4

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Aún te pienso.

Acomodaba los platos en la mesa de comedor, como de costumbre, puse solo dos; para mis hijos. Empecé a rellenarlos con panqueques, eran sus favoritos y algo de tocino. El olor era estupendo, me había convertido bastante hábil en él área de cocina y todo por mis hijos. Desde que fueron creciendo, me empeñé en crear una rutina para ellos con el paso del tiempo. No tarde en colocar sus vasos de cristal ahí, con el jarrón del mismo material lleno de jugo de naranja. Sonreí, el desayuno para ellos era su favorito pues eran agradecidos ante mi esfuerzo en complacerlos. Usualmente en el día no pasaba mucho tiempo cerca de ellos, pues solía ir a entrenar a algunos chicos o a buscar suministros pero ellos lo entendían, y siempre al final del día compartíamos nuestras memorias. Silbe, era el llamado para que mis hijos si estaban despiertos, supieran que era la hora del desayuno. Me quite el mantel para no mancharme la ropa, tenía mi cabello húmedo ante lavármelo cuando desperté y me causaba algo de frío. Era medio día, así que estábamos tarde para el desayuno.

Abrí un poco la cortina del comedor, dejando ver un poco de luz y observando por la ventana algunos residentes caminar por las aceras y charlando cómodamente. Me visualicé años atrás, cuando había llegado recientemente y solía irme a pasear por la comunidad. Aún no superaba lo rápido que el tiempo podía pasar, lo rápido que había crecido y como me tuve que acoplar a esta vida, una vida la cual al principio me costó demasiado aceptar pero ahora, la amaba y cuidaba como nada. Volví a silbar ante no escuchar pasos bajar por las escaleras, pues logré escuchar puertas abrirse pero nada que ver con ver a mis hijos asomarse por el pasillo. Justo ahí, escuché varios pasos en la planta de arriba y incluso voces, si, eran mis pequeños. Me quedé parada, sirviendo una taza de café, quería mantenerme activa. Obtuve la taza caliente en mis manos, soplando para poder absorber el café sin tener que quemarme. Observe el pasillo ante escuchar pasos por las escaleras y justo ahí pude observar a mi hija. Veía su cabello largo y lacio amarrado en una coleta mala hecha, sonreí. Veía su ropa bastante acomodada y su sonrisa impecable.

—Buenos días, fiona.—le dije, sonriendo y ella no tardó en entablar un semblante de seriedad; odiaba que la llamara así.—¿Y Caleb?—le pregunté ante no ver a su hermano con ella.

—Está arriba, está despierto hablando con los chicos.—me dijo ella con algo de timidez, acercándose a la mesa y observándola.—Son agradables.—me añadió, absorbe más de mi café mientras veía a Alanna ir al lavaplatos.

—¿Qué haces?—le pregunté a Alanna, viendo cómo ella ponía en la mesa cuatro platos más. La miré extrañada, con mi taza en manos.

—Mamá, somos más.—me recalcó.—No es de buena educación no invitar a los huéspedes a desayunar con nosotros, además son bien cheveres.—sonrió ella, negué con la mirada pues para su perspectiva; si estaba mal y ella actuaba correctamente.—Además, nunca desayunas con nosotros, así que hoy es un buen día.—añadió a su comentario.

—No sabemos lo que son capaces de hacer, no los conocemos. No dormí bien, además de que Caleb estira mucho la pata.—le expliqué, aunque vi como ella simplemente puso tocineras y panqueques en los platos vacíos.

—Buenos días.—alce mi mirada ante una voz ronca, vi asomarse por el pasillo a Michael, se veía tímido.—Huele bien.—sonrió él mirándome y mirando tiernamente a Alanna, quien pareció sonrojada.

—¿Quieres desayunar?—le pregunté, veía en él la juventud que algún día tuve; no soy una mujer tan adulta pero ya no era una adolescente. Él no parecía acercarse, realmente se veía lleno de timidez.—Puedes acercarte, créeme es incómodo para mi también pero de una forma hay que romper el hielo.—le dije, el asintió y poco a poco se acercó.

—Mi mamá sabe hacer unos excelentes panqueques, son nuestros favoritos, pruébalos; están valientes.—Alanna se dirigía a Michael, ella no tardó en pasarle un plato repleto de comida.—¿Quieres jugó de naranja?—le pregunto ella a él, sonreí, ella se veía tierna.

—No te preocupes yo puedo servirme, pequeña.—le respondió él a ella, sonriéndole.—¿Cuantos años tienes?—le pregunto él, mientras que me senté frente a ambos y empecé a desayunar.

—Tengo seis, nací en invierno.—le respondió Alanna a él, mientras que ambos comían agradablemente.—Como Caleb, somos mellizos, nacimos juntos pero yo nací primero.—sonrió ella, bebiendo un poco de su jugo.

—Lo supuse, tienen un buen parecido.—dijo él.—¿Los tuviste joven?—me miró, no tarde en asentir, el comía plácidamente, sonreía ante ver que él parecía disfrutárselo.—¿Los criaste sola?—me añadió una nueva pregunta.

—Su padre murió en la guerra contra Alexandria y el Santuario. No lo conocieron.—le dije, mientras que él algo pasmado bajo la cabeza.—No, no pongas esa cara. Podemos seguir hablando, no te avergüences.—le sonreí, mientras que Alanna a su lado lo miraba atentamente.—Nunca te vi en el santuario.—le dije, cambiando de tema mientras que veía como tomaba un sorbo de jugo de naranja que él se servía, e incluso le sirvió a Alanna.

—Me mantenían lejos de la base principal, Arath me cuidaba mayor parte del día cuando no tenía nada que hacer.—lo miré fijamente ante esa revelación, me sentí nostálgica ante él nombrar a mi amiga Arath, quien había muerto años atrás.—Cuando mi papá murió, decidieron llevarme con Ethan a la base de reclutamiento que estaba al norte del santuario, ahí me quedé con él y Connor. Luego que la guerra explotó y acabó, simplemente emprendimos viaje a un nuevo lugar pero no tuvimos mucha suerte.—me contó, mientras comía.—De hecho, no tenía conocimiento de que Negan tenía dos hijas más, no hasta ayer.—me dijo.

—Aliana era una buena recluta en su estadía en el santuario.—en el pasillo pude ver cómo se asomaron esos dos hombres y en medio de ellos, Caleb.—Huele bien.—sonrió Connor mirándome y no tarde en asentir agradecida, invitándole a sentarse a él y a su hermano, quien evadió mi mirada. No tarde en recordar mi encuentro con ese misterioso chico en la madrugada.

—Hola mamá.—me saludo Caleb, mientras que este se sentaba aún lado de Ethan, quien algo reservado y respetuoso espero a que Connor se sentara para él hacerlo. Le sonreí a mi pequeño, quien no tardo en empezar a comer al igual que los dos que se habían sentados.

—¿Les sirvo jugo de naranja?—Alanna nuevamente dejo ver sus buenos modales, pero estos dos hombres no tardaron en negar.

—Gracias pequeña, pero lo haremos nosotros.—le respondió Connor con una sonrisa, sirviéndose él jugo de naranja y sirviéndole a Ethan, quien se había quedado en silencio.

—Mi estadía en el santuario fue fatal pero créeme, aprendí mucho Michael.—volví a retomar el tema con el menor de los Martínez, quien me miraba atento.—De hecho, Arath fue mi mentora en ese tiempo. Lo fue hasta el día en que murió.—le dije, algo sensible ante tener conocimiento de que ellos no sabían sobre su paradero.—Pienso mucho en ella, fue excelente.—le añadí, y él no tardó en asentir.

—¿Como murió?—un silencio inmenso se formó ante la pregunta de Ethan, era la primera palabra que transmitía en la mañana.—¿Nathan la mato?—lo miré fijamente ante su atrevida pregunta, intente de mantener la calma pues mi hermano no fue ningún santo... pero fue eso, mi hermano.

—Yo me llamo Nathan.—la inocencia resplandeció en la incomodidad de la pregunta de aquel hombre, Caleb con una sonrisa lo miro y Ethan no tardó en bajar su cabeza, dándose cuenta de la errónea pregunta que hizo.—Me llamó Nathan Caleb pero mi mamá se empeña en llamarme Caleb, y todos lo hacen.—le explico Caleb a Ethan, quien lo miraba atentamente mientras que incómodamente me levante de la mesa para limpiar mi plato, ya no me apetecía comer más.

