three

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Existían varias cosas —bien, un montón de ellas— que permanecían inciertas para mí. La ubicación exacta de mi madre, si prefería tocino o salchicha en mi pizza, y qué haría exactamente después de terminar la universidad con un título en psicología.

Pero de lo que nunca dudé en mi mente era que quería ser parte de la familia Seo y Hwang. Quería casarme con Seo Changbin .

Quería pertenecer a la familia que me ofreció consuelo al crecer. Los Seo y Hwang eran todo lo que una familia debería ser. Amorosos. Solidarios. Se sentaban a la mesa para la cena cada noche y hablaban de su día. Jugaban al Monopoly juntos y tenían fiestas en la piscina. Compartían más que una casa. Compartían sus vidas. Eran todo lo que nunca tuve.

Antes de vivir con mi abuela, mi vida transcurrió en una serie de habitaciones de motel. Recordaba vagamente una casa con un columpio en el patio trasero. Cuando mi padre vivía. Lo recordaba de pie junto una parrilla con un montón de gente a su alrededor. En fiestas importantes había fuegos artificiales, y yo me encontraba pegajoso por el jugo helado. Pero eso era todo lo que tenía. El único recuerdo de un tiempo que no se llenaba de los sonidos de mamá llorando mientras algún tipo la golpeaba, escuchando a través de las delgadas paredes del cuarto de baño o del armario en el que me escondí.

Los Hwang y Seo asistían juntos a la iglesia. Enviaban tarjetas de Navidad con fotos de ellos junto al perro delante de un enorme árbol de tres metros. Desde que Hyunjin me llevó a su casa en séptimo grado y puede ver cómo era su vida, y desde que conocí a Changbin, supe que quería ser uno de ellos.

—¿Seguro de que no quieres regresar y cambiarte? Puedes tomar prestado algo de mi ropa.

La sugerencia de Jisung me sacó de mis pensamientos.

—Tu ropa posiblemente se vea pegada en mi, eres bajo y de cintura muy estrecha así que no gracias.

Me rodó los ojos al tiempo que nos abríamos camino a través de la gran cantidad de grava.

Mulvaney era una institución local que atendía a lugareños y estudiantes universitarios por igual, pero eso no quería decir que hubiera estado allí antes. Bares... el olor a alcohol, las voces ruidosas de los borrachos, me recordaba demasiado a mamá. Jisung y Jeongin me arrastraron a Freemont's en una ocasión, pero sólo fuimos porque era el cumpleaños de Jisung.

Había dos entradas. Al ingresar por la parte trasera, pasamos junto a las personas en la cola de la barra de alimentos. El aroma a comida frita llenó mi nariz.

Jisung señaló la pizarra por encima del mostrador. —A la una de la mañana no hay nada mejor que las bolas de macarrones fritas. Tendremos que conseguir un poco antes de irnos.

Asentí, tentado de preguntar por qué no nos limitábamos a hacer eso ahora, pero Jeongin me lanzó una mirada de reproche, advirtiéndome que ni siquiera lo sugiriera. Tomando mi brazo me condujo hasta una rampa de madera que daba a la sala principal. Una larga barra se extendía contra la pared izquierda. El lugar se hallaba lleno. No había suficientes mesas alrededor, por lo que al menos un centenar de personas se distribuían por la habitación, con sus bebidas en las manos, sus voces provocando un ruido ensordecedor que rivalizaba con la música que se reproducía a todo volumen por los altavoces.

Nos desplazamos en fila, tomados de los brazos, al tiempo que nos exprimíamos avanzando entre las personas. Terminé en el medio, debido a un deliberado movimiento realizado por Jisung y Jeongin, puedo decir. Algunos chicos y chicas intentaron hablarnos, cuando nos abríamos paso entre la multitud. Jisung sonreía, devolviéndoles el saludo.

—Hola, Rojo—me gritó uno, ubicándose entre Jisung y yo. Tuve que bajar la mirada para mirarlo. Apenas me llegaba a la barbilla.

Empezaba a balbucear un hola cuando Jisung retrocedió y lo miró desde arriba.

—¿Rojo? ¿En serio? Pierdes puntos por originalidad. Vamos, Seungmin —Le dio un tirón a mi muñeca, llevándome con él—. Sí. Apenas cinco minutos aquí y ya tienes pegue.

Hice rodar los ojos.

—Él no es lo que buscamos, pero no te preocupes. La noche aún es joven. Aún no lo hemos encontrado. —Jisung señaló la barra—. ¿Por qué no nos traes una jarra? Conseguiré una mesa.

Estiré la cabeza para mirar alrededor. —¿Cómo lograrás encontrar una mesa en este zoológico?

Jisung me dedicó una mirada insultado. —Oh, tendremos una mesa. Déjamelo a mí.

—Toma. —Jeongin me metió un poco de dinero en la mano—. La primera jarra va por mí.

—Y la única. No necesitamos comprar nuestras bebidas. —Jisung sacudió la cabeza como si los dos tuviéramos mucho que aprender y me hizo un gesto para que me dirigiera a la barra—. Adelante. Y mientras estás allí mantén un ojo en ya sabes quién.

Vi como desaparecían en medio de la multitud, convencido ahora de que todo el punto de enviarme a la barra era que entrara en el radar del importante camarero que veníamos a buscar. Caminé entre la multitud, avanzando dificultosamente entre las personas hasta colocarme en la cola, detrás de un par de chicas risueñas.

—Sí, ese es él —le dijo una rubia decolorada a su amiga—. Ly dijo que era ardiente, pero Dios mío... eso es quedarse corto.

Su amiga se abanicó. —Si él perdió el tiempo con Ly, va a pensar que se ganó la lotería con nosotras.

¿Quién habla de su "amiga" de esa manera? No pude evitarlo. Se me escapó una risa. Me tapé la boca con una mano.

La chica de cabello oscuro me miró por encima de su hombro. Rápidamente dejé caer mi mano y traté de parecer inocente, inclinando el cuello como si estuviera impaciente por pedir mis bebidas y no las escuchara.

La rubia le pegó en el brazo. —Eres tan mala, Gina.

Gina volvió la atención a su amiga. —Bueno, espero llegar a ser mala con él esta noche. Aquí hay dinero. —Agitó un billete, claramente tratando de ganarse la atención del camarero.

Negué con la cabeza, lamentando cada una de las veces que juzgué a Jisung por su falta de inhibición. En comparación con estas dos, Jisung era un niño explorador. Era evidente que discutían sobre mi camarero. Espera. ¿Cuándo llegó a ser mío? Hice una mueca. De acuerdo a lo que oí, pertenecía a todos los chicos y chicas que pasaron por las puertas de Mulvaney.

Me recordé a mí mismo que no me enrollaría con nadie esta noche... especialmente no con un camarero con la reputación de intercambiar genes con toda la población. Gracias, pero no. No podía imaginarme con alguien tan poco selectivo. Tenía estándares. No existía ninguna manera de que pudiera contemplar conectar un poco con alguien así. Incluso si me permitiera obtener algo de la experiencia que necesitaba para ganarme a Changbin.

Y entonces lo vi.

El aire se congeló en mis pulmones. Dio un paso delante de las dos chicas, apoyando los brazos sobre la barra. Oí su voz, grave y profunda, sobre el zumbido constante del bar.

—¿Qué puedo hacer por ustedes?

Me quedé boquiabierto, incapaz de parpadear. Tenía una vista sin obstáculos de él entre las chicas. La sangre se agolpó en mis oídos, y de repente regresé a la noche anterior y me hallé en la solitaria carretera nacional, el humo acre de mi coche sobrecalentado me llenaba la nariz mientras miraba su familiar cara. Ese cabello castaño. El cuerpo alto y delgado que se inclinó sobre el motor de mi coche hace menos de veinticuatro horas. Podía verlo con más claridad ahora, pero no me equivoqué en mi evaluación inicial. Era caliente. Con mandíbula perfilada y fuerte. Rasgos esculpidos en mármol. Con unos ojos muy penetrantes.

Parecía de la misma edad que yo. Podía verlo ahora. Probablemente era la forma en que se mostraba. Experimentado. Capaz. Llevaba una camiseta de algodón muy gastado con la palabra MULVANEY extendida por encima de pecho. Vagamente me pregunté si su camisa se sentía tan suave como parecía. Si su pecho era sólido.

Las muchachas reían como niñas de secundaria ahora. También sorprendidas. Sentí como si alguien me diera un puñetazo. Mi salvador. Mi camarero. El prostituto de Mulvaney. Todos eran uno solo.

—¿Qué puedo hacer por ustedes? —repitió.

—¿Qué tienes de bueno? —Gina apoyó los codos en la barra, sin dudar en mostrarle algo de su escote.

Él recitó las diversas cervezas de barril, como probablemente tuvo que hacer cientos de veces antes. Su mirada se deslizó a lo largo de la barra al hablar, evaluando a la multitud.

—Hmm. ¿Cuál es tu favorita? —preguntó Gina.

Sacudiendo la cabeza, volvió a mirarla. —Mira, volveré cuando te hayas decido. —Sus ojos viajaron de ellas a mí. —¿Qué quieres tomar?

Mi boca se abrió, sorprendido de que se dirigiera a mí, y de que las rechazara con tanta facilidad. Sólo así. Y nada menos que cuando coqueteaban con él.

Sus ojos se estrecharon con reconocimiento. —Hola, tú. —Asintió ligeramente en mi dirección—. ¿Cómo está el auto?

Antes de que pudiera responder, Gina me lanzó una mirada fulminante y luego lo enfrentó. Le agitó su dinero en el rostro. —Disculpa. Nosotras llegamos primero.

Suspirando, volvió a mirarlas, su expresión era una mezcla de fastidio y aburrimiento. —Entonces ordena ya.

Ella se echó su cabello oscuro por encima del hombro. —Olvídalo. El servicio aquí apesta. Iremos a otro lugar. —Girándose, me empujaron al pasar.

Ni siquiera las observó partir. Con su mirada fija en mí, se encogió de hombros y me dedicó una media sonrisa que me provocó un vuelco en el estómago. Me acerqué a la barra, tratando de parecer confiado. Como si fuera a bares todo el tiempo.

Apoyó las manos en el borde de esta, inclinándose un poco hacia delante. —Ahora, ¿qué puedo hacer por ti? —Su tono era decididamente más amistoso que el que usó al hablar con las chicas, y el calor invadió mi cara. Seguramente era sólo porque de alguna manera nos conocíamos, pero aun así me hizo sentir especial. Destacado.

Bajé la vista, mirándole los brazos y bajando hasta donde la barra me permitía ver. Me hubiera gustado estudiarlo más a fondo, pero ya sabía que me lo comía con la mirada, y todavía no contestaba a su pregunta.

—Umm. Una jarra de Sam Adams. —Sabía que a Jisung le gustaban las cervezas.

—¿Identificación?

—Oh. —Busqué la identificación.

La miró y luego volvió a mirar mi cara. Se le dibujó un esbozo de sonrisa en los labios. —¿Veintidos?

Asentí, pero mi cara pasó de estar caliente a arder.

—Supongo que simplemente tienes una de esas caras de bebé. —No esperó una respuesta. Sin dejar de sonreír débilmente, se apartó.

Mis ojos se sintieron atraídos por su amplia espalda. Llevaba unos vaqueros gastados, y la vista desde la parte trasera era casi tan bonita como la delantera. De la nada, el bar se sentía caluroso.

Dejó la jarra llena y una pila de vasos delante de mí.

—Gracias. —Le entregué el dinero. Lo tomó y se movió a la caja registradora.

En el momento en que se fue, traté de pensar en algo que decir. Algo lindo y atractivo. Cualquier cosa que pudiera sacar adelante nuestra conversación. No me detuve a considerar por qué. O por qué de repente ya no era tan reacio a la idea de hablarle. De coquetear con él. Coquetear.

Mi garganta se cerró con el pánico ante la perspectiva. ¿Cómo lo hacía Jisung? Hacía que coquetear pareciera tan fácil.

Regresó con mi cambio. —Gracias —murmuré, dejando caer dinero en el bote de propinas.

—Cuídate.

