four

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Nada sucedió esa noche.

Una cosa es decidir acercarse a un chico, y otra muy diferente es levantarse y hacerlo sin mirar atrás. Ya lo había visto rechazar a las dos chicas que se le lanzaron encima.

Evidentemente, era más discriminatorio de lo que implicaban los rumores y posiblemente con los chicos lo sea un más. No quería ser rechazado. Una vez que eso sucediera, nunca tendría otra oportunidad, y por alguna razón había fijado mi vista en él. Quizá era el hecho de que me había ayudado esa noche en que mi auto murió. ¿A quién no le encantaba un caballero de brillante armadura? O quizá, simplemente era que me había llamado "niño bueno," y yo me había empecinado en ser malo. Tal vez sólo quería que se comiera sus palabras.

Todos decidimos irnos a casa y regresar armados con algún plan. O al menos un atuendo mejor.

En realidad pude levantarme a tiempo para mi clase en la mañana. Los suaves ronquidos de Jisung se escuchaban al otro lado de la puerta, lo cual me decía que no lograría llegar a su primera clase. Y el siempre seguro Jeongin ya se había levantado y marchado.

Caminé rápidamente por el campus, admirando las hojas cambiando de color y disfrutando de la frescura del aire mientras caminaba. Apenas había comenzado la primavera, y cada tono de naranja, rojo y amarillo ya se encontraba adornando el ambiente. La baja temperatura de anoche aún me hacía morderme las mejillas. Y puede que incluso hiciese más frío pronto. Cuando fuera a Busan para Navidad, tendría que regresar con más suéteres.

Me senté en botánica a tomar notas dentro del paquete de hojas que el profesor nos había entregado al comenzar el semestre. Después de clases, guardé todo y me levanté rápidamente para evitar el desastre que se hacía en la puerta para salir.

Me dirigí hacia Java Hot. Normalmente, tomaba un café antes de clase, pero no tuve tiempo hoy. Al momento de entrar en la cafetería, me moría por un choque de cafeína. Me detuve en la cola para comprar, y un par de chicos con trajes de hermandad —suéteres y pantalones a juego— conversaban ruidosamente frente a mí sobre sus planes para el fin de semana.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué y leí el mensaje de texto.

Jisung: ¡Un latte d kramelo xtra calient, porfa!

Aparentemente, ya se había levantado. Riéndome, le contesté:

Yo: ¿Qué harás x mí a cambio?

Jisung: T haré lucir tan ardient q tndrás q golpear con un palo al camarero sexy para podr quitártelo d encima.

Me reí disimuladamente y contesté:

Yo: ¿¿¿Porq me asusta eso???

Jisung: Porq tiens miedo d lucir bn y obtenr lo q quiers

Yo: No es cierto

Jisung: Es muy cierto

—¡Hola, Seungmin! —Las palabras quedaron en mi oído por la cercanía del repentino abrazo.

Me giré, y mi mirada chocó contra el blanco de todos mis deseos frustrados. Mi corazón se infló dentro de mi pecho.

—Hola, Changbin. —¿Acaso mi voz sonaba así de chillona? Mi mirada lo recorrió, captándolo por completo de una vez. Su cabello color negro, arreglado con cuidado para parecer ingeniosamente desordenado. Esos suaves ojos y sonrisa pequeña.

Me dio un cálido abrazo. Un cálido y fraternal abrazo. De los que siempre me daba.

Alejándose, asintió hacia mi teléfono. —¿Estás leyendo algo gracioso?

Guardé el teléfono en el bolsillo de mi pantalón —No. Es sólo un mensaje de Jisung.

—Ah. —Apretó cariñosamente mi brazo debajo del la sudadera—. ¿Cómo has estado?

—Bien. —Asentí como respuesta, demasiado entusiasta, luego sentí como mi rostro se enrojecía de vergüenza. Con él siempre era así. Raro. Incómodo. Al menos, yo era así. Él siempre se encontraba tranquilo, relajado y cómodo, mientras que yo era ese niñito de doce años al que él intimidaba, a pesar de que siempre era agradable conmigo.

Se me quedó mirando durante un momento, antes de que yo añadiera—: ¿Y tú? Es el último año.

Resistí la urgencia de cerrar los ojos en un parpadeo largo y lleno de angustia. Aparentemente sólo podía hablarle en fragmentos cortados.

—Sí. Ya voy llenando mis aplicaciones. Reduciendo mis primeras opciones.

—Guau. Eso es genial, Changbin.

—Sólo espero poder entrar en algún lugar, ¿sabes?

—Oh, estoy seguro de que entrarás —solté.

Me indicó que avanzara en la fila. Los chicos de la hermandad ahora se encontraban ordenando.

Se encogió de hombros. —La competencia es dura, y cada programa tiene pocas vacantes. Sólo espera. Probablemente terminaré estudiando medicina en el extranjero.

Se rio y lo imité, seguro de que bromeaba. Changbin había sido el primero en su clase de graduados. No había duda en mi mente de que terminaría en cualquier facultad de medicina a la que quisiera asistir.

—Ayer hablé con Hyunjin

—Sí. Ya están ensayando muchísimo para su producción de navidad.

Las palabras se hincharon dentro de mi garganta, y sorprendentemente, de algún modo encontraron la forma de salir de mis labios. —Escuché que tú y Minho terminaron.

—Sí —dijo con lentitud, frotando la parte posterior de su cuello. Probablemente era la primera vez que lo había visto lucir tan incómodo, e instantáneamente me arrepentí de haber hablado.

—¿Puedo ayudarte? —interrumpió la cajera. Mi atención se desvió a la chica del otro lado de la barra. Me acerqué y pedí mi orden. Su mirada voló hasta Changbin—. ¿Qué hay de ti?

Moví mi mano. —Oh, no, no estamos juntos.

—No, yo me encargo, Seungmin —dijo, alcanzando su billetera—. Yo tomaré el tostado de la casa, mediano.

—Gracias —murmuré mientras nos movíamos para esperar nuestras bebidas. Changbin señaló un par de sillones libres.

—¿Quieres sentarte?

—Seguro. —Asentí y me senté en uno de los reposabrazos, quitandome la mochila para dejarla en el suelo.

—Al parecer mi primo no perdió mucho tiempo en extender la noticia.

Sacudí la cabeza. —Lo lamento. No quise...

—Seungmin, no te preocupes. Estoy bromeando. Eres como de la familia. Por supuesto que Hyunjin te lo contaría. —Sus labios se fruncieron—. A ti y a todos los demás en el hemisferio norte.

Familia. Fabuloso. Me veía como un primo más. Dijeron nuestros nombres y él se levantó antes que yo, llegando a la barra en dos zancadas y regresando con las tres bebidas.

—Supongo que no puedes quedarte mucho —comentó al sentarse de nuevo—. El café de tu amigo se enfriará.

—Lo ordené extra caliente y tiene una tapa. Estará bien. —Y Jisung sacrificaría con gusto una bebida si significaba que yo tendría algo de tiempo a solas con Changbin.

—Bueno, sí. Decidimos salir con otras personas. Yo comenzaré pronto la escuela de medicina y a él aún le queda otro par de años aquí. Simplemente tenía sentido. Es decir, la idea de vivir sin él... no me mataba, ¿sabes? Y eso fue lo que me pregunté a mí mismo. ¿Puedo vivir mi vida sin Minho? —Se encogió de hombros—. Me di cuenta de que sí.

—Nunca lo había escuchado desde esa perspectiva.

Hizo una mueca. —Supongo que sueno como un monstruo.

—No —lo tranquilicé rápidamente—, creo que fue justo. Para ambos.

Asintió y tomó un sorbo de su bebida.

—Entonces —comencé, esperando no sonar demasiado obvio con mi siguiente pregunta—. ¿No te gustan las relaciones a larga distancia? —Después de todo, aún me quedaban dos años más aquí después de este, asumiendo poder terminar a tiempo. Esperaba que él chico correcto —yo— pudiese convencerlo de que el desafío de una relación a larga distancia valdría la pena.

—Oh, sí podría. Es decir, lo haría. Eso no fue algo determinante en la ruptura.

Sonreí, aliviado de que no se hubiese dado cuenta de las dobles intenciones tras mi pregunta. Aliviado de que no se hubiese dado cuenta de que intentaba pescar por mí mismo.

Me devolvió esa encantadora sonrisa suya. Creo que su sonrisa era lo que más me atraía de él. Con todos sus avances, bien podría ser arrogante y creído, pero simplemente era bueno. —Pero para que eso suceda, tiene que ser correcto. Tiene que ser... especial, ¿sabes?

Asentí sin decir nada, con un puño apretando mi corazón. La esperanza me llenó por completo. Esa fe de que algún día levantaría la vista y me vería como ese alguien especial.

—Seguro. —Sorbí con cuidado mi café caliente—. Lo entiendo.

Se recostó en su asiento. —Suficiente de mí. ¿Qué hay de ti? ¿Estás saliendo con alguien? —Me guiñó un ojo—. ¿Alguien al que deba supervisar, para cerciorarme de que te trate bien?

Mi rostro se enrojeció, y miré hacia mi vaso, jugueteando con el borde de la tapa. —No tienes que hacer eso.

No sabía si era algo bueno o malo —que tomara una postura protectora. Si sus motivos eran más egoístas que altruistas, sería bueno. Desafortunadamente, siempre me había cuidado de la misma forma en que cuidaba a su primo. Era dulce, pero sólo servía para resaltar su muy platónico interés por mí. Quería, necesitaba, que me viera como un chico de carne y hueso... alguien a quien protegería porque me quería para sí mismo.

—Y de todos modos, no hay nadie —añadí.

—Sí. Bueno, cuando conozcas a alguien, cerciórate de que te trate bien, Seungmin. Te lo mereces. —Su mirada se suavizó, pero no por las razones correctas. No porque me viera a mí. Sus aterciopelados ojos no se suavizaron porque se encontrara abrumado de ternura porque estuviese sentado frente a él en este momento.

No. Al mirarme veía al chico de doce años. Y lo mucho que apestaba mi mundo en ese momento —mi pasado. Un padre muerto. Una madre en Dios sabe dónde.

Crecer con una abuela en su comunidad de retiro se encontraba muy lejos de lo idílica que era su vida. Me tenía lástima.

—Bueno, supongo que le llevaré a Jisung su café. —Con la garganta de pronto comprimida, me levanté, asegurando mi mochila a mí alrededor antes de tomar las bebidas de la mesita redonda frente a mí. Me siguió hasta la puerta, manteniéndola abierta para mí.

Saliendo detrás de mí, me dio un abrazo rápido, con cuidado de no derramar mis vasos. —Fue bueno charlar contigo. Nos vemos, Seungmin.

—Sí, igualmente. —Mi brillante sonrisa se desvaneció cuando se giró. Lo observé moverse por la acera, combinándose con el tráfico de estudiantes.

Me mantuve allí, bloqueando la entrada de la cafetería hasta que ya no pude distinguir su espalda. Hasta perderlo de vista.

Todas las emociones, toda la desesperación que sentí anoche, surgieron otra vez en mi interior. Regresaron con mucha más fuerza. Sabía lo que tenía que hacer. Si quería que me mirara de forma diferente, sin nada de lástima, entonces, eso tenía que ser: diferente.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro