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Ellos.

Miraba mis manos, no dejaba de pensar, no dejaba de tener culpa. Mis muslos se movían al ritmo de mi talón, ver a aquellos tres hombres me traían recuerdos, recuerdos de las cosas que hice por sobrevivir en el santuario; por sobrevivir ante mi padre. Frente a mi estaban ocho personas, siete de ellas desconocidas, hoy habría un debate sobre sus estadía y me quería asegurar de que al menos aquellos tres varones que había encontrado hoy, se quedarán. Veía a los residentes sentarse en los bancos de la iglesia, veía en uno de ellos más atrás a mi papá, a Negan estar sentado junto a Alanna. Ella se veía interesada en ver lo que sucedería pero fue ahí que el sentimiento de preocupación me invadió, Caleb estaba a su lado, con la cabeza baja; él estaba triste. Veía a mi hijo, recordaba lo que había pasado en la mañana y en la forma negligente en la que lo expuse. Solo una vez había pasado eso, no había sido cautelosa y mis dos hijos habían desparecido, fue el peor día de mi vida, para mi y para Michonne, incluso para Daryl. Aquellos días no se olvidaban y habían marcas en mi cuerpo que demostraban cuan duro fue ese día, y por esa razón, no exponía a mis hijos, incluso por esa razón no se permitían gente de afuera en Alexandria.

Había pasado hace mucho tiempo, hace años. Rick Jr. estaba a punto de nacer, cuando habíamos admitido a varios niños en Alexandria. Niños huérfanos cuidados por una mujer, les habíamos brindado comida y solo en un día, nos habían hecho caer en su trampa. Cuando desperté, Judith no estaba, ni siquiera mis hijos estaban, mis hijos de quizás a penas un año y eso fue meses después de la muerte de Rick Grimes. El dolor era reciente y notable. Nos adentramos a una aventura desesperante, las horas pasaban y Daryl nos acompañó, nos acompañó arriesgando su vida por nuestros hijos. Los tres fuimos encontrados por aquellos niños y mujeres, niños que nos atacaron y hicieron una marca de "x" en nuestra piel, la mía estaba en mi espalda baja. Fue un día de desesperación, un día que tuve a mis bebés lejos de mi y fue ese día que mi amor de madre nació desde lo más profundo de mi corazón. Me tocó matar a niños por encontrar a los míos, matarlos a sangre fría y fue ahí que perdí un poco la sensibilidad pero habíamos encontrados a nuestros hijos, y ambas juramos incluso con Daryl, no aceptar a cualquiera en Alexandria.

—Aliana.—alce mi mirada ante sentir el llamado audible de Michonne, cuando mire adelante, todos me observaban; me había ido en un transe de pensamientos y recuerdos.—Es hora.—me indicó Michonne quien estaba levantada, no tarde en levantarme y en mirar a esos siete desconocidos mirarme. Ellos me miraban.

—Bienvenidos al consejo de órdenes y leyes de Alexandria. Para los nuevos que no me conocen, mi nombre es Aliana Grimes y soy la segunda líder al mando de la comunidad, represento la orden en ella y quien rompa les leyes, las paga con muerte o con una sentencia en la cárcel, debiendo así ganar los privilegios para volver a ser un ciudadano o si no, se les paga con desentierro.—hable con firmeza, viendo a mis compañeros sentados a mi lado.—Hacemos esto con el propósito de ser justos y igualitarios, una orden de votos se estimara ante sus declaraciones y presentaciones. Cada uno tendrá su tiempo para presentarse. Queremos a gente de confianza, no gente que nos transmita problemas, gente que pueda dañar a la comunidad, o incluso a nosotros. Les hablo a nombre de mi pueblo, tenemos hijos a quienes proteger y no podemos dejar que crezcan con gente dañada mentalmente.—dije, para terminar mi presentación ante los desconocidos.

—Queremos que tengan la comodidad de presentarse y hablar respectivamente de quienes son, no tienen que darnos detalles íntimos, sólo queremos saber sus propósitos y lo que han hecho para sobrevivir.—expresó Jayden, en un tono calmado a diferencia del mío.—Quiero empezar contigo, luego proseguiremos así, en fila.—Jayden señaló justamente al hombre algo obseso, quien iba primer, este con una mirada sonrió y asintió.

—Bien.—él parecía algo nervioso, pero se veía algo gracioso.—Mi nombre es Luke. Trabajaba en una escuela como maestro de música, no es mucho pero supongo que podría ayudar a sus niños, podría enseñarles algunas cosas básicas que se nos enseña a nosotros para educarlos a ellos.—hablo primordialmente, el consejo se miró, cambiamos miradas que pudimos entender; era un gran benefició.—Aunque debo admitir que no tengo un buen pulso con las armas, les tengo bastante respeto y no soy tan ágil como los demás.—pareció finalizar este ante volver a la línea.

—Gracias, Luke.—le agradeció Gabriel, mirando así a su lado a la pelirroja, esta quien sembraba un semblante temerario, tenía seriedad y se veía en ella la actitud de presentarse.—Adelante.—le pidió Gabriel a esta, quien cruzó una mirada conmigo totalmente incomoda, pues ella me rodeó los ojos.

—Mi nombre es Magna.—se presentó.—No tengo mucho que exponer sobre mi, no es de mi agrado. Y como ustedes no me conocen, claramente no confían en mi, es lo mismo en viceversa y exponerme ante ustedes podría ser una carta muy mal jugada. Solo quiero sobrevivir.—exclamó, mirándonos y mirando a su grupo atrás de ella, mientras que Michonne a mi lado se levantó, con un semblante de seriedad.

—No creo que se te haga tan difícil hablar algo sobre ti, entiendo qué hay cosas que no deseas exponer.—dijo Michonne, caminado lentamente hasta ella y parándose justo en frente, aunque ahí entonces me tapo la vista hacia Magna. Pero pude ver algo de forcejeo, lo que me hizo levantarme de mi silla al igual que los demás.—Esto es un tatuaje de la prisión.—mire fijamente a Michonne agarrarla la mano a Magna y alzarla, la pelirroja parecía aturdida ante la vergüenza.—Los cuatro puntos son las paredes, el punto en el medio eres tú, encerrada.—el consejo se miró mutuamente, viendo cómo Michonne con brusquedad soltó la mano de Magna, quien nos miró.

—Puedo explicarlo.—dijo ella, mirando fijamente a Aarón, quien pareció haberla defendido en el día de ayer.

—Oh, ¿quieres decir la verdad?—le pregunto Michonne con algo de sarcasmo, la intimidaba, le demostraba lo que era ganarse respeto.

—Si.—Magna se le acercó de manera intimidante, algo que me resultó incómodo, la desafiaba; lo que ella quiso hacerme cuando llego.

—¿Y no tienes nada que ocultar?—le volvió a preguntar Michonne, manteniendo su postura frente a la pelirroja quien quedaba en vergüenza y en desconfianza ante mi pueblo.

—Nada.—le volvió a refutar Magna, pero esta estaba tan cerca de Michonne que imaginaba que podía sentir hasta su respiración. Lo que me provoco darle un fuerte golpe a la mesa, haciéndola resonar y cautivando la atención de todos.

—Voy a ser breve y honesta, no voy a juzgar el hecho de que hayas estado en prisión y si no quieres argumentar tu realidad en ese duro tiempo, no estás obligada a serlo pero me molesta tu arrogancia. El ego de querer ser superior a los demás porque desde que llegaste te he observado fijamente, ver el poder de liderazgo que tienes y el liderazgo no se basa en comandar hasta explotar a quienes están a tu alrededor, se basa en ayudar a crecer a quienes están a tu lado y te admiran. No quiero a alguien arrogante, con actitud que cree que puede aplastar a los demás. Si vas a quedarte, si van aceptar que ella se quede, sabiendo la gran actitud que puede traer y la desobediencia ante su pasado, te voy a sugerir dos cosas. O cambias tu actitud o créeme, terminarás en el desentierro o por tu arrogancia, muerta.—le dije, mirándola fijamente y viendo como ella también me miraba.—Perdona mi franqueza pero la hipocresía no es algo que me agrade en mi entorno, o te acoplas a lo qué hay, o créeme querida; no sobrevives.—me senté con brusquedad en mi silla y observaba a todos mirarme.—El siguiente.—dije, esperando a que todo se calmara y pudieran proseguir con estas personas.

—Eso fue algo rudo.—Jayden, quien estaba en mi lado opuesto me miró y hablo en un tono bajo, mientras que veía como una de las chicas parecía hacerle señas a la otra, una era sorda.—Creo que no le agradarás.—me añadió Jayden con un tono de burla, mientras intentaba ver cómo las dos chicas quienes parecían ser hermanas, Connie y Kelly.

—Jayden, honestamente me importa un carajo.—dije en voz baja, mientras veía a Magna observar a sus compañeras presentarse.—Ella no me es de fiar.—le comenté a Jayden, quien me miró y asintió, mientras que detrás de él pasaba Michonne para acomodarse y sentarse en su lado opuesto.

—A mi tampoco pero necesitamos gente con rudeza, con firmeza.—añadió Michonne a nuestra conversación, sentándose y viendo cómo le abrían paso a una nueva presentación a la chica que estaba herida, quien se presentó de nombre Yumiko.—No me transmite mucha tolerancia, pero aprenderán a trabajar con nosotros.—dijo.

—¿Ya van a decidir si se quedarán?—le pregunto Natasha aún lado de Michonne, ante las palabras que sostuvo esta.

—Necesitamos mas gente, más personales con las que podamos trabajar. Solo necesitamos conocer de ellos y no arriesgarnos mucho.—le respondió Michonne.—Judith quiere esto, entonces se lo daremos para que enfrente una realidad innecesaria y aprenda a tomar sus decisiones, las cuales crean consecuencias buenas como malas. De esta forma es que nuestros hijos aprenderán a ser sabios.—Michonne prosiguió en mirar a uno de los salvadores, quien era justamente Connor.—Créeme, es rudo de mi parte pero no quiero que mi hija sea débil, podrá ser noble, pero jamás tendrá debilidad en su corazón.—Michonne me miró.

—Siempre tendremos una debilidad, siempre.—le contradije, mirando fijamente en la parte de atrás a Caleb y Alanna estar sentados junto a Negan, estos parecían hablar con su abuelo, mientras que en su reflejo vinieron esos ojos azules que aún me tenían en el recuerdo y no en la realidad en la que vivía.—Siempre... —susurre para mi, aquel amor era mi debilidad, era lo que me debilitaba.

—Mi nombre es Ethan, Ethan Martínez.—alce mi mirada para captarle atención al siguiente de Connor, su hermano, quien pareció obtener mi atención ante sus ojos observarme.—Soy el hermano mayor de Connor, tío de Michael. Tengo un aproximado de veintisiete años, antes de que esto empezara estaba en la base de entrenamiento de la milicia. Sería un soldado que lucharía por nuestra patria, tengo una muy buena habilidad con las armas. Sé armarlas, desarmarlas y limpiarlas. No soy fanático de trabajar en grupo, pero puedo liderar uno, puede entrenar a quien lo necesite y ayudar también. Mi especialidad es el combate cuerpo a cuerpo, solía trabajar para El santuario, entrenaba a los nuevos. No les obligo a que me den un lugar aquí, he aprendido a sobrevivir como cualquier otro, tampoco les pido que confíen en mi, siendo honesto; no confío ni siquiera en mi mismo. Solo quiero un lugar donde descansar, he estado afuera mucho tiempo y quiero que mi sobrino crezca un lugar tranquilo, que tome un descanso porque como ustedes, somos humanos que buscamos paz y también hemos perdido mucho.—todos miramos fijamente a Ethan, incluso yo antes sus palabras, él se veía firme y se volvió a poner en la línea de los demás, llevando sus brazos atrás de su espalda y entrelazándolas, no cruzaba mirada conmigo; ni con nadie pero su discurso me había agradado. Además, él había salvado Caleb; le debía una.

—Tú sigues.—Michonne a mi lado señaló a Michael, este quien algo nervioso se paró delante de nosotros, era el último.

—Mi nombre es Michael. Siendo honesto no sé cómo describirme, aún no me he conocido del todo pero en todo este tiempo he aprendido a sobrevivir con lo poco que tengo. A diferencia de mi tío, si me gusto trabajar en equipo, me gusta conocer a las personas y ayudarlas. En mi antiguo hogar no habían muchos niños de mi edad, me familiarizo con los adultos aunque odio que las mujeres piensen que son mayor para mi, yo no soy tan pequeño en algunas cosas.—algunos rieron ante su comentario, incluso yo reí y él pareció ponerse algo tímido, aún era un niño.—Me gustaría quedarme, y ayudar, me gustaría que le gente me conociera por quien fui en vida. Creo que es lo único coherente que puede ser, incluso que he podido decir después de mucho tiempo.—sonreí ante su sinceridad y pude ver cómo él volvía a la línea, mirando a sus tíos quienes le sonreían.

—Bien, el consejo tomará una decisión. Les pedimos que se sienten y esperen pacientemente.—hablo Michonne, levantándose de su asiento mientras que dirigí mi mirada a las últimas filas de banco de la iglesia y veía a Alanna sonreírme, su sonrisa era hermosa y su dentadura perfecta, incluso si aún le faltaba una muela, se le había caído la semana pasada. Le sonreí, viendo cómo ella estaba sentada aún lado de su abuelo, quien parecía animar a Caleb, quien estaba sentado aún lado de Noah, era idéntico a Daryl.—Aliana, ¿tú qué piensas?—alce mi mirada, levantándome de mi asiento y acercándome a ellos.

—Pienso que todos deberían quedarse, fueron honestos y dejaron bien sus posiciones.—el padre Gabriel dio su opinión sobre las personas detrás de nosotros que esperaban con ansias.—El chico, estoy pensando mucho en él.—añadió a su comentario, asentí ante eso.

—No eres el único.—comentó Jayden, al igual que todos los del consejo, opinamos lo mismo que Gabriel. Incluso Natasha, quien estaba en silencio escuchando.—No creo que intenten venir con trucos, Michonne y Aliana, intentaron intimidar a una mujer y ella no flaqueó. Les conviene, tiene firmeza y bastante temeraria, necesitaba gente así, que no les guste las bromas.—añadió a su comentario.

—Además de que su compañero era maestro de música, implica que podría ayudar a los pequeños de la comunidad. Podría enseñarles algunas cosas, no debe ser música del todo. Además de que Kelly, podría enseñarles lenguaje de señas, nos beneficia. Cada uno tiene sus beneficios, nos podemos ayudar mutuamente.—comentó Natasha, mirando a Michonne.

—No creo que todas quieran convivir juntos, tenemos pocas casas desocupadas.—opinó Rosita, parándose aún lado de Michonne quien asintió.—Aliana, tu casa tiene cuatro cuartos, creo que los salvadores podrían quedarse contigo.—mire fijamente a Rosita y negué.

—Debo ser yo quien acceda porque soy una madre soltera.—dije sarcásticamente, sonreí y Rosita de igual forma bufo, dándome un pequeño empujón.

—Eso no es el problema aquí, no nos tardaríamos tanto en acomodarlos en nuevas casas. El problema es, que los aceptemos a todos. Son ocho nuevas personas que no conocemos del todo, estamos tomando muchos riesgos.—opinó Michonne, su punto era lógico y aceptable.—Son ocho personas y si van aceptarla, tomarán el riesgo de vigilarlos, de conocerlos. No quiero riesgos, esta vez no tomaré ninguna excepción.—dijo ella, mirándonos.

—Bueno, entonces los salvadores se quedarán en mi casa si es así. Pero será temporal, Michonne.—le dije, ella me asintió con un semblante de seriedad.—¿Están seguros de esto?—pregunté yo, viendo cómo todos se miraron y asintieron.

—No quiero arrepentimientos, quiero que sus ojos estén al tanto de cada movimiento y situación que pase con estas personas. Los vigilarán, les enseñarán y tan pronto puedan, les ordenarán un puesto.—habló Michonne, dando seguridad a sus palabras, todos asentimos y nos giramos, viendo cómo todos nos observaban en silencio, incluso esas ochos personas quienes esperaban con ansias.—A nombre del consejo de Alexandria y de los residentes, les otorgamos la confianza y la estadía en nuestra comunidad, basada a nuestras leyes y ordenes, que si rompen se verán castigados dependiente de su conflicto. Haremos algunos ajustes ante su estadía, la cual hablaremos en privado. Bienvenidos a Alexandria.—pude observar en el rostro de cada una de las ochos personas una sonrisa y incluso cómo suspiraban aliviados pero la sonrisa más hermosa, fue la de Caleb al ver que aceptaron a su salvador.

Pude ver cómo los residentes se levantaron de sus bancos, creando una fila para saludar y presentarse ante esas ochos personas. Se podía sentir la emoción en el aire, la alegría de tener a nuevas personas en nuestra comunidad. Me quedé parada, observando al igual los demás del consejo como los residentes daban sus buenas vibras, esto éramos, esto era Alexandria. Jayden a mi lado sonrió, viendo cómo Caleb parecía presentarle a Ethan a Alanna, mi hijo se veía feliz delante de ese hombre. Tomó su mano y se lo llevó, mientras que Negan, mi papá cruzó esa mirada de orgullo hacia mi y Natasha, saludando a sus antiguos compañeros y aprendices, los saludaba con una emoción. Estos tres hombres saludaron a mi padre y lo abrazaron, mientras que mi hijo tomó la mano de Ethan y salió con este afuera de la iglesia, al igual que todos los residentes, menos los siete que quedaban en esta habitación. Ethan volvió a entrar al notar esto, mientras que Caleb se quedaba en el margen de la puerta observó. Pude ver cómo mi papá atrapó en sus brazos a Noah, y salía de la iglesia, dándonos privacidad.

—Les daremos la primera advertencia. No sé si sea de su agrado pero deberán lidiar con eso hasta que sepamos que son personas de confianza, tenemos que tomar nuestros riesgos.—les empezó a comentar Michonne.—No tenemos muchas casas desocupadas, y no podemos darles una así por que si, como dije debemos tomarnos riesgos. Rosita decidió que en su hogar podrían quedarse Kelly y Connie, junto a Jayden podrían establecerse Magna, Luke y Yumiko. No estarían tan lejos si eso les preocupa, Jayden vive dos casas después de Rosita. Espero que estén de acuerdo.—ninguno de ellos pareció negarse ante la petición.

—Los tres salvadores, se establecerán en mi hogar. En el cual resido con mis dos hijos, estoy tomando un riesgo muy grande, ya que son tres hombres y una mujer. Así que les pido no romper mi confianza ni la de mis hijos, por favor.—Connor asintió ante mis palabras, al igual que Michael quien no tardo en sonreír pero Ethan, pareció quedarse seriedad.

—¿Cuanto tiempo sería?—él habló pero no se dirigió a mi, se dirigió a Michonne. Me llene de incomodidad ante eso, lamí mis labios y sonreí con sarcasmo.

—Cuanto más confianza demuestren y no abusen de ella, más rápido se les cederá sus hogares.—le respondió ella.—Pueden tomarse el resto del día para conocer la comunidad, luego les mostraremos donde residirán.—habló Michonne, para así, dar por terminada la sección.

—Enhorabuena.—sonrió Gabriel, bastante alegre al igual que Jayden, quienes no tardaron en acercarse a los nuevos integrantes de la comunidad, mientras que en sí, Natasha y yo abrazadas una a la otra nos dirigíamos a la salida.

—Bueno, veo que mis hijas son unas mujeres hechas y derechas para tomar cualquier tipo de decisión.—sonreímos ante el halago de nuestro padre, quien se interpuso entre medio de nosotras y no tardamos en abrazarnos, ambos estábamos sosteniéndonos por los hombros, mientras que al frente caminaban ese trío de cuatro, los dos varones y las dos hembras, Alanna y Judith, quien portaba aquel sombrero y Caleb junto a Noah.

—Papá dijiste que hoy cocinarías.—le hablo Natasha a este, quien no tardo en reír con sarcasmo.—Noah esta de testigo.—dijo ella, mientras que mire al pequeño que sostenía la mano de Caleb, tenía el cabello largo y lacio como Daryl.

—No me apetece hacer espagueti.—vi cómo mis hijos se giraron ante las palabras de su abuelo, incluso Judith, quien lo apreciaba cómo uno, los niños sonrieron risueños.—Me gustaría que invitáramos a los jóvenes que llegaron, es un gusto ver rostros conocidos.—sabía que me hablaba a mi, y no tarde en encogerme de hombros.

—Si, por favor abuelo, ellos son buenas personas.—Caleb se detuvo en su andar para hablarle a su abuelo, quien nos soltó del abrazo y cogió a su nieto en brazos.—Ellos son salvadores.—sonrió Caleb, abrazando a su abuelo.

—Deja de contarle esas historias a los niños, eras el villano en esa situación.—le comentó Natasha, mientras veía cómo Judith se paraba a mi lado y caminaba conmigo, viendo cómo los demás se adelantaban, detuve mi paso para observar a la niña a quien cuidaba y protegía, aún lo hacía por más que creciera.

—¿Qué sucede?—le pregunté, ella me miró fijamente y con una gran sonrisa, me baje a su estatura poniéndome de rodillas y mirándola pero no me esperaba ese gran abrazo de Judith. Hace mucho tiempo no sentía ese sentimiento de amor hacia mi.

—Gracias, gracias por dejar que se quedarán.—abrace a Judith cuando escuche esas palabras, mientras que detrás de ella podía ver fijamente a los hombres que se encargarían de quedarse en mi hogar temporalmente.

Abrí mis ojos, sintiendo como mi cuerpo sudaba. Observe la ventana y podía observar cómo la cortina aún me transmitía la oscuridad de la noche. Sentía como me faltaba el aire ante esa pesadilla, una de las tantas que tenía pero hoy, hoy el día me había recordado mis días en el santuario y el infierno que había pasado allí. Los recuerdos me habían llegado a mi conciencia, dándome memorias del día en que mate a mi propio hermano sin piedad. Giré mi mirada, viendo a mi lado los cuerpos de Alanna y Caleb dormidos, ambos abrazados el uno al otro. El día había sido largo, había sido agotador. Sabría que no podría pegar un ojo, pues tres desconocidos estaban durmiendo bajo mi techo. Lleve mi mano a mi cabello suelto, amarrándolo con una liga y quedándome en el borde de la cama tomando aire. La pequeña luz que transmitía aquella bombilla que utilizaba para Alanna y Caleb me dejaba ver la imagen de aquella fotografía, Carl, no había un día que no te pensara, mi gran amor. Suspire, mirando la foto, deseaba que estuviera aquí. Acaricié la fotografía y su rostro, mi corazón se exprimía de dolor al pensarlo, lo extrañaba cada día que pasaba.

Me levante del borde de la cama, mirando fijamente cómo mis hijos dormían. Parece que fue ayer cuando dormían de esa forma pero más pequeños, más bebés. Giré un poco mi cuerpo al escuchar pasos, pasos de afuera de mi habitación. Algo tensa y arisca me acerque a la puerta, escuchando como parecían bajar las escaleras de mi hogar. Lleve mi mano a mi arma la cual estaba en la mesa de noche aún lado de la fotografía y con cuidado abrí la puerta, la cual ni siquiera hizo un sonido estremecedor que dejara al descubierto mi presencia. Algo tensa por la noche oscura y los ruidos curiosos, ajunte la puerta de mi habitación, observando una de las puertas de dormitorio abierta. Me asomé, viendo una cama vacía y destendida. Cargue mi arma, bajando con sigilo las escaleras, con algo de rapidez y escuchando más ruidos provenir de la planta baja. No tarde en asomarme, sólo veía oscuridad pero había escuchado ruidos de la cocina. Solté un chillido y mi piel se erizó cuando sentí como alguien apretó mi mano con fuerza, bajando mi arma y encontrándome con el torso desnudó de Ethan. Este quien encendió la luz de la cocina y me miró de manera fulminante, veía en su mano libre izquierda un vaso de leche. Me sentía tensa ante la cercanía que tuvo hacia mi y como bajo mi arma con una sola mano.

—No voy a matarte, ni a tus hijos mientras duermen, sólo quería un vaso de leche.—me hablo con una voz ronca mientras se veía en su rostro la falta de sueño.—Aunque quisiera, no lo haría.—sus ojos me miraron fijamente, sus ojos tenía un tono verdoso y marrón a la vez, me tensé completamente ante su cautiverio, soltó mi mano. Este rompió el contacto visual para alejarse de mi, dándome la espalda y subiendo por las escaleras, suspiré y retomé aire.

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