Lave mi plato con brusquedad, respirando hondo ante los recuerdos que se activaron por aquella pregunta de Ethan. Trague saliva, recordando el rostro de mi hermano antes de morir, una muerte que le había provocado. Solo Jayden y Rick Grimes sabían la gran verdad sobre eso, sabían que yo había matado a mi hermano sin piedad. Aún me costaba dormir en las noches y sus errores parecían seguirme. Me giré, sonriéndole a mis hijos y intentando de mantener un semblante de tranquilidad, de fingir que no me incomode; que no estaba molesta. Los ojos de Ethan evadieron mi mirada, incluso él se levantó para lavar su plato. Evite su hombro contra el mío, mientras que observaba a mis hijos comer y simplemente, vi como Ethan se desvaneció por el pasillo, yéndose del comedor. Su sobrino y su hermano sabían lo incómoda que me sentí pero ellos prosiguieron en respetar en ese tiempo de comida de mis hijos, haciéndole compañía y hablándoles. No quería que mis hijos supieran el terrible pasado que revela como su padre murió, de una manera injusta y llevando al lazo en que yo acabe con esa injusticia, llevándome al insomnio y a una conciencia que no me deja dormir.

Veía como mis hijos hablaban animadamente con estos hombres, como deseaba que fuera Carl quien hubiese estado ahí sentado hablando con sus hijos mientras que yo les servía el desayuno, pero su silla estaba vacía. Empecé a sentirme ansiosa, empecé a sentir tantos recuerdos que sentía mis ojos humedecerse. Mi punto débil se activó, día y noche intentaba calmarme, aunque me despertara en la mañana extrañándolo, no demostraba sentimiento de tristeza ante su ausencia, sólo continuaba al igual que el tiempo; yo no me detenía. Vi mi momento de huida de esa habitación cuando capté en mi campo visual a Natasha caminar hacia mi casa, se veía algo estresada y caminaba con prisa, la observé por la ventana, veía su barriguita y como a su lado caminaba Noah. Él se veía sonriente y animado, los niños que criábamos aquí, se adoraban. No tarde en alejarme del fregadero de la cocina, pasándole por el lado a la mesa de comedor, repleto de las personas que aún hablaban pero ya no comían. Pase por el pasillo, mirando fijamente las escaleras y encontrándome con aquel misterioso hombre. Estaba cabizbajo, sus manos tapaban su rostro pero el ruido que provocó la madera de la puerta al ser tocada por mi hermana afuera lo alertó. Sus ojos cruzaron con los míos y pude ver como él simplemente se levantó de las escaleras y se dirigió a la planta baja. Extrañada ante su actitud, abrí la puerta principal que había sido tocada.

—Tía.—abrí mis brazos para atrapar en ellos a Noah, alzándolo y recibiendo su abrazo mientras veía a mi hermana algo agobiada.

—¿Qué pasa?—le pregunté curiosa ante verla algo furiosa.—Alanna, Caleb por favor recojan.—les pedí a mis hijos, quienes aún charlaban con los Martínez quienes estaban sentados en el comedor sonrientes. Baje a mi sobrino, para dejar que este fuese hacia mis hijos.—¿Ajá?—le volví a preguntar curiosa mientras que ella aún estaba en el margen de la puerta.

—Magna quiera salir, Eugene la está reteniendo en la entrada pero fue bastante agresiva, no puedo irme encima de ella. Me falto el respeto y a Eugene también. Michonne no está y parece que ella está consiente.—veía en mi hermana algo de desespero, veía el cansancio.

—Alanna y Caleb, recojan y les pediré que ayuden a su tía a darles un tour por la comunidad a los chicos, por favor.—les pedí a mis hijos quienes me miraban mientras ambos bufaban, la vagancia.—Ahora.—les pedí de una manera firme para yo así dirigir mi mirada a mi colgante y recoger mi chaqueta negra para así, salir por la puerta de entrada y pasarle aún lado a Natasha.

—Aliana, con calma.—me pidió ella, mientras que evadí su mirada y proseguí caminando para así, poder ver a Jayden quien parecía también venir hacia mí con quejas.

—Parecen niños pequeños exponiendo tanta queja.—le dije ante este llegar a mi lado.—¿Qué pasa ahora?—pregunté con actitud, caminando por la acera.

—Magna intentó hacerle frente a Natasha, le pedí que viniese hacia ti, es una mujer y sería abusivo.—me comentó este, mientras en su boca tenía un palillo de madera.—Incluso la empujó para que le diera "espacio personal".—mordí mis labios de molestia, y ver a Magna a lo lejos en el portón me hizo sentirme más curiosa de lo que pasaba.

—Michonne se va un momento y todos quieren disponerse a hacer lo que les plazca.—comente, mirando a aquella pelirroja parecer tener un tipo de discusión con Eugene y veía como este estaba parado justo en el abridor del portón en negación.

—Magna, déjalo así, mejor vayámonos.—pude ver a aquella mujer con rasgos asiáticos sostener su brazo, Yumiko quien a notar mi presencia pareció querer cohibir a su compañera de salir.

—Eugene, ¿hay algún problema?—dirigí mi hablar a mi amigo y compañero de años, quien no tardó en asentir y mirar a Magna.—¿Tienes alguna inquietud?—le pregunté a ella, viendo cómo me miró fijamente.

—Quiero salir.—Magna no tardó en responderme mientras que se cruzó de brazos, no rompió el contacto visual que mantenía con ella.

—No puedes, lo lamento.—le dije, llevando mis manos a mi cadera y colocándolas en mi cinturón.—Fue la primera regla que les dimos, a todos ustedes que llegaron nuevos.—le dije, mientras que ella rió con sarcasmo.

—No pueden mantenerme detrás de estos muros como si fuese algún tipo de persona que deben cuidar.—me refunfuño ella, señalando los muros detrás.

—Pudiste estar encarcelada entre cuatro paredes, lo podrás superar y acoplarte.—me reí burlona, observando en su rostro la molestia de mi comentario.—Te estamos dando techo, seguridad y provisiones para que sobrevivas con comodidad, sólo te pedimos tiempo para crear al menos un vínculo de confianza y así poder dejarte salir. Si no es para ayudar a alguien en un tipo de mandado fuera de los muros, te quedas aquí.—le explique, calmando mi burla ante ver la frustración en ella de no poder salir.

—No confían en mi, pero tampoco puedo darme el gusto de confiar en ustedes.—me respondió ella.—Así que abre ese portón y te aseguro que la confianza empezará cuando me veas llegar en unas horas.—intento de convencerme pero me mantuve en mi posición y me negué.

—No me arriesgaré a conflictos, si quieres irte ve a tu casa y recoge tus cosas, y lárgate.—le dije.—O intenta de dejar tu inepta actitud para así mejorar un vínculo de calma y confianza entre los residentes, cuando eso suceda vuelve a mi.—le pedí, justamente viendo su semblante serio y ver cómo ella negaba.—No me va molestar una boca menos que alimentar.—le dije, viendo cómo ella se acercó a mi con algo de lentitud pero demostrándome intimidación, algo que me resultó desafiante.

—No creas que por ser la que lidera este lugar me vas a tener en tu mano como marioneta, obedeciendo tus reglas y estando a tus pies para lamberte tus zapatos.—pude ver a mi alrededor como Jayden y Eugene, al igual que Yumiko miraron a Magna ante su actitud pero me cohibía a defenderme ante presenciar a mis hijos con mi hermana mirándome en la acera, acompañada de aquellos ex salvadores.—Desde que llegue han querido humillarme, sin probar que puedo ser útil para ayudar a esta comunidad a crecer pero no me importaría irme y sobrevivir afuera, puedo hacerlo.—me dijo, acercándose a mi y quedando justamente frente a frente.

—Magna, cruzas mis límites cada vez que te me acercas y intentas desafiarme, solo porque te exigimos una base de orden que queremos que cumplas. ¿No te gusta el hecho de que también debas obedecer órdenes?—le pregunté, viendo cómo ella me miraba fijamente.—No te sientas mal por sentirte encarcelada, el pasado siempre nos persigue. Tu casa no esta lejos, ve u busca tus cosas y lárgate, o trágate tus palabras y obedece.—le pedí, girando mi cuerpo para detener el acto de incomodidad que varias personas presenciaban, incluso mis hijos.

—Lo dice quien tiene a su padre entre cuatro paredes, ¿encarcelado?—me detuve en seco ante su comentario, riéndome sarcásticamente ante ver como ella intentaba incomodarme.—¿Y el padre de tus hijos? ¿En que celda lo tienes?—la risa se me había esfumado ante su ofensivo comentario.—¿O te abandono? Es por eso que tú pasado te persigue como si estuviese presa, ¿no? Quizás somos iguales.—sentía como la sangre me hirvió, mis hijos escuchaban.

Fue una impotencia o quizás fue este enojo que llevo desde hace días que ella llegó pero me giré de una forma brusca, cerrando mi nudillo. De atrás hacia adelante lo dirigí con rapidez y pude ver cómo mi nudillo impactó con su mejilla. La rabia me había consumido ante ella abrir mi caja de pandora y sacudir mis emociones por la ausencia de Carl Grimes en mi vida, y en la de sus hijos. Magna se incorporó del golpe que le di pero antes de eso, mis manos apretaron con fuerza su camiseta y la lleve justamente ante el portón, sintiendo como ella gruño por el impacto en su espalda. Nadie se acercaba, podía escuchar murmuras y ver a mucha gente alrededor de nosotras pero ella me había consumido por completo. Sentí sus manos golpear con fuerza mi pecho, llevando mi cuerpo hacia atrás pero fue ahí cuando mi palma se cerró y con ella provoqué un enredo en su cabello, jalándolo com fuerza y dándole golpes con mi otra mano libre en su cabeza, cayendo con ella al suelo ante des balancearme. Caí con brusquedad al suelo, sintiendo mi cabeza doler y como un peso estaba encima de mi. Sentí mi mejilla rasparse con el cemento del suelo ante Magna colocar su mano en mi cara y aplastarla. Estaba enojada, estaba llena de rabia al igual que yo, la había provocado pero ella también me había provocado de una manera que me descontrolo.

Gruñí levemente, intentando levantarme del suelo y golpearla, ambas nos estábamos pegando mutuamente, pero sentía como mis nudillos impactaban en su rostro hasta que simplemente sentí como alguien apretó mis brazos con fuerza, levantándome del suelo y no tarde en darle patadas al estomago de Magna cuando pude observar a Michael y Eugene sosteniendo a Magna. Sentía mi pecho subir y bajar, mientras veía como las personas a mi alrededor me miraban, incluso mis hijos quienes parecían asustados ante mi conflicto. Intente de sacarme del agarre de quienes me sostenían, no podía verlos hasta que seguía y seguí y pude sacarme de su agarre, girándome con brusquedad y viendo fijamente a Ethan y Jayden, aquellos ojos me miraron de una manera penetrante, una manera extraña que me hizo sentir un escalofrío en todo mi cuerpo. Me aleje de él, de ellos y giré mi mirada llena de frustración. Los residentes me miraban, mis hijos me miraban. El ambiente se sentía tenso, se sentía pesado y mi corazón bombardeaba con fuerza cuando la miré, cuando me hizo recordar lo que ella me causó. En mi mente solo estaba Carl, sólo estaba el día en que se fue y ante ella recordarme una realidad alternativa en donde quizás estuviera aquí, me carcomió.

—Si el padre de mis hijos estuviera aquí, te hubieses ahorrado el berrinche.—le dije con rosa, mirando como ella parecía ser socorrida por sus compañeros, veía en ella sangre saliendo su nariz y quizás yo estaba peor, pues sentía mi boca amarga y con más líquido.—Si tienes mucha curiosidad en saber el por qué no puede hacer que te lo ahorres, aún lado de la iglesia está sembrada su tumba. Si quieres ahórrame el tener que llevarle flores.—dije, bajando mi voz y sintiéndome llena de tristeza, viendo en el rostro de ella un semblante de desilusión, ella se había que la había cagado.

—Aliana.—Jayden me llamo, pero simplemente evadí su cuerpo y crucé por su lado, sintiendo las miradas en mi, como cada una de ellas parecía juzgar mi actitud.

—Déjala.—esa voz, esa voz ronca que me erizo la piel desde el día en que la escuche pareció erizar mi piel.—Déjala.—volvió a repetir Ethan pero con su tono más bajo, le daba la espalda así que simplemente continué.

Continué, sintiendo mi mente en blanco y como todo parecía ponerse tenso en mi. Me sentía mareada, me sentía vacía ante la ausencia de él en mi vida, en la vida de mis hijos. Muchas cosas fueran diferentes pero él no está aquí, tampoco Rick Grimes. Seguí caminando, deteniendo mi paso simplemente justo delante de la iglesia, la cual estaban dándole los pocos arreglos de su construcción desde el día en que estalló en llamas. La miré finamente, mientras que el sol estaba pegado en mi piel, mientras que me sentía algo adolorida. Reí, aquella tonta pelea me había acordado el día en que Camila y yo nos jalamos las greñas, también había sido a causa de Carl. Recuerdo el día en que ella murió, me quedé incierta pero siempre pensaré en que ella intentó salvarme y por eso, murió. Supe cuanto ella adoraba a Carl, también sé que ella hubiese dado lo imposible por él, así como yo pero la diferencia es que yo llegue tarde para salvarlo. La iglesia empezó a traerme aquellas memorias, a traerme aquel bache de sangre que dejó su herida en el suelo cuando lo recogimos y lo pusimos en él para así, Michonne y Rick excavar su tumba. Mis manos temblaban ante ese recuerdo porque justamente así estaba, temblorosa y aturdida en que él se haya ido. No hay día en que no lo piense, no había día. Fue lo que susurré ante sentir la presencia de ella a mi lado, la que ha sufrido conmigo su ausencia, fue lo que pensé cuando vi a Michonne mirarme fijamente.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro