06

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Al terminar la última clase del día, me dejé caer en la mesa de mi banca. Por fin había dejado el club de Volei pero ahora no sabía qué hacer, Midorima dijo que cualquier deporte era bueno pero yo no era buena para cualquier deporte.

Si tan solo dormir fuera un deporte podría hacer un club aquí en mi banca.

—Nijimura, la clase ya acabó, nanodayo. —la voz de Midorima estaba cerca. Claro, como siempre se sentaba frente a mí.

—Quiero dormir.

—Tu hermano te espera. —acomoda sus lentes. —Levanta, ya.

—¡No quiero!

Y frunce el ceño.

—Nijimura...

—Naomi, tenemos que ir al gimnasio o tu hermano se molestará. —dice Seijuro, se había acercado.

—Mi hermano, mi hermano... —tomo mi mochila y me incorporo. —Mi hermano no es la ley.

—Pero sí el capitán del club, nanodayo. —el peliverde me empuja por los hombros. —Camina rápido.

Una vez más estaba en el gimnasio viendo a un montón de chicos jugar con un balón. Doy un largo bostezo y recuesto todo mi cuerpo en una de las bancas, si alguien se quería sentar pues ni modo. Cierro los ojos y suspiro, estaba cansada y no sabía por qué.

Lentamente siento como caigo en los brazos de morfeo. Todavía quedaban dos horas. ¿Qué importa si duermo un poco?

...

—¿Realmente está dormida? —escucho en el fondo.

—Eso parece, nanodayo.

—¿Quién iba a pensar que la hermana del capitán se iba a ver tan linda durmiendo? —dice otro chico y varios rieron por el comentario. No por mucho.

—Bueno, ya que tienen suficiente tiempo para observar a mi hermana dormir, por qué no mejor se ponen a hacer tres rutinas más.

—¿¡Tres!?

—Ahora. —ordena Shuzo.

Varios se quejan pero poco a poco se escuchan menos, supongo que se fueron. Abro los ojos y parpadeo para acostumbrarme a la luz, Shuzo entra en mi campo de visión y con una patada suya me vi en el suelo.

—¿¡Qué rayos sucede contigo!? —me quejo. Shuzo me mira mal.

—Holgazaneando en mi club. No por ser mi hermana tienes privilegios, y de una vez te digo Naomi. Si no consigues un club en esta semana, te meterás a éste y te haré sufrir. —amenaza.

—No es obligatorio estar en uno.

—Pues yo te obligo. —sentencia. —No quiero que estés de perezosa, ya estás advertida, una semana.

—Humm... —me vuelvo a sentar en la banca pero ahora muy molesta. ¿Quién se cree que es para darme órdenes?

La práctica acabó conforme los chicos terminaban de hacer las rutinas, mientras todos estaban en las duchas yo buscaba la manera de decirle a Shuzo que hoy también saldría y no con una "amiga" como él quiere, sino una vez más con Akashi Seijuro.

—Estoy jugando con mi suerte. —susurro antes de llegar a él. Shuzo me mira desde su estatura. —Shuzo.

—Hey, oye quería avisarte desde temprano pero lo olvidé. —comienza a decir. —Hoy nuestra madre no puede cuidar a papá, tiene doble turno así que no estaré en casa hasta la noche.

Bueno, el universo me ama.

—¿Y dónde está Josuke? Él podría cuidar a papá, digo... tú tienes que cumplir con la escuela, él se la pasa faltando a la suya.

—Ya lo sé. —acaricia mi cabello. —Pero prefiero hacerlo yo. ¿Sí? Es decisión mía.

—Vale, te dejaré la cena hecha por si acaso. —murmuro. Él sonríe.

—Gracias, entonces me voy. ¿Puedes irte sola a casa? —Shuzo se acerca a la banca y toma su mochila. Por eso esta vez él no practicó, quería irse temprano.

—Uhm... Sí.

—Entonces te veo mañana. —se acerca y besa mi frente. —Nos vemos.

—Cuídate. —le pido. Alza su mano mientras sale del gimnasio, al final no le dije que pensaba salir con Seijuro.

El club sale de las duchas ya vestidos y poco a poco se van retirando, de los últimos en salir es Seijuro. Su cabello seguía mojado.

—Vamos, Naomi.

Tal vez no conocía demasiado a este pelirrojo, pero en el poco tiempo que lo llevo conociendo puedo apreciar el porqué la gente lo admira tanto. Es un chico amable, dedicado y talentoso. Ah, nunca creí que terminaría como todas esas chicas, hablando maravillas de él.

—Una cosa más. —dice el pelirrojo junto a mí en medio de la calle. —Cuando lleguemos, espero que te sientas como en casa.

—Eh, muy amable de tu parte. Si algún día vienes a la mía puede que cocine. —invito. El pelirrojo sonríe de lado.

—Estaré agradecido si me invitas. —asiente.

Vale, esta parte de Tokio no la conocía, después de tomar el metro caminamos un poco más hasta ir dejando la ciudad atrás, a leguas se notaba que esta zona era de gente millonaria, más que de los vecinos de Midorima.

Seijuro se detiene frente a un portón enorme y aprieta un botón pegado al muro. Espera unos segundos y una chica le responde.

—Sí, Akashi Seijuro. —dice él. A los segundos se abría una puerta de metal junto al portón. Akashi me mira. —Adelante.

Ya me dio miedo.

Y si creía que el barrio era de gente millonaria, no pude evitar asustarme al ver esa enorme mansión a lo lejos con un precioso jardín de distancia. Jadeo con sorpresa incluso al ver la hermosa fuente.

Pensar que todavía debíamos caminar hasta su casa.

—¿Vives aquí? —murmuro intimidada. Él me mira.

—Sí. Siéntete como en casa.

Eh... no, no se puede sentir como en casa. Parece que estoy de vacaciones.

En la entrada de la mansión, varias personas nos esperaban y al ver al pelirrojo todas hicieron una reverencia.

—Bienvenido a casa, joven Akashi.

Como si lo hubieran practicado mil veces antes de que llegara el pelirrojo.

—Muchas gracias. Ella es Nijimura Naomi, es mi compañera de clase. —me presenta. Hago una reverencia algo torpe.

—Mucho gusto.

—Bienvenida. —me responden. Seijuro se adentra a la mansión conmigo.

—¿Algún mensaje de mi padre?

—Dijo que hoy no llegaría a cenar. —responde una mucama. Miro a Seijuro para ver su expresión, era neutra.

—¿Algo más?

—Que espera que le haya ido bien en la escuela. —termina por decir. Akashi asiente.

—Gracias, pueden retirarse. Y Moira... ¿Puedes llamar a la costurera?

—Sí, joven Akashi. —la chica hace una reverencia y se va con el resto.

Suelto un silbido.

—No sé qué decir, tengo miedo de romper algo. —admito. Seijuro se ríe.

—Ningún jarrón cuesta tanto, lo prometo. —dice con burla.

—¿Entonces cuánto? Digo... quisiera saber cuánto costará mi condena si rompo algo. —miro alrededor. Él vuelve a reír.

—Solo dos.

—¿Dos mil?

—Millones... —corrige risueño. —Pero no pasa nada.

—Millones... —susurro. —... y yo que me la paso comiendo ramen.

—¿Hasta qué hora te dejó salir tu hermano? —pregunta el pelirrojo tomando mi mochila de mi hombro, con un movimiento de cabeza me incita a que lo siga.

—Pues hasta la noche. —le quito importancia. Camino detrás del pelirrojo, subiendo unos escalones bastante bonitos. Luego un pasillo con más pasillos y puertas infinitas.

Me voy a perder.

—¿Quieres quedarte a cenar? —ofrece. Me muevo incómoda.

—No quisiera molestar.

—No eres molestia, de todos modos hoy me toca cenar solo. —sonríe de lado y abre una puerta de madera. —Adelante.

Entro yo primero y observo lo que sería la habitación de mis sueños, era enorme y tenía el aroma del chico que acaba de entrar detrás de mí. Creo que me estoy mareando.

—Tienes un cuarto... interesante. —miro alrededor.

—Gracias. —deja mi mochila a un lado. Miro un par de posters pegados en la pared, eran basquetbolistas.

Encuentro un estante con varias fotografías, reconocí a su madre al instante...

—Son idénticos. —me atrevo a decir. Seijuro se coloca detrás para mirar la foto conmigo. —Tu madre es muy bonita.

—Era hermosa, sí. —admite. Le miro confundida. —Ella murió cuando estaba en quinto año de primaria.

—Sei... lo lamento. —susurro. Él seguía sonriendo.

—Gracias a ella comencé a jugar el baloncesto.

—Por eso te encanta. —sonrío tímida.

—En parte...

Dejo la fotografía en su lugar, unos golpes en la puerta interrumpen el momento.

—Adelante.

—Joven Akashi. —era la costurera, joder.

—Gracias por venir. —me empuja levemente de los hombros. —Necesito un hermoso vestido para ella.

