Capitulo 26

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―¿Y las de la clínica?―añadió Polly.

―También las de la clínica―concedió Sasha antes de que sus amigos corrieran hacia la salida dándose empujones para ver quién llegaba antes a casa de sus padres.

Ella por su parte siguió deleitándose con su fría cerveza, intentando descubrir a qué quería jugar Anne con ella haciéndose pasar por otra; fuera lo que fuese, pensaba divertirse con ella mientras lo averiguaba.

Sus lujuriosos pensamientos fueron interrumpidos cuando recibió una llamada de sus amigos pidiéndole perdón y confirmando lo que ella ya sabía; rió ante las absurdas quejas de ambos por haberse quedarse sin su premio, y prometió hacer las reformas gratis si lo ayudaban a distraer a Don Perfecto para que no se encontrara con Anne.

Tras colgar sin más ante las absurdas peticiones de reformas de sus amigos, Wally, curiosa, le preguntó:

―Sasha, ¿quién era esa chica, la del traje negro? Su cara me suena.

―No me extraña, Wally, esa era Anne Boonchuy, mi querida Doña Perfecta―confirmó Sasha pidiéndole otra cerveza.

―Ésta corre por cuenta de la casa; después de todo, hoy paga Toadie―respondió Wally alegremente alejándose hacia la cocina.

«¡Fiel, las narices!», pensaba Anne dirigiéndole otra sonrisa fingida a Sasha, quien no dejaba de devorarla con los ojos. Desde que habían entrado en el restaurante no había dejado de sobarla sutilmente.

Parecía ser que su vestido de diseño italiano la traía loca: se trataba de un vestido de tirantes, rojo, corto por las rodillas, entallado, con un insinuante escote por delante y por detrás, ya que enseñaba gran parte de su espalda.

Llevaba los mismos zapatos rojos que esa mañana y un bolso rojo de noche que hacía juego con ellos.

Se había vestido para seducir, pero creyó que la oji escarlata se resistiría un poco más ante los avances de una desconocida. Quitó una vez más la mano que por debajo de la mesa acariciaba su muslo hacia lugares más prohibidos mientras intentaba sonsacarle información.

―¿Y no estás esperando a nadie especial?―preguntó Anne.

―Sólo a ti, nena―contestó ella atrevidamente.

―Entonces, ¿en estos momentos no hay nadie en tu vida ni lo habrá dentro de poco?―quiso saber Anne, molesta.

―Bueno, para serte sincera hay una chica con la que me voy a casar, pero primero tengo que convencerla de que soy perfecta para ella.

―¿Ah sí? ¿Y cómo lo harás?―indagó algo enojada.

―No te preocupes, ella no puede resistirse a mis encantos―se vanaglorió Sasha sonriendo a Doña Perfecta.

―¿Y cómo es esa mujer con la que piensas casarte?

―¿Ella? Testaruda, quisquillosa, en ocasiones algo despiadada, no sabe cocinar, constantemente pierde los zapatos porque acaba tirándomelos a la cabeza...

―¡Vaya, qué virtudes!―ironizó Anne interrumpiéndola, mordiéndose la lengua para no insultarla.

―Sí, ¿a que es perfecta?―exclamó Sasha, poniendo una vez más su mano sobre su muslo.

Anne, ya desquiciada, apartó bruscamente su mano y se dirigió hacia los lavabos de señoras.

―Idiota descerebrada, batracio apestoso, sapo y mil veces sapo...―insultó al espejo sabiéndose sola.

Cuando oyó abrirse la puerta, intentó mantener la compostura simulando retocar su maquillaje, hasta que unas manos le rodearon la cintura y la pegaron contra un cuerpo.

Miró al espejo donde su atacante le devolvía la mirada risueña mientras besaba lentamente su cuello. Anne vio a Sasha confusa y excitada, su cuerpo se recostó contra el de ella, languideciendo ante sus caricias, que habían pasado de rozar su cintura por encima del vestido a agarrar uno de sus pechos con una de sus hábiles manos, torturando con sus dedos el enhiesto pezón. Anne gimió estimulada por sus manos.

―Mi mujer perfecta también es apasionada―besó su cuello―, hermosa como ninguna otra―lo lamió―, una gran artista―la mordisqueó suavemente―, y es la única mujer en la que puedo pensar día y noche.

Una de sus manos se dirigió hacia su entrepierna y alzó su vestido introduciéndose en su braguitas de encaje.

―¿Y por qué no estás con ella?―se estremeció Anne confusa intentando resistirse a ella.

―Lo estoy...―comentó adentrando uno de sus dedos en su húmedo interior―. Anne... ―sacó el dedo y lo introdujo de nuevo, lentamente, acariciando en el proceso su clítoris, haciéndola gemir―. Cuando te pongas esos zapatos...―introdujo otro dedo dejando que ella moviera sus caderas desesperadamente contra su mano, mientras sacaba uno de sus pechos del confinamiento de su vestido y lo pellizcaba produciendo a la vez dolor y placer― ... recuerda quién te los regaló.

Anne no pudo más y se convulsionó contra su mano llegando al orgasmo mientras gritaba de placer. Su cuerpo extenuado y tembloroso se apoyó en la oji escarlata mientras su cerebro desconectado intentaba recordar las palabras de Sasha.

Cuando juntó todas las piezas del rompecabezas, se apartó furiosa de ella la encaró llena de ira.

―¡Lo sabías! ¡Desde un principio sabías que era yo y no me dijiste nada!

―Quería averiguar lo que traías entre manos. ¿Qué pasa, Anne? ¿No te gusta que jueguen contigo, pero tú sí puedes jugar conmigo?―preguntó Sasha molesta con su manera de actuar.

―Sólo quería saber si aún te acordabas de mí―respondió Anne confusa.

―¿Seduciéndome con otro nombre?, ¿haciéndote pasar por otra?

―No..., no quería llegar tan lejos―comentó arrepentida.

―¿Eso es lo que has aprendido en Nueva York, a tirarte a desconocidos en los lavabos de los restaurantes?―Sasha se dejó llevar por su furia y en el mismo instante que estas palabras salieron de su boca supo que eran un error―. Lo siento, Anne...

Anne no aceptó sus disculpas y cruzó su cara de una bofetada.

―¡No soy tu novia, Sasha Waybrith! ¡No soy tu amante para que me exijas nada, y a partir de ahora no soy siquiera tu amiga! Para tu información, he tenido la oportunidad de tirarme a muchos, pero estaba trabajando duro y no mezclo el placer con los negocios. Querías cuatro años para demostrarme algo y lo has hecho: ¡eres la última persona del mundo con la que me casaría! Te ha sobrado tiempo para demostrarme lo imperfecta que eres.

Anne salió del baño con restos de lágrimas en los ojos, sin correr, sin descontrolarse, con un perfecto y rápido paso que marcaba la salida de una diosa.

Sasha corrió detrás de ella dispuesta a ponerse de rodillas para obtener su perdón, pero el destino fue más rápido que ella y observó desde lejos y sin poder hacer nada como a Anne se le caía el bolso al suelo cerca de unos caros zapatos de hombre y un elegante traje negro de Armani. El hombre se agachó junto a ella y educadamente la ayudó a recoger sus cosas mientras le tendía uno de sus inmaculados pañuelos blancos para que enjugase sus lágrimas; ella sonrió ante una broma del engalanado hombre de negro y, cuando se incorporaron, como Sasha temía, Don Perfecto la acompañaba fuera del local con suma elegancia.

Había visto el magnífico encuentro desde fuera como una simple espectadora de una pésima película romántica, y esa historia no le gustaba nada, ya que ella era la mala.

Destrozada por la idiotez de sus actos, llamó a sus amigos para que la ayudaran a arrastrarse para obtener el perdón de su hermana.

A Anne nunca debes hacerla enfadar―señaló Sprig.

―Porque Anne nunca perdona ―añadió Polly.

Sus amigos eliminaron así las últimas esperanzas quetenía su estúpido corazón de no haberla perdido para siempre. 

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