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—Entonces para la siguiente semana todos deben haber terminado Jane Eyre. —termina por decir el líder del club.

Doy un suspiro de cansancio, si me dejaran leer la historia de algún personaje de Anime todo sería más fácil, pero no. El club da finalizado la sesión y todos recogen sus pertenencias. Cuelgo mi mochila en mi hombro y camino rápidamente hasta la salida de la biblioteca, saco mi celular y miro la hora en la pantalla.

Era tarde.

Justo al pasar las puertas, choqué con alguien, tirando mi celular.

—¡Disculpa!

—Ah, despistada como siempre. —se burla el pelirrojo.

—Solo eres tú. —digo aliviada. Me agacho para tomar mi celular y lo miro. —¿Vienes a hacer tarea?

—De hecho vine por ti. —sonríe de lado, sacándome el aliento.

—¿Por mí?

—Sí. Te acompaño a casa.

—Eh... pues.

—¡Nijimura! —Nil, un chico del club de lectura venía hasta mí con rapidez. —Olvidaste tu libro.

Lo dejé a propósito.

—¡Ah, qué despistada soy! —sonrío amablemente y lo tomo. —Muchas gracias. Y ¿qué te he dicho de llamarme Nijimura? Dime Naomi.

El chico se sonroja levemente.

—Sí, lo olvidé. Naomi. —murmura nervioso. Luego mira a Akashi. —Buenas tardes, Akashi.

Este chico es famoso en toda la escuela.

—Buenas tardes. —saluda él seriamente.

—Etto... Naomi, los del club de lectura estamos planeando juntarnos una noche e ir al campo para divertirnos juntos. —se sonroja un poco más. —N-no sé... yo... t-tal vez... tú...

—¿Cuándo es?

—E-el viernes en la noche. —murmura por lo bajo. Llevo mi dedo índice a mi barbilla, pensativa.

—No sé si tendré algún plan pero en el transcurso de la semana te aviso. ¿De acuerdo?

—¡Sí! —me grita. Luego se vuelve a sonrojar más. —¡Nos vemos!

Y huye de nosotros. No puedo evitar sonreír con ternura, que lindo.

—¿Quién es él? —es lo primero que pregunta Seijuro.

—Nil, va en mi club.

—Llevas apenas un mes de conocerlo y ya te llama por tu nombre. —seguía mirando por el pasillo donde desapareció Nil. Suelto una pequeña risa nerviosa que trato de cubrir con mi mano, pero no puedo. Él me mira. —¿Qué?

—¿Acaso estás celoso? —pico su mejilla. Él sonríe de lado.

—¿De quién? ¿De ese chico? Casi se vuelve gelatina ante mí. —presume.

—Ah, Seijuro presumido volvió. —comienzo a caminar por el pasillo para irnos.

—Además, por más que lo intente nunca logrará causar lo que yo causo en ti. —lo escucho decir. Suelto una risa nerviosa.

—¿Ah sí? ¿Qué causas en mí?

Mala idea. Su mano tomó mi muñeca para detenerme, lo sentí pegado a mi espalda.

—Tengo tanta curiosidad por saber el diseño de tu ropa interior que llevarás ahora mismo. —susurra en mi oído.

Mi piel se eriza por completo y mi corazón sale disparado, moriré de un infarto. Con el rostro completamente rojo lo encaro.

—¡Eres un pervertido! —quería pegarle con el libro pero me detuvo con facilidad. —¡Y lo peor es que te crees tanto!

—No me creo, lo soy. —pellizca mi nariz con amabilidad. Toma mi libro. —¿Qué libro es este? ¿Tienes que leerlo?

No podía responderle, todavía no me recuperaba de su comentario anterior.

—Jane Eyre. —lee el título y sonríe. —Una novela un tanto trágica pero con un final satisfactorio.

—¿Lo has leído? —pregunto sorprendida. Él asiente. —¡Eres mi salvador!

—No me digas... —me regresa el libro. —Tienes que leerlo pero no quieres hacerlo y vas a pedirme que te cuente la historia. —sonríe. — ¿Adiviné?

Su ceja estaba alzada perfectamente, era tan atractivo.

—Totalmente, pero te faltó la parte donde yo te doy algo a cambio. —propongo para evitar que niegue. El club de lectura era tan aburrido, pero era mejor opción que entrar a baloncesto. Además, ya faltaba poco para el fin del primer curso. Si convencía a Seijuro de leer los libros que me dejan puedo tener más tiempo para pensar a qué club entrar en segundo.

Akashi parece pensárselo durante unos segundos, le ha gustado la idea.

—Bien. Te contaré el libro e incluso te ayudaré si necesitas hacer un ensayo de él.

—¿¡Enserio!? —grito emocionada.

—Pero a cambio saldremos este viernes.

Me sorprendo.

—¿Este viernes? —asiento. —Estoy libre desde que terminamos la escuela.

—Entonces no hagas planes porque te ocuparé hasta la noche. —advierte. Me hubiera sonrojado como todas las veces pasadas, pero esta vez entendí lo que sucedía.

—Eres un chico inteligente. —sonrío con diversión. —Acepto, le diré a Nil que no puedo ir a la reunión pero que tal vez a la próxima sí pueda. —me burlo mientras vuelvo a caminar. Seijuro se ríe tras de mí.

—Eso lo veremos.

Saliendo de la escuela nos dimos cuenta que el cielo estaba ligeramente nublado, no quise escuchar a Shuzo en la mañana y no me traje ningún paraguas.

—¿Tienes paraguas? —le pregunto al chico junto a mí. Él mira al cielo.

—No. —me mira. —Hay que apresurarnos.

—Claro.

Llegamos a la estación y nos subimos al metro, éste estaba lleno y por eso tuvimos que quedar en un rincón. Seijuro se acomoda frente a mí.

—Es mejor así, nadie querrá levantarte la falda. —explica el por qué me acorralaba. Ruedo los ojos.

—Lo dice el chico pervertido.

—¿Debo recordarte que las únicas dos veces en las que por accidente vi tu ropa interior, fue por tu culpa? —se burla.

—Ya, creo que sufres de amnesia. O ¿Acaso yo imaginé a un pelirrojo pervertido acosarme por los pasillos diciendo que quería ver el diseño de mi ropa interior? —murmuro por lo bajo para que solo él me escuche. Y logro hacerlo reír.

—Adivinaré. —sonríe con diversión. —Hoy son gatitos.

Me sonrojo levemente.

—No te diré nada.

—¿Me dejarás con la duda?

Chasqueo la lengua.

—¿Sabes? Lo pensé mejor, ya no quiero que me ayudes con el libro. —desvío la mirada.

—¿Lo dices porque te pongo nerviosa?

—No. Lo digo porque tal vez el viernes quieras hacerme algo malo. —señalo. Él vuelve a reír.

—No haré nada, lo prometo.

Cuando salimos del metro, afuera llovía. Seijuro miró el cielo.

—Deberíamos esperar.

—O vamos corriendo. —propongo sonriente. No dejé que respondiera, sujeté su muñeca y me lo llevé bajo la lluvia.

Toda la gente pasaba a nuestro alrededor con paraguas, o bajo un techado, pero solo dos jóvenes con el uniforme de Teiko corrían por las calles hasta llegar a una casa de esa misma colonia.

—¡Hogar, dulce hogar! —grito al llegar a mi casa. Miro al pelirrojo. —Entremos, te prestaré ropa de Shuzo.

—Gracias. —asiente.

Abro la puerta de mi casa y lo dejo pasar, inmediatamente voy por unas toallas y el trapeador, estaba empapando todo.

—Ten, sécate con esto. —le paso una toalla. —Iré por la ropa de Shuzo.

—Gracias. —vuelve a agradecer. Subo los escalones y voy primero a mi habitación. Rápidamente me quito todo y lo dejo en el cesto, luego me seco con una toalla y termino por ponerme unos shorts y una polera delgada de Doctor Who. Lanzo la toalla y voy con rapidez hasta la habitación de mi hermano para robarle algo de ropa.

