19. Día dieciocho

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Aquel lunes volvieron a reiniciar la semana en las torres Aphrodite.

Jessica Gardner le advirtió a su amiga que eran las diez y cuarto para que corriera a esconderse en el baño durante al menos cinco minutos.

Era la hora a la que más o menos aparecía Aaron Cowen, así que Tamara obedeció. Estaba pálida, no quería probar bocado ni pintarse los labios.

—Cuando vuelvas, te los pinto yo —le aseguró Jessica antes de que se fuera.

La rubia recibió al instante un mensaje de su hermana Janis para decirle que Aaron Cowen estaba ante las puertas de cristal del edificio.

Jessica la había convencido de escaparse de su familia esa mañana para que aparcase fuera y le avisara cuando Aaron llegase. Entonces la recepcionista rubia lo vio, con la bandolera negra cruzándole el pecho y la camisa mal puesta, asintiendo a lo que Rob parecía estar diciendo.

Porque la única gran figura negra famosa en la empresa era la de Rob Winters.

Jessica Gardner se levantó del escritorio, rodeó el mostrador y cruzó miradas con Aaron Cowen cuando justo él atravesaba las puertas. Vio sus ojeras y boca seca, y el cabello desordenado, y no pudo evitar calcinarlo con la mirada celeste.

Una vez lo hubo dejado atrás, salió corriendo a la calle.

—¡Rob, ven acá!

El hombre, en su gran chándal negro y chaquetón blanco, se giró de inmediato hacia la rubia. Tenía en las manos su batido de leche de nueces, avena y plátano.

—¿Se puede saber qué le pasa a Aaron? —le preguntó molesta, cruzándose de brazos a causa del aire frío—. Tamara no hace más que llorar.

—Y Aaron.

—No me lo imagino.

—Yo tampoco me lo imaginaba hasta que lo vi, reina. —Dio un trago a la botella de litro y la cerró—. Tamara puede estar linda pero él...

—Tamara es mi amiga desde hace cinco años. Ha trabajado mucho para llegar a Aphrodite, aunque sea al mostrador, y que dos años y medio de relación con él se vayan al traste porque al tipo le gusten sus modelos no es de hombre.

—Es la prensa la que dice que Aaron se lio con nuestra modelo, no él —repuso Rob molesto—. Sabes cómo es Aaron y cuánto quiere a Tammy. Nunca le haría daño.

—Entonces tenemos que hacer algo.

—Yo ya hice demasiado consolando a todo el mundo...

—El día seis es el cumpleaños de Tamara —soltó Jessica de golpe.

Rob continuó masticando, sin parpadear, observándola con sus grandes ojos negros.

—¿Y? Tamara está saliendo con el idiota de Garreth —le recordó.

Jessica resopló.

—Eso fue idea mía.

—Una muy mala, muñeca.

—¡Ayúdame, Rob! A ese chico le queda poco en la ciudad. Si Aaron de verdad no se ha enredado con otra, tenemos que evitar que ella se enrede con otro solamente porque está dolida.

—Cada uno es responsable de sus decisiones —replicó Rob con la boca llena.

—¡Está mal! ¡Es normal que se precipite!

—Aaron está peor, reina —protestó el entrenador, apurando el resto de batido—; bebe como si no hubiera un mañana y se quiere tirar a la primera que se le cruce. Alguien tendrá que sujetarlo. Es decir, yo. Pero si te sirve de consuelo, ese jamás ha tocado otra piel que no sea la de Tamara desde que la conoció. Es un santo. Como su perro.

Jessica asintió, pensativa, y alzó los ojos azules hacia los de Rob Winters.

—Tengo una idea. Pero te necesito. A ti y a mi hermana gemela.

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