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Tomé varios respiros antes de entrar al gimnasio junto al pelirrojo, estaba nerviosa por si Akashi cumpliría su palabra o no. En verdad quería confiar en él.

—Naomi. —Shuzo llega a mi lado. Me pongo nerviosa. —¿Dónde estabas?

—Yo...

—La encontré peleando con la máquina de dulces. —dice Akashi por mí. Me sorprendo. —Tuve que detenerla o terminaría rompiendo algo.

Shuzo me mira mal.

—¿Otra vez con la máquina de dulces?

—¡No fue mi culpa!

—Ya claro, además... ¿Hace cuánto que no haces deporte? —Shuzo me pica el estómago logrando que me retuerza como gusano al sentir cosquillas. —¿Sigues sin jugar en tu club?

—Pues ya nos ponen a hacer ejercicios. Es un avance. —cubro mi estómago para evitar que me pique de nuevo.

—Bueno, aprovecha que estás aquí para hacer algo. —señala al equipo. —¿Tienes tu uniforme de deportes?

—No me cambiaré. —niego. Shuzo rueda los ojos.

—Pues entonces harás ejercicios con falda, no me importa. —le quita importancia. Varios chicos estaban prestando atención. —Pero el que te mire, sufrirá las consecuencias de eso.

—No puedes obligarme a hacer ejercicio. —me quejo.

—Sí puedo. Soy el hermano mayor. ¿Lo olvidas? —dice obvio. —Vete a esa esquina a hacer sentadillas. Si te veo descansar me molestaré contigo.

Ruedo los ojos y le hago caso, era mejor que verlo molesto.

Al final del entrenamiento me dolían las piernas, fui con Shuzo mientras todos iban a las duchas. Doy un suspiro.

—¿Tienes mi psp? —estiro mi mano. Shuzo asiente y me lo entrega. —Gracias.

—Capitán. —Midorima se acerca a mi hermano. —¿Puedo hablar contigo un par de minutos?

—Claro.

Dejo que mi hermano y el peliverde hablen mientras camino hasta mi mochila para acomodar mis cosas, ahora solo tenía que esperar a Akashi para irnos a comer.

Perfecto.

Pasan unos minutos y van saliendo todo el equipo, Midorima quien ya se había bañado antes se acerca a mí.

—Lo tengo.

—¿Eh?

—Sé lo que te puedo dar a cambio de que vengas conmigo todo el día, 'ndayo.

Lo olvidé. Mierda.

—¿Enserio? —sonrío de lado. —¿Y qué es?

Acomoda sus lentes.

—Tengo un primo que es fanático a los vídeo juegos también. —comienza a decir.

—¿Y qué? ¿Me presentarás a tu primo o qué? —alzo mi ceja con diversión.

—Dime Nijimura. —su voz era seria. —¿Qué opinas acerca del juego Digimon World Re: Digitize?

—Lo tengo.

—Lo supuse. —asiente. —Pero no creo que tengas Pokemon Black and White para una consola gameboy advance, la cual sé que tienes.

Doy un jadeo de sorpresa. ¿Qué?

—Oye, oye....oye... —me acerco algo brusca a él. —¿Qué estás diciendo? Ese juego aún no sale...

—Si me acompañas durante todo el día, el juego será tuyo. —sentencia. Mi corazón latía con rapidez.

—¿Dices que me darás el vídeo juego por pasar todo el día contigo? —repito con emoción. —¿Qué más quieres? ¿Un beso?

—No. —hace una mueca de asco pero sus mejillas se sonrojan. —No hace falta, nanodayo.

—Naomi. —Akashi llega a mi lado. —¿Nos vamos?

—Eh, sí. Midorima vendrá con nosotros. —lo señalo. Midorima se sorprende. — Iremos a comer. —explico.

—Te recuerdo que no traje mi cartera.

—Puedo invitarte y después me pagas, Midorima. —se ofrece Seijuro. No, claro que no le parecía al peliverde.

—O podemos pasar por tu casa a por tu dinero. —digo yo. Midorima da un suspiro largo.

—Esa opción me parece mejor. —termina por asentir.

—¡Naomi! —me llama Shuzo. —¿Lista para irnos a casa?

—Eh...

—Nijimura. —interviene Akashi. —Estamos pensando en salir a comer los tres. También estás invitado.

—¿Ustedes dos con mi hermana? —dice no muy seguro. Ambos asienten. —Gracias por la invitación pero no puedo, debo hacer otras cosas entre ellas ir al hospital.

—Me quedaré con ellos. —los señalo. Nijimura frunce el ceño levemente.

—Mmmh... —asiente. Da la vuelta. —... te espero temprano en casa. ¿De acuerdo?

—Sip. —asiento.

Al menos esa parte salió bien.

Por suerte la casa de Midorima estaba cerca. Él entró a buscar su cartera mientras nosotros decidimos esperar afuera.

—Veo que tú y Midorima se llevan bien. —dice el pelirrojo de repente. Sonrío.

—Es que llevo su Lucky Ítem encima y por eso no me quiere dejar ir. —asiento.

—Ya veo.

A los minutos, el peliverde salió de la casa.

—Vamos.

Entonces se creó un momento incómodo entre los tres. Yo tenía mis temas de conversación con Akashi, también con Midorima... pero ¿con los dos?

El restaurante que elegimos era de comida rápida, mi estómago rugía de hambre y de eso se dieron cuenta.

—Pide algo rápido, no queremos que mueras de hambre. —se burla Akashi. Ruedo los ojos.

—Muy gracioso.

Voy directamente hasta el mostrador para pedir al menos una hamburguesa, cuando esperaba mi pedido sentí que alguien sujetaba mi cabeza con la mano completa.

—Enana del demonio. —Aomine estaba ahí y molesto.

—¡Aomine! —regaña Momoi.

—¡Qué sorpresa verte por aquí, moreno! —saludo burlona. —¿Qué tal tus músculos?

—No fue nada gracioso lo que hiciste. —se queja soltándome. —Yo no tuve la culpa.

—Lo sé.

—¿Qué? —se sorprende Momoi. —¿Enserio?

Aomine la fulmina con la mirada.

—¡Claro que es verdad! Yo no quería verle las bragas... o bueno, sí... pero no se lo pedí en ese momento.

—Pervertido. —ruedo los ojos. La chica me da mi orden. —¿Vienen solos?

—Sí, Daiki quería comer. —explica Momoi.

—Estamos con Akashi y Midorima en una de las mesas del fondo. —señalo. Ambos giran y ven a los chicos nerds de mi clase platicar animadamente. —Pueden venir con nosotros si quieren.

—No creo...

—¡Sí! Aprovecharé para hablar con Akashi sobre algo. —dice Momoi al instante mientras se iba a la mesa del fondo. Aomine da un suspiro resignado.

—Esa chica un día me sacará canas.

De vuelta a la mesa, Midorima y Akashi no parecían querer comer mientras que Aomine y yo ya llevábamos nuestra ración de comida.

—¿Al final revisaste que las puertas del gimnasio estuvieran cerradas? — le pregunta Akashi a Momoi en voz alta. Momoi asiente con gesto preocupado.

—Eso hago pero... hay un problema.

—Ya vas a empezar. —Aomine rueda los ojos.

—¡Es enserio lo que te digo!

—¿Qué es, Momoi? —pregunta el pelirrojo. La chica lo mira.

—Es que... hay rumores de que después de la práctica en el tercer gimnasio se escucha a alguien jugar, pero no hay nadie.

Salto de mi lugar hacia ella.

—¿¡El fantasma del gimnasio!? ¿Lo has visto?

—No. —dice ella con un brillo en los ojos porque por fin alguien le creía. —No he tenido el valor de volver ahí después de supuestamente cerrar el gimnasio con llave.

—¿Escuchaste eso, Nijimura? —dice Midorima con sarcasmo. —Tal vez ese fantasma está detrás de ti y por eso te siguió en el pasillo, Nanodayo.

—¡No digas esas cosas! —lo callo.

—No me digas que te dan miedo los fantasmas. —se burla Aomine. Lo miro con preocupación. —Esas cosas no existen.

—Es lo que le decimos pero parece querer seguir con el mismo tema. —dice Midorima.

—No deberían tratar tan mal a Naomi. —dice Akashi pero esa sonrisa parecía que rompería en risas en cualquier momento.

Me acomodo en mi lugar y los miro con odio a todos.

—Bien, no me crean pero cuando el fantasma basquetbolista se les aparezca, me burlaré de ustedes.

—Sí claro. —dice Aomine burlón.

Idiotas todos.

Duramos un par de horas ahí platicando hasta que llegó el crepúsculo. Akashi se iba a ofrecer a acompañarme pero realmente era el peliverde el que no parecía querer separarse de mi lado.

—Nos vemos, Naomi. —se despide Akashi.

—Nos vemos, Seijuro. —murmuro con timidez su nombre. Él lo nota y sonríe, pero no dice nada.

—Hasta mañana, Midorima.

—Akashi. —Midorima inclina su cabeza a modo despido y el pelirrojo atraviesa la calle aprovechando que el semáforo está en rojo.

Doy un suspiro.

—¿Quieres venir a mi casa? —ofrezco. Me mira mal. —O tal vez no quieras.

—Todo esto sería más sencillo si me dieras el psp, Nanodayo. —se acomoda los lentes. —Tu casa está bien.

—Perfecto, hoy haré la cena así que puedes acompañarme. —digo risueña.

Normalmente regresaría a casa y como siempre no estaría mi hermano, prepararía la cena y lo esperaría hasta noche para platicar un poco con él.

Pero esta vez tengo compañía.

—Mi hermano llega hasta la noche así que no tienes de qué preocuparte. —digo yo abriendo con mi llave la puerta principal de mi casa. Entro primero y le hago un gesto al peliverde para que pase.

—Voy a entrar... —dice él atravesando el umbral y quitándose los zapatos. —¿Y tus padres?

—Mi padre está enfermo en el hospital. —explico mientras camino hasta la sala para botar mis cosas, al cabo Shuzo no estaba ahí. —Mi madre de seguro está cuidándolo, y si no, está trabajando.

—¿Qué se supone que haces mientras tu hermano no está? —pregunta él. Me encojo de hombros quitándole importancia.

—Pues preparo la cena, hago mis deberes y si puedo, me pongo a ver televisión. Haría algún deporte pero tengo suficiente con el club de voleibol en el cual no hacemos nada. —ruedo los ojos y entro a la cocina. —¿Sabes cocinar?

—No. —dice sincero.

—¿Quieres que te enseñe?

—Prefiero verte. —admite. Asiento.

—¿Tu familia ya sabe que te quedarás a cenar? —alzo mi ceja en su dirección.

—Sí, y están bien con eso. La única que se molestará es Yu. —admite. Lo miro sin entender. —Mi hermana menor, le prometí que hoy le enseñaría a tocar algo de piano.

—Wow, espera... ¿Sabes tocar piano? —me sorprendo. Él rueda los ojos.

—Uhm... sí.

—Sorprendente. —saco el pan de una bolsa y pongo dos rebanadas en la tostadora. —Tu familia debe estar orgullosa de ti, digo... tocas piano, tu promedio es de los mejores en la escuela y para colmo eres un buen deportista.

—No lo sé. No suelo hablar con ellos de mi vida.

—La verdad es que yo siempre admiré a Shuzo. —confieso. —Él siempre fue el hermano perfecto y preferido de mis padres, incluso hasta ahora. Excelente deportista, nunca le trajo problemas a ellos de ningún tipo. En cambio yo creo que soy algo más liberal... soy la que hace el desastre sin querer, y no suelo sacar tan buenas calificaciones.

—Eso es obvio, las personas no son iguales, nanodayo. —dice él. —Tú eres tú, y tu hermano será solamente eso... él.

Sonrío de lado.

—Es interesante hablar contigo. —saco fruta de la nevera. —¿No crees que eres un poco alto para ser un chico de secundaria?

—Creí que era normal mi estatura, sobre todo después de ver a Murasakibara.

—¿Murasakibrara? —repito. —Me suena el nombre.

—También es parte de los titulares del club de baloncesto. —dice él.

—Oh, el chico enorme. Ya recordé... una vez casi me aplasta. Gracias a Dios logré gritar para que se diera cuenta que estaba ahí.

Se acomoda sus lentes y carraspeó su garganta.

—Tú y Akashi... se llevan bien. —se había acercado un poco.

—Algo así. No solemos hablar mucho pero hemos tenido un par de encuentros, es un buen chico. —asiento. — Aunque...

—¿Qué? —dice él interesado. No puedo evitar ponerme nerviosa.

—Es que... no sé, hoy lo vi diferente. —con un cuchillo pico la fruta.

—Diferente. —repite él.

—Tuvimos un inconveniente con Haizaki Shougo, y Akashi parecía muy molesto. —murmuro por lo bajo. —No sé cómo explicarlo.

—Entiendo. —termina él por decir. Yo lo miro sorprendida. —Eh... creo que el pan ya está hecho, nanodayo.

Como dije, Midorima terminó cenando conmigo. Fue una convivencia totalmente extraña en la cual pude conocerlo mejor, era un chico interesante y en el fondo no parecía tan nerd.

—Entonces deberías cuidar tus uñas. —aconsejo después de escucharlo hablar sobre sus perfectos tiros.

—He pensado en vendarme los dedos. —mira su mano izquierda. —Si no quiero fallar ningún tiro, debo cuidar mi mano triunfadora.

—Creo que tengo una cinta en el botiquín. —digo yo. Me levanto del sillón a por el botiquín, efectivamente como había recordado, encontré una cinta para vendar. Regreso con la cinta en alto y se la entrego. —Eso servirá.

—Uhm... gracias.

La puerta principal de la casa se abre.

—Naooomiii... Ya llegué. —canturrea mi hermano cerrando la puerta detrás de él. Cuando llega a la sala se detiene en seco. —¿Midorima?

—Bienvenido a casa, hermano. —saludo yo. Midorima inclina su cabeza y dice un saludo. —¿Cómo te fue?

—Eh... bien, creo. Pero... —se acerca y me abraza por los hombros. —¿Qué haces sola con un chico en casa, Nao? —pregunta.

—Lo invité a cenar. —señalo al peliverde que ya estaba nervioso. —Es una larga historia.

—¿Están saliendo? —se apresura a preguntar. Golpeo mi frente.

—Claro que no. No es eso. —me quejo. El pobre de Midorima ya estaba sonrojado y todo. —Su Lucky Ítem es mi psp de edición limitada y como no se lo iba a dar, quedamos en que lo acompañaría todo este día para que no tuviera tan mala suerte.

—Te habría creído más si me hubieras dicho que es tu novio secreto. —se queja Shuzo. —Bien, pero ya es muy noche y Naomi necesita dormir porque mañana hay clase. ¿Piensas quedarte a dormir o qué?

—N-no, capitán. —niega Midorima. —De hecho yo ya me iba.

—¿Seguro? —pregunto yo. —Tenemos un cuarto extra.

—Estoy bien. —asiente Midorima. —Pero gracias por la oferta, y gracias por acompañarme todo el día. —dice él haciendo una reverencia. —Paso a retirarme, que tengan una buena noche.

—Te acompaño a la puerta. —dice mi hermano. —Y tú, ya vete a dormir.

—¡Hasta luego, Mido! —alzo mi mano. Mi hermano rueda los ojos y Midorima hace un gesto de que ese apodo no le gusto.

Qué gracioso.


Quería comentar que estoy planeando hacer fanfics especiales de Hiroshi Kamiya, éste es el primero de él pero como verán, tiene ciertos personajes atractivos que podrían también participar.

Gracias por leer.

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