aquel no era un secreto. Eran amigos, tan simple como eso, y por más de que se esforzara en ver lo prohibido allí, no lograba hacerlo.

Y si Soogook no sospechaba que hubiera algo más entre ellos —aunque realmente no lo había—, como para condenarlo porque Seokjin fue educado para ser un consorte y no la simple pareja de un cocinero pobre, ¿entonces cuál era el problema?

Lástima que no pudo pensar en identificarlo, la mayor volvía a hablar atropelladamente, como si el tiempo se les estuviese agotando, o en su defecto, estuviera ansiosa por darle término a la confrontación que ella misma había comenzado.

—Todos aprecian tanto al joven Seokjin que solo les alegró ver que tenía un amigo. Lo mismo contigo para los que te conocemos, estos últimos años pensé que te vendrías abajo luego de que Jindallae se fuera, estás mejor, yo me incluyo, es decir...

—¿A qué está tratando de llegar?

Un destello de reconocimiento cruzó los orbes oscuros y la expresión entera de la cocinera en un instante, más que suficiente para que Yoongi comprendiera que no todo era tan inocente como había querido creer.

No era que Soogook pensara que solo eran amigos, y sus miedos hubiesen estado infundados todo ese tiempo.

Min se encontró a sí mismo negando lentamente con la cabeza antes de siquiera volver a escuchar a la mayor, sintiendo su cuello caliente, a sabiendas de que lo que vendría ya no sería un regaño inofensivo aunque furioso sobre él poniendo su vida en riesgo nada más por una inocente amistad.

Se veía descubierto.

—Todo este tiempo ha estado bien, Yoongi. Son amigos y todo lo que crees que puedes explicar. —Le soltó de repente, haciéndole consciente de que le había seguido sosteniendo todo ese tiempo pese a que se habían alzado la voz hacía tan solo unos segundos. Solo hizo más dramático el escenario antes de escupir las palabras que lo cambiarían todo—. Pero lo que yo ví y escuché allá afuera era mucho más que solo eso.

Dio todo de sí mismo para no expresar nada en su rostro, pero a pesar de salir victorioso de ello todavía no lograba deshacerse de la presión en su pecho. Quisiera o no, lo hiciera de manera inconsciente o no, era imposible no relacionar a la mujer mayor y cada gesto y palabra suya, con su madre.

El simple hecho de verla provocaba que cientos de recuerdos de su madre, escenas donde siempre estaba ella con su mejor amiga y una sonrisa real —no como las que tenía cuando le curaba las heridas— partía su rostro.

La interacción con Soogook era equivalente a lo que sería una con Jindallae en el presente, después de tantos años de convivencia entre ambas aunque Yoongi nunca hubiese sido cercano a la otra.

¿Sería esto lo que le diría ella si estuviese viva?

Apretó los labios.

—Ya le dije que tendré cuidado. Gracias por preocuparse, pero es todo lo que tengo que decir.

No se avergonzaría por lo que sentía, ni por lo que había hecho ni estaba dispuesto a hacer por el bienestar de Seokjin. Era su posición firme e indiscutible.

Una cosa no tenía nada que ver con la otra; la gente que lo quería tratando de mantenerlo con vida no podía interferir con su misma intención para con el castaño de corazón tierno y futuro cruel. Deberían ser capaces de comprenderlo.

Y en el fondo, Yoongi deseaba estar seguro de que su madre pensaría igual. Comprendería que él era capaz de arriesgarse de aquella manera por amor, uno distinto al que ella había tenido con él para hacer lo mismo, pero amor al final.

No retrocedería, no sería un cobarde. No era ni siquiera una opción.

—No sabes en lo que te has metido, no es tan simple como dar las gracias. ¡No lo entiendes!

Tenía razón, él no lo hacía, y lo único que realmente quería hacer para aquel punto era asentir con la indiferencia y calma que le caracterizaba, para después limitarse a esconderse en la penumbra de su oscuro cuarto en la cabaña de la servidumbre, preparándose mentalmente para hablar con Seokjin bien entrada la noche.

Comenzaba a pasar de página, como si aquella conversación jamás hubiese tenido lugar.

La advertencia se sentía en el aire incómodo y el silencio, fresca y todavía irritante para Yoongi, pero estaba seguro de que podría olvidar que al final solo había tenido que pedirle a la mujer su silencio en un par de horas.

Descansaría haciendo su mejor esfuerzo por ignorar lo que estuviese sucediendo en la sala del banquete, dado que no podía siquiera acercarse a la puerta para escuchar, —durante las reuniones los guardias de la villa resguardaban toda entrada—, y si lo conseguía, entonces...

—Kim Seokjoong te ha visto.

Fracasó en mantener su expresión en blanco.

Y ante la mención del primogénito del amo Kim...

Finalmente Yoongi comprendió la nota de desesperación y la incertidumbre en el rostro de la mujer que solo había estado intentado advertirle todo ese tiempo.

—Va ir a por ti en cualquier momento, Yoongi.

Sí, parecía que la preocupación había estado justificada y él simplemente había creído que estaba en una posición distinta.

No tenía el privilegio de amar ni ser amado al final, después de todo.

Mañana sale «That That, PSY prod. & ft. Suga» y se hace stream todo el día 🧐, así que el capítulo que sigue será para después de eso. Apoyemos mucho a Yoongi 💜💜.

Y entraremos a la parte crítica de la historia desde el próximo capítulo, por lo que me disculpo por anticipado por todo el angst que se viene, aunque me encanta escribirlo jeje.

Gracias por todos sus bellos comentarios en los capítulos anteriores, les extrañé un montón ♡♡.

28/04/22

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