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El avión por fin había aterrizado. Muevo mi pie con nerviosismo, esperando la señal para poder bajar de esta máquina de una vez por todas. Quito el cinturón y tomo mi mochila, yo era la primera en salir de ahí y llegar al aeropuerto. Apresuro el paso y miro alrededor, había mucha gente pero yo solo esperaba a uno.

—¡Nao! —Shuzo alza su mano. Mi corazón da un vuelco y corro hacia mi hermano.

—¡Shuzo! —y le salto encima en un abrazo de koala. Mi hermano me atrapa con éxito y me regresa el gesto, joder... lo extrañé tanto.

—No creo poder dejarte regresar a Japón. —admite él. —¿Cómo estás?

—Bien. —susurro.

—¿Bien? ¿Cómo te han tratado los chicos? ¿Akashi te está cuidando?

—Sí. —vuelvo a contestar corta, y es que prefería ahorrar mi aliento y disfrutar la presencia de mi hermano. Renovar mis energías.

—¿Tienes hambre?

—Mucha...

—Lo supuse. Vamos a comer.

Shuzo me baja y me abraza por los hombros, vamos por mi maleta y nos vamos de ahí.

Eran vacaciones y Seijuro no estaría en Japón, esta vez creí que me quedaría sola pero Shuzo me habló diciendo que me invitaba a Estados Unidos, sin dudarlo me vine inmediatamente para convivir con mi hermano. Lo extrañaba a montones.

—¿Y bien? ¿Cómo están las cosas allá?

—Bien, creo. Ya estoy entrando a tercer año y parece ser pesado.

—Un poco nada más. —dice él sonriente. —¿Akashi sigue siendo tu novio?

—Sí. —asiento, Shuzo hace una mueca.

—Al menos fue Akashi y no Aomine. —dice en un suspiro de alivio. Me río en voz alta. —Ahí si hubiera intervenido.

—Exageras.

Un restaurante cualquiera, ambos entramos y nos ubicamos en la mesa del fondo. Shuzo me sonríe.

—Ah, te extraño tanto enana. —confiesa. Hago una mueca.

—Yo también, Shuzo. A veces pienso si fue lo mejor quedarme allá.

—Lo es, Teiko es una buena escuela y te abrirá paso a un buen futuro. —dice él acariciando mi cabello. —Josuke ya por fin está estudiando.

—¿Y eso?

—Lo obligué a que lo hiciera, y este cambio le ayudó a despegarse de sus amigos. —dice serio. —Lamento mucho lo que hizo contigo. En el fondo está arrepentido.

—Me lo imagino. —asiento.

—Pide lo que quieras, enana. Yo pago.

No puedo evitar sonreír, realmente extrañaba estar con él.

Lástima que mi felicidad no duraría mucho.




<3




La estadía en Estados Unidos fue complicada al no saber muy bien el idioma. Tuve que regresar a Japón antes de terminar las vacaciones y todavía un par de semanas sin ver a Seijuro, un par de semanas en las cuales me la pasé con Midorima acosándolo para evitar el aburrimiento.

El primer día de clases yo ya estaba completamente arreglada, mi cabello creció un poco y ahora salía de la casa para llegar temprano. Afuera me esperaba el peliverde mirando su celular, cuando me escuchó me miró.

—Tardaste, nanodayo.

—Pero si no esperaste más que dos minutos. —me quejo llegando junto a él. Joder, está altísimo. —¿Por qué presiento que creciste?

—Crecí. —acomoda sus lentes. —En cambio parece que tú te volviste más pequeña por comer puras porquerías en la calle.

—No me ataques de esa manera. —me quejo, comenzando a caminar. —No puedes culpar a la comida.

—En verdad la culpa es tuya.

Era nuestro último año en Teiko luego iríamos a alguna preparatoria, oh gran problema para mí. Seijuro se irá a Kyoto a Rakuzan y por nada del mundo quiero separarme de él, pero eso significaría dejar mis amistades de Tokio y no ver a Shintaro en un buen tiempo.

Qué difícil.

Una vez más, la escuela llena de gente nueva, chicos y chicas de primer año pasando por ese pasillo donde los asaltan para los clubs. Que horror.

