𝙓. 𝘾𝙤𝙪𝙡𝙙 𝙚𝙫𝙚𝙧 𝙘𝙤𝙢𝙥𝙖𝙧𝙚

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Miraba con gracia los ojos apretados de Kim que, aún si con sus manos se cubría del sol, parecía que tenía la misma intolerancia a este y a su resplandeciente luz. Jungkook hubiese querido reír abiertamente por la actitud ermitaña e irritable de Seokjin, pero en lugar de ello, se guardó sus ganas de mofarse de él y lo divertido que estaba siendo verlo de nuevo salir al exterior tras meses de estancia en su habitación de hospital, para quitarse su chaqueta y ponérsela encima de la cabeza despeinada.

—No te vayas a derretir— dijo alzando las manos tan pronto el muchacho en silla de ruedas le dirigió una mirada inquisitiva por su acción.

Afortunadamente, no le llovió ningún reclamo ni sonido más allá de la risita de la enfermera que les acompañaba en su improvisada aventura, como la había llamado Jungkook más temprano aquella mañana mientras despertaba a Seokjin a base de empujones.

En aquel momento no pudo ser más delicado, emoción era poco para describir su estado. Estaba más que eufórico, todos sus encuentros ocurrían en el cuarto de dimensiones no tan grandes y no era que le molestara, pero más que verse afectado él mismo, pensaba primero en Jin.

Él debía ansiar el aire fresco y la luz natural, incluso si no podría andar por sí mismo, salir por un momento de su rutina debería animarle siquiera un poco.

O eso fue lo que quiso pensar Jungkook que pasaría cuando le contara que había conseguido que le dieran permiso para pasear en el jardín del área de internados en el hospital, pero se había equivocado.

Seokjin no estaba nada contento.

—No puedo creer que estés molesto conmigo solo por esto— soltó canturreando, pavoneándose caminando con soltura y dando un giro cada tanto, frente a Seokjin.

Buscaba irritarlo más para que pasara a su siguiente fase de humor. Uno necio de buena manera, donde no pudiera parar de reír y se lamentara por tener un amigo tan payaso como Jeon.

Sin embargo, supo que le faltaba molestarlo una pizca más para llegar a eso.

—¡Me arden los ojos!— chilló alzando los brazos —Y tengo frío, ¿quieres que te abrace y bese en agradecimiento por hacerme pasar por esto? No lo creo— volteó a otro lado, porque ciertamente, no podía darle la espalda a Jungkook.

Y odiaba la silla de ruedas, le había faltado mencionarlo. Se sentía un anciano con dolor de espalda, todo gruñón y quejón porque le habían obligado a salir al exterior. De hecho, aquella era su descripción perfecta.

Jungkook también debía tener esa idea, porque el muy malvado seguía sonriendo y moviéndose animado, como si estuviera en un día de campo. Se las pagaría pronto.

—Me gustaría, sí— se encogió de hombros para quitarle importancia a lo que apenas había soltado en respuesta a la pregunta irónica de Seokjin —Deberías ser un mejor amigo más agradecido, no es mi culpa que ni te asomaras a la ventana y vivieras como un ermitaño. Es normal que te afecte ahora.

Kim estuvo a punto de contrapuntear con él, argumentando que si era idiota, porque él no podía no moverse por sí mismo, ¿cómo carajos iba a asomarse por la ventana de su habitación?

Solo que desistió de hacerlo, porque recordó que la enfermera estaba empujando su silla por detrás, y probablemente ayudaría a Jeon diciendo que ella y sus compañeros de trabajo se lo habían sugerido muchas veces. Enfermeros, doctoras, gente de la cafetería, auxiliares y demás, cada que le venían a ver.

Nadie le iba a defender por su actitud ciertamente, de ermitaño. ¡Incluso apoyarían más a Jungkook! ¿Por qué todos parecían amarlo? Él no era el paciente aquí, ¿o su sonrisa encantadora de galán merecía más atención que la pierna rota de Seokjin?

