23- El secreto revelado

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Natalie Russo:

Febrero recién estaba iniciando, pero parecía que nadie se percataba de ello.

Para estas fechas, muchos andaban decorando lugares con corazones y cartas, otros en cambio, aprovechaban para salir en citas.

Pero este mes, algo estaba mal... Diferente.

Dos semanas habían pasado desde aquel beso...

—"Te esperamos en la cabaña de Hagrid.
Por favor, ven lo más pronto posible, y si alguien te detiene, no le hagas caso y ven".

Repasé la hoja que apareció detrás de la puerta de mi habitación.

¿Qué ocurrió ahora?

La letra claramente era de James, pero parecía muy apresurado.

Así que tomé una ducha y me ubiqué el uniforme, notando raras miradas mientras volvía a mi habitación.

¿Qué es eso tan urgente?

Utilizo un hechizo para hacer unas ondas en mi cabello, cuando una segunda carta llegó a mi habitación, pero el remitente esta vez fue Peter.

Tomo el primer dulce que encuentro y salgo de mi sala común.

Mientras salía del castillo, pude notar que muchos dirigían su mirada hacia mí.
Yo simplemente me puse nerviosa y seguí caminando.

—¡Val! ¡Ven para acá!

Una estudiante de primer año casi choca frente a mí.

—Disculpa, no te había visto...

Sin embargo la niña no aceptó mis disculpas y salió literalmente corriendo hacia el otro lado.

Levanté nuevamente la mirada, y me pude percatar de que, mientras más daba un paso, más se alejaban de mí.

De pronto vi una conocida cabellera rizada.

—¡Mary!

Pero la morena se dio media vuelta y se fue.

¿Qué...?

—¡Natt! —Sirius se acercó a mi sin percatarme—, debes venir urgente...

—¿Qué ocurre?

Nuevos murmullos se formaron a nuestro alrededor.

—Sígueme.

Ni siquiera fue una petición, fue una orden.

Sirius tomó mi mano y me llevó directamente a las afueras de Hogwarts.

—Sirius...

—Necesitamos hablar contigo y con Remus.

—Con... ¿Con Remus...?

—Es algo importante.

Después de esa noche, Remus y yo nos manteníamos casi juntos todo el tiempo.

Y aunque ninguno mencionó nada al día siguiente, nuestra amistad siguió de igual manera.

—¡Pero si es la...!

Sirius tomó su varita con un ágil movimiento y movió a aquel alumno de Slytherin hacia otro lado.

—¿Por qué tiraste a Crounch a otro lugar?

Sin embargo su mirada era de total preocupación.

Sirius tocó levemente la puerta de roble del guardabosque y ésta se abrió.

—¡Fang!

El enorme perro saltó hacia mí, logrando que perdiera un poco de mi equilibrio.

—Buen chico.

Apenas había entrado cuando Sirius cerró de golpe el lugar, dejándonos a todos con duda.

—¿Natalie, te gustaría una taza de té?

—Gracias Hagrid, pero ahora no.

—Natt, debemos hablar.

—Oh, claro que sí, James —Acaricio al perro—. ¿Qué es tan urgente?

—Es un tema delicado...

—¿Qué tan delicado?

—Lo saben.

Dejé de acariciar a Fang para mirar a Remus.

—¿Qué es lo que sabe todo el mundo? —Solté una falsa sonrisa, la cual mostraba mi nerviosismo.

—Ellos lo saben... Lo saben todo de nosotros...

Saber...

Dejé de sonreír cuando capté que no se trataba de aquel beso... Sino de nuestro secreto.

—Se ha "corrido el rumor" que ambos son hombres lobos.

Peter dibujó las comillas con sus dedos en al aire, provocando que la tensión se me bajara.

—¿Lo... Lo saben...?

—No hay nada más de lo que todos hablen.

Caminé lentamente hacia la mesa, tomando finalmente la taza brindada por Hagrid y sentándome con fiereza.

Ahora lo entendía.

Esos murmullos... La niña que corrió cuando me vio... La mirada de terror de Mary...

Llevé la taza a mi boca, tomando un sorbo de aquel líquido caliente que quemó mi garganta.

Sentía la mirada de todos sobre mí, mientras Peter se debatía si sentarse a mi lado o no.

—¿Desde cuándo? —Pregunto, al cabo de unos minutos.

—Hoy...

Despego la mirada de la taza para encontrarme con la mirada preocupada de los chicos.

—¡De seguro fue Snape! —Soltó Sirius, con enojo—. De seguro que sí.

—¿Quién más podría ser? —Intervino Peter—, esto lo saben él y...

Un nuevo silencio cayó en la cabaña.

—No... Imposible —Empiezo a hablar—, Lily no... No... Me niego que creer que lo haya hecho.

—Es cierto —Comenta Remus, luego de mí—. Hasta que no haya indicios, todos son inocentes...

—¡Ya basta!

James golpeó con su mano a la mesa, haciendo que todas las tazas se movieran, e incluso Hagrid tuvo un leve susto.

—¿Por qué? —Mi amigo de anteojos se pasa una de sus manos sobre su indomable cabello con frustración—. ¡Por qué...!

—¿Por qué, qué, James?

—¿Por qué no dejan de pensar por un momento en el resto, y mejor se enfocan en ustedes mismos? —Pregunta, con un hilo de voz.

Tal vez en otro momento me hubiera levantado y le hubiera lanzado algo.
Pero hoy no podía... No ahora.

—No los entiendo... Todos saben su secreto... ¡Y solo se empeñan en encubrir al causante de esto! ¡Es que acaso no piensan en todo lo que les va a pasar a partir del momento en que dejen esta cabaña!

—James...

—No, Natalie —Me miró—. No quiero que pongas más excusas —Se acerca lentamente hacia mí—. Ustedes dos son tan...

James levanta ambos brazos al aire, con el fin de ahogar un grito.

—Ustedes son demasiado buenos para estar en este lío —Continúa, finalmente.

—Po... Podemos con esto...

—No, Remus. No pueden.

Por primera vez, ninguno en el lugar intervino, ni siquiera Hagrid ni Fang, quienes parecían absortos en la nueva reacción de James.

—Muchos de ellos van a masacrarlos... —Empezó a bajar la voz—. ¡Sirius! —Señala al moreno—, diles lo que me dijiste esta mañana.

Sirius Black dudaba en abrir la boca, y eso era algo preocupante.

—Adelante, Canuto... Diles.

—Mi madre... —Trató de no seguir—. Mi familia en realidad...

—Conozco las consecuencias, Sirius, no es necesario el insulto —Lo detengo—, aunque sé que no pretendes hacerlo.

El chico solo tragó en seco y asintió.

—Es que no lo entiendes, Natt...

—Lo entiendo perfectamente, James —Me atrevo a levantarme y tocar su rostro—. Y te agradezco por querer cuidarme... Por querer cuidarnos —Corrijo—. Pero es algo que Remus y yo debemos afrontar nosotros solos.

—No pienso dejarte sola —Se anima a decir—. Te he... Te hemos tomado gran aprecio...

—Y yo a ustedes —Le agradezco sinceramente—, pero James —Detengo su mano—, no puedes tapar al sol con un solo dedo.

Acto seguido, el azabache no dudó en abrazarme.

—Tengo miedo de que les hagan daño —Dijo, cerca de mi oreja.

—Prometo alejarme de todos los problemas.

Ambos nos separamos lentamente, sintiendo un cálido aire en nuestros pulmones.

—Dejaré el trabajo... La narrativa...

—No, no lo permitiremos —Peter se unió a la conversación—, has trabajado mucho para ello.

—Peter... Dime, ¿Quién querría a una mujer lobo atendiendo en un lugar repleto de gente? —Trato de decir, lo más amable que puedo—. Madame Tudipié debe estar enojada por esto...

—Pero puedes quedarte con los equipos... —Comentó Sirius.

—Nadie querrá siquiera unirse a mi asiento, Sirius.

—¡Nosotros sí! —Comentó el grupo en coro, haciendo que una sonrisa apareciera en mi rostro.

—Yo también —Hagrid se une al coro—, y Fang... Es más, llevaré a unos amiguitos míos de ser posible —Trató de animarme, refiriéndose a algunas criaturas mágicas—, puedo llevar a tu Escarbato si lo quieres.

—De verdad aprecio mucho todo lo que quieren hacer por mí —Me sincero—, pero quiero afrontar esto sola.

—Natt, recuerdas que...

—Tu secreto también fue revelado, Remus —Me dirijo verbalmente hacia el castaño—, pero eso no significa que debamos pasar el resto del año juntos.

—¿Estás segura de esto? —Me pregunta, con preocupación.

—No completamente, pero me gustaría reflexionar un poco a solas —Suelto un suspiro—. Si no les molesta, claro.

—No dudes en buscarnos cuando nos necesites —Comenta James, un poco más animado.

—Ya sabes donde queda nuestra sala común —Continúa Peter.

—Y si quieres... Solo si quieres... Te prestaré mi cama para que descanses.

—¿Qué me estás insinuando, Black?

—¿Yo? —Se hace la víctima—. ¡Ay, Natt! No puedo creer que malinterpretes mis buenas intenciones.

Yo solo suelto un bufido gracioso.

—Hasta pronto, chicos.

Me despido de cada uno de los presentes, no sin antes hacer un hechizo para ayudar a Hagrid a retirar las tazas y ordenar el desorden causado en su casa.

—¿Nos seguiremos viendo en la biblioteca? ¿Verdad?

—Por supuesto, Remus —Le dedico una cálida sonrisa—. Alguien debe seguir siendo la mejor alumna de Hogwarts.

Dicho esto, abro la puerta de la cabaña, sintiendo una enorme brisa frente a mí rostro.

Cierro los ojos, tratando de contener un poco mis emociones, preparándome para volver al castillo.

—¿Ya la viste? —Decían entre los alumnos.

—Quien diría que bajo esa belleza habita una bestia...

Yo solo trataba de apresurar mis pasos hasta llegar a mi cuarto.

—Deben alejarse de ella —Otra voz fuera del umbral llega a mis oídos.

Maldita habilidad de oír todo con claridad cuando menos lo necesito.

—Estoy segura de que mi madre armará un escándalo...

—Dicen que ella misma buscó a Greyback...

—Oí que ella fue la causante del accidente de Renner, y que es por ella que toda su familia está en San Mungo, ya sabes...

—Tal vez sea parte del grupo de magos oscuros...

—Dicen que...

—Todos dicen...

—Ella ha dicho...

Las voces de quejas no dejaban mi cabeza, y esto estaba causando una especie de nervios.

—Oí el rumor de que...

—Sabías que fue...

—Snape dijo...

Era tanta la abrumación que sentía, que no pude siquiera saber lo que hacía.

De pronto, un frío y espeso líquido cayó sobre mi cuerpo.

Era vinagre.

Estaba tan concentrada en hacer callar las voces en mi cabeza, que había tocado de forma errónea los barriles dela entrada de mi sala común, provocando que el feo olor del vinagre se uniera a mi dolor.

Las risas no se hicieron esperar, al igual que mis lágrimas.

Y así, llena de un repudiante olor, y con el corazón latiendo con fiereza, corrí avergonzada a mi habitación, notando que hasta mis "compañeros de casa" se burlaban de mí.

Cerré la puerta de mi habitación con fuerza, provocando que las macetas de inocentes plantas cayeran al suelo y se rompieran.

Sola, en silencio, me permití llorar.

Odiaba todo esto...
Me odiaba.

Tendría que acostumbrarme a esto. Pero... ¿Podré soportarlo?

Las cartas de odio no tardaron en llegar a mi habitación, algunas incluso contenían maldiciones y vociferadores, acción que me motivó a no salir de mi habitación hasta que el fin de semana terminara.

Busqué mi mochila, saqué un trozo de pergamino y escribí nuevamente a Amos.

Saqué todo lo que mi garganta no pudo mientras caminaba.
Eliminé todo sentimiento de odio en aquella carta.
Y lloré el resto de la mañana y tarde hasta quedarme completamente dormida, aunque ni en mis sueños podía estar en paz.

Aquellos orbes amarillos que me habían raptado hace varios años volvieron a mis sueños, al igual que la silueta de Greyback y el olor de mi propia sangre.

No saben cuánto deseo que esto acabe.

Lunes por la mañana.

No tenía hambre, pero obligaba a mi cuerpo a tomar aunque sea un vaso de jugo por las mañanas para mantenerlo hidratado.

O más bien, Sebastian lo hacía.

El señor Diggory se encargó de que una elfina doméstica llegara a mi habitación cada tres horas, con tal de obligarme a comer.

Celeste también había intentado comunicarse a través de cartas, pero yo se lo había impedido.

Y gracias a Merlín, los chicos me hicieron caso.

Pero no podía encerrarme en aquella habitación el resto de mi vida.

Para mi desgracia, la única carta que no pude evitar fue la del Director, razón por la que hoy me encuentro despierta.

Sin ganas, me acomodo el uniforme y salgo sin desayunar hacia el aula de Encantamientos.

Y como aquel fatal día, las quejas no dejaron de retumbar en mi cabeza.

—Buenos días, profesor.

—Señorita Russo, buenos días.

El profesor Flitwick parecía estar de buen humor, y se empeñó en hacerme sentir tranquila.

—La clase iniciará pronto, por favor, tome asiento.

Hago un movimiento con mi cabeza en señal de entendimiento, y luego voy caminando hacia las mesas más lejanas del resto y jalando las sillas.

Uno a uno, los estudiantes entraban al aula entre murmullos, mientras yo bajaba la mirada y simulaba escribir algo.

Ninguno fue capaz de sentarse siquiera a tres mesas de lejanía, a excepción de Pandora, quién pareció ser la única que me dedicaba una sonrisa.

Los chicos entraron entre risas, pero ellos siguieron caminando cerca de donde yo estaba, a medida que nuevos murmullos se formaban por la aparición de Remus.

—¿Todo bien? —El castaño intentó sonar delicadamente.

—De maravilla —Suelto, con sarcasmo.

Remus se ubica a mi lado, y los chicos lo imitan mientras sacan sus materiales.

—Creí haberles dicho que quería estar sola.

—Y nosotros creímos haberte dicho que no te dejaríamos sola.

Una sonrisa intentó formarse en mis labios, pero la acción fue reemplazada por un suspiro.

—También me odian —Me recuerda Remus.

—Es diferente.

—¿Por qué?

—Chicos, por favor, hagan silencio —Interviene el docente.

Aunque la sala no se silenció del todo, la clase transcurrió con normalidad.

—Por favor, tomen los lentes que les voy a repartir y por favor... No los dañen.

Aquello lo dijo mirando al grupo a mi lado.

—No prometemos nada —Susurró Sirius, a mi lado.

Las gafas de sol volaron desde el pupitre del profesor hasta cada uno de los estudiantes.

—¿Qué haces? —Me atrevo a preguntar, con burla.

—Ponerme los lentes...

A James se le complicaba ubicarse unos lentes sobre otros, ocasionando que se viera torpemente gracioso.

—El día de hoy practicaremos el encantamiento Lumos solem. ¿Alguien de aquí sabe de qué trata el encantamiento?

Remus y yo levantamos la mano casi al instante, pero nos arrepentimos cuando todos nos miraron.

Así que, simplemente bajamos nuestras manos y esperamos a que Flitwick no se haya dado cuenta.

—Sí, señorita Evans.

—Derivadas de las dos palabras; del latín lumen, que significa "luz", y solis, que significa "del sol", Lumos solem es un encantamiento usado para producir un destello cegador de luz solar.

—¡Excelente, señorita Evans! 5 puntos para Gryffindor.

Me siento obligada a girar el rostro cuando escuchó un golpe sonoro a uno de mis lados.

—¡Oh, Sirius! —Se quejaba James, mientras se tocaba la nuca.

—Me tenías cansado de tanto que te mueves...

—¡Señor Black! —Exclama el profesor—. Si está tan interesado en mi clase como lo aparenta, me gustaría que repitiera el movimiento exacto de varita que acabo de hacer.

Sirius se levanta con una sonrisa triunfante y realiza el movimiento indicado (^) con su varita, provocando así que una cegadora luz se tomara el lugar.

—Bien.

Si James Potter era bueno en Pociones, Sirius Black lo era en Encantamientos y DCLAO.
Se le daba bien realizar hechizos, lo cual, según muchos docentes, era una herencia de su familia.

En parte sabía que él odiaba eso, pero le resultaba beneficioso en muchos aspectos.

El resto de la clase consistió en repasar el hechizo, y mi mente pareció relajarse por unos instantes.

—¿Vendrás a la biblioteca? —Me pregunta Remus, cuando todos se encontraban saliendo del aula.

—Hoy no, no creo que sea el mejor lugar para pasar el rato.

—Tienes razón...

Cada uno terminó de tomar sus cosas, listos para dividirnos en el camino.

—¿Qué clase te toca?

—Tengo libre estas dos horas —Le comento—. ¿Y a ti?

—Tengo Adivinación —Exclama, abrumado.

—Vaya suerte, eh.

Nos percatamos que éramos los únicos presentes en el aula, y eso era algo que en el fondo agradecimos.

—Te veo luego —Se despide, y noto que está muy cerca de mí.

Mis nervios volvieron a invadir mi cuerpo, al igual que cada vez que estábamos juntos.

—Hasta la próxima clase, Remus.

Me atrevo a depositar un beso en su mejilla antes de salir, y salgo literalmente corriendo hacia otro lugar.

Pienso en todos los posibles lugares a los que podría ir, pero en todos los escenarios me tendría que encontrar a estudiantes.

—Ojalá no me descubran...

Camino, ignorando nuevamente los murmullos de los estudiantes, saliendo del castillo y buscando un lugar solitario cerca del lago negro.

El lugar era simple, pero satisfactorio.

Había varias rocas que se unían en forma de barrera, separando el agua de la orilla.

Me ubico bajo el árbol más cercano, tomando asiento y suspirando el delicioso aroma de la naturaleza.

Cierro mis ojos, tratando de perderme en los leves movimientos de los arbustos, hasta cuando escucho unos pasos.

—Natt, al fin te encuentro.

Me levanto con mucha prisa, ocasionando que cayera al intentar huir.

—Ey, soy yo, Pandora.

La rubia se acerca alegremente a mi frente, tendiendo su mano para ayudarme a levantar.

—No deberías...

—¿Qué? ¿Estar contigo? —Bufa—. Al diablo el resto —Mueve su mano—, solo venía a hacerte un poco de compañía.

Tomo su mano con lentitud, esperando a que el miedo se apoderara de ella y saliera corriendo.

Sin embargo, Pandora se quedó a mi lado, realizando un hechizo para cubrir los raspones ocasionados.

—¿No... No me tienes miedo?

—¿Debo ser sincera? —Pregunta, dulcemente.

—Te lo agradecería mucho.

—Pues... Debo admitir que no me esperaba esto —Sonríe—, pero no te tengo miedo... Aunque puede que un poquito... Pero correré el riesgo.

—¿Por qué?

—No dejaría a una amiga sola.

Me maldigo internamente al recordar cuando mencionó que yo era de las pocas personas que hablaba con ella.

—Perdón, es que...

—Querías estar sola, lo entiendo —Me tiende mi mochila—, pero este no es el mejor lugar.

—¿No?

—Conozco el sitio perfecto, sígueme.

Pandora empezó a caminar hacia otro lado, esperando pacientemente a que yo la siguiera.

Poco a poco, fuimos adentrándonos en el bosque prohibido, pero el lugar donde estábamos seguía iluminado.

—Normalmente vengo aquí cuando quiero estar sola —Comenta, sacando unas manzanas—, ellos me entretienen.

Luego de varios minutos, dos bellos unicornios llegaron hacia nosotras.

—¡Wow! —Exclamo al ver a las asombrosas criaturas.

—Se dice que solo los magos seleccionados con gran corazón son capaces de conocer a un unicornio de forma inconsciente.

—No creí ver uno en mi vida...

—Significa entonces que era pura de corazón.

Sabía que Pandora intentaba animarme, y eso provocó que sintiera más afecto hacia ella.

—¿Ha sucedido algo nuevo en el salón de Té? —Me atrevo a preguntar.

—Ay, casi lo olvido —Dice mientras busca entre sus cosas—. Madame Tudipié te envía el pago del mes.

—Pero no terminé de trabajar...

—Ella dice que no mereces pasar por esto —Me tiende el sobre—. Natt, ella no cree que seas un monstruo.

—Pero el resto sí.

—Es por esa razón que me pidió decirte que las puertas del salón estarán siempre abiertas para ti, por si quieres volver a trabajar algún día.

—Dudo mucho que la gente asista si yo estoy cerca —Tomo el sobre—, pero dile que le agradezco muchísimo.

Pandora asiente, sacando una nueva manzana.

—No eres la única que se siente presionada.

—¿De verdad?

—Quizás algún día te topes con otra persona que no sea yo por estos lugares —Sonríe, tímidamente—, pero haré todo el esfuerzo para venir más seguido.

—No es necesario, Pandora...

—Llámame Dora, claro, si es que quieres —Dice, con timidez—. Así mi nombre no suena tan largo.

—Está bien, Dora —Sonrío.

Ambas nos quedamos el resto de la hora en silencio, observando detalladamente a las majestuosas criaturas frente a nosotras, mientras esperábamos a que el tiempo pasara para ir a las clases de Runas Mágicas.

—Puedes ir adelante —Le propongo—. No me gustaría que hablen mal de ti por estar con una mujer lobo...

—Claro que no —Gira su rostro—. Además, si los chicos pasan contigo, ¿Por qué yo no?

—Eres muy dulce, Dora.

—Me gusta ser amable con el resto... No me gusta pensar en que te puedes sentir rechazada de mi parte, porque yo te quiero de igual forma.

—¿Así sea una mujer lobo? —Pregunto, con miedo.

—Así seas una licántropa. Y si es posible, te ayudaré a darte unas pequeñas escapadas.

Suelto una carcajada, y por primera vez en varios días, es una verdadera, cargada de carisma y entusiasmo.

N/A: Pandora es uno de mis personajes favoritos del fanfic, de seguro la van a amar tanto como yo.

¿A quien creen que se refiere Pandora con "no soy la única que viene a este lugar"? ¿Alguien en mente? 





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