—Nuestra clase está por allá, nanodayo. —señala. —Vamos.

Y me empuja por lo hombros. Ruedo los ojos pero lo sigo, al cabo este año quería sentarme junto a Seijuro por fin.

Los pasillos no estaban tan llenos como el jardín, de hecho no parecía haber mucha gente. Midorima y yo caminamos hasta nuestra supuesta clase, todavía era temprano.

Entramos por el umbral del salón de clases, por instinto seguí a Midorima hasta que éste se detuvo y me miró.

—¿No irás con él?

—¿Eh?

Alzo mi mirada y me encuentro con Seijuro, estaba en una de las bancas del frente y acomodaba sus cosas. Todavía no me veía.

¡El lugar junto a él está vacío!

—¡Joder! —grito mientras corro. Lástima que a la mitad del pequeño tramo tropecé con el pie de una banca y caí de boca frente a Seijuro.

—¿Nao?

—¡Listo! —desde ahí abajo lanzo mi mochila para apartar ese lugar. Sonrío. —¡Sí!

—¿Estás bien? —se acerca y me ayuda a levantarme. —¿Te lastimaste?

—Estoy bien. —sonrío ampliamente. —¡Hola!

—Hola. —me sonríe divertido. —Si hubiera sabido que vendrías sola, hubiera pasado por ti para irnos juntos a la escuela. —acomoda mi uniforme.

—Ah, no te preocupes. Shintaro me acompañó.

Seijuro me mira sin decir nada, dura varios segundos y luego sonríe.

—Ya veo. ¿Qué hiciste estas vacaciones?

—Me fui a América con Shuzo. —digo emocionada, él se sorprende.

—Yo también estuve allá. —dice. —¿Cómo está Nijimura?

—Bien... —asiento. —Ocupado como siempre.

—Ya veo, ¿ Y tu padre?

—Mejor... creo que allá mejorará.

—Me imagino. —acaricia mi cabello. —Últimamente está lluvioso. ¿Hoy nos vamos juntos?

—Sí. —sonrío tímida. Él me regala una sonrisa de lado.

—Bien, hay que sentarnos. La clase iniciará dentro de poco.

¡Y por fin puedo sentarme junto a Seijuro! ¡Ah, qué emoción! ¡Siento que mi corazón explotará!

Bueno... fue la peor idea de toda mi vida el sentarme junto al pelirrojo, y es que simplemente ¡No puedo! ¡No puedo concentrarme! ¡Está tan cerca... tan cerca... ! Me volveré loca... juro que terminaré así.

—Nijimura... ¡Nijimura!

—¡Presente! —salto en mi lugar y miro al profesor, varias chicas se ríen.

—Preste atención a mi clase. —se queja. —Ahora lea el párrafo que toca. El tres.

—¡Sí! —miro mi libro y comienzo a leer en voz alta.

Puta vida.

Para colmo si creí que por estar junto a Seijuro iba a pasar más tiempo con él me equivoqué, ocuparon su tiempo completo en el almuerzo y cuando el profesor hizo equipos, los hizo por número de lista... Y terminé con Midorima de nuevo. ¡Bravo!

Cuando las clases terminaron yo ya quería largarme de ahí, estaba molesta e irritada.

—Vamos, Nao. El club nos espera. —anima Seijuro. Y como si solo su voz fuera lo necesario, mis energías se renovaron.

—¡Sí! —digo emocionada.

Y voy caminando detrás de él y Shintaro, no me importaba que ambos hablaran sin prestarme atención, yo tarareaba mientras los seguía.

—Nijimura. —Kuroko aparece a mi lado causando un mini infarto.

—Joder. —me llevo la mano al corazón. —Hola, Kuroko. ¿Cómo estás? ¿Qué te dije de llamarme Nijimura?

—Perdón. —se disculpa. —Estoy bien, gracias. ¿Irás para el club?

—Sí, los veré jugar.

—Supongo que Akashi nos hará jugar con los nuevos que queden en el grupo uno. Aunque no suelen haber muchos.

—Qué divertido. ¿No? Jugar. —sonrío. Él asiente.

—Supongo.

Como todos los años, el gimnasio estaba atiborrado de gente nueva, gente que entraba a esta secundaria por la leyenda de la Generación del Milagro. Seijuro tomó mi mano.

—Puedes subir al segundo piso y ver todo desde ahí. ¿Te parece?

—Sí. —sonrío con los ojos cerrados. —¿Me regalarás un beso?

—¿Quieres uno? —sonríe de lado. —Bien, ven aquí.

Me acerco con entusiasmo y lo abrazo, Seijuro acuna mi rostro y me regala un buen beso de bienvenida.

Joder, lo necesito tanto.

Se separa y besa mi frente.

—En mi casa prometo darte más. ¿Sí?

—Vale. —asiento.

Y hago lo que me pidió, me subo al segundo piso para mirar todo desde ahí. Tanta gente y solo unos pocos quedan, que triste.

La supuesta prueba duró dos horas, eligieron a unos cuantos y ya mañana comenzarán con los partidos de práctica.

Honestamente me aburrí de ver a un montón de chicos correr, tuve que recurrir a mi pequeña consola la cual no usaba desde hace tiempo. Salir con Seijuro cambió muchos hábitos míos y es que prefería besarlo que jugar.

Cuando todos terminaron tuve todavía que esperar a que Seijuro saliera de los vestidores pero antes de él salieron varios, entre ellos Aomine.

—¡Jo! ¡Hola chico! ¿Cómo estás? —saludo al verlo. El moreno me mira con fastidio.

—Da igual. —y sigue caminando dejándome con la palabra en la boca. Momoi lo sigue por detrás gritando su nombre y sin siquiera verme. ¿Qué rayos le sucede?

—¡Nijimura-cchi! —Kise llega y me abraza. —¿¡Cómo estás!? ¿Qué tal tus vacaciones?

—Bien Kise, gracias.

—¿Esperas a Akashi-cchi? Él no tarda en llegar.

—Gracias.

—Naomi. ¿Ya te vas a tu casa? —Midorima llega con nosotros.

—Eh, me iré con Seijuro así que hoy no tienes porqué acompañarme, pero gracias. —el asiente.

—¡Mou~! Midorima-cchi de seguro quería irse contigo, Nijimura-cchi. —se burla Kise. Midorima se acomoda los lentes.

—No seas ridículo, nanodayo. Existe algo llamado caballerismo, deberías aprenderlo. —se queja. Kise se ríe.

—Gracias por ofrecerte, Midorima. —Seijuro interviene llegando. —De todos modos hoy me llevaré a Naomi.

—Claro. —responde el peliverde.

—Entonces estás en buenas manos, Nijimura-cchi. —Kise palmea mi espalda. —Nos vemos chicos, diviértanse.

—Hasta luego Kise. Shintaro... —tomo la mano del peliverde. —Oye, el otro día dejé mi chaqueta en tu casa. ¿Crees poder traerla?

—Seguro. —asiente. —Hasta luego.

—Hasta luego. —dice Akashi. Sujeta mi muñeca y salimos del gimnasio.

Una limusina esperaba al pelirrojo afuera de la escuela, Seijuro abrió la puerta del coche para mí y luego él entró detrás. No puedo evitar acurrucarme en su cuerpo al instante que cerró la puerta, Seijuro me recibe en sus brazos.

—Te extrañé tanto. —confieso y respiro su aroma.

—Uhm... yo también. —su mano sube a mi barbilla y la mueve para guiarme a sus labios. Extrañé tanto esta sensación del contacto de sus labios con los míos, lástima que al instante se separó. —¿Qué hace tu chaqueta en casa de Midorima?

—¿Eh? —abro los ojos y lo miro, su rostro estaba pegado al mío.

—Tu chaqueta... ¿Qué hace en casa de Midorima?

—Fui varias veces a su casa a inicios de vacaciones. —explico.

—¿Por qué no me enteré de ello?

—No creí que debía avisarte... No es como si fuera a engañarte con Midorima. —me separo un poco.

—Ese no es el problema. —da un suspiro exasperado y frota su rostro con ambas manos. —¿No crees que te estas juntando mucho con Midorima?

¿Es enserio?