Levanté la mirada, pero ya se había marchado, avanzando al próximo cliente. Vacilé, observándolo. Negando con la cabeza, me recordé no comérmelo con la mirada. Colocándome los vasos debajo de un brazo, sostuve la jarra con dos manos y me zambullí de nuevo en la multitud. Solo que no di dos pasos antes de que alguien tropezara conmigo. La jarra voló de mis manos, dando vueltas en medio de los cuerpos, derramando cerveza por todos lados. Las personas se quejaron, secando inútilmente sus atuendos empapados.

—¡Lo siento! —me disculpé, ante sus rostros ardientes, agradecido de que al menos me las arreglé de algún modo para permanecer seco.

Inclinándome, recuperé la jarra de plástico del piso de madera, justo cuando mi teléfono empezaba a vibrar múltiples veces en una rápida sucesión.

Lo saqué de mi bolsillo y leí el mensaje.

Jisung: Encontré una mesa. ¿Todavía en la barra? ¿Lo viste?

Rodando los ojos, fijé la jarra vacía debajo de mi brazo y le contesté.

Yo: Sí. Sí.

Suspirando, me apretujé de nuevo hasta la parte delantera de la barra y dejé la jarra encima. Mi mirada lo buscó. Ahora les servía a los clientes un poco más al fondo de la barra, inclinando su esbelto cuerpo sobre el mostrador para escuchar mejor los pedidos. Esperé hasta que atrapó mi mirada. Me envío un asentimiento de reconocimiento. Asentí de regreso.

Mi teléfono vibró en mi mano otra vez. Bajé la mirada.

Jisung: Estás tardando mucho. Será mejor que estés ligando con él para que te tome tanto tiempo.

Resoplé y me encontraba en el proceso de contestarle cuando él llegó frente a mí. Asintió hacia la jarra. —Eso fue rápido.

—Sí. —Rápidamente me deslicé el teléfono en el bolsillo, casi como si temiera que viera los mensajes sobre de él. Sonreí lánguidamente—. No llegué a los tres metros.

—Ah. —Asintió comprendiendo, y apoyó las manos sobre la barra de nuevo. El movimiento ajustó la camisa sobre su pecho y tiró de ella contra sus hombros—. Te dejaré saber un secreto. Los chicos buenos son comida viva en sitios como estos.

Lo miré por un momento, asimilado sus palabras. Me humedecí los labios, alcanzando el fondo de mi interior, en donde residía alguna reserva de instintos —Tal vez no soy tan bueno.

Entonces se rio, un pequeño y profundo sonido que envió las ondas de un torbellino a través de mí. Mi rostro se sonrojó. Sonriendo vacilantemente, inseguro de si su risa era algo bueno o malo.

—Bebé, tienes "chico bueno" escrito completamente sobre ti.

El "Bebé" hizo que mi estómago revoloteara. Hasta que asimilé el resto de sus palabras. Tienes "chico bueno" escrito completamente sobre ti. Fruncí el ceño. Los chicos buenos no se ganaban al chico. Él ex novio de Changbin apareció en mi mente. Nadie lo acusaría de ser un chico bueno. Era sexy, con un brillante cabello castaño y ropa de diseñador que mostraba su cuerpo. Sofisticado. No el tipo de chico de al lado en absoluto. No como yo.

—Podrías sorprenderte —fingí.

—Sí. —Asintió, su mirada vagando sobre mí, y repentinamente deseé haber vestido algo además de un suéter sin forma—. Podría.

Obligué a mis labios a cerrarse para contenerme de discutir con él. Pensaba que era un chico bueno porque así era como lucía. No lo haría cambiar de parecer con palabras. Esas eran el tipo de cosas que uno demostraba.

Flexionó su brazo y le dio un golpecito a su codo. —Usa tus codos para poder pasar por ahí.

Se alejó y llenó otra jarra. La colocó frente a mí. Busqué torpemente el la bolsa de mi pantalón.

Se pasó una mano por el cabello. —No te preocupes por ello.

—¿En serio? Gracias.

Señaló la sala principal. —Sólo recuerda usar tus codos, Chico Bueno.

