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Mis vacaciones por fin terminaron, se supone que Seijuro había llegado desde hace una semana pero estuvo completamente ocupado haciendo los deberes que no pudo hacer en su viaje.

Acomodo mi corbata y me miro al espejo. Ahora me arrepentía terriblemente de haberme cortado el cabello en un momento en el cual no pensaba claramente. ¡Lo peor de todo es que Midorima estaba conmigo y no me detuvo! Fue cómplice de tal acto y ahora que estoy a unos minutos de ver a Seijuro, me arrepentía horrible.

Si no quiere volver a besarme por este corte, lo entenderé.

—¡Naomi! ¡Llegaremos tarde al primer día! —grita Shuzo desde el primer piso.

—¡Ya estoy lista! —tomo mi mochila y salgo de mi habitación.

Shuzo entraría a su último año en Teiko, el último año jugando baloncesto con los chicos.

El pasillo del jardín principal de Teiko estaba lleno de puestos donde ofrecían su club. ¡Ah! ¡Lo olvidé! ¡Debo entrar a uno!

—Te dejo aquí, Naomi. —Shuzo besa mi frente. —A la salida pasa por el club de baloncesto y de ahí nos vamos juntos a casa.

—Claro. —sonrío de lado. Y yo que quería irme con Seijuro.

Paso por todos los puestos y llego al famoso pizarrón de clases. Ya sabía cuál era la mía, ahora necesitaba llegar temprano para tomar lugar junto a Seijuro.

—Ah, miren una enana en el camino. —Aomine pasa a mi lado y me empuja levemente. —Por poco y te piso. —se burla.

—No es gracioso. —trato de empujarlo de vuelta pero apenas y se mueve. —Ahomine.

—¿Cómo me llamaste? —sonríe malévolo. Momoi se mete entre los dos.

—¡Chicos! ¡Es el primer día! No deberían pelear. —me mira. —Hola, Nijimura.

—Hola Momoi. —desvío la mirada. —¿Cómo es que puedes soportarlo?

—Te escuché. ¿Acaso quieres volver a quedar encerrada en el tercer gimnasio con tu amigo el fantasma? —amenaza. Momoi se horroriza.

—¡Aomine! —regaña. —¿Quiere decir que ya lo hiciste antes?

—Tranquila Satsuki, no hay nada en ese gimnasio. —se burla.

—Yo no estaría tan segura. —golpeo su hombro a modo juego. —¿Por qué no le echas un vistazo por tu propia cuenta? ¿Tienes miedo?

—Tonterías. —sonríe con ego. —Y en caso de que hubiera un fantasma basquetbolista le pediré que juegue conmigo.

—¡Aomine! ¡No es tema para burlarse! —se queja Momoi.

—Buenos días.

Se me fue el aliento, estaba justo detrás de mí y acaba de hablarnos. Momoi y Aomine giran a ver al pelirrojo.

—¡Akashi! ¡Buenos días! —saluda Momoi sonriente. Aomine bosteza.

—Hola.

Mis mejillas se sonrojan, él me miraba.

—Sei. Bienvenido. —desvío la mirada.

—Es un buen inicio escolar ¿no creen? —Akashi mira a los otros dos. —Espero que vengan igual de preparados para el club de baloncesto.

—¡Claro que sí! ¿Verdad Dai? —Momoi mira al moreno, pero éste me miraba a mí.

—Oe, Naomi. ¿Estás bien? Estas muy roja.

Asiento un par de veces, siento que con sus miradas encima mi color se intensifica.

—¿Sigues enferma? —dice Seijuro de repente tocando mi frente. —Deberé llevarte a la enfermería.

—Pero yo...

—Espero que nos disculpen. —dice Seijuro sin dejarme hablar. —Será mejor que vayan a clases, yo me encargo de ella.

—Nijimura, si estas enferma debiste quedarte en casa a descansar. —regaña Momoi. Claro, ni siquiera estoy enferma.

—Entonces nos vemos enana. —se despide Daiki con la mano en alto. —Vamos Satsuki.

Los chicos se van por un lado y Seijuro me arrastra por el otro. Mi corazón latía desenfrenado con solo saber que estábamos los dos solos.

Seijuro abre la puerta de la enfermería y asoma su cabeza.

—Como pensé, está vacía. —dice él obligándome a entrar y cerrando la puerta detrás de él.

