𝘿𝙤𝙘𝙚

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Meneó las orejas como por milésima vez. No, bueno, habían sido cinco, pero Jimin no terminaba de comprender la razón por la cual Yoongi caminaba de cuarto en cuarto por toda la casa, metiendo cosas en dos grandes maletas, mientras le decía al minino que se quede quieto en la cama y no diga nada. Soltó otro maullido estirando sus brazos hacía el mayor, queriendo abrazarlo, y es que Jimin sabía que nada estaba bien después de que fuera a abrazar a Yoongi en la puerta, aquella mañana, pero no entendía lo que sucedía, y estaba seguro de que el mayor no lo comprendería si se lo preguntara.

Cuando Yoongi alzó su mirada y vio que su bebé lo necesitaba, soltó todo lo que tenía en sus manos, corriendo a abrazarlo. Jimin se acurrucó contra el cuerpo de Yoongi, encajando su cabecita en su cuello mientras el pálido lo sostenía con firmeza por la cintura.

— Yoon. — maulló el pequeño, trotando su nariz contra la sensible piel del cuello del más alto, logrando que este se estremeciera y besara sutilmente la cien de Jimin. — Yoon. — volvió a insistir, tratándose de darle el apoyo moral que podía. — Te amo, Yoon.

Había pasado poco tiempo desde que Jimin aprendido a decir eso, pero ambos estaban contentos de que fueran esas, dos de sus primeras palabras, porque Jimin sabía que no había nada que le gustara más que decirle a Yoongi cuanto lo amaba. Y Yoongi porque, sin esas palabras, seguro en aquel momento seguiría hecho un manojo de nervios.

No era para menos, el padre de Hoseok tenía sus trabajos buenos, así como sus trabajos malos. Como todo buen millonario, él conocía muchas industrias ilegales en el país y, de hecho, estaba seguro de que en el extranjero también. Sin embargo, era obvio que si le pedía ayuda para capturar a esas personas antes de que supieran donde estaba Jimin, el señor se negaría ya que no le incumbía y siempre es mejor mantenerse lejos de cualquier cosa ilegal a que no te trajera ningún beneficio.

Pero entonces ¿Por qué permitían que anuncios como ese aparezcan en el periódico? ¿Significa que los diarios se vendían a tan poco que aceptaban que cualquier persona publique en estos? ¿Qué pasaba si los denunciaba? ¿Y si todo salía mal? ¿Perdería a Jimin para siempre? No, no y no.

Esas preguntas rondaban por su cabeza porque, ilegales o no, Jimin les pertenecia y aquí quienes estaban secuestrándolo eran ellos, no él, ya que su pequeño Jimin había nacido para estar a su lado; pero si Yoongi no lograba demostrar  que aquellos hombres aún seguían creando más de esos niños-gatos, él quedaría como un gran mentiroso y estaba seguro de que con un buen dinero, aquellas personas rastrearían de donde fue la llamada de denuncia o cualquier tipo de queja anónima.

Sí, bien, quizás estaba siendo paranoico o había visto demasiadas películas ¡Pero eran mafiosos! Y con los mafiosos nadie se mete, porque siempre termina mal. Sin embargo ahí estaba, alistando todo para llevar a Jimin a la casa de Hoseok hasta que se le ocurra algo mejor que hacer.

No, corrección: Ahí estaba, abrazando a su mundo como si su vida dependiera de ese pequeño con orejitas y cola de gato, y de hecho, así era. Yoongi no entendía si era debido a la mutación o alguna cosa en el ambiente, pero desde que vio a Jimin, se podía decir que se enamoró instantánea de él, y en el momento en que lo hizo suyo, sintió esas chispas y ese mar de emociones en el estómago.

Yoongi jamás se había enamorado, jamás había creído en esas cosas de medias naranjas o en las parejas que dicen aquel:

Yo moriría si no estas a mi lado; pero ahora él estaba seguro de que lo que sentía por el minino era mucho más fuerte que cualquier palabrería de un poema, desde el más conocido, hasta el más barato. Jimin era su mundo y no lo perdería por nada, ni nadie.

—Te amo tanto, bebé. — estrechó mejor al minino, sentándolo sobre sus piernas mientras entrelazaba sus dedos con los de Jimin y lo atraía en un beso, un suave beso en el ambos se sumergieron por varios segundos. El ligero ronroneo del minino no tardó en hacerse presente, y tras una mordida, volvieron a besarse ahora de una forma más profunda.

Yoongi conocía de memoria cada rincón de la boquita del gato, él sabía hasta por cuales zonas pasar la lengua para recibir un estremecieron, sabía también donde tocar para ganarse un jadeo, al igual que sabía donde besar para llevar al menor al borde de la excitación.

Lo conocía, porque Jimin era suyo, en tan poco tiempo, ya el chico de ojos grises le había entregado su vida completa a Yoongi, y este no le fallaría, porque él también le estaba entregando su alma, su cuerpo y corazón a Jimin tantas veces como él lo deseara.

—Escúchame, amor. — separaron sus labios para que Jimin se recupere, jadeando contra la boca de Yoongi, mirándolo fijamente a los ojos. Meneó las orejas, clara señal de que lo estaba escuchando. —Te amo, y te amo como no te imaginas. Sé que quizás no entiendas la magnífica de estos sentimientos aún pero te amo, Jimin. Quiero vivir mi vida a tu lado siempre, y, si es posible después de la muerte sé que seguiría estando a tu lado, pase lo que pase. — Bien, Yoongi, estás siendo un poco dramático, pensó. — Pero, a lo que me refiero es que si fuera por mí, nos casaríamos en este mismo instante y nos encerraríamos en un lugar bajo tierra para que nadie nos encuentre. Bebé , eres todo lo que necesito, más que al oxígeno, más que a mí vida, más que cualquier cosa, sé que moriría si no cuento con tu cuerpo cerca del mío, tus labios sobre mi boca y tu corazón perteneciéndome como lo hace ahora.

Dejó otro besito sobre los gruesos y suaves labios del minino, observando como los ojos grises de este se llenaban de lágrimas, Yoongi no necesitaba preguntar, porque podía ver esa pequeña sonrisa dibujarse poco a poco en los labios del amor de su vida, mientras que un par de preciosos hoyuelos se le formaban en las mejillas. Jimin soltó las manos del mayor solo para tomarlo de las mejillas y atraerlo hacía él, besándolo tan profundo como su capacidad se lo permitía.

Fue ahí cuando Jimin pensó que Yoongi podía hacerlo morir de amo y revivir al instante siguiente debido a la misma razón, porque estaba seguro de que con esas palabras, había muerto y renacido solo para besarlo después. Meneó la punta de su cola, enredándola alrededor de una de las piernas del más alto, sin dejar en libertad sus labios. No quería hacerlo, aunque le hiciera falta respirar, no quería alejarse de su Yoongi.

—Es hora de irnos, amor.










Hoseok observó extrañado a Yoongi una vez abrió la puerta de su casa, era tan raro lo que le había pedido esa mañana, principalmente porque le dijo que no le comente a nadie que iría esa misma noche para quedarse unos días. Pero, en definitiva, la parte más rara de todas fue ese pequeño encapuchado que venía tomado de la mano de su mejor amigo. Ni siquiera se le podía ver el rostro por la gran capucha roja, además de la hostilidad del muchacho, escondiéndose detrás de Yoongi, como si le tuviera miedo al mismísimo Hoseok.

—¿Nos vas a dejar mojándonos aquí afuera o ya podemos pasar?

La voz del mayor sacó al más alto de sus pensamientos y se hizo a un lado, permitiéndoles ingresar. Una vez ambos dentro, junto con las maletas, Hoseok cerro la puerta y observó mejor a su mejor amigo. Yoongi no traía nada llamativo, como siempre iba más de negro que de otros colores, pero ahora tanto sus jeans como su playera era de un color negro azabache, peor que en un velorio.

Siguió los pasos de este hasta que llegaron a la sala, y solo entonces Yoongi se sentó sobre el sofá, empujando su flequillo hacía un lado. Empezó a quitarle la capucha roja al niño, ante los ojos de Hoseok.

El ojimiel no pudo ocultar su sospecha cuando las manos del mayor llegaron a, lo que supuso, las mejillas del más pequeño y dejó un suave beso sobre sus labios; aunque tampoco dijo nada, él sabía que tenía que esperar para pedir cualquier tipo de explicación.

—Ya está, bebé, sé que es fastidioso pero tienes que llevarlo cuando salimos a la calle. — la gorra de la capucha cayó y el cuerpo de Hoseok se congeló al observar una gran cantidad de rizos, pero la principal razón de tal sorpresa eran las dos pequeñas y esponjosas orejas sobre la cabeza del más pequeño, sustituyendo las orejas de humano, las cuales, existiendo o no, se ocultarían entre tal cantidad de rizos revueltos.

El niño meneó la cabeza, al parecer sacudiéndose, y entonces Hoseok pudo notar esos hermosos grises que brillaban en sus ojos. Luego un ligero maullido, no cabía duda alguna, ahora comprendía la razón por la cual ese rostro se le hacía familiar.

_¿Es uno... De esos niños?

Yoongi y el pequeño lo miraron, pero a diferencia de Yoongi, que asintió tranquilamente y luego continuó con su tarea de quitarle las ropas extras al menor, este último mencionado entrecerró los ojos, aún con ese gesto hostil en su rostro.

—Si, y no es "esos niños", es Jimin, Hoseok. Jimin, amor, él es Hoseok, es como Namjoon, es mi mejor amigo, así que tú tranquilo ¿De acuerdo? No te hará daño.

— Es hermosos.

El comentario salió sin siquiera ser procesado con totalidad por su cabeza. Hoseok dibujo una sonrisa nerviosa cuando una de las cejas del peli–negro se alzó, al parecer queriendo saber a qué se refería con ese comentario o qué tal malintencionado iba el piropo.

—¿Qué?

—Quiero decir, nunca había estado tan cerca de uno, Yoongi ¿Puedo tocarlo?

Después de meditarlo y de ya termina de sacarle las prendas odiosas al más pequeños, solo lo dejó con un pantalón algo suelto que le llegaba hasta terminar las rodillas y su playera larga roja que tanto Jimin amaba. El minino se subió sobre las piernas de su Yoongi y se acurruco contra este, meneando la larga cola que apenas sintió su libertad, se hizo presente. Hoseok tragó en seco, tratando de no demostrar en su rostro su sorpresa ante ese detalle, un muy largo detalle.

—Puedes, sí, pero despacio. Es todo.

Solo bastaron unos segundos para que el ojimiel ya estuviera al lado de Yoongi en el sofá. Jimin no le daba la cara, la tenía totalmente enterrada en el cuello del mayor, pero algo le decía a Hoseok que, por algún lugar o incluso por el rabillo del ojo, lo estaba observando. Una tierna sonrisa se formó en el rostro del más alto de los tres y llevó su mano a los rizos de Jimin, decidido, empezó a acariciarlos, sintiendo al gatito tensarse.

—Lo siento. — dijo, apartando su mano.

— No, está bien. — Yoongi le sonrió, besando la cien del minino pasando su mano ahora él por los rizos suaves de Jimin, justo donde antes Hoseok había tocado. — ¿Ves? No fue tan malo ¿O sí?. — ahora fue al ojimiel al que le tocó sonreír cuando el minino negó con la cabeza lentamente. — Eres un buen niño, bebé.

—Yoongi, Jimin es impresionante, eso lo veo, pero ¿Ya me vas a decir qué demonios está ocurriendo?

—No, no aún, espero a que Jimin se duerme, ya es algo tarde y debe estar cansado ¿Tienes leche?

—Sí, pero...

—Trae un vaso con leche tibia ¿De acuerdo? Lo acostamos y te explicaré todo, Hoseok.

No le quedó de otra más que asentir, caminando hasta la cocina.











































— Ya se durmió.

Habrían pasado menos de cuarenta minutos cuando se escuchó por toda la sala unos ligeros ronquidos provenientes del gatito. Yoongi lo acurrucaba en sus brazos con una de sus más cálidas sonrisas y Hoseok entonces comprendió que ese era el pequeño al que le dijo "mi amor" Cuando hablaron por teléfono.

— Puedes ir a acostarlo ahora si quieres, tengo una habitación disponible arriba.

— Lo haré luego, ahora tengo que pedirte un favor. — respondió el mayor rápidamente.

—¿Qué sucede?

—Al salir de casa, un par de mis vecinas me vieron caminando con Jimin, supongo que pensaran que es un niño cualquiera, pero si vuelven a ir a buscarme por alguna razón y no me encuentran ahí, sabrán que yo lo tengo, Hoseok.

— Espera, no me has explicado nada ¿Es el gato de los periódicos?

—El mismo.

—¿Y por qué lo tienes tú, Yoongi?

—Porque es mío ahora.

—No es tuyo, sabes eso.

—Hoseok, ¿Crees que pienso devolver a Jimin? Me conoces desde que tengo memoria ¿En serio pasa por tu cabeza que voy a entregarlo si estoy viniendo hasta aquí a estas horas de la noche pidiéndote de favor que cuides al amor de mi vida?

Hubo un pequeño silencio, y luego un largo suspiro por parte del ojimiel.

—No, creo que eso no suena mucho al Min Yoongi que conozco.

—Gracias.

—Entonces ¿Estás huyendo?

—No.— Yoongi pasó un dedo por el rostro dormido de su pequeño amor, quitando un mechón travieso de su cabello caído sobre uno de sus ojos, dándole un suave beso en la frente. — O sí, no lo sé. Solo quiero asegurarme de que nadie note que me estoy yendo de mi casa por un tiempo, y tengo unas vecinas suficientes chismosas como para llamar a esos hombres por un par de dólares.

—¿Qué harás, en todo caso?

—Iré a casa está noche, y fingiré que ese niño era mi hermana o no lo sé, algún pequeño que cuidé , haré  como que todo está normal para que ellas me noten tranquilo, y a la tarde siguiente saldré cuando no estén husmeando para chismosear lo primero que vean. Después ya tengo un plan, solo necesito que me ayudes está noche y luego te prometo que Jimin y yo no te molestaremos más.

—Eso lo entiendo, Yoongi, pero. — Hoseok mordió su labio. — ¿Y si se despierta y no te encuentra aquí? ¿No crees que se asuste?

Hoseok observó como el rostro de Yoongi se entristeció y cerró sus ojos con fuerza, mientras la sonrisa en los labios de Jimin se notaba más en el mismo instante en que se acurruco mejor contra el mayor.

— Por eso, tenemos que encerrarlo en la habitación hasta que yo vuelva.








































U. U

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