Como si quisiera comprobarlo, miró hacia arriba y al encontrarse con esa misma sonrisa, supo la respuesta a su pregunta.

¡Pero no era justo!

—¿Sabías que necesitamos del sol para activar la vitamina D?

—No, el nerd no soy yo— volvió a girar la cabeza bruscamente, haciendo tronar su cuello en el proceso pero no le importó. Quería vengarse de Jungkook, así fuera tan infantilmente como llamándole nerd cundo bien sabía que al mayor no le molestaba en absoluto.

No, lo que ese monstruo quería era ganarse alguna felicitación de la enfermera o algo parecido. Jin estaba acostumbrado a verlo así frente a las personas mayores, y lo detestaba.

—Ahora lo sabes, Jinnie— pero Kook no veía a ningún lado más allá del adorable gesto amargado que tanto le estaba hechizando hoy. Jin parecía una especie de roedor molesto, con su naricita temblando casi imperceptiblemente y sus ojitos apretados con arruguitas en los extremos.

¿Por qué le ponía diminutivos a todo cuando se trataba de su Seokjinnie? ¿Y por qué quería mencionar que afuera expuesto al aire libre este se veía más pequeño de lo que era?

Solo le iba a molestar más, y no parecía que su táctica estuviese funcionando para cambiarle el humor.

—Yo no quería saberlo— continuaba refunfuñando el otro —yo lo único que quiero es volver a mi camita.

Podría haber muerto de ternura por eso, pero no tuvo tiempo de mostrarlo, porque la mujer que les acompañaba se detuvo de repente. Y afortunadamente, antes de que Jin pudiera preguntar porqué se había dejado de mover, ella le dio un asentimiento a Jeon antes de alejarse hasta desaparecer en el límite del área verde del hospital.

Un jardín que no tenía nada que envidiarle a los municipales llenos de flores ornamentales, allá afuera en la ciudad. Tenía sus propios encantos entre árboles cada tantos metros para darle sombra a los pacientes en rehabilitación que deseaban dar un respiro de aire fresco, entre bancos de madera y sombrillas de colores para darle un aspecto más alegre al pequeño paraíso dentro del pulcro, y algo deprimente por esa razón, centro médico.

Por eso tanto había insistido para poder traer a Seokjin de paseo. No esperaba nada menos para alegrar al muchacho, por más de que aún en su máscara amargada con los demás, fuera tan solo un joven dulce y hermoso reprimido por sus propios tormentos personales.

Jungkook había notado que los tenía, desde luego. Pero en lugar de preguntar o forzarlo a contarle, dado que era consciente de que no podría hablar con nadie más a juzgar por las pocas visitas además de la suya que recibía a la semana, prefirió dejar que Jin a su ritmo terminara de descubrirse para él.

Habían avanzado demasiado, estaba muy seguro de ello. Y lo mejor era que cuando empezó a hablar con él por casualidades de la vida, sin ninguna intención de volverse tan cercano o en la persona más relevante en su vida, según las mismas palabras de Seokjin, lo había hecho.

Y Jeon no estaba seguro del porqué, pero quería ir incluso más allá.

Bien, quizás sí sabía la razón detrás de aquel anhelo, aunque la vergüenza no le permitiría admitirlo ni siquiera para sí mismo en sus más íntimos pensamientos.

Carraspeó nervioso de repente, sin poder determinar si la sensación venía de su temor por la reacción de Jin ante lo que había preparado para él, o del rumbo hacia sus ocultos sentimientos por el que se había estado dirigiendo momentos atrás, dentro de su mente.

Por el momento, prefería creer que era la primera opción.

—No me digas que el paseo termina aquí, había empezado a gustarme.

La voz de Seokjin, ya sin ningún rastro de fastidio fingido, lo trajo de vuelta, notando que al parecer el menor había estado hablando durante un tiempo.

