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Erase una vez hace largo tiempo...

Una mujer hermosa que vivía en su aldea junto a su padre desapareció durante un largo tiempo, su padre aseguraba que una Bestia horrible la tenia secuestrada en un castillo abandonado en lo profundo del bosque, pero nadie le creía. Aquel hombre cuyo nombre era Maurice decidió confiar en un hombre quien no tenia intenciones buenas con él o con su hija, termino en algunos problemas que acabaron resolviéndose con ayuda de quien menos esperaba. Una noche en que todo se estaba saliendo de control aquella muchacha perdida dio la cara, la historia era verdad y todo el pueblo enloqueció.

Ese mismo hombre que trataba de hacerle daño a su padre fue quien convenció a todos de ir tras esa Bestia y matarla, ella hizo todo lo posible por detenerlos y al final...

La Bestia perdió la vida.

Al menos eso era lo que pensaba aquel hombre malvado cuyo nombre era Gastón, luego de hacer ese daño termino cayendo por un costado del castillo, no murió pues la nieve amortiguo su caída un poco, pero si termino con algunos huesos rotos o quizás muchos. 

Por el lado de la Bestia, su cuerpo yacía sin vida en el suelo y junto a el se encontraba aquella mujer, su nombre era Bella. Sus lagrimas eran tantas que llamaron la atención de una mujer que habitaba en el bosque, una hechicera. Con su magia, regreso a la Bestia a la vida, resultando ser un príncipe.

Bella se caso con aquel príncipe llamado Adam y ambos vivieron felices para siempre...

Al menos por un tiempo. Todos conocemos esta historia y en el pueblo la gente hablaba y hablaba sobre ella, en el castillo la felicidad rondaba a Bella y Adam. Hasta que todo se acabo.

El primer bebé de la pareja no pudo ser recibido de buena manera y el rey tuvo que elegir, eligiendo a su esposa por encima de su hijo creando en Bella un gran dolor, lo que ocasiono que su esposo solo se alejara de ella lentamente.

Adam dejaba el castillo cada mañana y regresaba en las noches, como si nada hubiese ocurrido y es que realmente no era su culpa pues el amor que le tenia a su esposa era muy fuerte como para poder pensar en perderla. Aunque ahora, las cosas estaban cambiando y no de buena manera.

Los días pasaban y Bella solo estaba en su cuarto, encerrada y llorando al lado de aquella pequeña cuna que le llego a pertenecer a su hijo que ni siquiera pudo nacer con vida. Su esposo por su parte pasaba sus días en una caverna de mala muerte acompañado de mujeres que se dedicaban precisamente a eso, atender hombres cuyas esposas no cumplían con su trabajo. 

— cuando quiera puedo estar con usted, su majestad... — algunas de esas mujeres eran demasiado atrevidas al dirigirse a Adam. — solo debe llamarme y vendré corriendo.

— ¡chu, chu! , ridícula. 

— gracias por eso Mildred.

— no hay de que mi rey, pero usted sabe que mis chicas solo buscan sacar dinero y en lugares como este usted no se puede quejar de su comportamiento.

— no estaba quejándome. — el hombre de cabellos castaños dorados se encontraba sentado en una de aquellas mesas alejadas de la puerta, miles de mujeres se le acercaban para insinuarle cosas que él no estaba dispuesto a hacer pues continuaba amando como loco a su esposa, Bella. — sabes que solamente vengo aquí a beber.

— usted no se preocupe por eso. — la dueña de aquel lugar era una mujer llamada Mildred, su esposo era un comandante de la guardia que iba y venia siempre de la guerra, mientras ella estaba sola se dedicaba a atender su negocio algo sucio. — pero recuerde que si quiere cambiar de opinión, mi silencio es gratuito. 

Esa era la rutina de Adam, ir a la caverna y negarse a ver a otras mujeres mientras terminaba completamente borracho y algunos de los empleados de Mildred eran obligados a llevarlo a su castillo en donde sus empleados se encontraban esperándolo.

— ¿todas las noches sera lo mismo? 

— me temo que si mi querido Din Don, me temo que si .

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