five

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-Ahí está. -Jisung sacudió la cabeza-. No puedo creer que te lo dejé. Es tan malditamente caliente. -El me dio un codazo alentador y agitó una de sus cejas finamente arqueadas-. Será mejor que te lances sobre él, o voy a golpearte. No hay marcha atrás.

Estaba de pie a varios metros detrás de la barra, medio escondido detrás de Jisung mientras espiaba al camarero sin ser detectado. Sus palabras no me perturbaban.

-Tú sabes que, independientemente, de su pequeño interés en mí, o su falta de interés, podría entrar en el juego.

Jisung me miró nuevamente. -Estás bromeando, ¿no? Te ves bien esta noche. Mejor que la mayoría y tú tienes algo especial.

-¿Si?

El asintió. -Sí. Tú tienes... -Hizo una pausa, buscando la palabra-... una frescura en ti.

Hice una mueca, sintiendo como si me hubiese dicho "chico bueno". Parecía no poder escapar de ese apodo.

El camarero (realmente tenía que saber su nombre) llevaba otra camiseta de Mulvaney's, esta de un suave aspecto color gris con letras azules en el pecho. Tuve un flash de mí mismo llevando esa camiseta y nada más, envuelto en su olor. Envuelto en él. Respirando con fuerza, me quité la perversa imagen de encima. Probablemente todas las personas que se le acercaban tenían esa fantasía -junto con algunas otras de su elección que probablemente no necesitaba visualizar. Ese pensamiento me hizo sentir decididamente anti-especial. Tenía que sobresalir de alguna manera sobre el resto, y no estaba convencido de que mi frescura fuese a hacer el truco.

Él lucía tan bien como siempre, si mi memoria no fallaba. Mejor. Un cuerpo hecho para el pecado y una cara que era demasiado bella, pero el vistazo hizo algo por mí. Me hizo sentir sin huesos y tembloroso por todas partes.

-No dar marcha atrás -repetí, mi resolución seguía ahí, ardiendo caliente dentro de mí, impidiéndome girar y salir corriendo del edificio.

Éramos solo dos esta noche.

-Está bien -anunció Jisung-. Creo que hemos observado el tiempo suficiente. Vamos a entrar.

Sus palabras provocaron que una oleada de pánico me atravesara. -Está lleno de gente...

-Está lleno todas las noches. A menos que quieras venir a acecharlo en lunes. Suponiendo que trabaje siquiera entonces.

Negué con la cabeza. No. No más retrasos.

-Entonces vamos. Debes sentirte bien. Te ves genial.

Miré hacia abajo. Los pantalones vaqueros que llevaba pertenecían a Jeongin. Eran demasiado apretados, pero Jisung dijo que era el punto. Tienes buenas piernas. Lúcelas. La camisa era color azul y también era de Jeongin. Jisung juró que iba muy bien en mi.

Mientras avanzábamos lentamente hacia la barra, Jisung me empujó frente a él. Sólo había tres personas trabajando en la barra, y se aseguró de acercarse a la parte en la que él estaba trabajando.

Miré cómo vertía cerveza en una jarra, admirando la flexión de sus bíceps. Su mirada se levantó y recorrió el bar, de la forma en que noté que lo había hecho anoche. Mirando, evaluando a la multitud. ¿Tal vez en busca de problemas? Sus ojos pasaron sobre mí por una fracción de un segundo, antes de llevarlos de regreso.

Él sonrió torcidamente. -Oye, es el Chico Bueno. ¿Cómo va todo?

-¿Chico Bueno? -susurró Jisung en mi oído-. Bueno, claramente no me dijiste todo acerca de anoche si él ya te ha dado un apodo.

Le di un codazo, sin saber cómo responder a su saludo. Sonreí. -Hola.

Entregó la jarra, recogió el dinero y se giró hacia mí.

-¿Qué puedo hacer por ti?

Pedí dos cervezas Long Neck y él le echó un vistazo a Jisung. -¿Identificación?

Lo miré mientras metía su mano en el bolsillo posterior de su pantalon y sacaba su identificación. Cuando volví a mirar hacia atrás, lo atrapé mirándome. El miró hacia otro lado, dándole un vistazo superficial a su identificación antes de traer nuestras bebidas.

-Tan ardiente -murmuró Jisung cerca de mi oído mientras él se inclinaba para cogerlas de la nevera de atrás-. Y te está mirando. ¿Has visto eso?

Negué con la cabeza, sin estar convencido, pero mi corazón latía a un ritmo fuerte en mi pecho.

-Deslízale tú número.

Mi mirada se volvió hacia Jisung. -¿Qué? ¿Así de fácil?

-Bueno, sabrás si está interesado por su reacción. Tal vez te llame. O tal vez no. De cualquier manera, puedes tener a esta cosa fuera de serie o pasar a alguien más receptivo.

Me mordí el labio, pensando. El único problema era que yo había decidido que sería él. Él sería mi sujeto de prueba. Si no era receptivo, no tenía ganas de seguir adelante -me negaba. ¿Y dónde me deja eso?

Suspirando, Jisung buscaba algo sobre la barra.

-¿Qué estás haciendo? -pregunté, mirando en su dirección, y confirmando que él se dirigía de vuelta a nosotros.

Sacudiendo la cabeza, encontró una libreta junto con un lapicero que supongo era la que utilizaban los meseros para los pedidos. A la velocidad del rayo, garabateó mi nombre y número.

Sentí mis ojos agrandarse. -¡Alto! ¡No! -Mi mano se lanzó hacia su brazo, pero él se inclinó lejos de mí, parándose de puntillas y estirando su brazo.

-Aquí tienes -le dijo antes de que mis dedos tomaran medidas drásticas sobre su muñeca.

-¡Jisung, no!

Demasiado tarde. Vi como los dedos largos cogieron el pedazo de papel. Mi mirada siguió esa mano hasta el camarero mientras él dejaba nuestras bebidas amablemente. La bilis subió por mi garganta.

Oí la voz de Jisung a mi lado como si estuviese muy lejos. -Este es su número.

Su. Yo. El chico con la cara roja como un tomate.

Su mirada pasó del papel a mí. Sus hermosos ojos clavados en mí. Movió el papel en mi dirección. -¿Quieres que tenga esto?

Esperó, con la expresión en blanco. La pelota estaba en mi cancha. Sin darme la más mínima indicación de si él siquiera quería mi número, me preguntaba lo que yo quería.

Balbuceé las palabras. -Uh, n-sí. Bueno, seguro. Como sea.

Tonto. Me sentía como un niño de trece años. Mi cara ardía.

-El quiere que lo tengas -insistió Jisung a mi lado.

Mi cara se puso más caliente, si es que era posible. Se inclinó hacia adelante, poniendo los codos sobre la barra, su mirada fija en mí con ardiente intensidad.

-¿Me das esto ?

Al parecer "como fuera" no iba a funcionar para él.

El aire dejó de fluir dentro y fuera de mis pulmones. Me sentí asentir en silencio.

Jisung me dio un codazo discretamente. -Sí -dejé salir por fin de mis labios.

Se enderezó. Sin decir nada más, se deslizó el papel en el bolsillo, tomó el dinero que Jisung le entregó por nuestras bebidas, y se giró hacia otro cliente.

Con una mano en mi brazo, Jisung me arrastró lejos. Me arriesgué a volver la mirada hacia la barra, buscándolo entre la multitud de cabezas flotantes frente al mostrador en donde se pedían las ordenes. Lo encontré.

Él estaba sirviendo más cerveza, sosteniendo la palanca hacia abajo. Pero no miraba lo que hacía. Me estaba mirando a mí.

-Te desea.

Miré a Jisung cuando tomé un sorbo de mi Long Neck, olvidando que no era fan de su sabor. Estaba demasiado molesto.

-No puedo creer que me hayas avergonzado así. -Mientras las palabras salían de mí, deliberadamente forcé a mis ojos en dirección a Jisung para asegurarme de no echar un vistazo nuevamente hacia él a través de la sala.

-Teníamos que conseguir poner las cosas en movimiento. Nada iba a suceder si solo pedías, pagabas y te ibas.

Fruncí el ceño, apoyando la cadera contra la mesa de billar. Me negué a admitir que tenía razón. Tal vez él me llamaría ahora. Había metido mi número en su bolsillo, después de todo. ¿O había sido solo simple cortesía? Para no herir mis sentimientos. Tal vez ya lo había tirado a la basura.

-Dios. -Levanté los dedos y los froté contra el centro de mi frente, donde se estaba formando un dolor sordo.

Me palmeó la espalda. -Lo sé. Es difícil ser un chico que realmente sale de la habitación de su residencia y habla con chicos sexys.

El tipo que había al lado de Jisung le dio un empujón, chocando su cadera. -Oye, cosa sexy, tu tiro.

Girándose, Jisung alineó el palo de billar y preparó su tiro, ganando un montón de miradas cuando se inclinó, alzando su trasero en el aire ante las miradas de los dos chicos que nos habían invitado a jugar al billar con ellos.

La bola entró en la tronera con un silbido.

-¡Lindo! -Ken chocó la mano con el, aferrando sus largos dedos más de lo necesario.

A Jisung no parecía importarle. Él era lindo. Me di cuenta de que también pensaba lo mismo; arqueó la garganta cuando se echó a reír.

Por desgracia, a su amigo parecía gustarle yo, y no pensaba que fuera lindo. O tal vez lo era. Simplemente no me atraída. Sólo había un tipo aquí que atraía mi interés, y me había humillado delante de él. Realmente había murmurado "como sea" cuando me preguntó si yo quería que él tuviese mi número. No era exactamente lo que yo aspiraba a ser. En realidad, debería solo llamarlo una noche y volver a casa ahora.

-¿Seguro que no quieres jugar? -Me ofreció un palo. Traté de mirar con una mente abierta. Después de todo, mi número de teléfono podría estar arrugado en un bote de basura justo ahora. Tanto como si me gustaba como si no, tendría que contemplar otras alternativas con el fin de adquirir la experiencia que necesitaba.

Un mal sabor cubrió mi boca. Era más fácil decirlo que hacerlo. Por alguna razón, el camarero era el único chico que podía considerar besar y tocar sin sentirme ligeramente revuelto.

El chico delante de mí no era mal parecido. Un poco regordete, suave en el medio. Probablemente demasiadas cervezas y comida chatarra. Pero la juventud estaba todavía de su lado. Tenía buenas características simétricas. Le predecía treinta kilos de sobrepeso en diez años, pero por ahora estaba bien.

-No, gracias. Ustedes ya han comenzado, de todos modos.

Él sonrió, pero parecía decepcionado.

Durante la siguiente hora, me senté en un taburete, mirando como Jisung y Ken se ponían cada vez más amistosos, riendo hablando, tocándose en cada oportunidad mientras se movían alrededor de la mesa de billar. Tuve una pequeña charla con su amigo. Él se quedó cerca, incluso mientras jugaba al billar, charlando conmigo y bebiendo constantemente. Sólo esperaba que no fuera el conductor designado.

La multitud comenzó a diluirse alrededor de las once.

-Hay un puñado de grandes fiestas en la fraternidad -explicó cuando me pregunté en voz alta a dónde se había ido todo el mundo tan pronto.

Asentí con la cabeza, pero no pude dejar de echar un vistazo al otro lado de la sala, hacia la barra. No pude resistirme. Con la disipación de la multitud había muy poco que obstruyera mi visión.

Solo se encontraba trabajando un camarero en el mostrador, pero no era él. Mi camarero no estaba por ningún lado. ¿Estaba en un descanso? ¿O se había ido antes de tiempo? Si se fue temprano, podría haber hablado conmigo. Si quería. Ahora estaba convencido de que el papel con mi número se encontraba hecho una bola en el suelo. Estúpidas lágrimas quemaron mis ojos. Parpadeé furiosamente para alejarlas.

Tomando un respiro, me obligué a dejar de obsesionarme. Él no era el objetivo final, después de todo. Changbin lo era. Podía encontrar a alguien más que me ayudara a conseguir la experiencia que buscaba.

-¿Puedo traerte otra cerveza? -preguntó el amigo del que me había olvidado y siguió mi mirada hacia la barra.

Volví mi atención a la mesa de billar. Ken tenía a Jisung en un íntimo bloqueo corporal, enseñándole algún movimiento. Puse los ojos en blanco.

-No, estoy bien. Gracias.

-¿Qué tal si salimos de aquí? -sugirió Ken, apartándose un paso de la mesa y mirando primero a Jisung, luego a mí y a su amigo. Y una vez más a Jisung.

¿Irnos los cuatro juntos? Ya podía ver hacia dónde se dirigía. Jisung besándose en una habitación con Ken y yo atascado, a solas, con su amigo. No, gracias.

Jisung y yo nos miramos, comunicándonos en silencio. El me dio la más leve inclinación de cabeza, entendiendo. Yo estaba listo para irme, pero no con estos chicos. Eso era lo bueno de Jisung. El podía estar en sobremarcha sexual la mayor parte del tiempo, pero nunca pone nuestra amistad en un segundo plano.

Me deslicé de la butaca. -Tengo que ir al baño.

Esperaba que eso le diera tiempo para acordar las cosas con su chico e intercambiar números. O no. Nunca podía saberse realmente con Jisung. A veces pensaba que de verdad estaba enganchado de un chico y luego lo dejaba sin razón aparente. Una vez botó a un chico después de una tercera cita porque pidió una bolsa para llevar en la cena. Jisung aseguraba que él estaba demasiado cómodo si hacía eso. No creí que le importara que aquello sólo tuviera sentido para el. Personalmente, pensaba que tenía miedo de ponerse demasiado serio con un chico, pero, ¿qué sabía yo? Sólo había besado a un hombre en mi vida.

Crucé la habitación hasta el estrecho pasillo que conducía a los baños. Eran de uso individual, y por lo general no había cola, pero no esta noche. Una vez dentro, puse el pequeño gancho en su lugar, cerrando la puerta. Girándome, vi mi reflejo e hice una mueca de dolor. Como de costumbre, mi pelo estaba fuera de control. Traté de arreglarlo... pero creo que fue casi inútil.

Momentos más tarde, terminé de lavarme las manos y abrí la gruesa puerta de roble, notando de inmediato que el amigo de Ken me esperaba fuera. Al principio pensé que estaba en la fila para el baño, pero la forma en que su mirada se clavó en mí me hizo darme cuenta de que me esperaba.

-Hola. -Se apartó de la pared.

-Hola -murmuré, dando un paso hacia el estrecho pasillo y deseando que la luz fuera mejor. El espacio en sombras hacía que se sintiera demasiado íntimo.

Se puso en mi camino.

-¿Por qué tú y Jisung no van con nosotros?

Negué con la cabeza. -Tengo que levantarme temprano. -No era cierto, por supuesto. Mi turno de trabajo comenzaba a las 11 pero el no tenia que saberlo.

-Au. Vamos. -Se acercó más.

Mi espalda chocó contra la pared, haciendo sonar los marcos y las placas redondas que la decoraban. Levanté las manos frente a mí mientras él continuaba acercándose. -Uh, ¿qué estás...?

Cerró la distancia, plantando sus labios sobre los míos. Me quedé inmóvil, en estado de shock. Su áspera lengua empujó entre mis labios y me atraganté. No sabía si estaba demasiado metido en el beso y no se daba cuenta de que yo no, o si no le importaba. O estaba demasiado borracho. O tal vez pensó que iba a cambiar de opinión después de un minuto de aquello y que iba a empezar a devolverle en beso. En cualquier caso, sus labios se quedaron firmemente pegados a los míos, más sucio y descuidado que mi último beso. Maldita sea. Se podría pensar que las cosas mejorarían desde décimo grado.

Apreté una mano entre nosotros. Doblando mis dedos en un puño, lo golpeé en el hombro. Él no se movió, y fue entonces cuando sentí el primer hilo de pánico. A pesar de eso, me obligué a mantener la calma. Estábamos en un lugar público. ¿Qué podría suceder que yo no quisiera que sucediera? Bueno, además de un tremendo beso que sabía a cerveza agria y no parecía que fuera a terminar en cualquier momento cercano.

Le golpeé el hombro con fuerza con mi mano libre. Él me abrazaba con tanta fuerza que no pude conseguir sacar mi otro brazo de entre nosotros.

Luego desapareció. Así sin más.

Me derrumbé contra la pared, sin notar que la esquina de una placa especialmente dentada rascaba mi nuca. Fue gracioso que no me hubiera dado cuenta de eso antes. Me limpié la boca con el dorso de la mano como si pudiera deshacerme del beso no deseado, y me aparté de la pared, centrándome en la escena delante de mí.

El chico estaba en el suelo, y alguien se cernía sobre él, agarrándolo por la pechera de la camisa. Me tomó un segundo reconocer la parte de atrás de mi camarero, y entender que él estaba aquí, deshaciéndose del idiota, ayudándome. Rescatándome una vez más.

Me moví, mis pies acercándose a ellos. Mirando por encima de su hombro, me quedé sin aliento al ver la cara del idiota. Estaba sangrando, sobre todo por la boca. Ni siquiera se podía distinguir la blancura de sus dientes en medio de aquella oleada de sangre. Me aferré al brazo del camarero justo cuando se movía hacia atrás, listo para dar otro puñetazo.

-¡No! ¡Alto!

Él me miró con una expresión salvaje, nada parecida a su inexpresividad habitual. Su mandíbula tensa. Un músculo palpitaba en su mejilla. No supe cuánto tiempo me observó con los ojos brillantes. Se sintió como una eternidad antes de que hablara, antes de sentir su voz, grave y profunda, pulsando a través de mí.

-¿Estás bien?

Asentí. -Estoy bien. -Hice un gesto con la cabeza hacia el idiota-. Puedes dejar que se vaya.

El chico lloriqueaba ahora. No podía descifrar su discurso. Eran más sollozos que palabras.

Los músculos firmemente agrupados se aliviaron bajo mis dedos y me di cuenta de que todavía estaba aferrada al brazo del camarero. Sin embargo, no lo solté. No de inmediato. Bajé la mirada hacia su brazo, como si tuviera que ver por mí mismo dónde conectaba nuestra carne. Dónde su piel tocaba mis dedos. Sin pensarlo, rocé más arriba de su brazo, y algo dentro de mí se apretó y retorció. Dejé caer mi mano.

Él apartó la mirada y miró a idiota de nuevo. Levantó la otra mano y el chico se encogió como si esperara otro puñetazo. En su lugar, señaló al final del estrecho pasillo.

-¡Fuera de mi bar!

Asintió ferozmente, con la cara hecha un desastre. Hice una mueca. Dolía solo mirarlo. Él se puso de pie, murmurando-: Voy a buscar a mi amigo.

Estaba casi fuera de la sala cuando el camarero le gritó, indiferente a los clientes que miraban con curiosidad en nuestra dirección. -No quiero volver a verte por aquí de nuevo.

Asintiendo, el chico se escabulló.

A solas con mi salvador, inhalé. Mis pulmones de repente se sentían increíblemente apretados, demasiado pequeños para soportar el aire. -Gracias.

Él me miró de frente. -Lo vi seguirte hasta el pasillo.

Incliné la cabeza. -¿Me estabas mirando?

-Te vi pasar.

Así que sí. Él me miraba.

El silencio llenó el aire. Me froté las manos a lo largo de mis muslos. -Bueno. Gracias de nuevo. Espero que no te metas en problemas con tu jefe por nada de esto. Si necesitas que responda por ti...

-Voy a estar bien.

Asintiendo, me alejé un paso de él, di tres zancadas y me detuve girándome de nuevo y pregunté-: ¿Cómo te llamas?

Me parecía absurdo seguir pensando en él como el camarero. No quería regresar a mi dormitorio esa noche, quedarme en la cama, mirando fijamente a la oscuridad, pensando en él -porque sabía que lo haría- y no saber su nombre.

-Christopher -Se me quedó mirando, a través de mí, con una expresión impasible, sin sonreír.

-Hola. -Me mojé los labios y añadí-: Soy Seungmin.

-Lo sé.

Asentí sin convicción. El papel. Por supuesto. Con una sonrisa temblorosa, salí hacia la sala principal.

Estaba a medio camino de la mesa de billar cuando Jisung me encontró, con ojos enormes en su cara. -¿Qué pasó con el rostro de ese tipo? Se veía como si un camión lo hubiera golpeado, y él prácticamente huyó de aquí.

Enganché mi brazo con el suyo y lo conduje hacia la salida. -El camarero es lo que pasó.

-¿Qué? -Tenía las mejillas sonrojadas-. ¿Como que él se puso celoso y... lo golpeó?

Hice una mueca. -Más como que el chico trató de chupar mi cara contra mi voluntad y Christopher intervino.

-¿Christopher? -repitió.

-Sí. Él tiene un nombre.

Sacudiendo la cabeza, me miró con asombro mientras salíamos. -Creo que has logrado más que su atención, Seungmin.

Solté un bufido. -Él sólo estaba haciendo su trabajo.

Jisung me lanzó una mirada. -Es un camarero. ¿Cómo patear el culo de un chico para verse bien entra en su descripción de trabajo?

-Él no está dispuesto a dejar que un cliente sea abordado fuera del baño.

Jisung me miró con escepticismo a medida que caminábamos hacia el estacionamiento. -Simplemente no lo ves. No sabes cómo verlo. Confía en mí. Te va a llamar.

Yo no era tan ingenuo como Jisung afirmaba. Él podría haberse quedado más tiempo en aquella sala, decir algo más para llenar ese incómodo silencio. Para ser un jugador de ese tipo, no hizo ningún movimiento sobre mí. Ni siquiera sonrió.

No. No llamaría. No estaba siendo negativo. Simplemente lo sabía.

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