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Un salvador.

Miraba el cielo, el cielo soleado y fresco. Los días no eran grises pero yo los sentía así, los sentía así desde que ya no estabas. Se que estás aquí, en alguna parte, puedo sentirte; no te olvido. Se que nos miras, que nos cuidas, puedo sentirlo. Te veo en sus ojos, te veré en sus acciones y gestos, lo presiento. El tiempo seguía moviéndose adelante, seguía sin sanar las heridas, sólo hacía que te quedaras en el recuerdo del olvido y eso lo hacía más doloroso. Las personas seguían, pero recordaban, yo era una de ellas porque estaba justo aquí recordándote y esperando que esto sea un sueño. Deseaba despertar años atrás, en aquel día en que salimos a la gasolinera, hubiese matado a Nathan antes si hubiese sido necesario. Nunca hubiera permitido que te lastimará, Carl. No podía vivir sabiendo lo que él te había hecho, no podía vivir al saber de que aunque yo haya acabado con él, aún el dolor de haberte perdido estaba. Te veía, te veía en cada lado al que iba, no dejaba de recordarte o de pensar que estuvieras haciendo si aun estuvieses con vida. Pero aunque no estés aquí, Carl, tú luz vivirá en mi y en la de tus hijos, aún te recuerdo, aunque me haya perdido a mi misma.

Alzó mi mirada, viendo mi caballo, sanándolo. Caleb le había nombrado Mike, en honor a un amigo que conocimos hace mucho pero murió por una mordedura de un caminante. Este caballo le pertenecía a Mike, era un moreno, era latino y era un gran señor. Era valiente y fue muy querido por los residentes de Alexandria, solía recordarme a Morgan, pero ya él no estaba más. Con la soga jale a mi caballo, caminaba a mi paso mientras veía algunos residentes caminar, eran horas muy tempranas en la mañana, por eso aun hacía un poco de frío. Sonreía y saludaba a algunos conocidos, entre ellos, Rosita y Jayden. Mi amigo pícaro tenía fe de conquistarla, aunque creo que en estos seis años ser amantes le favorecía, no me entremetía pues sabía que ella tenía un romance con Gabriel. Bueno, no era quien para juzgar, me mantenía en mi propia burbuja con mi familia. Me paré justo delante de los portones de mi comunidad, deseaba salir un rato, husmear por las cercanías de la comunidad. Quería despejar mi mente antes de la reunión de la comunidad, una elección de votos para que los desconocidos de ayer se quedaran o se marcharan.

—Buenos días.—mire a Eugene parado delante de los protones, una gran sonrisa decoraba su rostro, él estaba bien.

—Buenos días, Eugene.—le saludé.—Saldré un rato, volveré para la reunión.—le dije, Eugene asintió, abriendo paso para él abrir los portones.—Si algo pasa con los niños o una emergencia, mi línea estará encendida.—dije, pasando por la entrada abierta y despidiéndome de Eugene.

—Hoy Negan puede salir, es cada cinco días, le toca hoy así que no debes permiso para que esté afuera.—sonreí asintiendo, se me había olvidado ese detalle que cada cinco días mi padre podía salir por la comunidad y pasar tiempo con los demás. Continué mi andar, despidiéndome nuevamente de mi compañero.

—¡Mamá!—detuve mi paso, incluso el andar de mi caballo, giré mi mirada observando a Caleb vestido y con su cabello alborotado, me observaba.—¿A donde vas? Quiero ir contigo.—negué ante la petición de Caleb, quien con rapidez se acercó a mi.

—Eugene, no cierres el portón.—le pedí, este asintió y se quedó parado justo allí.—Caleb, vuelve a casa o con tu abuelo.—le pedí pero este no cedió, veía a mi hijo delante de mi.

—No voy entrar, quiero ir contigo.—me pidió nuevamente, acercándose a mi pero se alejó algo tímido ante mi cabello relinchar.