Con esto será suficiente.

Voy bajando los escalones de vuelta con el pelirrojo pero fue bastante impactante verlo sin la camisa encima, su torso estaba desnudo.

—¡Eh! —trago saliva con nerviosismo. Seijuro me mira curioso. —T-ten...

Le lanzo la ropa y me giro, nerviosa. Lo vuelvo a escuchar reír.

—¿Quién es la pervertida ahora?

—¡Yo no! —sentencio. Él vuelve a reírse un poco más.

Ahora solo se escuchaban movimientos, esperaba tranquilamente a que terminara y me dejara voltearme. De repente sus brazos rodearon mi torso y besó mi mejilla rápidamente. Mi rostro se prendió.

—¿¡Qué haces!? —me alejo de golpe.

—Admiro el cómo te sonrojas con facilidad. —sonríe de lado.

—No es gracioso.

—Lo es para mí.

No puedo ocultar molestia en mi mirada, Seijuro acarició mi cabello y lo despeinó.

—Vale, dame tu ropa. La meteré a lavar. —tomo su uniforme empapado y me encamino hasta la puerta trasera. —Puedes buscar algo en el televisor si quieres.

Junto su uniforme con el mío y los meto a lavar, al menos Shuzo llegaba tarde esta noche y por eso no tenía que preocuparme. Solo esperaba que la lluvia no tardara tanto o tendría que pasar más tiempo con el pelirrojo.

Doy un respiro antes de regresar a la sala. Seijuro tenía el control en su mano y cambiaba de canal rápidamente, buscando algo bueno que ver.

Me acerco y alboroto su cabello pelirrojo.

—¿Quieres algo para picar? —ofrezco. Él seguía buscando un canal y solamente se encogió de hombros quitándole importancia. —Bien.

Ya estaba dispuesta a regresar a la cocina a buscar algo pero él alcanzó a sujetar mi muñeca y en un parpadeo me tenía en el hueco entre sus piernas. Vuelvo a sonrojarme, moría de nervios.

—¿Eh? ¿Qué haces?

—Encontré una película buena. —señala el televisor. Era la película de El Titanic.

—¿Leonardo DiCaprio? —me burlo. Él asiente, sus brazos rodean mi estómago y recarga su barbilla en mi hombro.

—De pequeño llegué a ver esta película con mi madre. —admite. —Recuerdo haberla visto llorar, en ese momento entré en pánico. No sabía la razón.

—Bueno, todas lloramos con la muerte de Jack. —digo obvia. Él sonríe.

—¿Tú también?

—Yo lloro desde mucho antes, pero sí. Yo también. —me recargo en su pecho. —Amo esa escena. —señalo.

Y no volvimos a hablar en toda la película, no podía perderme el hermoso romance entre ellos dos. Una chica millonaria y un chico pobre, y para colmo la chica era medio pelirroja.

Ugh, lo veo en todos lados.

Vuelvo a acomodarme sobre su pecho mientras miraba la escena donde Jack dibujaba a Rose desnuda, carraspeo incómoda y miro de reojo a Seijuro.

¡Vaya! Está dormido.

Miro con más confianza, sus ojos estaban cerrados y respiraba con bastante calma, se veía muy bello, como un ángel.

Acaricio sus manos que seguían sobre mi estómago. Ahora podía ver incluso a través de su alma, con solo imaginar a un niño llorando por la muerte de su madre se me rompe el corazón. ¿Qué tanto tuvo que pasar como para tener que tomar tantas responsabilidades? Necesitaba un descanso, y fue por eso que no lo desperté ni siquiera cuando me di cuenta de que Shuzo estaba por llegar.

Me giro un poco y recargo mi frente en su cuello, Seijuro cierra sus brazos un poco más y sigue durmiendo. Terminamos medio acostados sobre aquel sillón pero no era nada incómodo, al contrario... me sentía tan bien entre sus brazos.

Tal vez me duerma un poco.


...


Conozco esa melodía, es mi celular que vibra en uno de mis bolsillos traseros de mi short. Muevo mi cabeza y me acomodo para seguir durmiendo, quien sea que me esté llamando puede esperar.

Pero vuelve a sonar.

—Alguien te llama. —su voz estaba ronca.

Alzo mi cabeza y lo miro. Mi pequeño cuerpo estaba literalmente sobre el de Seijuro, éste estaba recostado en lo largo del sillón. Akashi bosteza, cuando se recompone estira su brazo y saca el celular de mi bolsillo para verificar quién me llamaba.

—Es tu hermano. —dice él. Le quito el celular y contesto mientras vuelvo a recostarme sobre el pecho del pelirrojo, él baja la mano en mi espalda baja.

—Shuzo. —es lo primero que digo.

Nao, que bien que me contestas. ¿Dónde estabas?

—Estoy en la casa pero estaba dormida. —suspiro. —¿Sucede algo? Son las... —miro la pantalla de mi celular. —... ocho de la noche y no has regresado.

Para eso te hablaba. Nuestra madre no puede cuidar a padre esta noche, así que me quedaré yo. —explica. Bufo con molestia, siempre era él.

—¿No quieres que vaya yo?

Akashi se remueve un poco para acomodarse y poder seguir descansando, sus brazos me rodearon y su mano bajó un poco más, directamente en mi trasero.

Suspiro resignada.

No, mañana tienes que ir a clase. —dice él.

—Bien, pero mañana tú faltarás. Cuando regreses quédate a dormir en casa, yo pasaré a pedirle los apuntes a alguna compañera tuya. —le pido. Siento su sonrisa desde el otro lado del celular.

Gracias enana. Duerme bien.

—Cuídate. —y cuelgo. Vuelvo a dejar caer mi cabeza en el pecho del pelirrojo para dormir un poco más.

—¿Nijimura no vendrá? —pregunta Seijuro con los ojos cerrados. Niego.

—Se quedará a cuidar a nuestro padre.

Y ahora era el celular de Seijuro el que sonaba. Tuvo que moverse conmigo encima para poder tomar su celular de sus pantalones, metiendo la mano entre su cuerpo y el mío, miró la pantalla y contestó.

—Buenas noches, Nijimura. —me sorprendo. —¿En qué puedo ayudarte?

No me digas que mi hermano se dio cuenta de que estoy con Seijuro.

—No te preocupes, yo me encargo. —contesta él y me mira. —¿Necesitas ayuda con algo más? —el gesto de Seijuro no me daba pista de lo que estaban hablando. —De acuerdo. Nos vemos Nijimura. —cuelga.

—¿Qué te dijo? —pregunto rápidamente. El pelirrojo deja el celular en la mesita de junto.

—Que mañana no irá a clase y me pidió de favor que me ocupara del club de baloncesto. —explica como si nada. Suspiro.

—Bien... ¿Quieres cenar algo?

—Sí, cualquier cosa preparada por ti está bien. —dice él. Me incorporo hasta quedar sentada sobre sus piernas y aprovecho para estirar mi cuerpo, luego me levanto de ahí y señalo la cocina.

—¿Puedes ir sacando lo necesario para hacer un omelet? Iré a meter nuestros uniformes a la secadora.

—De acuerdo.

Todavía tenía sueño y me sentía adormilada, saco nuestros uniformes y los meto en la secadora. Suspiro con cansancio y regreso a la cocina, Seijuro miraba un pequeño libro de recetas que guardaba ahí mi madre. Se veía concentrado.

—¿Qué sucede majestad? ¿Acaso no sabe cocinar? —me burlo. Llego a su lado y miro junto a él la receta.

— Nunca lo he intentado, tengo sirvientes para eso. —me sonríe con burla. Ruedo los ojos.

—Ah, Seijuro presumido. A veces se me olvida que no eres plebeyo como el resto de nosotros. —muevo las páginas hasta encontrar la correcta. —¿Qué dices? ¿Te enseño a hacerlo?

Le da una leída y luego sonríe con confianza.

—No se ve tan difícil.

¡Ah! Tanto ego me afecta el corazón.

—Hagamos algo, yo haré el mío. Tu puedes observar y luego intentar hacer el tuyo. —palmeo su espalda. — ¿Qué dices?

—Como quieras. —se encoge de hombros.

Coloco la sartén y le voy mostrando paso a paso el cómo debe hacerlo, cuando estoy frente a la estufa veo que Akashi da un bostezo y recarga su barbilla en mi hombro, sus manos se quedan en mi cintura. Frunzo el ceño.

—¿Te estás durmiendo?

—No. —responde con los ojos cerrados.

—Presta atención, pelirrojo. —me quejo. Él mueve su cabeza.

—Uhumm...

Vaya, seguía cansado. Termino de hacer el omelet y lo miro.

—Oye, tal vez quieras quedarte a dormir en la habitación de invitados. —ofrezco. —Así no tienes que regresar a tu casa esta noche.

—Es muy amable de tu parte. —asiente. —Gracias, me quedaré esta noche.

—Bien. Ahora deja te preparo tu omelet. —iba a tomar el sartén pero él me detuvo.

—No es necesario, puedo hacerlo. Aprendí lo necesario. —toma los huevos de la caja y para mi gran sorpresa comienza a cocinar como si fuera un experto.

Este chico es muy talentoso.

Al final su omelet se veía mejor que el mío, no podía creerlo.

—Impresionante.

No nos vamos al comedor ni a la sala, simplemente nos quedamos ahí. Estaba sentada sobre la encimera comiendo y él estaba recargado a mi lado.

—¿Tu padre está enfermo?

—Sí, desde hace tiempo. Ha estado internado en el hospital desde entonces, pero no vemos avances. —explico yo. —Shuzo se preocupa mucho por él, a veces me siento mal por todo lo que mi hermano hace y me dan ganas de meterme a trabajar y ganar dinero para ambos, pero él no me deja.

—¿Y tu madre?

Hago una mueca de disgusto.

—Pues... ella trabaja todo el día y en la noche cuida a mi padre. Hay veces que ella no puede cuidarlo y Shuzo lo hace. —agacho la mirada. —Y luego está Josuke. Que no apoya a la casa con dinero y tampoco parece querer estudiar. Solo está todo el tiempo con sus amigos y poco le importamos.

Seijuro deja su plato vacío en el fregadero, luego levanta los brazos y se estira.

—Bueno, en este mundo hay tres tipos de personas. Las que hacen suceder las cosas, las que solo observan como suceden las cosas y las que no saben qué está sucediendo. —dice él ofreciéndome su mano para ayudarme a bajar de la encimera. La tomo y bajo. —Tu hermano es lo suficientemente grande como para elegir como ser, pero está en tus manos lo que harás tú para salir adelante.

—Tienes razón. Debo esforzarme más. —asiento, sonrío de lado. —Vamos, debemos dormir.

Alborota mi cabello.

—Claro.

Sin embargo, en lugar de subir al segundo piso pensamos que el sofá era suficientemente cómodo para los dos. Era extraño pero recostarme sobre el pecho de Seijuro me estaba gustando y mucho.

Él abajo, yo arriba, sus brazos rodeándome y una de sus manos volvió a caer sobre mi trasero.

—Deja de ser pervertido. —me quejo quitando su mano. Él se ríe.

—No fue mi intención.

Bostezo.

—Duerme bien, Sei.

—Tu igual, Nao.

Nunca creí que este momento iba a ser crucial para nuestra amistad, un paso enorme en nuestra confianza y un gran dolor para mi corazón.



<3



Por la mañana fue la alarma de mi celular la que sonó para que nos levantemos a ir a clase, rápidamente estiré mi mano hasta la mesilla para apagarla. Si Seijuro no la había escuchado podíamos dormir cinco minutos más.

—Ya es hora. —le escucho decir. Doy un quejido.

—Durmamos cinco minutos más. —me acurruco en su pecho. Él acaricia mi cabello.

—Debemos prepararnos para ir a la escuela. —murmura por lo bajo. —Vamos.

—Uhmmmm....

Y así fue, yo planché los uniformes mientras Seijuro se metía a bañar en el baño de mi habitación, le dejé su ropa en mi cama y fui a prepararme en el cuarto de Shuzo.

Media hora después bajaba los escalones, Seijuro ya había preparado pan tostado para desayunar y me ofrecía un par en un plato. Me sorprendo.

—Ahora te crees cocinero solo porque te di una clase. —me burlo. Él sonríe.

—No veo por qué te sigues sorprendiendo, creí que ya te había quedado claro lo talentoso que soy.

—Ah, muy temprano para tu narcisismo. —niego con la mano en alto para que deje de hablar. Vuelve a reír. —Apurémonos, tenemos que tomar el metro.

—De acuerdo.

Dejamos los platos en el fregadero y yo fui a lavarme los dientes, Shuzo y yo solíamos guardar cepillos de dientes nuevos por si necesitábamos cambiar el nuestro, le ofrecí uno a Seijuro que tomó con gusto y se quedó ahí por su vuelve a venir.

Ah, pensando en esas cosas. Estoy loca.

Ambos salimos de la casa, Seijuro se adelanta al portón mientras cierro la puerta principal con llave. Escucho voces y cuando giro veo a mi hermano hablando con Seijuro.

¡No puede ser!

—¡Shuzo! —lo llamo. Él me mira con la ceja alzada. —Hasta ahora llegas.

—Sí, vengo a dormir un poco... Aunque... —mira al pelirrojo. —... ¿Qué haces aquí?

No entres en pánico, no entres en pánico.

—Pasé a recoger a tu hermana para irnos juntos a la escuela ya que tú no puedes venir. —explica él. —Es peligroso que vaya sola.

Shuzo asiente como si estuviera perdido.

—Uh, bien. Hagan lo que quieran. —se despide con la mano en alto. —Que la pasen bien.

—Duerme bien. —le digo. Hasta que lo veo entrar a la casa, suspiro de alivio. —¿Nos vamos?

—Claro.

Fuimos en total silencio hasta la estación del metro, cuando nos subimos apenas y había gente así que nos sentamos algo apartados del resto.

Akashi suspira y se lleva una mano al cuello, aún con ojos cerrados se veía disgustado.

—¿Estás bien? —pregunto. Él me mira.

—Sí, solo me duele la espalda un poco. —sonríe de lado. —Tu sillón no es nada cómodo.

Me sonrojo levemente.

—Lo siento tanto. Perdón.

—No te preocupes. Tampoco estuvo nada mal. —y me guiña un ojo, ese gesto me saca el aire.

Sabe lo que causa en mí, por eso se aprovecha.

Todavía era temprano cuando llegamos a la escuela, gracias a eso casi nadie nos vio llegar juntos. No es que me molestara llegar junto a él, sino que me daba miedo pensar en sus seguidoras locas.

Llegamos al salón, Midorima ya estaba ahí.

—¡Peliverde! —alzo los brazos y me acerco con emoción. —¿Cuál es tu lucky ítem de hoy? Tengo curiosidad.

Rueda los ojos.

—Esto. —y me muestra un patito de hule de baño.

Ah, que lindo.

—Que divertido. —sonrío de lado mientras me voy a sentar detrás de él. Seijuro ya estaba en su lugar acomodando todo y hablando con otros compañeros, gracias a Dios. — ¿Realmente crees que eso te dará suerte?

—Lo creo. —asiente.

—Probemos, hay que jugar piedra, papel o tijera y si me ganas más de tres veces... será una gran coincidencia.

—Tsk... Mal perdedora, nanodayo. —acomoda sus lentes. —Pero acepto, con mi lucky ítem a mi lado es imposible perder.

Ja, claro. Otro ególatra.

Muevo mis manos y saco tijeras, él saca piedra. Mierda. Otra vez, vuelvo a sacar tijeras, él saca piedra. No puede ser. Una última vez saco piedra, y él, papel.

—¡Esto es del diablo! —grito sorprendida.

—No grites, nanodayo.

—Es pura coincidencia, no existe eso de la suerte. —niego. Él rueda los ojos.

—Cree lo que quieras, ese ya no es mi problema.

Imposible.

Las clases pasaron normales y la hora del club llegó, Seijuro vino a mi banca antes de irse.

—Pasaré por ti para acompañarte a tu casa. —no parecía petición, sino orden.

—Bien. —accedo resignada. Insistía en convivir conmigo.

Esta vez el club de lectura estuvo tranquilo, nos dejaron leer todas esas dos horas en la biblioteca mientras el jefe del grupo se retiraba porque tenía una emergencia.

Aprovecho para leer un poco de historia, no quería volver a tener clase con Akashi en mi habitación así que mientras menos contacto con él, mejor.

—A...eh... Naomi. —Nil se para a mi lado. —Hola....

—Hola Nil. —abro la silla junto a mí. —Ven, siéntate conmigo.

—G-gracias. —el sonrojo en sus mejillas se intensificó mientras tomaba asiento junto a mí. Cierro el libro y lo miro.

—¿Cómo estás? ¿Todo bien? —asiente. —Eso es bueno.

—Etto... y-yo.. quería saber si irás el viernes. —murmura tímido. Hago una mueca.

—No puedo, tengo algo pendiente que hacer. —lo veo bajar la mirada. —¡Pero oye...! El sábado quería ir a ver el estreno de una película de terror pero no tengo con quien ir. ¿Qué dices?

Se sonroja más.

—¡M-me parece perfecto! —dice emocionado. Luego se da cuenta de que me gritó. —P-perdón.

—Entonces nos vemos el sábado. —sonrío con los ojos cerrados. —Es una cita.

—Una cita. —ahora estaba tan rojo que parecía familiar de los tomates. —E-está bien.

—Nijimura. —una chica se acerca a mí. —Akashi Seijuro te busca.

—Ah. ¿Ya pasaron dos horas tan rápido? —miro el reloj de mi celular. —Bueno, debo irme. Nos vemos Nil.

—Sí.

Meto mis cosas en la mochila y me despido con la mano en alto. Efectivamente el pelirrojo me esperaba en la entrada de la biblioteca, pudo fácilmente entrar a buscarme pero tal vez la chica se ofreció a ayudarlo.

—Aquí presente, su majestad. —me burlo, me alzo en puntas y lo saludo de beso en la mejilla. —Deberías llevarme a comer algo, olvidé hacer los bentos y no traje dinero.

—Me leíste la mente. —asiente. — ¿Qué quieres comer?

—Hamburguesa con papas. —alzo el pulgar aprobándolo.

—¿Y dónde queda la salud? —bromea. Me quita la mochila para él mismo cargarla mientras comenzamos a caminar por el pasillo.

—En el ejercicio que deberé hacer después para bajar las calorías. —lo señalo. —Lo malo es que ya no estoy en el club de Volei, deberé ir al gimnasio o algo así.

—En mi casa tengo máquinas para hacer ejercicio por si quieres. —ofrece. Me sorprendo.

—¿Hay algo que no haya en tu casa millonaria?

—No lo sé. —sonríe de lado.

—¡Naomi! —Nil vuelve a llamarme como ayer, justo cuando estaba con el pelirrojo.

—¿Qué sucede? —le pregunto cuándo llega a mi lado. Me ofrece un pedazo de papel doblado.

—P-por si quieres cancelar la cita o t-tienes algún inconveniente. —murmura rápido. Luego mira a Seijuro y se pone a temblar. —B-buenas tardes, Akashi.

—Hm. —murmura serio. Codeo su estómago para que salude. —Buenas tardes.

—Gracias Nil, ahora mismo te agrego al celular. —sonrío con amabilidad. Nil asiente.

—Nos vemos.

—Hasta luego.

Y veo como Nil se aleja rápidamente, quisiera ser él para salvarme de un pelirrojo molesto.

—¿Y bien?

—¿Qué? —me hago la tonta. Vuelvo a caminar por el pasillo y él me sigue.

—Creí que no irías el viernes porque quedamos en algo. —se queja a mi lado. Asiento con pesadez.

—Y no mentí, el viernes estaré contigo. —pellizco su mejilla. —Deja de ser gruñón.

Pero no sonreía como habitualmente lo hace.

—¿Puedes dejar de darle tantas vueltas y contestarme lo que te pido? —se queja. Vaya, nunca lo vi así.

—Saldré con Nil el sábado. ¿Feliz?

—A una cita. —repite lo que dijo Nil. Ruedo los ojos.

—Es una salida de compañeros, no deberías ponerte así. —rodeo su brazo. —Eres mi favorito.

—Debería ser el único.

—Ah, ego. ¡Mucho ego! —dramatizo. —En la mañana no te vi igual de celoso que con Midorima.

—Tampoco puedo obligarte a dejar de hablarles a todos. —chasquea la lengua. —Apurémonos.

Pero ni siquiera cuando llegamos a Maji Burger quería hablarme, ambos sentados uno frente a otro, él no quitaba su mirada de mi persona, no habló. Ruedo los ojos y dejo el batido con fuerza sobre la mesa.

—¿Tienes algún problema?

—Sí. —responde con sencillez.

—Pues dilo.

—Salgamos también el sábado. —propone. Frunzo el ceño.

—No puedo, saldré con Nil. —digo obvia.

—¿A dónde irán?

—Pues el sábado estrenan una película de terror que he estado esperando. —explico. Él me miraba neutro.

—A mí me gustan las películas de terror.

—Pero esta tiene mucha, mucha sangre. —trato de convencerlo que no es la mejor opción.

—Me gusta la sangre.

Nos quedamos en silencio durante unos segundos. Suspiro resignada.

—A mi también me gusta la sangre, pero ya invité a Nil. —mi tono de voz sale suplicante, quería que entendiera que no saldría con él esta vez.

—Pues invítame a mí. —dice como si fuera lo más lógico. Le miro incrédula.

—Ni siquiera sé por qué te molestas tanto, no es la gran cosa.

—No estoy molesto.

Ja, claro.

Pero el silencio incómodo que se creó decía lo contrario. Terminamos de comer, Seijuro me acompañó hasta mi casa porque aunque estaba molesto, nunca se le olvida ser caballeroso.

Me detuve en la entrada.

—¿Estás bien? —le pregunto.

—Sí.

Claro que no, ególatra envidioso.

—Entonces el viernes nos vamos juntos desde la escuela a cualquier lado que quieras llevarme. —toco su nariz con mi dedo índice. —Y supongo que el sábado puedes pasar por mi y ambos encontrarnos con Nil en el cine.

Se sorprende solo por unos segundos, luego se ríe.

—Bien. —me toma desprevenida. Su mano acunó mi mejilla y se inclinó a besar la otra, causando el típico sonrojo en mi rostro cada vez que estoy con él. —Me parece perfecto.

—Entonces bien. Me voy. —señalo la puerta de mi casa. —¡Hasta mañana!

—Duerme bien. —le escucho decir antes de encerrarme en mi casa.

Joder, joder, joder. Mi rostro está ardiendo.

—¡Maldición! —chillo. Shuzo sale de la cocina y me ve en el suelo. Terminé sentada ahí con la espalda en la puerta.

—¿Pasó algo?

—¡Nada! —grito molesta. Shuzo se sorprende.

—Estás roja. ¿Tienes fiebre? —se preocupa pero yo estaba entrando en pánico.

No quiero, no quiero que me guste. ¡Es tan perfecto para mí!

—¡Mátame Shuzo! —dramatizo. —¡Acaba con mi sufrimiento!

—¿De qué diablos estás hablando? —se acerca. —Deja de jugar y pon la mesa para comer. Nuestra madre come hoy con nosotros.

Lo miro sorprendida pero no digo nada y voy por lo necesario.

Si Shuzo se entera, me mata.








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