—Es mi amigo, no tiene nada de malo. —digo a la defensiva.

—Sí lo tiene. —me mira seriamente. —Sueles pasar más tiempo con él que con los demás.

—¿Y tú?

—Es diferente, yo soy tu novio.

Lo miro indignada.

—No puedo creer que te pongas celoso de una tontería.

—No estoy celoso y no es una tontería. —me abraza. —Solo necesito que dejes de juntarte con él. ¿Sí?

—No. —me alejo. —No tengo por qué dejar amistades solo porque me lo pides, Seijuro. ¿No quedamos que con Shintaro sí podía juntarme?

—Pero es mucho. —vuelve a explicar alzando un poco la voz. —Consigue amigas o algo.

—Sabes que no suelo tener amigas y es tercer año. —me quejo. Él rueda los ojos.

—En pocas palabras me estás diciendo que no me obedecerás. —dice. Me sorprendo un poco.

—Sí. Él no tiene nada que ver con esto. —me cruzo de brazos.

Seijuro da un chasquido y desvía la mirada a su ventana. Miro mis manos... ¿En verdad está mal juntarme con Shintaro?

—Hablaré con él. —dice de repente. Lo miro sorprendida pero él seguía con la mirada en la ventana.

—¡No! No hablarás con él porque no tiene nada que ver. ¡No puedes prohibirme juntarme con gente!

—Sí puedo. —me mira molesto. —Solo me necesitas a mí. ¿No?

—¿Y qué se supone que haga cuando no estás? ¿Que te espere?

—Así tiene que ser.

—Como un perro. —señalo. Él lo piensa un poco.

—Uno obediente, sí.

—Agh, muérete idiota. —Levanto el teléfono de la limusina para hablar con el chofer. —Sato, detén el auto por favor.

—Naomi, no es necesario que hagas una escena dramática. —dice Seijuro. La limusina fue deteniéndose poco a poco.

—¿Yo soy la de la escena? Eres tú el de los celos inútiles. —me quejo. Seijuro frunce el ceño. —No porque Shuzo no esté aquí significa que puedes hacer lo que quieras conmigo. Soy un humano ¿Sabes?

—Solo quiero que dejes de hablar con Midorima. Es todo. ¿Por qué te pones de esa manera al hablar de él? —dice a la defensiva.

—¡Porque es mi amigo! ¡A-MI-GO!

—Pues no me importa, si no puedo convencerte a ti entonces hablaré con él para que no se acerque. —sentencia alzando una ceja. —Dile a Sato que siga manejando.

—Díselo tú, yo me largo. —abro la puerta de la limusina.

—Naomi. —Seijuro me llama y toma mi muñeca. —No puedes irte.

—Te siento tan insoportable. —quito su agarre y salgo. —Piensa mejor las cosas y luego hablamos. —y cierro la puerta.

Lo que seguía era correr, si al pelirrojo se le ocurría bajar por mí estaría muerta. Pero no, segundos después la limusina avanzó y se fue. Al parecer lo pensaría un poco más antes de enfrentarnos otra vez.

—Joder. —me quejo, el cielo estaba nublado y no faltó mucho para que comenzara a llover.

Mi casa estaba al lado contrario que la de Seijuro, tuve que caminar un poco más de lo normal. Al llegar a mi casa mi ropa estaba empapada, abro la puerta y entro.

—Ya estoy en casa. —digo en voz alta pero nadie me contesta. Lentamente me voy quitando la ropa para no mojar todo el pasillo y poder ir a darme una ducha caliente.

No soy un objeto, y me duele que me trates así.




<3




—Sí, gracias. —recibo el papel de una chica.

Dos días. Dos días han pasado desde que discutí con Seijuro, me sentía como la peor persona del mundo y para colmo verlo hablar con chicas me lastimaba el corazón. Quería arreglar las cosas, incluso pensé seriamente en dejar de hablarle a Shintaro para recuperar al pelirrojo pero al instante deseché la opción. Shintaro no merece eso.

Cuando el timbre de la clase sonó vi como Seijuro comenzó a guardar sus cosas. Me armé de valor y le hablé.

—Seijuro. ¿Crees que podamos hablar después de tu club? —le pido. El pelirrojo me mira durante unos segundos.

—Seguro. —colgó su mochila en su hombro y me dio la espalda.

Ese fue el momento en que te dejé ir, debí estar contigo, debí entender que solo eres un humano como yo y que todos cometemos errores.

Y mientras esperaba, el cielo se desató en una tormenta como si supiera lo que sucedía con mi mundo, traté de leer algo en la biblioteca pero mi mente terminaba pensando en Seijuro y la manera de arreglar las cosas con él....

...O tal vez simplemente no soy para él.

Cada dos minutos miraba el reloj colgado en la pared, no quería que diera la hora pero al mismo tiempo quería terminar con todo esto. Pero estaba tan nerviosa que incluso cuando dio la hora no me moví, seguí ahí sin saber qué hacer.... con un mal presentimiento.

Tienes que aclarar las cosas... tienes que hablar con él. Me repetía a mí misma. Guardo mis cosas y salgo de la biblioteca, afuera seguía lloviendo con fuerza, seguro me mojaría de camino al gimnasio. Bajo los escalones y camino hasta una puerta que da al exterior, tuve que correr ese tramo hasta llegar al gimnasio bajo la lluvia.

Parece ser que no hay nadie. Pienso una vez entrando, el lugar estaba solo y con las luces apagadas, y es que llegué casi treinta minutos después.

—Llegas tarde, Naomi. —la voz de Seijuro suena al fondo. Respingo en mi lugar, el pelirrojo que buscaba estaba ahí. —Ven, acércate.

—Debemos hablar, Seijuro. —me acerco lentamente. El pelirrojo se volteó y me miró.

Su ojo...

—Naomi. —repite mi nombre, su mirada recorre mi cuerpo. —Al fin...

¿Qué sucede? Su ojo cambió de color.

—¿Seijuro? ¿Estás bien?

—Lo estoy. —sonríe pero no era la misma sonrisa de siempre. —Yo también quería hablar contigo. Aclarar un par de cosas en verdad.

—¿Qué cosas? —pregunto ligeramente asustada. Seijuro da un paso al frente, cerca de mí.

—Sé que en estos dos días has estado molesta por una tontería mía. —comienza a decir, su mano acaricia mi mejilla. —Supongo que él no supo manejar bien la situación.

—¿Hablas de lo de Shintaro? ¿Ya no insistirás en que deje de hablarle? —me sorprendo. Seijuro se ríe entre dientes.

—Mi error no fue negarte eso, sino que él te dio oportunidad de que eligieras cuando en verdad no debes tener tanta libertad, debes obedecer lo que yo te diga. —su mano baja por mi cuello. —Pero para eso estoy yo aquí y lo mejor será poner las cosas claras. No volverás a hablar con Shintaro.

—¿Eh...?

—Es una orden y no querrás verme molesto. —su gesto endureció. Sentía que su ojo atravesaba mi alma, congelándome

Retrocedo un paso.

Seijuro...

—¿Quién eres tú? —susurro. Justo en ese momento cayó un trueno e iluminó todo el gimnasio. Seijuro me sonríe.

—Soy yo, el Akashi Seijuro que todos ustedes quisieron que fuera. —da un paso cerca de mí y toma mis manos. —Soy el chico perfecto que esperas que sea.

—No eres él. ¿No es así? —cuestiono asustada. —¿Qué está sucediendo? ¿¡Por qué actúas de esa manera!?

—No alces la voz. —ordena. Frunzo los labios. —Efectivamente, parece ser que tú lo captaste mejor que Tetsuya. —alborota su cabello. —Siempre hubo dos personas pero ahora yo tomé el poder, eso fue lo que querían ustedes... lo que quería él. Si quieres creerlo o no está bajo tu criterio.

Lentamente sentí el nudo en mi garganta, mis ojos picaban y mi labio inferior tembló.

Él prometió quedarse... prometió amarme...

—¿E-estás diciéndome que él decidió irse? —susurro con dolor. Seijuro me mira neutro.

—Él no pudo serlo todo. —su mano limpia mi mejilla de las lágrimas que comencé a soltar. —Ah, odio que llores.

—Yo... no puedo... —susurro.

—Estoy aquí, estoy yo... —sus manos se enredan en mi cabello y me hace mirarlo al rostro. —...Y por fin eres mía, Naomi.

Cerré los ojos cuando él me besó, más lágrimas caían de mis mejillas con solo pensar en la cruel realidad. Fue un beso más duro, un beso doloroso en el cual todos mis sentimientos cargados estaban ahí. No pude evitar llorar más aún cuando se alejó.

Porque entendí lo que sucedía... lo había perdido todo, incluso lo más importante que era él.










Trastorno de identidad disociativo:

Consiste en la presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada una con un patrón propio y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo).

El trastorno de identidad disociativa es un mecanismo de defensa para poder sobrellevar el dolor y el miedo provocado por un abuso durante la infancia.

Cada personalidad posee una forma de ser y comportarse consistente y distintiva y una memoria e historia personal relativamente separada del resto de las personalidades...

—¿Qué haces? —su voz susurra en mi oído. Doy un respingo y cierro el libro de golpe mientras giro a mirarlo. Akashi Seijuro me miraba con diversión.

—Leía... —suspiro. —Me asustaste.

—Te ves linda asustada. —admite. —Vámonos, hoy vendrás a mi casa.

Ni siquiera lo pregunta...

Asiento lentamente mientras tomo el libro y lo regreso a su lugar en la biblioteca. Saliendo de ahí, Seijuro entrelazó su mano con la mía y comenzó a caminar.

—Estaba pensando que hoy puedes quedarte a dormir en mi casa. —dice él.

—No creo que a mi madre le moleste. —murmuro por lo bajo.

—Entonces perfecto.

A lo lejos vi la cabellera verde de Shintaro, él logró sentir mi insistente mirada pero ninguno de los dos habló. Yo me obligué a desviar la mirada y seguir adelante.

Lo siento tanto, Shintaro.

—Es lo mejor. —Seijuro parece leer mi mente.

La limusina nos esperaba afuera del instituto, antes el pelirrojo rara vez se iba en ella pues no le gustaba llamar mucho la atención pero ahora parece ser que le encanta hacerlo. Akashi abre la puerta para mí, entro y luego espero a que él también lo haga.

Cierra la puerta detrás de él y me mira.

No puedo negar que sus ojos son preciosos.

—¿Cómo te fue en la práctica de baloncesto? —mi voz sale neutra.

—Bien, dentro de poco tendremos más partidos importantes. —explica él. —¿Ya decidiste algún deporte que practicar?

—No me he decidido. —niego.

—Pues hazlo, si no eliges uno practicarás baloncesto.

Asiento varias veces. Con timidez estiro mi mano y tomo la suya, él se sorprende pero luego sonríe.

—Hay otro tema que quiero tocar contigo. —tira de mi mano y me acerca a su persona. —Irás a Rakuzan conmigo. ¿Verdad?

Recargo mi cabeza en su hombro y asiento.

—Perfecto. —responde él. —Estás muy callada, no eres así. ¿Te incomoda que sea yo quien está a tu lado?

Sonrío con ironía.

—No me molesta, después de todo eres Seijuro. —suelto.

—Pero no el que quieres. —sujeta mi barbilla y me besa demandante. Sigo el ritmo del beso acariciando sus mechones de cabello, al final muerde mi labio y se acomoda en su asiento. Saca su celular y me ignora.

Hago una mueca y miro por la ventana, este camino me lo sabía de memoria.

Llegamos a la mansión, el chofer nos ayuda a bajar de la limusina. Toda la servidumbre recibe a Seijuro como siempre solían hacerlo, pero esta vez ya no sonreían. Seijuro entra a la casa mientras intercambia unas palabras con el mayordomo principal, las mucamas me reciben con gusto y literalmente se llevan mi abrigo y mi mochila a quién sabe dónde, siguiendo a Seijuro desde atrás.

Él gira a verme y se acerca.

—Naomi sube a mi habitación, ahí te veré en unos minutos. Debo arreglar unos asuntos importantes con mi padre. —Seijuro acaricia mi mejilla y me roba un beso.

—¿Tu padre está aquí? —pregunto tímida.