—Caleb, debes entrar. Afuera es peligroso. Volveré, siempre lo hago.—le dije, mirándolo mientras él hacía un puchero.—No, no me hagas esa cara. Por favor.—le pedí con un semblante de seriedad, viendo cómo mi hijo cambiaba su rostro, siguiendo mis órdenes.

—Nunca he salido, mamá, por favor.—me pidió, bajando su cabeza.—Solo quiero salir una vez y ver lo que mi papá vivía, así como tú me han contado todos ustedes. Quiero ser igual a él.—miraba en los ojos azules de Caleb aquel reflejo, era como si Carl me mirara, me quedé helada y la piel se me erizó.

—¿Y Alanna qué?—le pregunté, le enseñaba a mi hijo no ser egoísta.—No es justo que tú salgas y Alanna no, ella se sentirá muy mal.—le explicaba a Caleb, quien parecía no ceder ya que con su cabeza negaba.

—Ella puede salir después mamá, ella salió con Michonne y Judith, y yo no, no me dejaste, eso no fue justo.—sonreía ante ver la capacidad que Caleb tenía para entender las cosas.

—Estabas enfermo, eso lo justifica.—le sonreí, viendo cómo mi hijo parecía molestarse ante no ceder hacia él.—Pero, tienes razón. No es igualitario, si sales vendría siendo justo. Pero no será costumbre, ven, te ayudaré a montarte.—Caleb sonrío, sonrió lleno de emoción y felicidad, aplaudió incluso.—Cierra el portón Eugene.—le pedí a mi amigo, este quien por fin obtuvo una respuesta, cerrando el portón a nuestras espaldas.—Ven, cuidado.—le pedí al alzar su cuerpo y montarlo, no tarde en repetir la acción, montándome y este adelante de mi.

—Gracias mamá.—me agradeció Caleb lleno de emoción, mientras que le daba besos en su mejilla.—¿A donde iras?—me pregunto, me encogí de hombros.

—Aprieta la soga, para que no te caigas.—le pedí, Caleb de forma obediente accedió. Sentía su vibra, sentía su felicidad.—¿Estas consiente de qué hay monstruos aquí afuera, verdad?—le pregunté, mientras lo veía bastante observador.—No quiero que te apartes de mi lado, en ningún momento y si algo ocurre, corre a través del bosque. Si te pierdo, yo silbaré y tú me responderás como tú abuelo te enseño.—le dije, él asintió.

—Dándole con algo en el cráneo con fuerza.—Caleb soltó la soga, dirigiendo su mano derecha a la cabeza de mi caballo, mi hermoso caballo marrón con manchas blancas.—Abuela Michonne me dijo que ella les corta la cabeza con sus espadas, pero mi navaja es pequeña.—me comentó, aún no quería cederles a Caleb y Alanna cualquier tipo de arma exagerado para su capacidad, ambos tenían navajas y sabían matar a un caminante, los habían visto entrar una vez a Alexandria y ambos se les enseñó como deberían matarlos, pero Caleb no tenía aún la voluntad en hacerle frente, en cambio Alanna; era más atrevida.

—Tú padre era muy valiente, era atrevido. Tú abuela no se equivoca en lo que te ha narrado.—le dije, sabía que Michonne solía narrarle a Caleb y Alanna, ciertas anécdotas de Carl.

—Quiero ser como él, igual de valiente. Quiero portar su sombrero pero se lo preste a Judith, dice que la hace sentir segura, así que se lo entregue pero ella me lo devolverá.—asentí ante su comentario.—Abuela me dijo que él siempre te protegía, siempre, nunca dejo que nadie te hiciera daño. Yo quiero protegerte ahora que él no está y proteger a abuela, incluso a Judith y Alanna.—sonreía ante la inocencia de mi pequeño, tenía mucho conocimiento sobre Carl, su padre era su héroe.

En algunas charlas nostálgicas mi hijo y yo pasábamos tiempo. Estar con ellos hacia que el tiempo fuera corto, aún recordaba cuando empezaron a caminar, a hablar y a correr. Habían crecido en un abrir y cerrar de ojos, deseaba detener el tiempo, no quería que crecieran. Le daba muchos besitos a Caleb en su mejilla, él era bastante tímido y pachoso, pero amaba estar a mi lado como una lapa. Alanna era de igual forma pero era más independiente, más atrevida y más valiente. Había criado a mis hijos con mucha cercanía a mi, al igual que a Negan y a Michonne, incluso Jayden y Natasha. Eran las personas en quienes más confiaban y solían recorrer, de mil en cien a Rosita, Eugene o Siddq, incluso Aarón. Los había familiarizado con las personas cercanas a mí cuando llegue a Alexandria y sabían muchas cosas de mi pasado, al igual que el de Carl, pero muchas cosas no sabían de nosotros. De quienes sabían con gran claridad era de su gran abuelo Rick Grimes, a quienes también anhelaron haber conocido pero yo mantenía el recuerdo de su abuelo vivo en sus memorias. Mis hijos era un gran regalo y como algún día dijo un hombre a quien nunca olvidaría, eran mi salvación.

Sonreí, al recordar a Rick Grimes. Era nostálgico y doloroso para mi recordarlo, tenía mis días en donde los pensaba y el dolor me consumía pero mis hijos no me habían visto derrotada, no me verían de esa forma. Me veían como también su modelo a seguir, además de que Caleb deseaba ser como Rick y Carl, Alanna deseaba ser como yo o Michonne. Veía cómo Caleb estaba atento y observando cada cosa que veíamos a nuestros alrededores pero me quedé mirando fijamente a lo lejos de la carretera uno de los garages en donde saqueábamos algunas gomas abiertos, pero lo más curioso fue ver un auto afuera de este y con humo saliendo de su motor. Confundida y llena de curiosidad, alce la soga y le pegué a la piel del caballo, provocando que este avanzara, hasta que llegamos a un punto no tan lejos ni tan cercano. Jale la soga hacia atrás, impidiéndole el paso y que se detuviera, para así yo bajarme de la silla de montar y observando a Caleb algo curioso mirarme. Lleve la soga al tronco del árbol, haciéndole un nudo sencillo pero que impidiera que se alejara de nosotros. Con cuidado, apreté debajo de las axilas de mi hijo, para impulsarlo en el aire y bajándolo para que tocara el suelo.

—¿Llevas contigo tú navaja?—le pregunté, este con una sonrisa me sonrió, alzando su camisa y dejando ver su estuche pequeño en su correa.—Bien.—le felicité, sacando mi navaja y observando el lugar, observando el garage y cerca de este, el auto botando humo.—No te alejes.—le pedí, él asintió algo tímido y bastante observador por encontrarse en un lugar ajeno. Continué caminando, mirando el auto que pareció haberse encendido recientemente.

—Ahí hay una mochila mamá.—giré mi mirada al otro extremo del garage, pareció haber sucedido algún tipo de confrontación, había sangre fresca.—Hay linternas y armas.—veía a Caleb doblado con la mochila abierta.

—No toques nada.—le pedí algo seria, viendo como dejaba la mochila y se quedaba parado, algo asustadizo.—¿Qué habrá pasado aquí?—hable en voz alta, mientras veía aquel muerto con ropa desgastada y sucia, su rostro tenía un hoyuelo, lo más probable para que no sobreviviera. No tarde en desviarme y taparlo con una manta que había ahí, no quería que Caleb viera eso.

—¿Crees que haya alguien más?—veía a Caleb en el otro extremo del bosque, mientras que me acercaba nuevamente al auto abandonado, había sangre alrededor de las puertas; quizás los que venían aquí habían sido heridos.—¡Ahhh!—volteé mi rostro con rapidez, viendo cómo Caleb era agarrado por un caminante, un caminante que no había hecho ruido, ni siquiera había gruñido.—¡Mamá!—me grito, no tarde en sacar mi arma y con un solo tiro, este caminante cayó al suelo, muerto. Justo ahí, pude ver cómo Caleb caía al suelo, y a través de los árboles, pude ver varios caminantes, ¿observando?

—¡Mierda, Caleb, corre!—le pedí, viendo cómo mi hijo parecía entrar a un estado de shock, no tarde en correr hacia él, sentía adrenalina y desespero en exponerlo.—¡Ahh, carajos!—grité fuertemente cuando un gruñido pareció invadir mis tímpanos, no tarde en empujar a aquel caminante que me hizo frente, este era un caminante normal, gruñía y iba lento.—¡Caleb, corre ahora!—volví a mirar a mi hijo quien se levantaba del suelo aturdido, veía cómo temblaba.—¡Corre!—le volví a pedir, viendo cómo él parecía salir de su estado y no tarde en ver cómo corría.

Saque mi navaja mientras que con mi mano derecha aún sostenía mi arma, incrusté la navaja en el cráneo del caminante viendo cómo este se caía al suelo. Detrás de él pude ver esos caminantes, estaban parados, me miraban. Sentí mi piel erizarse, y no tarde en reaccionar, mi hijo. Me di media vuelta y pude verlo correr aún, no tardaría en alcanzarlo. Empecé a correr detrás de él, viendo cómo Caleb corría pero mi corazón latió en el momento en que mi hijo fue sorprendido por un caminante que salía del extremo contrario del bosque. El caballo relinchó fuertemente, pude ver cómo Caleb en su desespero hizo lo peor, meterse al bosque. Le silbe al caballo mientras corría hacia él, viendo cómo parecía reaccionar, el caballo empezó a intentar mover la soga que lo sostenía del árbol. Hice varios sonidos con mi boca al llegar aún lado del caballo, calmándolo y no tarde en incrustarle la navaja al caminante que se acercó a mi y incluso, al que había asustado a mi hijo a quien sorprendí dándole un tiro en la cabeza, cayendo pero esto había alertado más a mi caballo, quien relinchó fuertemente y rompió la soga, corriendo lejos de mi. Maldije, maldije una y otra vez. Observando a los caminantes corriendo hacia mi, ¿corriendo?

Sentí como el aire me faltó ante ver como unos siete caminantes corrían hacia mi, no tarde en recuperar aliento y emprender una corrida al bosque. Confundida miraba hacia atrás, no sabía si estaba alucinando pero sentía miedo y pánico al no encontrar a Caleb. No quería llamarlo, no quería hacer ruido para alertar a otros caminantes pero en el momento en que escuche sus gritos de socorro mi mundo pareció paralizarse. Ante eso, un gruñido volvió a introducirse en mi tímpano. No tarde en darle una fuerte patada en su rodilla, sentí ese ruido incómodo, ese ruido de su rodilla romperse y como este cayó al suelo. Detrás de él, pude ver a otro, quien gruñía y iba lento, había perdido de vista a los que corrían tras de mi. Sintiendo mi cuerpo tambalear ante recordar esa imagen, no tarde en incrustarle en el cráneo mi navaja, viendo cómo aquel caminante se desplomaba muerto. Tome aire, corriendo a la dirección en donde escuche el grito de mi hijo, confundida empecé a silbar, a silbar para esperar su respuesta pero fue ahí cuando sentí mi cuerpo desvanecerse con brusquedad a la tierra, sintiendo mi arma caer al suelo. Mi corazón se detuvo cuando vi a aquel joven adolescente sostener a Caleb en brazos.

—¡Suéltalo!—le grite en el momento en que me iba levantar, pero fue ahí cuando sentí una patada en mi estomago, una patada que me dejo sin aire. Sentía mi piel temblar y como perdí el balance, viendo cómo aquel hombre sostenía a mi hijo, sentía miedo, mucho miedo. Alce la mirada, observando a otro hombre, otro hombre mirarme que me erizo la piel con esa mirada mientras me apuntaba. Su cabello era negro, lacio con hondas, pecas en su rostro y de tez blanca, era alto y me miraba fijamente.

—Aléjate.—veía como aquel hombre desconocido me miraba, podía ver en su hombro un vendaje cubierto de sangre.—¿De quien huía este niño, además de los caminantes?—me pregunto, confundida y intentando buscar mi arma entre la tierra lo miraba.—¡Habla!—me grito, con rapidez cogí mi arma, levantándome del suelo y apuntándole de igual forma.

—Solo quiero a mi hijo.—le dije, mientras mis manos llenas de tierras temblaban, lo observaba fijamente mientras veía como el otro sostenía a Caleb, quien parecía estar inconsciente.—Es mi hijo, por favor.—gruñí, mientras que aquel hombre seguía observándome y quien sostenía a mi hijo no cedía.

—¿Aliana?—mi piel se tensó ante una voz desconocida nombrarme, giré mi cuerpo con rapidez y pude ver a mi caballo, mi caballo calmado y siendo acariciado por él, por ese hombre que se me hacia conocido. Le apuntaba. Alce una ceja confundida mientras que mi pecho subía y bajaba por la agitación.—¿No me recuerdas?—me pregunto, negué con rapidez, mirándolo y sin saber cómo reaccionar ante esta situación.—Connor, Connor Martínez.—ese apellido, ese apellido había resonado por un buen tiempo, pero ese castaño me hizo entrar a mis memorias y recordarlo, era un salvador del santuario. Suspire, bajando mi arma y dejando de apuntarle.—La hermana de Nathan Johnson.—dijo él.—Hijos de Negan.—añadió, sonriendo. Mientras que incline mi espalda, reforzando mis manos en mis rodillas mientras tomaba aire.

—Encontramos al niño justo cuando se desmayó, huía de los caminantes. Estaba asustado.—alce mi cuerpo, girándolo y observando a aquel hombre quien aún me apuntaba, no me era conocido, ni siquiera su voz. Guarde mi arma.—Llévaselo.—le dio la orden al otro joven, quien me observó y no tardó en estirar sus brazos con el cuerpo inconsciente de Caleb. Recibí a mi pequeño en brazos, pesaba pero mis brazos siempre lo sostendrían.

—Mi bebé, mi bebé.—repetía una y otra vez, dejando caer mi cuerpo de rodillas y viendo cómo Caleb parecía entrar en razón, algo confundido, sólo lo abracé y empecé darle varios besos.—Perdóname, no debí traerte, perdóname.—le dije en su oído, aferrándolo a mi cuerpo y alzándolo, mientras que esos tres hombres me miraban fijamente.—Connor, es un gusto volver a verte. Tengo mucha curiosidad en saber cómo terminaron aquí.—mire fijamente al hombre que conocía, quien parecía estar contento con mi presencia, él fue uno de mis pocos amigos en el santuario.—Negan estará contento de verte.—le añadí.

—¿Negan?—giré mi cuerpo, observando nuevamente al hombre que me había apuntado y me había prohibido el paso a mi hijo. De manera fulminante lo observé.—¿Esta vivo?—volvió a preguntar, estaba confundida, no sabía quién era este hombre.

—Si, convivimos con él. Soy de la comunidad de Alexandria, una de las muchas comunidades que atacaron.—respondí cortante, mientras que no tarde en acercarme a Connor.—Creo que tenemos muchas preguntas mutuamente.—él me asintió, mirándome mientras aún sostenía mi caballo.

—Sabemos quien eres.—aquel hombre desconocido hacia mi y con ese semblante de seriedad volvió a dirigirme la palabra.—Soy Ethan Martínez, nunca nos conocimos formalmente. Soy el hermano mayor de Connor y de Caleb, quien murió a manos de tu hermano por un error que él mismo causó, la acusación de la supuesta muerte de tu hermana.—mire fijamente a aquel hombre llamado Ethan. Pensé que había nombrado a mi hijo pero ahora recordaba, Caleb Martínez había sido uno de las víctimas de mi hermano. Nunca había visto a Ethan, pero había escuchado su nombre en los pasillos del santuario.

—Tranquilo, no fuiste el único que perdió a alguien a manos de él pero ya no está, no tienes porque pensarlo.—lo mire, de una manera fulminante, este hombre me causaba molestia.

—Nos fuimos antes de la batalla, cuando volvimos no quedaba nada en el santuario. Nos fuimos al norte pero aquí estamos de regreso, el mundo es pequeño.—mire a Connor, quien interrumpió la incomodidad conexión que tuve con su hermano.—¿Ese pequeño es tuyo?—me pregunto, no tarde en asentir mientras que acariciaba a Caleb al sentir como se movía.

—Su nombre es Caleb.—mire como ambos hermanos al escuchar el nombre de su hermano parecieron estremecerse.—Que pequeño es el mundo.—dije, copiando las palabras de Connor.—¿Qué les pasó?— pregunté, el hombro de Ethan estaba cubierto por un gran vendaje blanco, cubierto de sangre que parecía fresca.

—Fuimos atacados por los caminantes.—aquel otro joven me observo, el que sostenía a mi hijo hablo en voz baja como si le provocara vergüenza decirme.—Mi nombre es Michael Martínez, era el hijo de Caleb.—se presentó, estrecho su brazo y lo saludé algo entristecida, mi hermano había destrozado una familia.

—¿Con cuchillos?—pregunté y este me asintió.—Pensé que estaba loca... —susurré.—Los que me perseguían iban rápido, incluso parecían observarme fijamente detrás de los arbustos.—les comenté, ellos se miraron entre sí.—Esto es extraño.—añadí a mi comentario, observando a los tres hombres mirarse, mientras que el cuerpo de mi hijo parecía moverse encima de mi. Baje el cuerpo de mi hijo con cuidado, poniéndome a su altura y viéndolo entristecido, viendo cómo él miraba a los tres hombres delante de nosotros.

—Hola pequeño.—mire de forma curiosa a Ethan, este quien miró a mi pequeño hijo y delante de nosotros se arrodilló a su altura, lo curioso es que Caleb no pareció temerle.

—Gracias, señor.—de forma tímida Caleb estaba frente a aquel hombre que yo desconocía, incluso él, pude ver cómo Ethan llevó su mano al hombro de mi hijo y lo acarició.

—Eres muy valiente.—le halagó Ethan, mientras que mi hijo con su cabeza baja y lleno de timidez volvió acercarse a mi, abrazándome. Aún estaba asustado. Abrace a mi hijo con fuerza, con mucha fuerza.

—Perdón por traerte, no debí hacerlo.—le dije, Caleb se sostuvo de mi, lo alce nuevamente y lo sostenía, mientras que esté se acomodaba.

—Me salvo... —me susurró en mi oído, mientras que yo miraba fijamente al hombre delante de mi.—No los dejemos aquí, por favor... —era lo menos que iba hacer, fue lo que pensé ante las palabras de mi hijo.

—No sé si tengan un hogar, pero nos hace falta algunos hombres para las construcciones y creo que Negan estaría contento de verlos, y saber que ayudaron a su nieto.—veía como los tres hombres se miraban.—Tenemos un médico que puede ayudarte, no será fácil que acepten su estadía pero como una de las lideres haré la excepción, por favor, acompáñame a Alexandria.—nuevamente los hombres se miraron, sin saber qué decir pero una sonrisa en el rostro del más joven prevaleció ante Connor Martínez asentir.

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