17- Sala de Menesteres

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Remus Lupin:

No hubo necesidad de girar mi rostro para saber la expresión de Natalie.

Mis piernas aun temblaban por los nervios, pero no sabía cuál sería su reacción.

Y de pronto me atrevo a mirarla, notando una mezcla de confusión y sorpresa en su rostro.

—Remus... No es gracioso...

—Quien desearía más que yo que esto fuera broma...

—Pero...

Suspiro, con un poco de alivio.

Era raro hablar de esto con otros que no fueran los chicos, pero ahora lo necesitaba.

—Tienes problemas de concentración —Empiezo a nombrar las características que nos unen—. Desapareces un día antes de cada luna llena, y cuando apareces, estás sumamente cansada...

Ella no despegaba en ningún momento su mirada de mí.

—Eso está en los textos...

—Puedes oír las voces del resto en tu cabeza, aun cuando están lo bastante lejos de ti.

Sabía que aquello no lo encontraría nadie en los libros, y eso fue un punto a mi favor.

—Sé que sientes una especie de sentimiento raro cuando estamos juntos... Eso se trata del reconocimiento avanzado, reconocimiento de otro licántropo.

Ahora, su mirada se posa en la nada, recordando todo lo que podía.

—Puedes sentir los latidos del corazón de quien te plazca —Me atrevo a tomar su mano para ubicarla sobre mi pecho—. Dime Natalie... ¿Crees que miento?

—No lo haces... —Dice, sin despegar su mano de mí—. No mientes...

Nuestras miradas chocan entre sí, y puedo ver un brillo especial en sus hermosos ojos esmeraldas.

—Pregúntame lo que sea —Pido—, lo que sea, y verás que no miento.

Ella retira su mano lentamente, para luego suspirar y mirar al suelo.

—No es necesario... Lo sabes.

Natalie seguía en shock por la noticia, al igual que habían reaccionado los chicos hace varios años atrás.

—Por eso... Por eso te comportabas tan extraño cuando me visitabas en San Mungo.

—Me sentía culpable.

—¿Por qué?

—Estoy seguro de que Greyback me buscaba... Pero fuiste tú quien también pagó el precio del error de mi padre.

—¿A qué te refieres?

Suspiré, dándome las fuerzas necesarias para contar nuestra historia.

—Mi padre, Lyall Lupin, ofendió a Greyback en uno de sus discursos dentro del ministerio hace muchos años, en el que afirmaba frente a todos que él era un hombre lobo, pero...

—Pero en ese entonces, nadie lo sabía, mucho menos, le creyeron a tu padre.

Yo asiento.

—Fui mordido cuando tenía cinco años... —Me atrevo a dar un descanso de mi relato, porque todavía me dolía hablar de ello—. Él quería matarme, Natt...

La rubia prestaba más atención conforme avanzaba la historia.

—Mis padres dicen que fue una suerte que ambos pasaron por mi habitación a tiempo, y evitaron que eso sucediera... Aunque claramente una parte de mí murió ese día.

—¿Lo... Lo recuerdas?

—Cada maldito detalle —Encierro mis manos en un puño, ocultos bajo mi capa—, la mirada aterrada de mi madre... El odio reflejado en el rostro de mi padre... El símbolo de victoria en la mirada de Greyback... Aquella mirada de miedo que volvió a mis sueños cuando te encontramos.

Hubo un silencio incómodo, pero debía admitir que me sentía más ligero mientras hablaba.

—Solíamos mudarnos frecuentemente, hasta que nos quedamos en nuestra actual casa.

Natalie no decía ninguna palabra, sin embargo, estaba muy cómodo con ella.

—El sauce... ¿Conoces la historia del sauce boxeador?

—Solo que fue plantado allí hace siete años... —Natalie volvió a girar su rostro hacia mí—. Un momento...

—El sauce fue plantado para mí.

—¿Por qué?

—Porque... Es allí donde paso las lunas llenas.

El rostro de la chica se mostró con mucha duda, y eso me causó una sonrisa.

—¿Te gustaría venir? —Me atrevo a preguntar.

—No creo que sea buena idea...

—¿Por qué? —Ahora era yo quien hacia las preguntas.

—No lo sé...

—¿Confías en mí?

Me levanto del asiento con un brinco, y le tiendo mi mano a la chica.

Ella parece dudar un poco, pero al final acepta y la ayudo a levantarse.

—Espera...

Veo como Natalie conjura un hechizo para ocultar su investigación, seguramente guardándola para más tarde, y luego se pone un abrigo.

Ambos salimos de la Sala de Menesteres, y me atrevo a tomar su mano para correr hacia el sauce.

Ella parecía cansada al llegar, y no pude evitar soltar una carcajada.

—Nunca había llegado tan cerca del sauce...

Natalie intenta levantar una mano, pero la detengo antes de que una de las ramas la golpee.

—Espera aquí.

—No tengo más opciones, Remus.

Le dedico una sonrisa, y me atrevo a buscar la rama que detiene al sauce.

Tuve algunos inconvenientes durante el trayecto, pero al final logré ubicar el trozo de madera a un lado del tronco.

Natalie miraba todo con total asombro, y un raro sentimiento se tomó mis costillas.

Le hago señas para que entre, y con sumo cuidado lo hace.
No sin antes mirar el cielo, recordando que mañana a esta hora se volvería a transformar.

—No debo tener nada peligroso —Me atrevo a decir, una vez que entramos a la pequeña habitación—. Espero no te sientas incomoda...

—¿Bromeas? —Pregunta, con una chispa de felicidad—. ¡Esto es increíble! Bueno... Al menos tienes tu propio espacio... Yo, en cambio, estaba dentro de esa sala que no tenía ni ventanas.

Suelto otra carcajada, recordando el lugar donde había pasado mis primeras transformaciones, y esta vez, ella se une.

—Entonces... Aquí pasas tus pesadillas...

—Desgraciadamente, sí.

—Ahora entiendo muchas cosas...

Me quedo en silencio mientras ella toma asiento en la cama.

—Las veces que desaparecías... El día que vi esas cicatrices en tu rostro... El niño del que me habló Celeste...

—¿Celeste te habló de mí?

—Un poco —Ladea su cabeza—, casi nada, para serte sincera.

Y nos quedamos en silencio por un buen rato, donde el único sonido provenía del movimiento de las copas de los árboles del bosque prohibido.

Al menos hasta que ella decidió preguntar...

—¿Te has enamorado alguna vez?

Aquella pregunta me deja un poco desconcertado.

—No me lo permito —Es lo único que respondo.

—¿Por qué?

—No lo sé... Siento que...

—No eres lo suficiente —Decimos a la vez.

Ambos volvemos a conectar nuestras miradas, pero esta vez, sus mejillas estaban de un tono rosa.

A causa del frío, su nariz también había adquirido ese tono.

Y sus ojos, a pesar de la oscuridad, brillaban como dos bellas constelaciones.

Sin embargo, soy yo quien rompe el contacto al sentirme... ¿Nervioso?

—He visto como la miras.

—¿A quién?

—A Mary...

—Oh, ella... ¡Mierda!

—¿Qué ocurre?

—Teníamos una cita... ¡Va a matarme! ¿Qué hora es?

Empiezo a caminar en círculos, sintiendo su mirada preocupada.

—¿A qué hora quedaron? Tal vez aun tengas tiempo de ir...

—Las 10...

Veo a Natt, quien saca un reloj de su capa.

—Remus...

—¿A?

—Son las... 12...

Levanto mis manos al aire con frustración.

Se supone que debía llegar a tiempo...

—Aun puedes ir —Comenta preocupada.

Pero algo me decía que era mejor quedarme.

—No puedo...

Y me rindo, tirándome sobre la cama.

—Vaya suerte, ¿No?

—¡Impresionante! —Suelto, con sarcasmo.

Ella imita mi gesto, recostando su cuerpo a mi lado.

—¿Y qué ibas a hacer?

—Se supone que iba de decirle lo que sentía...

—¿Ibas a declararte...?

Yo solo asiento.

De pronto me siento sonrojado, o más bien, me siento apenado.

—Oh, eso es... Un gesto muy lindo.

Un nuevo silencio se formó entre ambos, pero esta vez, sentí el aire pesado.

—En serio lamento tanto que no pudieras ir...

Entonces giro mi cabeza para mirarla.

—¿Por qué?

—Es mi culpa... Si no me hubieras visto en la sala de Menesteres...

—Natt, no fue tu culpa.

—Yo creo que sí.

—Pues yo creo que fue... Una señal —Chasqueo los dedos—. Hemos podido decir lo que sentíamos... Nuestros secretos... Y creo que eso ha valido la pena. ¿No lo crees?

La rubia empieza a meditar su respuesta.

—Creo que tienes razón —Suspira—. Un momento... ¿Eso es lo que querías decirme en la biblioteca?

Yo asiento, aunque los chicos la estaban buscando para contarle sus secretos.

—Y... ¿Los chicos...?

—Lo saben todo.

—Vaya... No me malinterpretes, pero eres muy afortunado.

Ahora fui yo quien frunció el ceño.

—Tienes a tus mejores amigos junto a ti —Sonríe—. Conocen todos o casi todos tus secretos, son como hermanos, y estoy segura de que ninguno se traicionaría.

—¿Y tú? —Me atrevo a preguntar.

—Yo tengo a Amos y a Stella...

Espero a que continúe.

—Y descubrí que también los tengo a ustedes.

...

—Entonces...

Los minutos siguieron su curso, y ambos contábamos anécdotas de nuestra infancia.

Mi madre era muggle, y no fue muy difícil entender a Natalie en varios aspectos.

—¿Qué crees que deba decirle?

Volvimos a tocar el tema de Mary, pero parecía ser un tema más sereno.

—No lo sé... —Se acomoda en el colchón—. Remus... ¿Puedo preguntarte una cosa?

—Claro.

—¿Qué es lo que sientes?

Sentir...

—Muchas cosas a decir verdad.

Ella suelta una carcajada.

—No Remus... Me refiero a lo que sientes por Mary. ¿La quieres?

—Si la quiero...

—¿Por qué siento que viene un pero?

Ladeó mi cabeza.

—Serías una buena psicóloga.

—Gracias —Sonríe—. Me lo han dicho muchas veces.

Entonces me atrevo a pensar plenamente en mi respuesta.

¿Yo en verdad quiero a Mary?
¿O es admiración?

Ella era una chica muy revoltosa, te robaba las mejores sonrisas con cualquier disparate, además de ser una gran jugadora de Quidditch.

Pero... ¿La quería?

—Piensa mucho en tu respuesta, sobre todo antes de tomar una decisión muy importante.

Natalie es la primera en hablar, y lo hace con tanta tranquilidad que me genera calma.

—Porque sabes... No es cualquier cosa lo que dirás.

—¿Y qué se supone que debo decir?

—No lo sé... Pero debe salir plenamente de tu corazón, no del cerebro.

De pronto su reloj de mano empieza a hacer ruido.

—Ya es mañana... Digo, es hoy... Son la 1 am...

—Entiendo, vas a dormir...

—Me encantaría quedarme a conversar, de verdad —Se levanta—. Pero debo volver...

—Te acompaño —La imito.

Ambos salimos con mucho cuidado del sauce para volver al castillo haciendo el menor ruido posible.

—Te veo luego, Remus —Se despide antes de tocar los barriles con una curiosa melodía.

—Igualmente.

Me dirijo hacia mi sala común, y por el camino no veo a Mary en ningún lado, lo que hace que me sienta pésimo.

Quizás después de esto no me vuelva a dirigir la palabra.

Aunque solo le dije que quería hablar con ella...

—¿Noche de rondas? —Pregunta una cansada señora del cuadro.

—Algo así.

La mujer hace una mirada de desaprobación y abre la sala.

¿Qué ocurre?

Sin hacer mucho ruido entro a mi habitación, y con suerte tal vez los chicos estén dormidos.

Me quito los zapatos y...

—¡Se puede saber qué pasó contigo!

Casi salto del susto cuando James enciende las velas de la habitación.

—¡Mierda, Cornamenta! —Me toco el pecho—. Podrías matarme...

—Tienes mucho para contarnos —Dijo Sirius, levantando al pobre Peter.

—¿Por...?

—¿¡Por!? —Exclama James—. ¿Dónde has estado?

Arrugo mi frente en señal de duda.

—Hemos visto a Mary llegar casi llorando —Exclama Colagusano, con mucho sueño—. Diciendo que no habías llegado...

—Lo cual nos pareció muy raro...

—Y verificamos en el mapa —Canuto mueve el pergamino en el aire—. No estabas en ningún lado.

—Es que... Tuve un inconveniente...

—¿Qué inconveniente? —Preguntaron todo a la vez.

Me permití caminar a mi cama y tirarme de un solo.

—Lo sabe.

Todos imitaron mi gesto, pero se tiraron en la misma cama.

—¿Quién?

—¿Mary sabe que le gustas?

—¿Mary sabe...?

Mary... Mary...

—¡Natalie sabe que soy un hombre lobo!

De pronto sus voces cesaron, y aquí agradecí que todas las habitaciones tuvieran hechizos silenciadores.

—¿Cómo que lo sabe...?

—Me lo preguntó... O bueno, no directamente...

—¿Y cómo reaccionó?

—Con muchas dudas.

Suspiro abrumado.

—No llegué por quedarme conversando con Natt.

Hubo un silencio, el cual se sentía extraño para mí.

—Vaya, amigo... Tu mente debe estar hecho un lío en estos momentos —Opina Canuto.

—Como no tienes idea.

—Lo mejor será dormir —Comunica Cornamenta—. Mañana tendrás las ideas más clara y podrás hablarlo con más tranquilidad.

—Lo agradecería mucho, de verdad. Saben que es un tema del que no me gusta hablar...

—Hasta mañana, entonces —Exclama Canuto, con bastante cansancio.

Aprovecho que todos se van a sus camas para soltar el aire que retenían mis pulmones.

Pasan unos minutos antes de escuchar los ronquidos de Sirius y James para saber que puedo removerme con muchas dudas.

—Y...

—¿Y qué, Colagusano?

—¿Te gusta?

—¿Quién?

—Los chicos están durmiendo, Lunático, puedes ser sincero conmigo.

—Entonces dime.

—¿Te gusta Natalie?

—¿Por... Por qué la pregunta?

—Te conozco mucho, Remus —Se mueve para quedar frente a frente—. Si realmente hubieras querido ir en busca de Mary lo habrías hecho, pero algo te lo impidió.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Remus... Muchas cosas han cambiado estos últimos años... Tú has cambiado.

Me permito meditar las preguntas hechas por Peter.

—No lo sé, Pett...

—Tienes mucho por lo cual meditar, Lunático... Yo sé que sí...

—¿No deberías estar roncando como Sirius? —Me atrevo a preguntar.

—Lo haría... Pero no dejabas de moverte...

Acto seguido, le tiro mi almohada en la cara.

—A dormir, Peter.

—Que tengas lindos sueños —Sonríe, antes de devolverme la almohada.

Lo siguiente que hice fue intentar dormir, aunque a decir verdad, no pude.

Muchas preguntas rondaban en mi cabeza, entre ellas, la que fue planteada por Peter.

¿Me gusta Mary?
¿O por qué pienso tanto en Natalie?

Seguí dando vueltas en mi cama sin conseguir dormir, y cuando menos me di cuenta, ya había amanecido.

...

—¡Lunático! Hora de irnos.

Cubrí mi rostro con la almohada, evitando que la luz que provenía de la ventana a mi lado me golpeara, pues no tenía intención alguna de levantarme.

—Iré a la siguiente clase...

—Cornamenta, deja a Lunático... Le tiene miedo a cierta chica de rulos que lo detesta...

—No es cierto...

—¿Entonces? —Preguntaron los dos, a la vez.

—Tengo sueño.

Sin embargo, por mis labores de Prefecto, fui obligado a levantarme.

En el desayuno no pude evitar sentirme mal, sobre todo bajo la mirada de odio de Mary.

Lily intentaba animarla, y Marlene me mataba con la mirada.

Hicimos un breve contacto visual, en el cual Mary terminó por levantarse y salir enojada del gran salón.

—¡Qué dramáticas...!

Peter golpeó a Sirius con un codazo, pues Marlene lo había escuchado.

La rubia se limitó a hacerle señas amenazantes, pero Sirius solo le guiñó el ojo.

Al mismo tiempo que las chicas salieron, Natalie entró al comedor y se acercó a nuestra mesa.

—¿Qué hicieron ahora? —Preguntó, dulcemente.

—Matarán a Remus en su primer descuido...

Esta vez fue James quien golpeó a Sirius.

—Ay, Merlín... —Se cubre la boca—. ¿Es por mi culpa, cierto?

—Claro que no.

—Sí, Remus —Me interrumpe—. Tal vez... Mejor iré a hablar con ellas...

Natalie intenta caminar, sin embargo, la tomo de los brazos para evitar que se vaya.

Hicimos contacto visual, pero a diferencia de hace unos minutos, sentí un ligero cosquilleo en mi estómago.

Y sé que ella también.

Sus mejillas se sonrojaron, y la mirada de los chicos estaba sobre nosotros.

—Yo...

—No fue tu culpa —Separo mis manos—. Es algo que yo debo hacer.

Ella asiente, pero gira su rostro, evitando mirarme.

—¿Qué?

—Nada —Respondieron los chicos, aun con comida en la boca.

—En ese caso... Lo mejor será volver a mi mesa.

—¿Por qué?

—Porque todos nos están mirando...

Cierto, la mirada de casi todos estaba sobre la mesa.
O más bien, de nosotros.

¿Y? ¡Qué importa! —James hace que Natalie se siente—. Desayuna con nosotros.

Ella parece pensarlo, pero finalmente acepta.

—Solo por esta vez.

—Dudo mucho que sea solo una vez —Afirma Sirius.

Eso hace que lo mire con un poco de enojo, pero eso causa la risa de todos.

Entonces entendí que aquel brillo de sus ojos que vi anoche no solo era por falta de iluminación...

Era su propia forma de ser ella misma...

Y eso parecía cautivarme.


N/A: Esta amistad está floreciendo a otro punto -grito fangirl- AAAAAAHHHHHH.

Y eso que el drama apenas está por iniciar JSJSJSJS

Espero les esté gustando como va la historia<3
No olviden votar o comentar.

Besos <3.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro