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No llamó al día siguiente, y a pesar de convencerme a mí mismo de que no lo haría, tenía la esperanza de que tal vez Jisung tuviera razón.

Naturalmente, le eché la culpa. Las palabras de Jisung tejieron su camino dentro de mí y alimentaron la esperanza donde normalmente no la habría. No podía dejar de mirarlo mientras se encontraba en el centro de mi habitación, distrayéndome de revisar mis notas de psicología anormal.

—Bueno, ya sabes que tenemos que volver esta noche, ¿verdad?

—Eh. No, no tenemos que hacerlo.

Se dejó caer en la cama conmigo, aterrizando sobre su estómago.—Vamos. No puedes prometer hacer esto y luego no entregarte al cien por ciento.

—No estoy entrenando para una maratón...

—Lo estás. Eso es exactamente lo que estás haciendo. —Asintió—. Estás entrenando para Changbin. Míralo como tu carrera de cinco kilómetros.

Mordiéndome el interior de la mejilla, consideré sus palabras.

El debió de haberme visto vacilante porque siguió presionando.—Vamos. Lo has impresionado. Dos noches seguidas. —Movió dos dedos en frente de mi cara—. También tenemos que ir allí esta noche. Reuniremos a algunos otros amigos para que vayan con nosotros esta vez. Jeongin va a ese concierto con su novia, así que voy a traer dos de mis compañeros. Siempre se apuntan para un poco de diversión. —Su mirada me perforó—. Di que sí, Seungmin.

Con un suspiro, cerré mi cuaderno.—Está bien. Sí.

Aplaudió y saltó de la cama. —Voy a ir a buscar a los otros del grupo. Entra en la ducha. Pero no escojas tu ropa todavía. —Me señaló con el dedo—. Voy a supervisarte en ese departamento.

—Por supuesto que sí —dije detrás de él mientras salía de mi habitación. Si se salía con la suya, iba a salir de aquí con ropa para nada comoda.

Levantándome, agarré mis cosas para la ducha, mi estómago haciendo cosas extrañas. . Aunque no sabía por qué. Apenas había hablado con Christopher. Él podría haberme ayudado anoche (y cuando mi auto se averió), pero eso era parte de su trabajo. Mantener el orden en Mulvaney's. No había habido nada personal en sus acciones.

Aun así, el recuerdo de aquellos ojos sobre mí en medio de decenas de personas que competían por su atención hizo que me hormigueara la piel. Y no competían por su atención solo porque fuera el chico que servía las bebidas. Además de ser jodidamente sexy, tenía esa cosa fuerte y silenciosa a su favor. Era un cliché y no debería funcionar en mí. Pero lo hacía. Yo era un tonto para él. Al igual que cualquier otro que entrara en Mulvaney's.

Y esto me hizo fruncir el ceño. No quería ser como el resto. Intercambiable.

Él podría estar acostumbrado a hacerlo con un sinnúmero de personas cuyos nombres y rostros no podía recordar a la semana siguiente, pero yo quería ser diferente. Alguien diferente a mi familia.

Alguien a quien él recordara.

Jisung reunió no sólo a Jinwoo y Mino, sino también a un par de otros compañeros de nuestro piso. Sumábamos seis, así que necesitábamos dos autos. Alguien decidió que Jinwoo y yo manejaríamos, probablemente porque no éramos grandes bebedoros. Bien por mí. Me gustaba estar en control de mi propio medio de transporte.

Cuando llegamos a Mulvaney's entramos por la puerta de atrás, más allá de la barra de comida. Mi estómago gruñó y me recordó que no había comido desde el almuerzo. Jisung tiró de mí cuando dudé, mirando con nostalgia una cesta de patatas fritas recubierta de queso que alguien había ordenado.

—Vamos. Puedes comer más tarde. Te voy a comprar la hamburguesa más grande cuando salgamos.

Esta noche estaba repleto de nuevo, pero vi a Christopher de inmediato en su lugar habitual en la barra. ¿También era un estudiante? ¿Qué más hacía? Además de acostarse con la mitad de los clientes que se le lanzaban por aquí, si los rumores debían ser creídos. Tenía que tener algo más para él. La decepción me atravesó al pensar que podría no haber nada más para él que esto. Sin metas fuera de atender el bar.

Changbin era un objetivo para mí. Un pedazo de torta. Si todo iba según lo planeado, pronto tendría un título y un futuro trabajando con niños. Eso es lo que quería. Algo que me enriqueciera, que me hiciera sentir mejor con las cosas de mi vida que nunca podría cambiar.

—Aquí tienes. —Jisung me tendió la mano con un poco de dinero en la palma. Jinwoo y los otros ya buscaban una mesa—. Vamos a empezar con dos jarras. Voy a estar justo detrás de ti para ayudarte a llevarlas. —Me empujó en dirección a la barra.

Me acerqué a la barra, lo más cerca que podía llegar a él; ya odiaba este momento, que empezaba a sentirse redundante. Él no me había visto todavía y quería correr, seguro que sabría que yo estaba aquí debido a él, con la certeza de que me vería y me llamaría idiota, tal y como me sentía. O peor. Podía mirarme, señalar y decir—: ¡Oye, es mi chico acosador!

Mi madre me pasó por la mente. Ella estaba en un vestido azul desteñido, extendida, con los ojos vidriosos mientras se sentaba en el regazo de un hombre y jugueteaba con su cabello, desesperada por ganárselo para poder contar con algo de dinero para su próxima dosis. Ella siempre se encontraba desesperada. Una criatura sin orgullo. El recuerdo dejó un sabor amargo en mi boca.

Clavando los talones, miré hacia Jisung. —No quiero hacer esto.

—¿Qué? Por qué...

Me acerqué y hablé en su oído para que pudiera oírme por encima del estruendo. —Es que no es mi modus operandi perseguir a un hombre. Estoy seguro de que ahora entiende que estoy interesado. Si es un jugador, ¿por qué estoy haciendo toda la persecución?

Jisung giró su boca hacia mi oreja. —Simplemente no ha tenido la oportunidad todavía. Ha estado atrapado detrás de esa barra. Con los chicos es todo sobre la oportunidad. Así que dale una oportunidad.

Sacudiendo la cabeza, me resistí, diciéndole que si yo le gustaba realmente, él crearía una oportunidad. Pero entonces, ¿qué sabía yo? Aparentemente nada. ¿Por qué si no iba a estar aquí en una misión para aprender los juegos preliminares de un caliente extraño?

Puse el dinero en su mano. —Hazlo tú. Estaré detrás de ti para que me vea, pero no voy a ponerme de pie frente a él por una tercera noche. También podría tener una señal alrededor de mi cuello. Creo que él entendió la indirecta. —Le dirigí una mirada de advertencia—. Y no me avergüences de nuevo.

Rodando los ojos, tomó el dinero. —Está bien. —Se empujó hacia el frente, llegando allí más rápido de lo que jamás podría yo. No pude dejar de notar lo mucho que usó sus codos. Estoy seguro de que nunca dejó caer una jarra.

Me quedé detrás mientras Jisung se apoyaba en la barra, sosteniendo el dinero en alto, la señal universal de que necesitaba servicio. Pasaron unos momentos antes de que él volviera su atención hacia Jisung.

Cuando vio que era él, su mirada saltó alrededor, como si buscara a alguien. Mi respiración quedó atrapada en mi tráquea cuando su mirada se posó en mí. Fue una fracción de segundo, lo suficiente para registrar mi presencia. Nada más. No hubo señales de que se acordara de mí siquiera.

Volvió a mirar a Jisung, inclinando la cabeza, comunicándose con él para que siguiera adelante y ordenara. Agitó las manos, obviamente hablando. Siempre hablaba con las manos.

Asintiendo, se dio la vuelta para ir a buscar la cerveza. Esperé su regreso, mi respiración irregular. Le entregó las jarras, tomó el dinero y le devolvió su cambio. Todo sin mirarme.

La decepción me atravesó. Había pensado que tendría otra mirada, y luego...

Exhalé. No sabía qué pasaba entonces. Me pasé una mano por el cabello. Mis dedos se quedaron atrapados, y me di por vencido, tirando de mis dedos para liberarlos.

No sabía lo que hacía aquí. ¿Tratar de ser algo que no era para poder atrapar a Changbin? Me engañaba a mí mismo. Si él no me había notado en todos estos años, ¿por qué habría de cambiar ahora?

En el momento en que Jisung me alcanzó, me sentía más tonto que nunca. Y él debió de ver algo de lo que sentía en mi cara.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

Negué. —Esto es una locura. En verdad no quiero estar aquí. No otra vez. Voy a regresar...

—Ay, Seungmin, vamos. —Él dio un pisotón, sus rasgos insolentes se apretaron firmemente con frustración—. No te vayas.

—Tú quédate. Vuélvete con Jinwoo. —Retrocedí hacia la multitud. Una maldición sonó en mi oído cuando pisé el pie de alguien.

—Espera. Voy contigo. —Miró a su alrededor en busca de un sitio en donde dejar las jarras que sostenía.

—No. Está bien, de verdad. Tengo un examen de estadística el lunes, de todos modos. Debería irme, y no me vengas con esa mirada. Esto es más de lo que he salido como... nunca.

Él suspiró, asintiendo. —Sí. Está bien. Nos vemos más tarde.

Me despedí y me volví, empujando mi camino a través de la contracción de cuerpos hasta que salí. Levanté la cara hacia el aire fresco del otoño y contuve el aliento como si acabara de salir de una profunda piscina de hielo.

Caminando a través del estacionamiento, las suelas de mis zapatos crujían sobre la grava suelta. Casi me di la vuelta cuando me acordé de la hamburguesa que había querido. En lugar de ello, seguí caminando, pensando por qué auto servicio quería pasar en el camino de regreso al dormitorio. Iba pensando en comida cuando una mano se posó en mi hombro.

Con un grito, me di la vuelta, mi puño voló instintivamente, arremetiendo, haciendo contacto. Mis nudillos apenas rozaron su hombro.

—Basta. Tranquilo. —Christopher se quedó allí, con una mano en el aire, mientras se frotaba la parte superior de su hombro, donde lo había golpeado, con la otra mano.

Me tapé la boca con ambas manos. Mis palabras se escaparon, ahogadas. —¡Oh, Dios mío! Lo siento.

—No lo sientas. Debería de haberte llamado. Buenos reflejo. Pero debes trabajar en tu objetivo.

Mis manos cayeron de mi cara lentamente.

Lo miré fijamente, tratando de comprender que él estaba aquí. Delante de mí. Era extraño verlo fuera de su elemento. Aparte de esa primera vez, solo lo había visto en el interior de Mulvaney's. Aquí, en el exterior, parecía más vivo.

Mi cabeza se inclinó hacia un lado. —¿Estás... —Señalé con un dedo entre él y yo— ... siguiéndome?

—Vi que te ibas.

—Así que eso es un sí.

¿Él me miraba? Se fijó en mí. No era invisible, después de todo.

Y continuó—: Mira, no deberías estar aquí solo por la noche. Hay tipos que se toman unas cuantas copas, se vuelven locos y atacan a chicos atractivos por la calle—Su voz se desvaneció, su implicación clara.

Sólo oí una cosa. Atractivo.

—Voy a acompañarte hasta tu auto —finalizó.

—Gracias. —Me volví en dirección a mi auto. Se puso a caminar a mi lado.

Deslicé una larga mirada en su dirección. Sin la distancia de la barra entre los dos, era un poco más alto que yo.

—Espero que no te metas en problemas por salir del bar. ¿Estás en un descanso?

—Voy a estar bien.

Yo era consciente de su brazo, tan cerca del mío mientras caminábamos. Deslizó una mano en el bolsillo delantero de sus pantalones vaqueros.

—Te vas temprano —señaló.

—Sí. —Caímos en un silencio. Sintiendo la necesidad de llenarlo, añadí—: No me sentía de ánimos esta noche. —Por lo menos no lo hacía antes. Ahora me sentía de ánimos. Lo sentía todo. Su cuerpo junto al mío irradiando calor. Todos mis nervios vibraban como un cable suelto, dolorosamente consciente de su presencia. Ni siquiera nos tocamos, pero era como si lo sintiera en todas partes. Fue un shock que incluso pudiera hablar con voz firme.

—No te sientes de ánimos esta noche —repitió en voz baja. Había diversión en su voz a pesar de que él no fue directamente y se rio. Dejó caer la cabeza hacia atrás y miró a las estrellas. Una lenta sonrisa curvó su boca.

—¿Qué es tan gracioso?

—Solo pensaba en eso.

—¿En qué?

Volvió a bajar la mirada. —No puedo contar las noches que "no me siento de ánimos", pero todavía tengo que estar allí.

Tengo que. Interesante elección de palabras. —¿No te gusta tu trabajo?

Se encogió de hombros. —A veces.

—¿También eres estudiante?

—Pues no.

—¿Ya te graduaste?

—Sólo de la escuela secundaria.

Así que trabajar en el bar lo era todo para él. Una vez más, hubo una punzada de decepción. Lo cual no solo era crítico por mi parte, sino absurdo. Yo no tenía a este tipo en cuenta para un novio o como material de compañero para toda la vida. No debería sentir nada por su falta de ambición.

Él continuó—: ¿Estás en la universidad?

Asentí.

—Déjame adivinar. ¿Psicología?

—Sí.

—Ya me parecía. Lo tienes escrito sobre ti.

—¿Qué quieres decir ?

—Te ves amable y agradable. Inteligente. —Estábamos casi en mi auto cuando añadió—: Y no eres un cliente habitual, pero has estado aquí tres noches seguidas. —No era una pregunta. Solo una afirmación.

Una vez más, que estuviera al tanto hizo que todo dentro de mí se volviera cálido y difuso. —Mi amigo Jisung, viene mucho por aquí. Probablemente lo has visto antes. Es difícil pasarlo por alto. —Él ni lo confirmó ni lo negó—. Él me invitó. No frecuento bares casi nunca.

—Así que has decidido comenzar a vivir la experiencia de la universidad en su totalidad, entonces. ¿Eso es todo? ¿Lo de ayer por la noche no te asustó?

Fruncí el ceño. —Oh, te refieres a ese tipo del baño. ¿Debería haber dejado que me asustara?

Él no dijo nada, y pensé de nuevo en su comentario de la noche del jueves acerca de que a los chicos buenos se los comen en lugares como Mulvaney's. —Oh. Eso es correcto. Los chicos buenos como yo deben quedarse en casa.

—Yo no he dicho eso.

Nos detuvimos junto a mi auto.

El tono ronco de su voz continuó—: Sin embargo, ser maltratado fuera del baño podría haber disuadido a algunas personas de volver de nuevo a la noche siguiente.

—Yo no soy la mayoría. —Él no tenía ni idea. Podía parecer ingenuo e inocente, pero mis cicatrices eran profundas. Costaba mucho asustarme.

Busqué mis llaves, la lenta combustión de la perdida de mis estribos hacía que me temblaran las manos.

—Puedo verme como un chico nerd de universidad y no como uno de los chicos sexys que trepan a través de la barra cada noche, pero...

Su voz se redujo hasta ser suave y profunda, sin ningún indicio del mal genio que estaba sintiendo yo. —Tampoco he dicho eso.

—Lo piensas.

—Tienes razón. No eres como los otros chicos que veo todas las noches.

—Oh, eso es bueno —murmuré.

Mis dedos se cerraron alrededor del duro acero de mis llaves. Desbloqueando la puerta y abriéndola, levanté la mirada, listo para decirle que se fuera, pero luego me perdí en sus ojos hasta que no estaba seguro de por qué estaba molesto. Esos ojos hicieron que todo dentro de mí se sintiera caliente y débil a la vez.

—Y eso no es algo malo. Confía en mí.

De repente, mis rodillas se sentían todas temblorosas, y sabía que tenía que sentarme.

—Gracias por acompañarme. —Empecé a meterme en el interior del auto, pero su voz me detuvo.

—Dime algo, Seungmin.

Era la primera vez que había oído mi nombre en sus labios.

Asentí sin decir nada, la puerta abierta a mi espalda. —¿Cuántos años tienes realmente?

La pregunta me tomó por sorpresa. — Veintidós.

Él se rio, el sonido suelto y oscuro enroscándose a través de mí como el chocolate caliente. Sus labios bien tallados se arquearon—. No eres más que un niño.

—No soy un niño —protesté. No he sido un niño desde que pasé mis noches en cuartos de baño de moteles, escuchando a mi madre acostándose con hombres al azar al otro lado de la puerta—. ¿Cuántos años tienes? —solté en respuesta.

—Veintiuno.

—Tú eres el niño —argumenté.

Levantó las dos manos en señal de rendición. Su media sonrisa se burlaba. —Si tú lo dices.

Hice un gruñido de frustración. —No hagas eso.

—¿Qué?

—Ser condescendiente —espeté.

Una de sus oscuras cejas se levantó. —¡Ay, no! Te hice enojar. Ahora el chico de universidad va a sacar el gran vocabulario.

¿Cómo conseguía este tipo que los chicos se besaran con él? Era un idiota colosal. Podría echarle la culpa a su aspecto, pero no todos los chicos calientes eran idiotas. Changbin no lo era.

—Idiota —dije mientras me volvía para caer en mi auto—. ¿Por qué no vas a volver a servir cerveza y cacahuetes rancios?

Su mano se cerró alrededor de mi brazo y tiró, volviéndome. Bajé la mirada hacia su mano, sobre mi brazo, y luego a su cara.

—Oye —dijo rotundamente, todo asomo de sonrisa desaparecido. Mi pulso se deslizó hasta mi cuello y resistí la tentación de presionar una mano allí y estabilizar el repiqueteo salvaje de mi sangre. No revelaría su efecto sobre mí—. Los cacahuetes no están rancios.

Podría haberme reído, excepto que no había ligereza en su expresión. Sus ojos se clavaron en mi cara. Sus dedos se aferraron a mi brazo, dejando una huella ardiente a través de la manga.

Entonces esos ojos cayeron a mis labios.

OhDiosohDiosOhDios. Él va a besarme.

Esto fue todo. El momento de mi segundo, tacha eso. Tercer beso. No solicitado o no, el de anoche tenía que contar. Sin embargo, este era el que había estado esperando. En el que aprendería a besar de verdad.

Se acercó a mí. Mi corazón estalló como un tambor en mi pecho. Inclinó la cabeza, y luego todo el pensamiento de lo que estaba a punto de hacer huyó. No hubo ningún pensamiento. Ninguna lógica calculada. Sólo la pura sensación.

La sangre rugía en mis oídos mientras cerraba el último trozo de espacio que quedaba entre nosotros. No fue rápido. No como en las películas. Nada de un beso rápido. Observé su rostro acercarse. Su mirada se movió de mi boca a mis ojos varias veces, estudiándome, observando mi reacción. Su mano tocó mi cara, sosteniendo mi mejilla.

Nadie había hecho eso. Bueno, no es que yo tuviera un montón de referencia, pero el roce cálido de su palma en mi cara se sentía muy íntimo. Esto hizo el momento tan real, tan poderoso.

Salté un poco cuando su boca finalmente se estableció sobre la mía. Como si el contacto trajera una descarga eléctrica o algo así. Se echó hacia atrás y me miró. Por un momento, pensé que todo había terminado, que se terminó después de sólo ese roce de labios.

Luego, su boca se apretó sobre la mía de nuevo y no había nada tentativo al respecto. Su beso fue confiado, exigente. Pura delicia. Sin soltar mi cara con una mano, la otra se trasladó a la parte baja de mi espalda, acercándome. Sus labios probaron los míos, inclinándose primero a un lado y luego al otro. Como si quisiera probar todas las direcciones posibles. Su lengua trazó la comisura de mis labios y me estremecí, dejándolo entrar en mi boca. Mis manos agarraron sus hombros, mis dedos se cerraron alrededor del suave algodón, disfrutando de la cálida solidez de él debajo de la tela.

Entonces todo había terminado. Demasiado pronto. Me tambaleé, perdiendo el equilibrio. Me agarré de la puerta abierta del auto con una mano, parpadeando como si me hubiera despertado de una especie de sueño. Levanté mi mano hasta mis labios, rozándolos, sintiéndolos, todavía calientes por sus labios. Me centré en él, observando con asombro mientras se volvía y me dejaba de pie al lado de mi vehículo.

Ni una palabra más. Ni una mirada hacia atrás

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