—Enseguida. —la chica se acerca y saca una cinta métrica. El pelirrojo se separa para darnos un espacio mientras la costurera me daba indicaciones para medir lo que necesitaba de mí.

Estoy comenzando a arrepentirme de esto, un sonrojo recorrió mis mejillas, Seijuro no dejó de verme mientras la chica hacía su trabajo.

Y así como de rápido llegó, se fue. Miro al pelirrojo, confundida.

—¿Quieres hacer algo? —pregunta él. Suspiro.

—Te diría que te retaba en baloncesto para verificar si eres tan bueno como mi hermano presume, pero las canchas de baloncesto quedan hasta la ciudad. —me resigno. El pelirrojo me mira con diversión, camina hasta su armario mientras se quita el saco, de la parte baja del mueble saca un balón que me lanza.

—Hay canchas de baloncesto en la parte trasera de la mansión. —sonríe cínico. —Acepto el reto.

—Uy que miedo. —me burlo. Abro la puerta de su habitación y salgo. —¿Qué se supone que haces cuando te derrotan en algo que se supone que eres bueno?

Ambos bajamos los escalones.

—Eso no lo sé, nunca me ha sucedido. Pero tal vez tú puedas responderte a ti misma después del partido.

—No digo que soy la mejor pero... —giro el balón en mi dedo índice como hace años Shuzo me enseñó. —... creo que Shuzo exagera contigo.

—Espero que recuerdes tus palabras.

Salimos al jardín por la puerta corrediza trasera, era cierto ahí después de un camino de piedra estaban dos canchas de baloncesto en perfectas condiciones.

Si es hijo único... ¿Juega solo?

—¿A los cuántos puntos se gana? —le paso el balón. Seijuro me mira bien.

—¿Crees poder jugar con falda?

—Como si la falda importara. —me río. —¿A los cinco puntos?

—Si quieres comenzar con cinco, por mí bien.

—Comienza.

Seijuro bota el balón, su postura era de un jugador profesional y a parte con el uniforme de Teiko, se veía bastante bien.

Logro adivinar su movimiento y trato de moverme al mismo tiempo pero fácilmente me rodea por el lado contrario, se acerca a la canasta y encesta.

Rayos.

—Creí que me ibas a demostrar que tu hermano exagera cuando habla de mí. —se burla pasándome el balón. —Yo creo que todavía le falta presumir un poco más.

—Tú y tu ego. —sonrío divertida mientras boto el balón. —Alguien debe bajarte un poco de las nubes.

—Solo digo la verdad. —se pone en posición de defensa.

Trato de moverme a un lado pero era bastante ágil, bufo por lo bajo. ¿Por qué rayos hacía esto? Ni siquiera me gustaba el baloncesto. Cambio el balón a mi otra mano y hago una finta en la cual él no cae, se da cuenta de mi trampa y fácilmente me roba el balón. Pero esta vez no lo dejaría pasar tan fácil.

Frente a él, estiro mis brazos para evitar que avance. Él sonríe.

—Me dejarás pasar... —bota el balón entre sus piernas de un lado a otro, cuando creí que iba a irse por la derecha, pasó el balón del otro lado pero mi peso ya estaba en una pierna y por ello no actué rápido y me caí de sentón frente a él con las piernas abiertas.

—Auch... —me quejo por haber caído de sentón pero me sorprendí al ya no escuchar el balón botar. Alzo la mirada y veo a un Seijuro sorprendido, él... —¡¡Pervertido!!

Cierro las piernas y tomo el balón que estaba cerca de mí para lanzárselo. Creí que el pelirrojo haría honor a su reputación y fácilmente lo esquivaría, pero el balón dio directo en su frente. Y como si sus neuronas por fin conectaran, rompió en carcajadas.

¿Qué rayos? Nunca lo había escuchado reír tanto.

—¿Qué se te hace tan gracioso? —me quejo aún en el suelo. Pero el chico ni podía responderme, se sujetaba el estómago con una mano y con la otra limpiaba las lágrimas que salían por reír. Chasqueo la lengua. —Idiota.

—Yo... lo siento... yo... —muerde su labio inferior y me mira con un brillo de diversión. —Lindas bragas, conejita.

Hijo de...

Y volvió a estallar en risas. Pelirrojo del demonio.

Me incorporo y tomo el balón en manos, camino hasta la canasta y encesto como si no importara. Estaba molesta.

—Oye, no te molestes. —me pide. Lo fulmino con la mirada. —Fuiste tú quien quiso jugar con falda.

—Y tú me tiraste de seguro para ver debajo de mi falda. —acuso. Él se ríe un poco más al recordarlo. —¡No tiene nada de malo traer bragas de conejitos! —y vuelve a romper en risas.

Vale, lo admito. Era lindo escuchar su risa.

—Es increíble. —dice sonriente. —Te falta un poco más de práctica. Eres buena... pero no lo suficiente.

—Sinceramente no me interesa saber jugar baloncesto. —admito. Él asiente.

—Hiciste mi día. —coloca su mano en mi cabeza.

—No le veo lo malo a mi ropa interior. —murmuro por lo bajo. —¿Tan ridícula es?

—No es ridícula. —niega. Se notaba que quería volver a reír. —Es bastante linda.

—Esta conversación no es normal. —nos señalo a ambos. —Dejemos de hablar de mis bragas, pervertido. —susurro eso último por lo bajo.

—Te recuerdo que fuiste tú quien accedió a jugar con falda, eso significa que estabas consciente de las consecuencias que podían pasar. —se defiende.

—Bla, bla, bla... pelirrojo presumido. —recojo el balón y se lo paso.

—¿Quieres seguir jugando?

—No, ya no.

—Lo supuse. —sonríe con diversión, comienza a caminar. —Volvamos a la casa.

—Dijiste que... sabías tocar violin. —sonrío ampliamente.

—¿Quieres que toque algo para ti?

—Ya nos estamos entendiendo, pelirrojo pervertido. —le guiño el ojo.

Vuelve a reír pero no lo niega. Entramos de vuelta a su casa, estar ahí solo parecía bastante aburrido. Tal vez la próxima vez lo invite a mi casa a jugar vídeo juegos.

El salón de música también parecía estar en el segundo piso, antes de ir, Akashi dejó el balón y fue a lavarse las manos... de hecho yo también me las lavé, y luego de eso me guió al tan esperado cuarto.

Un piano de cola adornaba el centro de la habitación. Al fondo, la ventana estaba abierta y daba directamente al jardín de frente. Sea como sea, su casa era hermosa.

—¿Tocas algún instrumento? —pregunta Seijuro. Niego.

—Alguna vez quise intentarlo, pero siempre fui muy mala.

Saca su estuche y de ahí toma su violín. Lo miro con emoción mientras afinaba las cuerdas, después tomó el arco y lo pasó sobre la cuerda más grave. Me acerco a él y tomo asiento en el banquillo del piano.

Cierra los ojos y respira profundamente antes de dar inicio a una bella melodía, miro atentamente todo de él, sus manos, su rostro, su cuerpo... su respiración, estaba tan calmado.

Al parecer ha vivido sin su madre desde que era un niño, siempre trabaja duro para que todo saliera perfecto pero sobre todo, parecía un chico solitario, y la canción que decidió tocar ahora lo demostraba.

Agacho la mirada y respiro profundo, ni siquiera hizo gesto alguno cuando le avisaron que su padre no vendría a cenar. ¿Cuántas veces ha tenido que comer él solo? O simplemente estar en esta enorme casa vacía.

Joder, estoy por llorar.

—¿Y bien? —pregunta al terminar. Seguía con las manos en el rostro, estaba bastante sensible. —Naomi...

—Hermoso. —admito con la voz cortada. —Pero muy triste...

Limpio mis pocas lágrimas y me incorporo del banquillo, lo sorprendo con un abrazo en su persona. Recargo la frente en su pecho y respiro profundamente. Simplemente actué por instinto.

—Sentí que necesitabas un abrazo... perdón. —me disculpo. No suelta su instrumento pero me regresa el abrazo, escuchaba su corazón tan calmado en estos momentos.

—Gracias, Naomi. En verdad lo aprecio. —recarga su mejilla en mi cabeza. —Se siente bien.

No sabía el momento en que tenía que romper con el abrazo, aunque tampoco me importaba mucho, era algo ridículo pero estar entre sus brazos se sentía bastante bien. Hace tiempo que Shuzo no me abraza de esta manera, ni él ni nadie...

Lentamente rompo el abrazo, no quería que malinterpretara las cosas y mucho menos abusar de su confianza. Suelto el aire acumulado y miro a cualquier lado que no sea él.

Su mano acarició mi cabello.

—Toma, te enseñaré a tocar violín.

Tal vez le oculté a Shuzo que saldría con Seijuro, pero no me arrepentía en lo absoluto pues puedo asegurar que esta fue una de las mejores tardes que he tenido en tantos años. Tanto tiempo me sentí abandonada y ahora, lo encontré a él.

Y él me hace sentir muy bien. 

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