Pero no le había dicho nada directamente para sacarlo de su ensoñación momentánea.

Aquello le sorprendía a veces, la rara conexión que tenían hasta para entenderse sin necesidad de hablar en voz alta y dar explicaciones.

Y su teoría se reforzó todavía más, cuando Seokjin pareció ver la duda en sus ojos y, por primera vez, se atrevió a hablar al respecto.

—A mí también me sucede, tranquilo- sonrió de lado -esperé a que volvieras.

Pese a que para cualquier persona no tendría ningún sentido lo que acababa de decir, por la falta de contexto y más palabras, Jungkook había comprendido perfectamente.

Aunque nada le costaba actuar como si no lo hubiese hecho.

—¿Volver de dónde?

Estaba fascinado por el gesto de Seokjin, se mostraba dispuesto a responder, con una sonrisa y una ceja alzada, como preguntándole si en serio no entendía a lo que se refería.

Por supuesto, lo hacía, pero quería oírlo de sus labios. Quería que fuese él quien diera pie a la conversación. Era un asunto pendiente pese a que nunca antes se había mencionado ni una palabra con relación a ello, puesto que era tácito. Estaba presente en cada acción comprensiva de parte de cualquiera de los dos.

En los asentimientos de cabeza de Seokjin mientras Jungkook le decía que había escuchado algo, dándole la razón, en la mano de Jeon sobre la suya cuando le decía que casi no había podido dormir. En los ojos adormilados de ambos durante las tardes en la compañía del otro, cuando les invadía el sueño de un momento para el otro, y no había necesidad de disculparse ni mencionarlo, en cuestión de minutos el silencio reinaba en la habitación para no irse hasta al menos una hora después, cuando lo privilegios del mayor no contaban más y tenía que volver a su hogar.

Lo especial en su caso era evidente en las cosas más simples y cotidianas, porque no deberían llamar su atención, pero lo hacían. Esa era su pista, la que después parecía una espina incrustada en su piel, insistente para que la buscara o simplemente se acostumbrara a la incomodidad hasta que desapareciera o se hiciera imperceptible.

Lástima que los dos sabían, no sería así.

Durante toda una vida los enlaces que les arrastraban al pasado no había dejado de ser un dolor de cabeza. Simplemente se habían acostumbrado a las sensaciones extrañas hasta el punto de asimilar las emociones que traían consigo. Que uno lo hiciera con desagrado y el otro con sed de verdad, era la única diferencia. Ese detalle no lo conocían y probablemente no cambiaría nada, pero bien, compartir la rareza y misterio entre ambos les podría servir.

El caso era que, en realidad, uno de ellos atesoraba más la amistad y alegría que el otro le había traído a su vida, que cualquier visión, alucinación o recuerdo sin sentido. Quería deshacerse de ellos, más bien, y jamás estaría dispuesto a hablar de ese lado oscuro y horrible, porque en eso se había convertido luego de guiarlo hasta su accidente y traer nada más que confusión, pena y desvelos, si tenía que sacrificar cosas más importantes.

Porque ese era Seokjin, que priorizaría su felicidad al lado del otro por sobre todas las cosas, pese a que no era nada seguro, mientras su problema del túnel al pasado, con certeza, jamás se iría.

Igual, prefería concentrarse en la luz que apenas había aparecido en lugar de la oscuridad que no le dejaba en paz desde que era un niño. Probablemente, nunca llegaría a ver como algo especial lo que le sucedía, porque a diferencia de Jeon, en él solo los recuerdos incluían una profunda tristeza sin motivo.

Y si lo tenía, Seokjin al menos no sabía nada de él.

Así que suspiró antes de voltear y empezar a moverse solo, haciendo rodar las ruedas de la silla con sus manos, decidiendo que continuaría de la manera en que había sido desde que conoció al joven mayor que se dedicaba a pasar sus días con él; manteniendo en secreto la única cosa que podría alejarlos, ese raro sentimiento problemático que parecía encajar perfectamente, para darle sentido a las visiones y lamentos en su cabeza.

Ese raro sentimiento que no debería tener nada que ver con Jungkook.

—Olvídalo— se encogió de hombros —Te preguntaba si el paseo termina aquí.

Jeon apretó sus puños, y sintió todo su cuerpo tensarse por un instante, antes de dejar ir la tensión y volver la vista a Seokjin. Se veía tan impasible y brillante mirando al frente, con esa suave brisa moviendo sus cabellos, que solo le hacía pensar que debía ser muy mal amigo para pensar primero en su curiosidad, en lugar de la tranquilidad de su menor.

No podría hacerle pasar por un mal rato con una conversación a raíz de un tema que era obvio, Jin no quería tratar.

Se resignó a que tendría que esperar algún tiempo más para ello, o por lo menos, hasta después de que el día especial que había planeado para ambos, llegara a su fin.

—Tú definitivamente debes ser el hijo del director.

Rodó los ojos y levantó otro pastelillo, escogiendo uno de fresa esta vez. De pronto alzó una ceja porque la caja sobre la manta seguía media llena, Seokjin apenas había comido dos, pero claro, ¿con qué tiempo iba a probar los postres si más se estaba dedicando a hacer sus especulaciones sobre el permiso que había conseguido?

Había alzado el pecho al ver los ojos de Jin abiertos en demasía mientras veía la cesta sobre la manta rosa, justo a unos pasos del lugar donde la enfermera le había dejado, por indicación previa de Jungkook. Incluso se sintió aún mejor cuando vio los mismos orbes humedecerse y al dueño de estos, abrazar su propio cuerpo.

Ni qué decir de la sensación chispeante que le invadió cuando Kim alzó sus brazos pidiéndole que le cargara, para sentarse sobre la manta junto a él y no sobre la silla. Significaba que quería que estén cerca, y nada pudo hacerle más feliz.

Sostener su cuerpo tampoco debería haber causado la gran cosa en su corazón, pero este definitivamente había dado un vuelco, y Jungkook solo se justificó con que era joven y emocionarse por tener cerca a un chico lindo era nada más que normal, sobre todo si se trataba de ese joven castaño.

Como fuera, la emoción de Seokjin seguía presente incluso si llevaban estando en la compañía del otro, un buen rato ya. Y se hacía evidente en sus oraciones y preguntas, que si le había pagado a los enfermeros, que si les había llevado pasteles, o si tenía un familiar allí y por eso le dejaban entrar y salir del recinto como si fuera su casa, para ahora permitirle hasta armar su día de campo. Estaba exagerando.

—No es la gran cosa, ya te lo he dicho— Kook bufó —cualquiera puede pedir un permiso.

Soltó una risita cuando vio a Seokjin abrir la boca en un gesto de indignación y luego cambiar drásticamente a una expresión cohibida, mirando a la caja de cartón abierta pastelillos dentro.

—Claro que es la gran cosa— murmuró con pena antes de tomar por fin uno de mora y llevárselo a la boca.

Jeon comprendió que para Seokjin no se trataba de un simple detalle y, no era necesario mencionarlo, pero últimamente cada cosa que el más pequeño hacía le aceleraba el corazón, esta vez no había sido la excepción. Y bien, tal vez no era algo reciente.

Negó con la cabeza, porque otra vez estaba pensando en ello. En su intento por olvidarlo, miró hacia la cesta de mimbre que había pedido prestada de su madre, para ver qué más quedaba en ella. Sus ojos se iluminaron cuando se encontró con sus marcadores permanentes de colores.

Estaba a punto de estirar el brazo para alcanzarlos, pero se detuvo en el último instante, mientras Seokjin seguía hablando por su lado. ¿Qué tal si le parecía infantil y tonto?

Le echó un vistazo a su pierna enyesada, y al verla sin ningún dibujo o firma, olvidando por completo que el mismo Jin ya le había pedido tiempo antes que la pintara si quería hasta con garabatos, desistió de su idea.

—¿Y cuándo volverás a la escuela?

Fugazmente dirigió su atención a Kim, esperando que no hubiera notado hacia dónde había estado mirando.

—En dos semanas más— no pudo evitar hacer una mueca. Durante sus vacaciones de medio ciclo había podido pasar mucho tiempo con Seokjin, cuando tuviera que retornar a las aulas, las visitas de media tarde volverían también. Y era obvio que serían más cortas. Se sacudió, no debería sentirse tan mal solo por eso —¿Por qué preguntas?

Vio a Seokjin estirarse para alcanzar una botella de agua, moviendo con dificultad su pierna para estar más cómodo, apoyado contra el árbol. Su ropa, que mayormente era de colores pasteles o muy claros, terminaría más que mugrienta, eso estaba claro. Pero al normalmente impecable de su amigo, parecía no importarle ni un poquito.

Jungkook solo pudo morderse las mejillas para no sonreír demasiado, sabía que la razón detrás de la poca preocupación que tenía Jin cubierta de felicidad momentánea no era el cambio de ambiente, sino él mismo y su compañía.

—Bueno— el castaño habló, sin prestarle atención al otro, sus ojos se ocupaban en brillar curiosos en dirección a la cesta —es que parece que has traído tus útiles escolares.

Jeon sintió su rostro arder y se apresuró a cerrar la tapa, pero ya no tenía caso. Bufó antes de negar y mirar con los ojos entrecerrados al otro, incluso si no se había burlado con su última frase, como casi siempre hacía con otros temas.

—¡No dije nada malo!— alzó ambas manos, en son de paz —¿No debía ver eso? De acuerdo, no vi nada, Kookie.

—Eres un tramposo— dijo bajito, como si no quisiera que Seokjin escuchara.

Sabía perfectamente que le había llamado de esa forma cariñosa para conseguir que le contara sin necesidad de preguntar directamente por ello. Kook era débil por esos tratos y Jin, como con casi todos los detalles sobre su persona descubiertos por su propia cuenta, era consciente de ello.

El pelinegro suspiró porque de igual manera, y con una sonrisa de lado, acaba de decidir que cedería y dejaría atrás su preocupación anterior por lo que pudiera pensar Kim.

—¿Ah?— este ladeó la cabeza tan pronto observó lo que Jeon tenía en sus manos —¡Quiero un dibujo!

En un instante ya tenía sus manos prendidas de la polera del más alto, sacudiendo a este de un lado al otro para convencerlo de aceptar su pedido. Jungkook solo se dejaba jalonear sin dejar de estirar las comisuras de sus labios.

No dejaba de asentir, sin soltar ni una palabra porque Seokjin no le escucharía, estaba demasiado ocupado emocionándose y haciendo ruido, si el personal del hospital lo veía así, lo más probable era que felicitaran a Jeon por el avance, después de interrogarlo, por supuesto.

Se arremangó antes de tomar los marcadores y esparcirlos sobre la manta, esperando que Jin escogiera los colores rápido, porque además de no hablar por saber que su menor no le prestaría atención, tampoco lo hacía por el temor de cómo saldría su voz, pese a que no le estaba sucediendo nada fuera de lo normal como para tener repercusiones en aquel detalle, pero Jungkook se conocía bien.

Estaba completamente consciente del porqué no subía su vista y porqué tras recibir los tonos preferidos de Seokjin, simplemente asintió para ponerse a pintar sobre la superficie blanca.

—¿Qué vas a dibujar?

Mordió sus labios, porque no tenía idea y definitivamente tendría que abrir la boca para preguntarle a Seokjin qué quería. Suspiró.

—¿Qué quieres que dibuje?

No se sorprendió en absoluto cuando Jin con una preciosa sonrisa, le señaló la foto del peluche que le había regalado semanas atrás, en la pantalla de su teléfono, porque era su fondo favorito.

Recordó no haberse esforzado en ocultar su decepción al ver que Kim había configurado esa imagen para ser lo primero que viera al encender el aparato, en lugar de la única foto que tenían ellos juntos. Hasta que bueno, cayó en cuenta de que podría ser raro.

Tanto como lo era que Jungkook le prestara especial atención a esa clase de detalles insignificantes, porque había armado otro problema al ver que Jin lo tenía agendado con su nombre completo, tan serio y extenso como carente de significado, o eso había soltado él con dramatismo en la cara del menor.

Era ridículo por dónde lo viera, pero seguía ahí, pensando y reclamando por esas cosas pretendiendo que exageraba a propósito, porque más que sentir vergüenza frente a Seokjin, la sentía extrañamente como si su subconsciente fuera parte de otra persona a la que le debiera algo. Se sentía apenado por actuar así, sabiendo lo que alguien más podría estar pensando a parte, de forma autónoma, sobre sus impulsos adolescentes.

Por supuesto, esa pena no era suficiente para detenerlo, porque precisamente ahora que había recordado el asunto del fondo de pantalla, se decía, tal vez si ambos tenían más fotos juntos, Seokjin podría seleccionar una que le gustara para ese motivo especial. O por lo menos, dejaría de parecerle extraño que Kook se ofendiera.

Pero regresando a la cuestión principal, definitivamente no dibujaría a ese Mario en su pierna, de ninguna manera.

O eso quiso decir antes de que Seokjin volviera a sonreírle.

—Del tamaño de una hoja de papel sería genial, si no es mucha molestia.

Frunció el ceño.

—Gracias, Jin— observó como este ensanchaba su sonrisa —Ahora estoy más que decidido a negarme.

—¿Ah?— ahí venía su lado escandaloso —¿Por qué?

Ahora bien, necesitaba pensar fugazmente en una excusa por lo menos no tan ridícula como sus celos por un personaje ficticio.

—No sé dibujar.

Probablemente debería haberse esforzado un poco más, porque ahí venían los reclamos, incluso desde los ojos más abiertos y las mejillas apretadas de Seokjin.

—¡He visto cientos de dibujos en tus cuadernos! ¡Claro que sabes!

Era su turno de abrir la boca y fruncir su entrecejo. ¿Cómo había dicho?

—¿Y tú cuándo has visto mis cuadernos?

Seokjin no tenía ni un atisbo de culpa en su expresión por haber confesado que husmeaba entre las pocas cosas que llevaba el otro al hospital, más al contrario, como si con eso considerara que sus derechos aumentaban en favor de sus propias quejas.

—Por eso te dije que no usaras mi cama como mesa para tus tareas— refunfuñó —te quedas dormido, y así me das permiso para ver.

Jungkook no podía creer lo cínico que se escuchaba Seokjin, volviéndose todavía peor mientras no dejaba atrás sus gestos y muecas.

Y bien, su incredulidad incrementaba cuando caía en cuenta de que aún así, para él, Jin seguía viéndose como el ser más precioso del planeta, incapaz de hacerle enojar. No era justo, así que por una vez, no se dejaría llevar.

—Pero nunca dije que pudieras ver, aunque yo esté durmiendo. Tú estás en falta.

—¡¿Yo?!— ver a Jin así era divertido —¿Quién te manda a ser tan flojo?

No pudo evitar reír, juraba que no había sido posible. Kim no debía estar tan molesto, porque no tardó en seguirle tampoco.

—¿Te conformarías con una firma?

Pfft, ¿crees que soy tu fan o algo así?

Jeon se encogió de hombros, no iba a ofrecerle nada más así que tendría que aceptar de todas formas, y Jin pareció comprenderlo. Se mantuvo en silencio mientras observaba a su amigo mayor hacer trazos con un marcador rosa.

A pesar de haberse mostrado reacio y caprichoso, al ver terminada la marca de Jungkook, Seokjin simplemente pudo sonreír grande y asentir varias veces. Le gustaba el contraste del color cálido con el yeso pulcro en el que nadie se había atrevido a dejarle un recuerdo hasta ahora. Simple firma o dibujo detallado, nada le quitaba el significado.

Incluso este aumentaba solo porque venía de Jungkook.

Además, su firma no era tan sencilla y en esos momentos Jin la veía con tanta atención que hacía parecer que la encontraba más bonita que cualquier dibujo elaborado y lleno de color.

—Me encanta— trazó las curvas del nombre de Kook con sus dedos, feliz, tanto que después de contagiar al mayor con su emoción, le hizo preguntarse qué de extraordinario encontraba Jin en esa firma como para haber desistido tan rápido de su reclamo por un dibujo de su personaje favorito. No lo entendía.

Pero bien, no necesitaba hacerlo, porque de todas maneras se encontraba sonriendo como idiota, de nuevo estando más que consciente de lo que ocurría en su interior.

—Uh, pero tengo una pregunta.

Jungkook se dedicó a cerrar el marcador mientras regresaba los demás a la cesta.

—¿Sobre qué?

Seokjin habló rápido, con un gesto tan preocupado que era cómico, porque obviamente no se encontraba así por una razón seria en absoluto. Lo presentía.

—¿Cómo piensas que tus hijos falsificarán esa firma, si es tan difícil?

Un fugaz pensamiento cruzó su mente en el instante que la pregunta terminó de ser pronunciada, y si Jungkook no lo dejó salir con palabras concretas desde su boca, acompañado de la más encantadora sonrisa a propósito para ver el sonrojo de Seokjin, fue porque tan rápido como una curiosa respuesta había venido a su cabeza, también lo hizo un rastro de consciencia sobre lo problemático que sería tratar con Kim después de eso.

Junto a una sensación de miedo tan real, que pareció justificada por completo, pese a que no era así.

Porque siempre ocurría lo mismo cuando sus sentimientos por Seokjin recibían el estímulo suficiente para salir.

—Voy a reservarme el contestar a eso— simplificó.

Y agradeció que a partir de aquel momento, Jin se limitara a seguir repasando las líneas en silencio, aún con su bonita expresión llena de gratitud por un detalle minúsculo.

Deseó haber cedido ante su petición del primer dibujo, nada más que para ver qué cara hubiera puesto entonces, si parecía tan contento con un simple garabato que acababa de inventar, porque antes de aquel día Jungkook nunca lo había hecho.

Miró hacia la manta para tomar el primer marcador que sus ojos enfocaran, para empezar a dibujar y darle el gusto a su menor, cuando su camino se vio obstaculizado por una mano suave y ligeramente más pequeña que la suya.

Seokjin se había movido al mismo tiempo para repetir su acción, sin haberlo planeado.

Y de hecho, si es que realmente hubiese tenido opción de hacerlo, el dejar pasar una oportunidad como aquella ni siquiera habría sido una opción.

Porque el simple roce de sus manos fue suficiente para despertar más que una ráfaga de emociones dentro de ambos muchachos. Confirmaba lo que habían sido muchas sospechas de sentimientos, les traía de vuelta y hacia atrás al mismo tiempo, tal vez demasiado.

Y sobre todo, se sentía tan correcto que la tristeza era desestabilizadora, porque no encajaba.

Quizá el cruce de sus miradas hubiese sido perfecto, de no ser por ese pequeño detalle. Ese miedo que les decía, aquello ya había pasado y por supuesto, si hasta en la actualidad les traía problemas y confusiones aún tratándose de un tema desconocido, no había salido nada bien.

Quisieron protestar, gritar o lamentarse, cada uno por su lado, porque lo sabían.

Aún con todas las alarmas en sus mentes, y el tipo de sensación de peligro que venía instintivamente por un daño recibido con anterioridad, lo sabían.

Estaban enamorados, y no se trataba de algo reciente en absoluto.

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