Con esa línea de despedida, se movió por la barra hacia el próximo cliente. Permanecí ahí y lo miré por un instante, contemplando nuestro intercambio. Chico Bueno. Hizo eco a través de mi cabeza. Fantástico. Eso era lo que pensaba de mí. Sin nombre. Simplemente eso.

Alguien me codeó para que saliera del camino. Volviéndome, maniobré de nuevo a través de la multitud, siguiendo su consejo y utilizando mis codos. Me consiguió miradas, pero funcionó.

—¡Seungmin! ¡Por aquí! —Jisung hizo un gesto salvaje desde una mesa.

Dos chicos ya ocupaban la mesa. Algo me dijo que lo obtuvieron primero. Media jarra de cerveza descansaba en el medio. Jisung y Jeongin bebían sin duda de vasos que eran cortesía de sus compañeros de mesa.

—Chicos, este es Seungmin —Palmeó el brazo del muchacho a su lado—. Troy muévete y deja que se siente.

—Es Travis. —Se puso de pie e hizo un ademán hacia su asiento.

Dejándome caer en la silla, dejé la jarra al lado de la otra.

—Bueno. —Jisung se acercó más—. ¿Cómo de ardiente es?

Llené un vaso y tomé un profundo trago, repentinamente sintiendo como si necesitara la fortificación, incluso si no era fan de esas cosas. Tomando un respiro, respondí—: Ardiente.

—¿Hablaste con él?

Encogí un hombro, guardando para mí por alguna razón que él fue el chico que me ayudó con el coche anoche. Eso podría llevarme a explicar que acababa de apodarme "Chico Bueno". Me volví a retorcer dolorosamente por eso. También podría haberme apodado "indeseable" o "leproso".

—Ordené cerveza —ofrecí.

—Ugh, ¿eso es todo? Bueno, hay un montón de peces en el agua. —Señaló a nuestro alrededor—. Te encontraremos a alguien que perfeccione tus habilidades.

Mi mirada escudriñó el mar de personas, incluyendo a los dos chicos en nuestra mesa. El que me entregó su silla ahora estaba acuclillado, sentado en un casco de motocicleta. Observaba a Jisung prestando atención como si de hecho fuera un participante en nuestra conversación.

Mientras tanto, su amigo trabajaba para impresionar a Jeongin. No podía imaginar un esfuerzo más inútil que ese. Tuvo que decirle que tenía novia. Jeongin era así. No les daba falsas esperanzas a los chicos cuando no tenia interés por ellos, creo que la mayoría asumía que debido a que era amigo de Jisung entonces tenia el mismo gusto.

—¿Buscando mejorar tus habilidades? —repitió Travis—. Puedo ayudarte con eso.

—Calma, chico. —Jisung golpeó su brazo y pude leer su mensaje oculto incluso si era demasiado amable para decirle las palabras: No eres lo que buscamos.

—De hecho no hablaba de mí. Sino sobre el club manía.

—¿Club manía? —Pardeé.

—Sí. Todos hablan sobre él.

—Guau, espera un minuto. ¿Dijiste "club manía"? —Jisung extendió una mano—. No creo que todos hablen sobre él. Yo ni lo he escuchado.

—Es sólo con invitación. Los miembros son pocos y selectos.

Jisung ladeó la cabeza y le dedicó una mirada intencionada. —Y de nuevo, no he escuchado sobre él.

Sonreí. Los ojos de Jisung me detuvieron. Rápidamente me cubrí los labios, tratando de ocultar mi diversión. Obviamente se sintió despreciado por escuchar sobre esto ahora.

—¿Qué es un club manía? —preguntó Jeongin, y las palabras en sí mismas parecían extrañas emergiendo con su acento.

—Ya sabes —ofreció el amigo de Travis—. Es tal como suena. Un club para personas a las que les gustan sus cosas fuera de la caja, ¿sabes? —Dibujó una pequeña caja en el aire como si eso, de algún modo, lo explicara todo.

—Personas a las que les gustan sus cosas fuera de la caja —murmuré, mirando los rostros alrededor de la mesa—. Eso no ayuda. —Especialmente considerando que no sabía ni siquiera con certeza que todo estuviera dentro de la caja.

—La chica del apartamento de enfrente del mío es miembro —añadió Travis—. Ella me habló sobre él.

—¿Sí? —Los ojos de Jisung destellaron con interés—. ¿Qué le interesa?

Travis nos miró a los tres. —Oh, le interesarían ustedes tres.

—¿Es solo para heteros? —Jisung parecía poco impresionado—. ¿Qué tan fuera de la caja es eso?

—Dije que estaría con los tres .

Nos miramos por un largo rato. Y después Jisung hizo un sonido de ahh y Jeongin asintió, comprendiendo. Yo todavía miraba sin entender.

Travis rio ante mi expresión. —Ustedes tres... juntos. Todos a la vez.

—Oh. —Mis mejillas ardieron.

Travis rio. —Tu expresión no tiene precio.

—Club manía, ¿eh? —Jisung me miró todo pensativo—. Definitivamente aprenderías una cosa o dos si visitaras...

—Olvídalo —la corté—. Una cosa es coquetear por ahí con un camarero y... —Mi mirada se movió hasta los dos chicos escuchando atentamente. De repente me sentí avergonzado. De todos modos, seguí adelante—... y otra pensar en hacer otras cosas. No necesito zambullirme en el libertinaje.

Travis golpeó la mesa, riendo de nuevo. Ondeó la mano en mi dirección. —¿Dónde lo encontraste? Grita "nunca he estado debajo".

Jisung pateó el casco de Travis por debajo de él. Se desplomó sobre el suelo de madera. Él asintió hacia la habitación. —Piérdete.

Travis se puso de pie, sacudiéndose. —Lo siento. Sólo bromeaba. —Miró a su amigo—. Vamos, hombre.

Los dos se desvanecieron en la multitud. Por un momento, los tres nos sentamos ahí, en silencio.

—No escuches a ese idiota —murmuró Jisung por fin.

Me encogí de hombros porque no me molestaba. En serio, ¿qué importaba lo que algún imbécil pensara de mí? Incluso si su valoración parecía coincidir con la opinión que el camarero tenía de mí. "Chico bueno" y "nunca ha estado debajo" parecían ir de la mano, después de todo.

Honestamente, no me molestaba ser virgen. Lo que me molestaba era ser invisible. Y hasta que me volviera visible, ¿cómo iba Changbin a notarme alguna vez?

Tomé un sorbo de mi vaso y paseé la mirada por la habitación, evaluando a la multitud. Había chicos atractivos por todos lados, riendo, hablando y coqueteando. Nunca me había sentido tan apartado de mi lugar como lo hacía en ese minuto. Cualquiera de esos chicos tenía una mejor oportunidad con Changbin que yo. Todo porque no temían perseguir lo que querían. Todo porque sabían cómo hablar, cómo actuar, cómo ser en torno a las personas.

Y no necesitaban un club manía que los educara. Si ellos lo descubrieron, yo también podría.

Mi mirada regresó rápidamente a mis amigos, la determinación corriendo a través de mí. —Muy bien.

Jisung ladeó la cabeza. —Muy bien... ¿qué?

—Hagamos esto —anuncié—. Tomaré cualquier consejo que me den. Ligaré y usaré cualquier atuendo que escojan.

Jisung reaccionó, sentándose atento y derecho en su silla. —¿Es en serio?

Jeongin parecía desconcertado —¿Seguro, Seungmin?

Asentí y tomé otro trago, encogiéndome ante el amargo sabor. —Sí. Juego previo. Quiero aprender. — Necesitaba hacerlo.

Jisung aplaudió y miró por la habitación. —¡Sííí! De acuerdo. Veamos. A quién deberíamos...

—No. —Extendí un dedo—. Si voy a hacer esto no será con algún chico inútil que probablemente no es mejor besando de lo que lo soy yo. —Centré mi mirada en cada uno de mis amigos—. Como hablamos más temprano, quiero a alguien que sepa lo que hace. —Tomé una respiración profunda, una imagen llenando mi mente—. Quiero al camarero.

Jisung sonrió lentamente, asintiendo con aprobación. —Muy bien, entonces. Será el camarero.

estoy muy enamorada de chris:((

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