Oh, Dios. Mi corazón no puede soportar esto.

—¿Cómo has estado? —pregunta él tomando mi mano, me guía hasta una de las camillas y me hace sentar en ella. Su mano acaricia mi cabello. —Te lo cortaste.

—S-sí... fue una tontería. —titubeo por lo bajo.

—Me gusta. —acaricia mi mejilla. —Extrañaba estar así de cerca contigo.

—Y-yo... —cada vez más y más cerca, me iba a besar. —... yo también.

—Lo sé. —presume.

Corta la distancia y cubre mis labios con los suyos, mi estómago se encoge de emoción y mi corazón acelera el ritmo. Lentamente acaricio su pecho y subo hasta su cabello para pegarlo un poco más a mí.

Termino recostada sobre la camilla con su cuerpo encima, por un momento recordé que teníamos clase pero poco me importó. Solo hasta ahora me di cuenta de lo mucho que lo extrañé, y esto más que gustarme me asustaba.

Dejó mis labios y besó mi mejilla.

—Tenía tantas ganas de besarte. —dice sincero. —¿Hoy vienes a mi casa?

—Le dije a Shuzo que nos iríamos juntos a la salida. —hago una mueca. Seijuro suspira.

—Bien, pero mañana vienes conmigo.

—Sí. —asiento. Él ríe, de seguro por mi nerviosismo.

—Te siento intimidada. —besa mi mandíbula. —¿Acaso yo te intimido?

—No sabes cuanto. —confieso, mis dedos se enredan en su cabello pelirrojo. Era tan suave.

—Te besaré un poco más porque me lo merezco. —susurra. Vuelve a robarme un beso totalmente sensual, si hubiera estado de pie mis piernas ahorita se doblarían por su culpa. Su lengua acaricia la mía y toma el control del beso como a él le gusta.

Doy un quejido y rodeo su cintura con mi pierna derecha para atraerlo a mí, quería sentirlo más, tenerlo aquí conmigo. Su mano acaricia la piel de mi muslo.

—Debemos de ir a clase. —susurra en mis labios. Doy un quejido. —Si hubieras sido inteligente y te hubieras negado a tu hermano, podríamos pasar toda la tarde besándonos.

—Me llamaste tonta, indirectamente. —acuso. Él se ríe.

—Wow, entendiste la indirecta. —sigue burlándose. Golpeo su hombro. —Es broma, ven. Vamos.

Las clases ya habían comenzado y estaba segura de que nos regañarían, pero no. Cuando el profesor vio a Seijuro entrar, sonrió y lo disculpó de todo.

—No se preocupe, joven. Entiendo que fue una emergencia. —asiente el profesor.

Y tenía tan mala suerte pues quedaban dos lugares pero cada uno separado. Camino con gesto de molestia hasta el asiento junto a Midorima de nuevo, al menos con él mi año no sería tan aburrido. Y veo como Seijuro se va en uno de los lugares de la fila primera.

Qué dolor.

E iniciamos la clase más aburrida que he tenido desde que estudio. Tomo mi lápiz y comienzo a dibujar corazones alrededor de la hoja, sonrío inconscientemente cuando cierro nuestras iniciales dentro de un corazón.

"S&N"

Suspiro y trato de prestar atención a la clase. Imposible, mi mirada se desviaba hacia esa cabellera pelirroja.

¿Estará pensando en mí como yo en él? Joder, estoy volviéndome loca.

Froto mis sienes, debo dejar de pensar en él o realmente reprobaré el año.

Aunque no me molestaría que Seijuro me diera clases extra.

Estoy perdida.

A la hora del almuerzo estuve por levantarme e ir hacia Seijuro pero vi como varias chicas lo rodearon para hablar con él.

Y eso no me gustó.

—Tu mirada está por matar a alguien, nanodayo. —se burla Midorima a mi lado. Me sonrojo y desvío la mirada.

—¿Qué tonterías estás diciendo?

—¿Vamos por algo de comer a la cafetería? —acomoda sus lentes y se levanta. Suspiro.

Olvidé traer los bentos.

—No puedo ni acercarme a ese lugar sin salir volando. —me quejo.

—Yo lo compraré, vamos.

Me levanto de mi lugar y sigo al peliverde por los pasillos. No mentía cuando decía que la cafetería estaba llena por todos, peor aún vi al moreno basquetbolista correr desde lo lejos y aventarse sobre las personas con los billetes en mano y Momoi detrás de él gritándole que no lo hiciera.

—¿Seguro que podrás? —miro a Shintaro. Se acomoda sus lentes.

—Claro que sí, nanodayo.

Y lo veo meterse entre toda la gente, era fácil tenerlo a la vista pues era el único con cabello verde. De repente mi celular vibró, era un mensaje.

"En cinco minutos en la azotea." -Seijurito.

Rayos, tenía que esperar a Midorima al menos para decirle que debía irme.

Busco al peliverde, estaba por llegar al frente pero todavía no compraba nada. Tal vez y deba mandarle un mensaje a Seijuro... aunque él me dejó en claro que debía dejar lo que estaba haciendo e ir a donde él ordenó.

Pero no puedo dejar a Midorima.

Muevo el pie con insistencia, tres minutos... no, cuatro. Shintaro no regresaba. Me llevo la mano a la boca para morder mi uña con nerviosismo, Seijuro me va a ahorcar.

Siete minutos. A los siete Midorima regresó con comida en los brazos, me acerco rápidamente.

—Ten, nanodayo. —está por darme lo que compró pero le interrumpo.

—Guárdalo para al rato, debo irme rápidamente. ¿Te importaría? —digo rápidamente. Se sorprende.

—Ah, no. Adelante.

—¡Gracias! ¡Nos vemos!

Y huyo de ahí. Faltaba un piso más para llegar a la azotea, tuve que saltar los escalones de dos en dos con la máxima velocidad que tenía.

Diez minutos. ¡Estoy jodida!

Abro la puerta de golpe, y salgo rápidamente. Seijuro estaba recargado en la reja de brazos cruzados y con los ojos cerrados. Al escucharme me miró molesto.

—¡Lo siento tanto! —es lo primero que digo. —E-es que... yo... estaba...

—Te di cinco minutos. —me interrumpe. —Dame una buena razón por la que no deba molestarme más.

Estaba con Shintaro. ¡Ja! Sí claro, como si fuera a decirle eso.

—Estaba intentando conseguir comida, pero no podía retroceder ni avanzar en esa masa de gente. —explico rápidamente. Seijuro me analiza con la mirada.

—¿No compraste nada?

—No pude. —niego. Me sigue mirando. —¿Qué?

—¿Segura que fue por eso? —su mirada me inspeccionaba como si él supiera la verdad.

Trago saliva.

—No. —suelto un suspiro. —En verdad Midorima fue quien entró entre toda esa gente y no podía irme y dejarlo ahí, no cuando se tomó la amabilidad de comprar algo para mí. Así que esperé a que saliera, le dije que debía venir, y aquí me tienes.

No dice nada por unos cuantos segundos, me miraba con intensidad, tanta que sentía el peso de lo que quería transmitirme. Después estiró su mano en mi dirección.

—Ven, acércate.

Suspiro de alivio y me acerco con emoción. ¡No se enojó! ¡Yupii!

No puedo ocultar mi sonrisa nerviosa una vez frente a él recibiendo su mano, su otra mano la pone en mi cintura.

—Me alegra que dijeras la verdad. Pero te advierto que no debes volver a llegar tarde o me veré obligado a tomar medidas para que no vuelva a suceder. ¿Entendido? —asiento varias veces. —Bien. ¿De qué son hoy?

Le miro confundida.

—¿Qué cosa? —pregunto sin entender. Seijuro rueda los ojos y mueve su mano desde mi cintura hasta mi trasero. Respingo con sorpresa y me sonrojo completamente. —Ah... eso...

—¿Y bien? —besa mi nariz.

—Pues... —trago saliva. —De pikachu.

Vuelve a reírse entre dientes, como siempre lo hacía.

—No sabes cuantas ganas tengo de ver eso. —se burla abrazándome contra su pecho. —Quedan siete minutos del receso. ¿Te parece bien si te robo esos siete minutos para besarte?

—Me parece perfecto como tú. —suelto sin pensar. Luego me doy cuenta de lo que dije y me sonrojo más de lo que ya estaba.

—Buena respuesta.



<3




—¡Se acabó la práctica! ¡Todos a las duchas! —grita mi hermano.

Sentía que era yo la que hiperventilaba con solo ver a Seijuro practicar baloncesto, esta vez me tocó verlo por completo e incluso jugó un partido en el cual me flechó un poco más.

—Naomi. —mi hermano me pega en la nuca. —¿¡Me estás haciendo caso!?

—¿Eh?

—Tonta. —se cruza de brazos frente a mí. —Hoy la práctica que alargará otra vez.

—¡Pero es el primer día! —me quejo.

—Lo sé. —toma su mochila y saca dinero. —Ten. Ve a comer algo y regresa, así no te aburres. —me mira curioso. —¿Y tu aparato ese donde juegas?

—Se le acabó la pila. —me quejo.

—Ya decía yo que estabas tan callada. —suspira. Asiento. —Bien, entonces te veo al rato.

Shuzo se va y Seijuro se acerca y toma asiento junto a mí en la banca para tomar agua.

—¿Qué harás? —me pregunta.

—Iré a comprar algo para comer. —me muevo incómoda en mi lugar, incluso sudoroso se veía absoluto.

—Llévate tu celular, si sucede algo puedes llamarme. —dice él con seriedad.

—Claro, gracias. —sonrío de lado. Seijuro se levanta y antes de irse alborota mi cabello.

Muero.




<3




—Listo. —acomodo los papeles y los dejo sobre su escritorio. —Mi parte está hecha.

—Estoy por terminar. —Seijuro anota un par de cosas y luego sonríe de lado. —Gracias por ayudarme.

Seijuro se levanta de la cama y deja el resto de su trabajo en el escritorio junto a mí, aprovecha mi cercanía para abrazarme y caer conmigo de vuelta a su cama. No puedo evitar reír y acomodarme mejor junto a él.

—Te siento un poco estresado. —acaricio lentamente su rostro, dibujando el contorno de su mandíbula. Seijuro suspira.

—He estado pensando mucho en todo y a la vez en nada. —cierra los ojos apreciando mis caricias. —¿Te gustaría que te enseñara algún deporte?

—¿A qué viene tu propuesta? —me quejo en burla. —¿Acaso subí de peso?

—A parte de que no quiero que dejes de hacer ejercicio... —toca mi nariz. —... he pensado que podemos hacer algo juntos.

—Pero tú ya juegas baloncesto.

—Puedo hacer algo más. —me mira. —A menos que solo quieras hacer ejercicio, tengo un gimnasio en el tercer piso.

—¿No es mucho para ti? —hago una mueca. —No es necesario que me acompañes, he pensado en meterme a natación.

—No. —acaricia mi cabello.

—¿Eh? —sonrío de lado. —¿Por qué no?

—Porque no dejaré que alguien más te vea en traje de baño. —dice obvio. —Aunque si tantas ganas tienes de nadar, tengo una piscina subterránea que puedes usar con libertad.

Nos quedamos en un silencio bastante incómodo, sobre todo porque quería reírme.

—Dime que es broma lo de la piscina.

—¿Dudarías de que hay una piscina bajo la casa? —sonríe de lado y se levanta. —Vamos, me dieron ganas de nadar.

—Eh... Te recuerdo que no tengo traje de baño. —digo obvia. Seijuro acaricia su cabello.

—Lo sé. Ya tengo algo para ti.

—No, oye... —me levanto rápidamente para detenerlo. —No sé nadar, por eso quería tomar clases.

—Pues te enseñaré. Le diré a Moira que te traiga los modelos que elegí para ti.

—No estoy segura de esto. —hago una mueca. Seijuro sale de la habitación y habla con uno de sus empleados. Regresa y cierra la puerta detrás de él.

—Ahora traen todo. —camina hasta su escritorio y toma su celular. —Diantres.

—¿Qué sucede?

—Creo que mi padre regresará más temprano hoy. —dice sin quitar la mirada de la pantalla del celular. —No estoy totalmente seguro.

—Oh, entonces mejor me voy. —camino rápidamente hasta la puerta pero Seijuro me logra atrapar en el camino, abrazando mi cintura. —Si tu padre nos ve juntos...

—No nos verá. —sonríe confiado. —¿Acaso no confías en mí? Linda emperatriz.

Emperatriz, eso sonó bien.

—Bueno... entonces ¿Me enseñarás a nadar? —sonrío tímida.

Los golpes en la puerta interrumpieron la respuesta del pelirrojo.

—Adelante.

Entraron dos criadas rápidamente con bastantes modelos y todos los fueron colocando sobre la cama de Seijuro. Poco a poco sentí mis mejillas sonrojarse, no había ningún traje completo, puros bikinis.

—Gracias chicas. —Seijuro sonríe con elegancia.

—Si la jovencita Nijimura necesita ayuda con algo, puede llamarnos. —dice una de las muchachas. Asiento con nerviosismo.

—Gracias por todo. —murmuro. Las chicas se retiran entre risas.

Seijuro se queda pensativo mirando los trajes.

—Oye. ¿No habrá uno de traje completo? —sugiero. Seijuro me mira incrédulo.

—¿Eh? No, claro que no. —señala uno y lo toma, justamente era rojo como su cabello. —Prueba este.

—¿Este? —lo miro detenidamente. —Ya me arrepentí, no quiero nadar.

—No seas cobarde. —rueda los ojos y me empuja hasta su baño. —No tardes, no me gusta que me hagan esperar.

—Ya entendí. —cierro la puerta y observo una vez más el bikini rojo.

Maldito el momento en el que quise venir a su casa.

Termino de atar el bikini y me miro en el espejo del baño, juro que temblaba, me sentía tan desnuda. Nunca había estado así frente a un chico.

—Apúrate Naomi. —escucho a Seijuro desde afuera.

—Ya estoy terminando. —alzo la voz. Tomo mi camisa celeste y me la coloco encima de nuevo al igual que la falda de la escuela, solo que esta vez salí del baño descalza.

Seijuro estaba sentado en su cama esperándome, al verme frunció el ceño.

—¿Y el bikini?

—Lo tengo puesto. —sonrío nerviosa. —¿Vamos?

Sonríe de lado.

—Claro.

Me quedo de piedra al ver como se quitó la polera de encima y se quedó con las bermudas de traje de baño. El que haya jugado tanto tiempo baloncesto le ha dado un cuerpo formado.

Seijuro se acerca y golpea mi frente con suavidad para traerme al mundo de vuelta.

—Deja de babear y bajemos. —sonríe triunfador.

Tanto ego me hace daño a los ojos.

Seijuro camina delante de mí, pasa un par de pasillos y abre una puerta enorme, ésta daba a unas escaleras de metal infinitas y él las bajó y yo lo seguí. Después de bajar los dos primeros pisos llegamos al subterráneo que al instante fue iluminado por las luces dentro de la piscina.

Joder, esto es bellísimo.

—Usa todo como si fuera tuyo. —ofrece él caminando hasta un enorme armario, de ahí sacó varias toallas.

Miro el agua. Tenía miedo.

—¿Lista para tu primera lección? —Seijuro deja las toallas cerca y se acerca a mí. —Voy yo primero.

Seijuro da un salto perfecto con los brazos estirados y entra al agua, me quedo ahí estática viendo esa mancha pelirroja en el fondo del agua hasta que vuelve a salir.

Casi me da algo en el corazón cuando lo vi acomodar su cabello hacia atrás.

—¿Vienes? —recarga sus brazos en el borde.

—Uhm... claro... —asiento. Me volteo un poco y voy abriendo los botones de la camisa celeste de la escuela, una vez todo abierta la dejé caer al suelo. Luego abrí la falda para imitar la acción.

—Tenía razón con que ese conjunto te quedaría perfecto. —sonríe de lado. —Ven.

Estira su mano hacia mí, juro que estaba temblando. Tomo su mano y me agacho hasta sentarme en el borde, Seijuro tira de mi mano y me introduce por completo. Por inercia mis brazos rodearon su cuello para evitar hundirme, no lograba tocar el suelo.

—Tranquila. —besa mi nariz. —Te enseñaré a nadar.

Poco a poco fui soltándome y de repente ya no estaba tensa, sino que disfrutaba una vez más de la compañía del pelirrojo.

Seijuro me enseñó a nadar a la perfección, nunca decepciona cuando de un maestro se trata.

Sin embargo, después de una hora....

—Bien, ahora inténtalo sola.

—¡No! ¡Espera! —me engarroto en su cuerpo. —No me dejes.

—Yo intervendré si algo sucede. —acaricia mi mejilla. —¿Lo intentamos?

No quiero... pero con esa mirada ¿Cómo decirte no?

Seijuro me dejó desde un lado de la piscina y él se alejó hasta el otro extremo. Di un respiro profundo y me lancé al agua nadando en su dirección.

Seijuro era un buen maestro y en el fondo sabía que si era él quien me enseñaba, todo saldría bien. Por eso no me sorprendí cuando llegué al otro lado y Seijuro me ayudó a salir del agua. Me sonreía ampliamente.

Una sonrisa que espero ver toda mi vida.

—¿Ves qué tan fácil era esto? No necesitabas tomar clases para que un montón de idiotas te vieran. —sus brazos rodean mi cintura, no puedo evitar reírme. —¿Qué opinas sobre la idea de que que te quedes a dormir esta noche?

—Opino que quieres ocasionarle un infarto a Shuzo. —lo abrazo del cuello y beso sus labios castamente. —Aparte... ¿No decías que tu padre llegará hoy temprano?

—Tienes razón, lo olvidé. —acerca su rostro al mío, alterando mi corazón. —Pero un día de estos puedes quedarte, le pediré a Moira que arregle una habitación para ti por si acaso.

—Suena bien. —beso sus labios de nuevo, esta vez Seijuro tomó mi barbilla para controlar mis labios.

—Oh, demonios. —susurra en mis labios. Me sorprendo.

—¿Qué sucede?

—Olvidé que tengo tarea de Inglés. —hace una mueca. Me río a carcajadas.

—Deberías pensar solo en mí cuando me besas. —me quejo. Él sonríe por mi berrinche.

—Lo lamento, no volverá a pasar. —me besa castamente. —Vamos, se acabó el tiempo y debo ir a dejarte a tu casa.

—¿Tan pronto? —me apego más a él.

—Sí. Prometo compensarlo la próxima vez. —besa mi mejilla. —Vamos.

Salimos de la piscina, Seijuro me tendió un par de toallas y con ellas me sequé. Quería volver a ponerme el uniforme encima pero lo iba a mojar, así que al final decidí quedarme así y con la toalla encima subir.

Seijuro toma mi mano y me lleva de vuelta a las escaleras de metal. Subo detrás de él hasta el tercer piso. Cuando vamos por el pasillo, Seijuro se detuvo de repente.

—¿Qué sucede? —me atrevo a preguntar.

—La puerta del despacho de mi padre está abierta. —dice él.

Ambos escuchamos pasos pero es el pelirrojo quien actúa primero y de repente me empuja dentro de una de las muchas habitaciones que tenía, azotando la puerta. Me quedo sorprendida y miro alrededor.

Dos muchachas empleadas estaban igual de sorprendidas que yo, pero ellas sonreían.

Pinche Seijuro.

—Padre, bienvenido. —lo escucho a través de la puerta. Ahora entiendo por qué me lanzó aquí dentro.

Una de las muchachas toma mi muñeca y me lleva a otra puerta con un dedo en sus labios, su mensaje era claro. "Silencio".

Después de varias puertas, salimos a otro pasillo. La chica fue hasta el fondo, entonces reconocí el lugar. Esta era la puerta de la habitación del pelirrojo.

—Suerte. —dice ella y me deja ahí. ¡Vaya! Esta mansión era todo un laberinto.

Abro la puerta y procuro cerrarla detrás de mí sin hacer ruido. Suspiro. ¡Por fin a salvo! La luz del atardecer entraba por la ventana que daba al balcón.

¡Shuzo!

Salto a la cama y alcanzo mi celular en la mesa junto a ella, veo la pantalla pero para mi gran sorpresa no tenía ni una llamada suya... otra vez.

Hago una mueca de disgusto, últimamente Shuzo ha estado tan extraño. Ya no me regaña ni me dice a qué hora debo llegar. ¡Vaya! Ni siquiera le importa a dónde voy. Está cambiando, y eso no me gusta.

Escucho la puerta de la habitación cerrarse, doy un brinco y miro al responsable. Seijuro me miraba desde su lugar. Me giro y me siento.

—¿Qué tal te fue? ¿Se enteró?

—No.

Acomoda su cabello hacia atrás y camina hasta la cama, se sube a ella y gatea hasta mí poniéndome más nerviosa.

—Te ves bastante bien con el bikini puesto y modelando en mi cama. —presume. Me sonrojo de golpe.

—Y-yo no estaba modelando. —me quejo.

—Estoy seguro de que querías que te viera recostada en mi cama de esa manera tan linda en ti. —besa mis labios lentamente. —Ponte la ropa encima porque debo ir a dejarte a tu casa.

—Lo que usted ordene, Emperador. —me burlo empujando su pecho. Él se ríe.




<3




—¡Ya llegué! —digo en voz alta. Dejo los zapatos en la entrada y miro alrededor en busca de mi hermano pero no parecía estar aquí.

Al menos Shuzo no.

—Enana. ¿Qué son estas horas de llegar? —Josuke bajaba los escalones y ahora me miraba molesto.

¿Qué hace él aquí?

—Josuke. ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Shuzo? —miro una vez más alrededor por si no había logrado detectarlo.

—Yo te hice una pregunta primero. Responde. —se acerca.

Una vez más agacho la mirada, no era que no quisiera a Josuke, sino que él era más estricto que Shuzo. Siempre me dio más miedo.

—Estaba con Seijuro, Shuzo lo sabía.

—¿Seijuro? ¿Quién es ese? —se cruza de brazos.

—Lo conociste el otro día.

—Ah, el chico ese. —asiente. —Bueno, Shuzo está en el hospital con nuestra madre. Yo solo vine por algo de dinero.

—¿De dónde lo sacaste? —me quejo al ver como presumía un montón de billetes en su mano.

—Shuzo me dio permiso para tomarlos. —sonríe de lado.

—Pues devuélvelos. —exijo. — Shuzo no se parte la cabeza todos los días trabajando y estudiando para que vengas y te lleves todo su dinero.

—No es todo, y a él no le importa. —le quita importancia. —Que siga trabajando. Es el hermano mayor después de todo. ¿No?

Volvió a reírse. Iba a caminar hacia la entrada pero molesta, le arranqué los billetes de la mano y me situé rápidamente del otro lado de la sala. Josuke ya no reía.

—Mira, Naomi. No suelo tener broncas contigo excepto cuando usas tus porquerías infantiles. No hace falta discutir ahora. ¿Me devuelves eso? —estira la mano.

—Shuzo merece nuestro respeto. —sigo hablando. —¡Es detestable que te la pases con tus amigos y solo seas un parásito en nuestras vidas! ¡Ni siquiera te importa la salud de nuestro padre!

—Sigues siendo una simple niña. —baja la mano y comienza a caminar hacia mi persona. —He dicho que me los devuelvas.

—¡No lo haré! —grito en su cara. Estaba molesto.

—¡Naomi!

—¡Oblígame!

Josuke se lanzó contra mí, forcejeamos un poco pero cada vez iba perdiendo más la paciencia.

—¡Shuzo no merece que le hagas esto! —le grito. —¡No lo...!

—¡Cállate! —Josuke movió su brazo y de repente su codo golpeó mi rostro lanzándome al suelo. Mi mejilla ardía pero ni siquiera por eso solté el dinero. —Maldición. —le escucho decir. Entonces se alejó y al final se fue de la casa.

Otra vez.

Me llevé la mano al rostro y comencé a llorar ahí mismo, nuestra familia poco a poco se rompía y no sabía qué hacer.

Dos horas después Shuzo regresó, era la madrugada y había clase al día siguiente. Aún así lo esperé y cuando escuché la puerta principal cerrarse, salí enseguida a encontrarlo.

—Shuzo. —lo nombro. Él se estaba quitando los zapatos en la entrada. —Bienvenido.

—Hola, Naomi. ¿Qué tal te fue en la escuela? —se quita la chaqueta y la deja en el perchero.

—Bien, pero... quisiera hablar contigo de algo. —muevo mis manos con nerviosismo.

—Ahora no, Naomi.

—Pero Shuzo, es acerca de Josuke. Otra vez vino por dinero pero...

—¡Naomi! ¡Ahora no! —estalla mi hermano. Doy un brinco en mi lugar, nunca me había gritado. —Solo vete a dormir.

Y así hice, me fui a dormir sin decirle palabra alguna. Esa noche, y todas las siguientes después de esa. 










¡LAMENTO LA TARDANZA! ACABO DE SALIR A LAS BENDITAS VACACIONES. ¡VIVA LA VIDA!

Y, díganme... éste es.....¿El inicio de un gran tormento?


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