𝙑𝙄. 𝙏𝙝𝙚 𝙄𝙣𝙩𝙧𝙞𝙜𝙪𝙞𝙣𝙜 𝙄𝙣𝙩𝙚𝙧𝙚𝙨𝙩

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Dedicado a Chimchim_de_Jinnie

     Pocas veces había prestado atención al hecho de ser el receptor de la misma, para una nada pequeña ni poco variada congregación de seres.

Era lo natural, lo usual, lo justificado. Después de todo, seguía siendo hermoso.

Y a pesar del vívido recuerdo de las heridas y magulladuras en su piel atormentándole, seguía siendo precisamente solo eso; un recuerdo.

Nada que se pudiese ver en el exterior, y aún cuando a la Luna nunca le importó reparar lo suficiente en ser el punto de enfoque todo el tiempo, de alguna manera saber que nadie conocía el daño que había recibido hacía algunos días, le aliviaba más de lo que desearía aceptar.

Era una incomodidad menos.

Lo que se traducía a casi nada de peso reducido, porque en la reunión de jardín cada detalle parecía insignificante en comparación con la cosa con mayor peso en el terreno; una presencia poderosa que no entendía porqué era capaz de sentir hasta en los huesos.

Ni siquiera los novedosos ornamentos ni las preciosas vestimentas de los invitados, las plantas exóticas traídas desde los reinos terrenales de los confines del sistema solar, y la innovadora arquitectura del nuevo pequeño paraíso dentro del ya de por sí paraíso celestial, lograba desviar la carga y de la misma manera, concentración lejos de un solo punto apoyado en la columna más alejada del lugar.

Odiaba que fuese así, que el simple hecho de saber quién estaba allí, cambiara todo lo que le debería importar en una de las tan habituales reuniones de ocio entre los de su clase.

Nunca le había visto allí, ¿por qué empezar ahora? ¿Había decidido atormentarle de esa manera también?

Luego de lo sucedido definitivamente le había quedado claro que quedaban temas por zanjar, aunque deseara que no fuera de esa forma, después de todo no era ningún ingenuo ni estúpido.

Sabía que hacia el final de su desagradable encuentro en la propiedad de Hoseok, hubo algo más en el aire entre ellos que debió ser descifrado y analizado en aquel preciso instante.

Así, no habría tenido la duda con el inconvenientemente borroso recuerdo de la sensación extraña flotando en su mente durante el tiempo que ya había transcurrido desde entonces.

¿Sería igual de fastidiosamente desconcertante para el guerrero también?

Olvidando que de hecho, no estaba solo en sus habitaciones privadas, rodeado de sus sirvientes, —lo que era equivalente a tener la paz de un lugar completamente apartado e íntimo como para permitirse adentrarse en sus pensamientos y reaccionar con libertad por el exterior—, la deidad se encontró bufando con gracia dentro del recipiente de cristal con forma de dos esferas unidas donde había estado probando una especie de sidra especial de un fruto nuevo cuya degustación definitivamente —según su destacada compañía formada en círculo a su alrededor—, habría merecido más de su atención y maneras educadas.

Y el hecho de que al instante sus ojos se mostraran blancos, volteándose escondiendo su iris de por sí claros, no hizo mucho por desviar la atención de su actitud.

—¿Ha sido realmente malo? ¿O esa es una mueca de placer? Cualquiera que sea la respuesta, estaría dispuesto a verla de nuevo ofreciéndole de mi propia bebida, Luna.

Ni siquiera el desatinado comentario del señor invitado de los dominios del dios Xin Ghil le perturbó tanto como lo hizo la forma en que le había llamado al terminar de parlotear.

No había pasado tanto tiempo desde que había asistido a ostentosas reuniones sociales como aquella, pero aún así no recordaba si antes se habían referido a él de la misma forma en que el guerrero lo hizo desde su primer encuentro.

Y de ser el caso, ¿por qué parecía tan incómodo y desagradablemente nuevo ahora?

Luna.

Pretendió que había tocido dentro del singular vaso por la ofensa causa de la clara y poco sutil insinuación del ser antropomorfo de piel escamosa y violeta, ahora que le veía a través del empañado cristal por debajo de sus pestañas, hasta que notó que... No sería nada creíble.

Porque desde siempre esa clase de palabras habían sido bien recibidas por sí mismo, con una sonrisa coqueta y una respuesta igual de provocadora, mas dejando en claro cuán descabelladas eran las pretensiones de sus admiradores inferiores.

¿Por qué ahora no reaccionaba así?

—Phxaneuf, no creo que vayas a obtener algo de él por ahora, a no ser que se trate de otro gesto desdeñoso.

Seokjin escuchó el comentario de otro, y de nuevo, tuvo que contenerse de hacer más muecas, incluso si aquel ser acababa de decir la verdad. Ciertamente no estaba de humor para nada.

—¿La sidra no ha sido de su agrado, mi dios lunar?

Quiso contestar, quiso responder mostrando su agrado porque le llamaran como era debido, con la distancia adecuada, pero las palabras simplemente no terminaron de formarse dentro suyo.

Demasiado en qué pensar aún en ese momento, que sentía todos los ojos puestos en él —al menos dentro de su no tan pequeño grupo— y nada debería haberle distraído con lo mucho que sabía, él mismo no sería capaz de ignorar a ninguno de sus cercanos, todavía menos para hallarle la razón a pequeñas actitudes inusuales de su parte.

Pero es que de repente parecía tan ajeno a todo, como si las cosas de las que solía disfrutar hubiesen perdido un poco de su encanto.

Optó entonces por seguir ignorando a los presentes aún preocupados en sacarle palabra por ser una de las más llamativas deidades, porque finalmente lo venía haciendo desde el comienzo y realmente necesitaba descubrir el porqué de su pequeño cambio en público.

No podía haber quedado marcado por la fea experiencia en el jardín al otro lado del Taebak, ¿cierto? No había sido tan importante.

No había sido nada, en absoluto.

Así que se dijo que nada más estaba incómodo sabiendo que su transgresor estaba no muy lejos de allí, feliz y orgullosamente luciendo sus típicos arapos debajo de una armadura desgastada y sucia, destilando la pestilencia consecuencia de su maldad como si fuese nada.

Como si siquiera mereciera estar presente en la fiesta de celebración por el nuevo terreno adquirido por la deidad protectora del Taebak y la proeza arquitectónica que se erguía bajo sus pies.

No era una ocasión precisamente importante, de ahí la diversidad de seres místicos de la tierra santa y muchos otros territorios, cuando por lo general los congresos más exclusivos se reducían a requerir la presencia de los de mayor jerarquía y por supuesto, cualquiera que no fuese una deidad a cargo de un cuerpo celeste o de las variaciones de elementos abstractos indispensables en el universo y por ende en sus seres, se consideraba irrelevante.

Sin embargo, aquella no parecía explicación suficiente para justificar la presencia del cruel guerrero allí.

Si fuera por Seokjin, le habría echado él mismo, incluso si terminaba encadenado a un tronco de nuevo.

Sonrió para sí mismo, regalando la bella imagen a sus acompañantes de igual forma, porque no estaba seguro de estar dispuesto a soportar algo así dos veces.

Los días posteriores habían transcurrido de manera confusa, como si todo hubiese sido un sueño.

O más bien una pesadilla.

Todavía tenía las palabras contra el Sol repitiéndose en su cabeza, y quería creer que era la nueva duda instaurada sobre sus sentimientos artificiales la que le venía privando de su paz, y no la satisfacción final por haber visto la reacción del ex humano a sí mismo y su cuerpo hacia el final de su encuentro.

O la evidentemente falsa y mal intencionada preocupación de Jungkook por abrirle los ojos a la realidad, haciéndose más débil a medida que se burlaba y le insultaba para luego volver a acercarse y marearle con sus toques agresivos, cortes y respiración caliente en el cuello y sien.

Debía tener algo mal en la cabeza.

Jungkook, por su actuar, y Seokjin, porque finalmente...

Aquellas eran las partes más nítidas de todo el secuestro en sí, y las que más repetía como si fuesen algo digno de proyectar en su mente, reviviendo sensaciones desconocidas que solo despertaban su curiosidad.

Porque por muy coqueto que fuese, y lo mucho que había ilusionado a otros con la promesa de una noche entre sus piernas, la verdad era que nunca había pasado de ser la treta maliciosa que nada más terminaba en una despedida —o a veces, ni eso— cuando el amanecer se veía culminado, y el deseo creciente de Seokjin por ver al Sol, saciado.

No tenía ninguna experiencia, ni interacciones, más allá de conversaciones nocturnas entre risas e insinuaciones, palabras lejanamente provocativas, y nada de contacto físico por el respeto que se le debía como divinidad.

Salvo con aquellos de su misma jerarquía, que se habían atrevido a ir un poco más allá, pero ciertamente Seokjin bien podía hacer como si aquellos incidentes nunca hubiesen sucedido.

Al principio de los tiempos, cuando todavía su belleza y sensualidad se veía como novedosa —no era que ahora fuese menos despampanante, pero el hecho de que pasada una eternidad desde entonces se había desgastado un poco la emoción al respecto, era irrefutable—, cada uno de los seres celestiales de más grande rango habían intentado algo con él, fallando miserablemente y adoptando un resentimiento que de la misma forma, con el pasar del tiempo, se había apagado.

El punto era que ya ni siquiera podía recordar cómo se había sentido tener el tacto ajeno sobre su piel y el deseo desprendiendo por los poros de alguien más, con la excitación contraria emanando en olas que bien, seguramente no le habían afectado en absoluto.

Porque si las historias de los encuentros no le eran narradas por sus dokabbies, significaba que en su momento una versión más joven de sí mismo, no se había visto interesada en guardar las memorias en absoluto.

Así que bien, con aquello dicho, ahora podía comprender que la cercanía del guerrero, por muy despreciable que fuera a sus ojos, tenía que haber hecho estragos en él, sobre todo si su creciente necesidad acumulada estaba destinada para nadie más que el Sol y este pues, todavía estaba fuera de su alcance.

Entonces su sonrisa se esfumó por completo.

En todo el tiempo que había estado allí, en el nuevo dominio del dios protector del Taebak, pretendiendo hacer su mayor esfuerzo para disfrutar de la reunión y del entretenimiento, convenciéndose de que la tensión en su cuerpo y alma por la presencia del guerrero del Sol estaba justificada,... no había pensado directamente en Hoseok.

Ni una sola vez.

Ni siquiera le había buscado con la vista como siempre hacía incluso si era consciente de que jamás llegaría a acercarse.

Ni un ápice de su tiempo dedicado a demostrarse a sí mismo cuán supuestamente fuerte era su amor.

Y si se arrastraba en las emociones amargas que esa realización le causaba, realmente tenía que retroceder a horas antes, cuando todavía había estado dedicado a adornar su propia imagen para la ocasión, con sus túnicas finas recién confeccionadas —y es que ni siquiera habían requerido de mayor tiempo, dado que eran realmente diminutas por deseo y orden propia suya— sin tener ni una sola vez en mente al Sol.

Cuando siempre —y cabía tomar completamente en serio el peso de aquella palabra porque literalmente se trataba de una eternidad—, siempre, había puesto dedicación en su apariencia nada más para exhibir su mejor virtud para él.

Para Hoseok.

Para el Sol.

Para su Sol.

¿Cuán aterrador era ser consciente de que esta vez había sido diferente?

Quizá no lo suficiente, porque así como había sentido los menjunjes del corto banquete regresando por su garganta luego de revolotear dentro suyo por su malestar sugestionado, y cada porción de su cuerpo tensarse por la incertidumbre que le causaba el desconocimiento de las razones para sus propias acciones, todo volvió a su lugar como si nada en un instante.

Ahora solo era consciente de sus propios ojos entornados, feroces y serios.

Siguiendo por el recinto al único ser que se había movido de su posición como si hubiese faltado al ridículo ensayo de la ceremonia -a Seokjin en serio le gustaba llamar de todas las formas posibles a aquellas reuniones, y mofarse en el interior por lo poco natural que todo parecía-, y de todas formas, siendo completamente ignorado por cada asistente.

Apretó los puños, decidiendo repentinamente que tomaría una pequeña parte de su venganza no planeada hasta hacía un par de segundos, asegurándose de seguir al malnacido y averiguar qué estaba tramando.

No era como si le fuese a provocar algún mal, y era demasiado obvio que su actuar de ninguna manera podría ser considerado como venganza, porque era a sí mismo la única persona que estaba perjudicando al exponerse al peligro ya conocido, pero desgraciadamente Seokjin no contaba con ninguna otra excusa para ir tras el guerrero.

Y en serio sentía que debía hacerlo, como si la simple imagen de su inmensa espalda desapareciendo a través del follaje de los últimos vegetales del jardín fuese una cuerda con un cebo atado al final.

Más tarde se odiaría por haber aceptado una torpe justificación de su propia mente para no sentirse patético al ir tras Jungkook, pero por ahora, solo pudo preocuparse por mirar sobre su hombro hacia sus acompañantes mientras se alejaba con una sonrisa fingida y traviesa, pretendiendo que no era consciente de su propia mano izquierda alzando el borde de su túnica revelando la exquisita piel de su muslo.

Distracción suficiente para que la colectividad de seres sonriera en su conjunto, murmurara y asintiera como si la acción solo pudiese ser traducida como una pedida de permiso para retirarse.

Y es que en realidad, luego de tanto tiempo de interacción en los mismos términos, lo era. Y Seokjin lo sabía.

Así que no se preocupó cuando poco a poco vio las columnas del monumento reducir su altura hasta desaparecer, perdiéndose entre la vegetación turquesa y violácea del territorio principal de la deidad protectora.

No estaba huyendo, mucho menos siguiendo a alguien, simplemente había optado por adentrarse en el bosque para conseguir algo de privacidad. No podía pensar claramente con tanto ruido, escuchando tantas voces y llenándose de tantas fragancias, tantos colores a la vista.

Las deidades no tenían nada que presumir para las otras criaturas, la diferencia era abismal y bien notoria, ni siquiera había necesidad de dejarla marcada con la estética u otra forma de presunción, además la reunión de festejo era de lo más común que podría...

—¿Deseas otra paliza?

Detuvo su andar, pero no tuvo que buscar de dónde había salido la voz.

No iba a pretender que no había estado caminando mirando hacia todas partes, ladeando la cabeza con disimulo que no debería haber tenido si es que hubiera estado seguro de que su objetivo no estaba cerca.

Era obvio que el otro lo había notado. No se pondría en vergüenza negando sus intenciones con fingida sorpresa. Aquello estaba bien para justificarse ante sí mismo.

No ante el guerrero.

Por lo que se giró sobre sus talones, lentamente, como si fuera quien hubiera estado esperándole en lugar de haberle seguido hasta allí, acabando por ser el sorprendido en su lugar.

Solo para ver cómo Jungkook se iba acercando con la misma parsimonia, los brazos cruzados ajustando más su atuendo —si es que se podía llamar así a sus arapos y restos de armadura sucia y desgastada—, la expresión neutral.

La única además de su mueca sádica. Seokjin casi podría decir que le conocía bien, después de todo no creía que el ex humano tuviese más personalidad que ofrecer.

Dos facetas, una en blanco e indiferente, y la otra retorcida y violenta.

Y si tenía aquel concepto de Jungkook —contrapunteando con la nueva curiosidad por él que alertaba con arrasar sus pensamientos— ni siquiera sabía porqué le había seguido en primer lugar, lo que bien habría servido como argumento para la excusa que se había hecho dentro de su mente.

Reflexionar sobre por qué era él quien buscaba al otro sería una excelente inversión de tiempo y razón para huir de la reunión social.

Definitivamente necesitaba algo de tiempo de introspección para comprender la mierda que tenía dentro para impulsarle a hacer idiotez tras idiotez.

Había buscado al agresor. Estaba frente al agresor por su propia voluntad.

Era...

—¿Quizá buscas que termine de rebanar tu piel lechosa para los ojos de los demás?

Y como quien hacía más real la amenaza, el hombre sacó su daga, la daga que debería haberle provocado pesadillas a la Luna.

Pero no lo había hecho, lo que le había quitado el sueño en su lugar fue la tensión que no se podía negar, existía entre él y el guerrero.

Asunto una infinidad de veces menos relevante que el hecho de que iba a ser torturado de nuevo, más probablemente.

Razón —una de las muchas, muchísimas en realidad— por la que Seokjin no debería estar más concentrado en tratar de ver la correa amarrada al grueso y fibroso muslo del enorme hombre de donde había sacado la daga para empezar.

¿Era de cuero? ¿De un textil exótico? ¿De piel de wuodf? ¿Un tejido de pétalos de pehdric, quizá?

¿Cómo apretaba su carne y piel tan bien? ¿Y cómo a pesar de ello Jungkook se las arreglaría para meter el arma allí de nuevo?

¿Seokjin lo vería?

—Podría ser, odio decirlo pero ya nada me sorprendería viniendo de los de tu clase. Aunque no me cause gracia decir que los conozco bien —habló bajo, distraído, definitivamente no por las vueltas que le daba a la daga en sus manos sin siquiera tener el cuidado de tocar nada más el mango, pero Seokjin no quería determinar si él mismo era la distracción o no—. Apuesto a que les fascinaría verte chorreando tu esencia blanca de cada agujero que deje abierto en ti.

La deidad no respondió, se había perdido luego de lo de esencia blanca, su mente volando lejos sobre el conocimiento —era bastante, inexplicablemente— sobre los humanos, su anatomía, su fisiología y...

Sus... esencias.

¿Jungkook lo habría dicho con una segunda intención?

Su líquido vital era marfil, no blanco, ¿y por qué mierda sería relevante aclararlo?

Era un desastre. Su mente era un desastre y ni siquiera tenía al hombre lo suficientemente cerca todavía, no había pasado ni cinco minutos enteros en su presencia.

Debería estar invadido por el miedo. Las amenazas no eran sutiles, literalmente acababa de decirle que quería llenarlo de agujeros, cortes, heridas y quién sabía qué marcas de tortura más.

Incluso si no había sentido miedo en sus otros encuentros, mínimamente debería estar enfadado.

Ofendido, indignado, no bebiendo más y más de su propia intriga.

—Tal vez esté equivocado. No estoy seguro de las perversiones de los dioses, aunque siendo justos... —El guerrero se detuvo, se detuvo y repasó la figura del mayor de pies a cabeza, lo suficientemente lento para hacer obvio que no se había saltado ningún detalle—. Tampoco tenía idea de que la Luna terminaría siendo masoquista.

Y de nuevo, el mencionado no se molestó en contestar.

No tenía nada que responder más allá de una confirmación burlona, algo como un simple, «excelente, porque yo tampoco».

Lo había deducido luego de tratar de darle explicación a sus estúpidas actitudes, pero aquel era tema aparte. Por supuesto que no tendría caso decirlo, por lo que Seokjin se ocupó en asuntos más importantes.

Ya ni siquiera tratar de llegar al porqué el guerrero seguía haciendo la conversación solo, caminando como si la distancia entre ellos fuese muy grande, moviendo la daga sin lucir tan amenazante como su simple mirada furiosa lograba verse en otras oportunidades.

En su lugar, la deidad bastante ya tenía con el enfoque exigido por su vista.

La habilidad en los calmados movimientos del arma blanca entre dedos venosos y ligeramente bronceados, casi tanto como los gruesos brazos aún con cierta capa de tierra y costra burdeos —de verdad no quería pensar que la sangre salpicada secaba allí, y todavía menos en que al final no le causaba tanto asco como debería— y la piel de los tensos hombros apenas escondida por la burla de tela ligera de color negro que apenas y cubría el resto del pecho.

Quería justificarse con que ver a seres hermosos bien cuidados, vestidos con telas finas y ornamentos brillantes y exagerados, era lo que provocaba que el contraste con la apariencia del hombre le dejara pasmado.

Solo que, de ser así, habría quedado con el mismo impacto desde el inicio y no ahora que las dudas respecto al final de su pasado encuentro eran las que movían que todo cambiara de repente.

Que su percepción sobre Jungkook hubiese cambiado. O que al menos los puntos para priorizar en ella lo hubiesen hecho.

Debía tratarse de eso, una percepción modificada en lugar de todo el ser divino afectado. Era más optimista decirlo de ese modo.

Incluso si era él mismo quien se contradecía al instante siguiente, relamiéndose los labios cuando el guerrero se cruzó de brazos llegando finalmente frente a él.

¿Por qué había hecho eso? No fue consciente, pero sería estúpido decir que él, como una divinidad, no tendría completo control de sus acciones. Por supuesto que lo tenía.

Lo tenía, muy a pesar de que el impulso de maldecir por lo bajo y desviar la mirada hacia el suelo por la vergüenza cuando recibió una sonrisa de lado, estuvo a punto de vencerle al otro impulso que casi le hace dedicar otra sonrisa en retorno.

Solo que con una intención completamente distinta a la que motivaba a la otra, al parecer.

—Si no hubieras intentado cubrirte con un trapo tan ridículamente corto...

Y por primera vez en la conversación unilateral, Seokjin estuvo tentado a responder cuestionando qué más tenía que decir el hombre.

Por qué para hacerlo se había acercado y le miraba condescendiente.

Por qué se inclinaba para verle desde su altura, por qué entrecerraba los ojos y no borraba su maldita sonrisa ladeada que tensaba líneas al costado de su boca y apretaba su mandíbula fuerte.

Y por qué se quedaba mirando hacia abajo de repente.

—La tela no se estaría alzando tan obscenamente por tu polla levantada. No tienes ningún decoro, Luna.

Mentiría si dijera que no había quedado frío y completamente desconcertado luego de aquel comentario, pero de alguna manera el ser celestial se las arregló para permanecer estoico.

No se preocupó por ver si el guerrero tenía razón o no, nunca le había afectado que le vieran, no comenzaría a hacerlo ahora, fuera quien fuera el que se había atrevido a recordarle su presentación frente a los demás, como si tuviera razones para avergonzarse por ello cuando claramente lo hacía a propósito.

Sentirse cohibido ni siquiera debería ser algo a considerar para Seokjin.

No debería, incluso si la realidad era otra.

La prueba de que de hecho sí había querido cubrirse y avergonzarse era el que hubiese demorado en hallar una contestación astuta más segundos de lo usual.

—No me vestiría de esta forma si no estuviese seguro de que los seres normales no se dedican a ver mi entrepierna con tanta atención.

Se encogió de hombros, alzando la barbilla, mirando a los ojos del guerrero desde arriba dado que este seguía inclinado hacia él. Con tanta atención fija, que Seokjin no resistió las ganas de relamerse los labios nuevamente para mostrar más confianza.

Tratando de no pensar demasiado en que era patético que un dios sintiera la necesidad de mostrar confianza ante un ser inferior. Un simple hombre.

Solo que este no era cualquier hombre, ya lo tenía claro.

Era necesario plantarse frente suyo y demostrarle que las posiciones se conservaban, y según estas, la Luna estaba por encima.

Quien debería intimidar y no al revés.

—No es mi culpa. Usualmente solo miran mi polla un poco. No sabía que tú, que pareces disfrutar de hacerlo más que los otros, estarías aquí.

Para su fastidio, Jungkook no debía estar afectado como él en lo absoluto, dado que se encontró respondiendo casi al instante, adoptando su posición a la defensiva innecesariamente, irguiéndose nuevamente.

—Te concedo eso, Luna. Para no haberlo sabido realmente te veías demasiado sorprendido y atento cuando me encontraste en el jardín y me seguiste hasta aquí. —La daga otra vez bailando entre sus dedos—. Dime, ¿se me está escapando la razón, o es porque estuviste pensando en mí los últimos días?

Tragó saliva, y se rogó a sí mismo que aquella acción no hubiese sido visible. Seokjin jamás había sido fácil de leer para otras deidades, pero increíblemente parecía un libro abierto para el goce y burla del ex humano.

No sería conveniente que este lo supiera, sin embargo.

—¿Por qué lo haría? —Miró hacia otro lado, esperando lucir lo suficientemente aburrido mientras apartaba la vista como si de repente los árboles turquesas fuesen más merecedores de su atención que el guerrero del Sol—. Mis heridas han desaparecido y he olvidado todas tus absurdas invenciones sobre el Sol. No tengo mayor motivo para enfocarme en tu presencia.

Dejó de hablar por algunos segundos, decidiendo que el hecho de que la sonrisa del otro se había desvanecido para volver a pintar su rostro del gesto indiferente y duro ante la mención de la deidad solar, era algo para resaltar.

Se suponía que era su sirviente, su comandante y quizá uno de los seres en los que —aunque a Seokjin no le agradara para nada, puesto que todavía tenía frescos en su memoria los escenarios en los que Jungkook había cometido sus atrocidades— Hoseok más confiaría en aquel mundo.

La mención del responsable de su existencia en el Taebak no debería incomodarle al guerrero, ni siquiera aparentemente.

Pero bien, sabía que era tonto tener cualquier expectativa de algo normal o bueno viviendo de él. De hecho, si el Sol no estaba allí...

—No tengo mayor motivo... —prosiguió, dando un paso para aproximarse al otro—, más allá de estar indignado porque te permitan permanecer aquí en presencia de tantas deidades y criaturas celestiales.

Era la verdad, incluso si se trataba de una a la que Seokjin no le había prestado tanta importancia antes.

Pero bien, necesitaba saber por qué Jungkook estaba allí, y no conocía mejor forma de forzar respuestas fuera de la boca de otros, que con la provocación sutil.

Una en la que al parecer el otro comenzaría a caer sin poner resistencia. Se lo demostraba el que siguiera de pie allí en lugar de simplemente haberse ido.

O de empezar a arremeter contra él, con violencia física o verbal, para lo que conocía que era capaz de hacer, daba lo mismo de cuál se tratara. Lo importante, y bastante extraño de hecho, era que Seokjin seguía intacto.

Y aquello parecía no molestarle al guerrero en lo más mínimo, dado que estaba allí, mirándole fijamente, siguiendo el tema.

—¿Por qué no me lo permitirían?

Casi genuinamente curioso, como si estuviera en posición de reclamar inocentemente porqué alguien lo desearía lo más lejos posible.

Para su suerte, al dios lunar no le importaba decírselo en voz alta. Simple y directo, sin siquiera la intención de molestarle. ¿Por qué la realidad lo haría?

—Eres un peligro.

Y de hecho, aquella palabra se quedaba corta para el guerrero, y de seguro la Luna habría conseguido hacerse de más palabras creativa y astutamente, si tan solo el otro no hubiera avanzado con otra sonrisa —de las suyas que ahora sabía, debían incomodarle más que su expresión fría y en blanco, a juzgar por el repentino malestar dentro suyo fastidiando sus sentidos—, sin dejar de jugar con su arma blanca.

Parecía casi obsesionado con ella, o quizá más bien ocupado en distraerle seguramente consciente de cuán frágil era ahora la atención de Seokjin.

Tanto que le costó relacionar la respuesta del hombre a su anterior sentencia.

—Solo para ti, me temo.

El guerrero alzó la barbilla, altanero, probablemente orgulloso de que la deidad no le había contradicho al instante, porque bien sabían ambos que decía la verdad.

Jungkook era un peligro para Seokjin.

Y casi confirmándolo nuevamente, el hombre acortó en un instante los pocos pasos que le separaban del dios, para que al siguiente su mano alcanzara una de las finas cadenas que colgaban en sus clavículas, tirando de ella, acercando el rostro del otro al suyo.

Forzando innecesariamente un suave pero firme agarre en su mentón, asegurándose tal vez de que Seokjin no alejara su rostro pese a saber bien que este no lo haría.

Aunque ninguno podría determinar si no lo haría por la obvia amenaza de ataque físico, o porque simplemente no tendría la más mínima intención de alejarse de Jungkook, sin preocuparse por dar justificaciones irónicas más allá de que disfrutaba del dolor, de la tensión entre ambos, o alguna otra excusa estúpida para el guerrero como que era un ser celestial y podía hacer lo que le viniera en gana.

Incluso no poner resistencia a las manos de un ex mortal sobre él.

Lo que sería completamente válido. Jungkook no discutiría aquello, era más, ni siquiera se molestaría en tratar de averiguar porqué la Luna no se apartaba.

Era más entretenido limitarse a ver la cólera mezclada con confusión destellando en sus ojos llenos de fuego, aún si su color saltaba entre el plateado y el celeste puro del cielo en la Tierra.

No sabía desde cuándo había comenzado a disfrutar de ofenderle de ese modo tan... sin razón.

Porque cualquier otra razón que no tuviera algo que ver con su afán de obtener venganza, herir y destrozar, no debería contar como una razón en primer lugar.

No debería.

Le soltó entonces, con tanta brusquedad que Seokjin podría haber caído al suelo por inercia, podría, si Jungkook no le hubiera alcanzado a tiempo de nuevo.

Casi tironeando de él como si fuera un muñeco maleable en sus dedos, para llevar de aquí para allá en sus brazos, rodeándole divertido y sumamente interesado en él y en nada y nadie más.

Nuevamente, sin razón.

Frunció el entrecejo ante eso, insatisfecho con sus pensamientos. Él de hecho tenía una razón para cada movimiento en su actuar.

Siempre la tendría.

—Solo tú me crees un peligro porque todos los demás dioses son perfectamente capaces de defenderse.

Aunque no quedó satisfecho con su ataque verbal.

Ni siquiera había sido un ataque. Jungkook no lo creía. Podría haber soltado la cadena y su agarre para que la deidad se estampara definitivamente contra el suelo, podría haberle dicho directamente que era un inútil.

Pero no. No lo había hecho, sino que seguía allí, peligrosamente cerca, observando sus fanales y los matices de colores que parecían bailar dentro de ellos, repasando el rostro de la Luna, hablando más bajo como si le importara tener consideración para no gritarle en la cara.

No le tenía ninguna consideración, era un dios y él los odiaba, hacía más que odiarlos, debería estar desfogando su constante ira con él en lugar de distraerse con su presencia.

Sí, su razón era esa después de todo. Lo único para lo que seguía existiendo.

Aunque pareciera estúpido e insulso incluso para él cuando se molestaba en pensarlo demasiado, ¿cuánto más lo sería para quien le conociera y de todos modos fuera ajeno a su pasado? Nada justificaba sus acciones y Jungkook lo sabía.

Nada lo hacía. Terminaba siendo solo el ser horrible que los pocos que le habían dirigido la mirada alguna vez, veían en él.

La misma Luna también lo hacía, era obvio.

Jungkook solo lo confirmó cuando esta se removió de su toque, con una mueca vacía que pocas veces había visto en su esculpido rostro.

En silencio, repasándole con la mirada indiferente de pies a cabeza, sin inmutarse por su anterior comentario.

Desesperando al guerrero, porque hasta ver su lado oscuro tomando posesión del ser celestial era mejor que eso. Lo era porque no daba lugar a que su lucidez se apoderara de él, dejaba que se viera provocado por la furia y actuara como la bestia desalmada que tenía dentro.

En cambio de aquella manera, en un encuentro tan tranquilo, en un lugar donde ni siquiera Seokjin estaba irrumpiendo con su deber ni nada que fuera de su interés —no era para nada como en el templo del Sol, donde la deidad prácticamente se metía a las fauces del lobo por simple capricho—, no sabía cómo actuar.

Había pasado mucho tiempo desde que había interactuado normalmente sin que desatar violencia fuera su único propósito.

Sin embargo allí, con la Luna paseando su mirada por su cuerpo con intenciones que Jungkook creía conocer perfectamente —después de todo había visto a la deidad en acción durante su ridículo encuentro social—, no veía motivo para atacar, ni motivo para quedarse.

Pero lo estaba haciendo de todos modos.

Y no era el único que comenzaba a torturarse tratando de entender porqué la perfectamente racional decisión de largarse de allí no cruzaba su mente hasta lograr que simplemente se marchara.

Seokjin llevaba un buen rato preguntándose lo mismo.

Chimchim_de_Jinnie demoré un par de días más de lo prometido pero aquí está, ¡gracias por leer y pedir los capítulos! Será una pequeñísima maratón de dos, así que más tarde subo el siguiente •ᴗ• ♡. 

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