—No te preocupes por eso. —palmea mi espalda baja. —Ve a mi habitación ya.

No insisto y subo los escalones que tanto conozco.

La habitación del pelirrojo no había cambiado para nada, seguía siendo igual de ordenada y con su aroma tan embriagante. Cierro la puerta detrás de mí y respiro profundamente, el aire llega hasta mis pulmones pero un nudo se crea en mi garganta.

Camino hasta la cama del pelirrojo y me dejo caer en ella. Ha pasado muy poco desde que él cambió pero el dolor sigue presente, pensar que no luchó ni en su último momento.

En el fondo fui responsable.

Cinco minutos después Seijuro entraba por aquella puerta, alzó su ceja cuando me vio recostada en su cama mirando al techo.

—¿Cómo te fue con tu padre? —me incorporo de la cama sentándome a modo indio y procurando que nada se viera con mi falda. El pelirrojo no contesta, cierra la puerta y se sube a la cama frente a mí. Con su mano en mi cuello se inclina y me besa intensamente.

Me besa diferente pero todavía puedo sentirlo.

—Quiero amarte como él. —susurra en mis labios. —Quiero tocarte, hacerte mía. —su puño derecho estruja mi falda.

—¿Qué te detiene? —yo tomo la iniciativa y quito su corbata mientras ataco sus labios. Inmediatamente toma el control del beso mordiendo mis labios, su mano izquierda acaricia la piel desnuda de mi muslo hasta subir a su destino.

Poco a poco y con desesperación fue tocándome, quitando mi ropa y besándome. Todavía era pleno crepúsculo y con gente en la mansión cuando Seijuro volvía a tenerme en sus brazos haciéndome suya completamente.

Tal vez no era el mismo, tal vez ahora lo sentía más lejano, y tal vez nuestra relación cambió pero de algo estoy segura... Él es parte de Seijuro y por ello debo amarlo por igual.

—Quiero que digas mi nombre. —lo escucho susurrar en mi oído, se movía con un ritmo constante. —Di que me amas.

—Seijuro... —acaricio su cabello para quitar los mechones pelirrojos que caían por su rostro. Sus ojos heterocromáticos me miraban expectantes aunque su boca estuviera entreabierta por la placentera sensación reciente. —... te amo.

—Lo sé. —entierra su rostro en mi cuello y lo muerde. Doy un quejido pero no me detuve a pensar en eso, estaba llegando al clímax.

Mis uñas se entierran en su espalda y cubro mi boca en la piel de su hombro. Seijuro dio un par de estocadas más y se detuvo mientras gemía por lo bajo en mi cuello. Entonces se dejó caer sobre mí.

—Soy digno de obtener lo mejor, no esperes que después de esto te deje mucha libertad. —se separa de mí completamente y sonríe. —Pedí que te ordenen una habitación.

—¿No dormiré contigo? —susurro. Seijuro se coloca su ropa interior.

—No. —revuelve su cabello. —Vístete, tus cosas ya están allá. Date un baño y luego baja a cenar.

No contesto, lentamente recojo mis prendas y me visto. Seijuro entra a su baño personal sin decirme nada, salgo de su habitación y camino a la de invitados donde solía quedarme.

Y mientras tomo una ducha lo pienso bien. Seijuro ahora parecía aceptarme y rechazarme al mismo tiempo, como si no fuera totalmente grata en su vida. Siento que él siente algo por mí en el fondo pero realmente no quiere tener nada con nadie que no sea él mismo.

Una vez terminando de ducharme me visto con la pijama de Pikachu y salgo al pasillo para bajar a cenar. Estaba nerviosa por si nos tocaba cenar con su padre e incluso me lo pensé varias veces en salir vestida así, pero no tenía otra ropa. Fue una visita improvisada y ésta pijama la he dejado días anteriores.

Bajo los escalones y voy directo al comedor, una muchacha me recibe con su mejor sonrisa y me guía a sentarme en la enorme mesa. Sonrío agradecida cuando halaga mi pijama.

—¿Y Seijuro? —pregunto con timidez. La chica hace una mueca.

—Avisó que no bajará a cenar. —desvío la mirada.

—Está bien.

No, no está bien... 

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