CAPITULO 16

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MINI ACLARACIÓN: Este capítulo tiene lugar ANTES DE LA FIESTA DE LA FOGATA/ DEL BESO. Está situado después del capítulo 10 y antes del 11.

Creo que hacían falta este tipo de escenas para un mejor desarrollo de la historia, se me ocurre hasta ahora lol. Cuando edite se acomodará en su lugar correspondiente.

Pov's Alex

Sky me miraba descolocada.

—¿Es broma?

Negué luchando contra mi sonrisa.

—Hoy aprenderás a montar. —Le dije mientras cepillaba con la mano el pelaje del caballo que tenía a mi lado. Todos mis hermanos tenían un favorito, el mío era este cuarto de milla color canela.

Sonrió nerviosa. —Creo que no sabía de lo que hablaba cuando dije que me gustaría aprender.

Reí. —No es tan difícil. Verás que no tienes por qué tener miedo. ¿No confías en mí?

—En ti sí. En el caballo no lo sé.

A pesar de sus palabras no dudó en acariciar al animal. Parecía contenta regalándole mimos. No le asustaba él, era solo el hecho de montarlo.

—Es la cría de una yegua que mamá rescató hace unos años. Cuando la encontró estaba en muy mal estado y la trajo a casa para atenderla. Se volvió su favorita. Hace un tiempo falleció. Mi madre dice que él le recuerda a ella. Yo no sé si creer que ellos funcionan como nosotros, pero no le digo nada al respecto. Le gusta contarme la historia cada vez que puede. Es rápido, pero no atrabancado, así que no tienes que preocuparte porque te tumbe.

—Olvidé por un momento que tu mamá es veterinaria.

—La mejor.

—¿A ti también te gusta cuidar de los animales?

—Creo que viene con lo de montar. Siento que es la forma que tengo de agradecer a los animales, sobre todo a los caballos. Así que sí, me gusta, pero no de la manera que a mi madre. Cuando era pequeño la acompañaba a la veterinaria, la veía trabajar y pensaba que eso era lo que quería hacer cuando fuera grande. Entonces un día llegó un becerro que no pudo salvar. Lloró una semana, tiene un corazón de pollo, pero siguió adelante. Me di cuenta de que yo no podría hacerlo. Su profesión es más que cuidar animales enfermos, son vidas que están en tus manos y tienes que aceptar que no siempre podrás tener éxito, por más bueno que seas. Terminé por descartar la idea.

—¿Y montar? Sé que creciste en el campo, pero ¿Cómo te diste cuenta de que era diferente a las otras cosas que haces aquí?

—Porque de entre todos los lugares en el rancho el establo era mi favorito, como un lugar seguro. Cuando montaba perdía el sentido del tiempo, no me aburría nunca. Me vi esperando cada día para hacerlo. Además, me parece especial la manera en que puedes crear una conexión con tu caballo. Montar me hace sentir cosas que no encuentro en ninguna otra parte.

Después de escucharme miró al caballo como si lo estuviera analizando. Me gustó que a pesar de ser una experiencia completamente nueva para ella no se cerró en banda a la posibilidad.

La idea de compartir algo que me gustaba con Sky me emocionaba. Entendería si hoy no estaba lista para intentarlo, sin embargo en el fondo estaba deseando que aceptara.

—¿Me prometes que no me caeré como en las novelas mexicanas?

Una carcajada se me escapó.

—Te lo prometo, Sky.

—Bien. —Tomó y soltó el aire sacudiendo los brazos como si se liberara de cualquier duda. —Entonces adelante; enséñame a montar.

Un brillo extraño iluminó mi pecho y me vi intentando contener la emoción.

Aunque el caballo ya estaba preparado para salir, revisé de nueva cuenta que la montura estuviera bien colocada antes de ayudarla a subir.

—Pon el pie izquierdo en el estribo y si quieres apóyate en el fuste para tomar impulso y subir. —Tuve que señalar cada parte de la silla de montar con forme se la iba mencionando. —Ya le enseñé que no debe de moverse, pero intenta no dejar caer todo tu peso de golpe porque podría reaccionar haciéndolo. De cualquier forma no pasará nada, estoy aquí.

—De acuerdo.

—Adelante.

Hizo exacto lo que le dije cuidando no ser brusca con el animal a la hora de sentarse. Sonrió satisfecha viendo lo fácil que le resultó.

—Cuando estemos en el campo mi yegua irá a la par de este chico, solo daremos un paseo, para empezar, ¿De acuerdo?

—¿No subirás conmigo?

Tomando en cuenta que era su primera vez lo había considerado, pero deseché la idea casi al instante creyendo que estaría bien con la opción de ir sola.

—Pensaba ir en otro caballo.

—¿No puedes subirte a este?

—¿Te sientes más cómoda así?

—La verdad es que sí.

Cuando Lee aprendió esa fue la forma en que papá le enseñó. A Cole y a mí nunca nos generó miedo, quizás solo nervios la primera vez, pero no era el caso con él. Que papá se subiera también hacía que Lee se sintiera seguro, confiado de que por cualquier cosa alguien tenía el control. Supuse que algo similar pasaba con Sky.

—Aún no le he enseñado en ancas así que tendremos que ir en la misma silla o cambiar la montura a otro caballo.

Siendo honesto, quería que montara este en específico. Confiaba en él para ella, estaba seguro de que sería más fácil que disfrutara de la experiencia porque de todos era el que tenía el carácter más dócil, equilibrado y sobre todo amable. Sin embargo, supongo que tendrían que intentarlo en otra ocasión.

—No tengo problema en ir los dos en este.

—Oh, bueno. En ese caso, supongo que está bien.

Por alguna razón, aunque lo mencioné, no creí que fuera opción, no una de verdad. ¿Pero porqué me sentía reacio al respecto? Ya lo había hecho antes con Lee e incluso con Isaac, aunque claro, íbamos en ancas. De cualquier manera, no cambiaba hacerlo con Sky así que dejé de darle muchas vueltas y, después de sacar al animal del corral, subí como estaba acostumbrado. Traté de poner distancia pero era caso nulo así que no me quedó más que actuar con naturalidad ante la inminente cercanía.

—No te pongas nerviosa o se pondrá inquieto. —Aconsejé cuando me fije en que ya no parecía tan confiada como cuando acababa de montarlo.

—Vale.

El caballo solo estaba caminando, antes de hacerlo galopar quería que ella se relajara. Y quizás, con suerte, eso me daría tiempo para quitarme esa sensación hormigueante de las manos que me provocaba el perfume dulce de Sky.

—¿Ayuda si me haces preguntas?

—De acuerdo. ¿Cuántos años tiene?

—Es de los más jóvenes, quince.

—¿Eso es joven para los caballos? —Se giró un segundo para verme y después volvió a mirar al frente. —¿Entonces viven los mismos años que nosotros?

La curiosidad en su voz me hizo sonreír.

—No, ellos solo pueden vivir un aproximado de treinta a cuarenta años. Se consideran potros hasta los cuatro que es más o menos cuando se terminan de caer los dientes de leche. Y de hecho es por los dientes que medimos la edad. En el rancho solo tenemos un par de potros que son los más pequeños, el resto ya tiene alrededor de veinte o más. Así que digamos que él es el más joven, por lo menos aquí.

—¿Cómo se llama?

—Cinnamon.

Se rio. —¿Por qué?

—¿No es obvio?

Cinnamon era, oh sorpresa, color canela. Tenía el pelaje de café claro y brillante, su distinción era la mancha blanca justo en el medio de su cabeza, de la frente hasta la nariz.

—¿Quién se lo ha puesto?

—Suena a que sabes la respuesta. —Le seguí divertido.

—Eso creo. Solo quiero confirmar.

—Yo.

—Que creativo, Alex. —Se burló y la dejé.

El sol estaba en su punto máximo, aunque el invierno no tardaría en llegar durante el día aún se sentía el efecto ardiente de la estrella. Como no le había dicho nada previamente Sky venía solo con unos jeans, tenis y una blusa sencilla. Me quité la gorra y la coloqué sobre su cabeza.

—¿Quieres tomar las riendas?

Negó con la cabeza de forma ferviente. Escondí la sonrisa en su cabello.

—Dijiste que montar te hace sentir cosas que no encuentras en ninguna otra parte, ¿Cómo es eso?

—Nada me da esa sensación de libertad como cuando monto a campo abierto. Estar sobre un caballo se siente como estar sobre una nube, sientes que corres sin tocar el suelo. Cuanto más rápido vas más te sientes capaz de escapar. Y por un momento lo haces; te olvidas del mundo por completo, de los problemas y las cosas malas que te suceden. Solo disfrutas del paisaje, dejas de sobre pensar, respiras aire fresco y es como respirar tranquilidad... paz.

Todos saben que amo montar, sin embargo con pocos me abro sobre cómo me siento cuando lo hago. Quizás la razón es que soy egoísta con ello; se siente como algo en lo que no solo soy bueno, sino que me destaca, lo que me diferencia de mis hermanos y por ende es especial. Pero con Sky era diferente, me gustaba que conociera todos los rincones de mí, incluso los que trataba con especial cuidado.

—Algún día quisiera encontrar algo que me apasione tanto como a ti te apasiona montar.

—No hay prisa. Estoy seguro de que lo harás y cuando así sea serás la mejor en ello.

Me miró por encima de su hombro. Su sonrisa y sus ojos brillaron.

—Estoy lista para hacerlo de verdad.

Sentí que mi corazón dio un brinco.

—De acuerdo, pero si quieres parar debes decírmelo, ¿Bien?

Deseaba que disfrutara de esto tanto como yo. Me gustaba la idea de compartir esa sensación de escape con ella. Sin embargo, incluso si no era el caso, ya estaba contento con que le diera una oportunidad.

Después de mi indicación Cinnamon comenzó con su galope. Aunque íbamos a bastante buen ritmo me aseguré de que no fuera demasiado. A pesar de que estaba bien adiestrado eran pocas las veces que lo montaba en pareja, no quería arriesgarnos.

Me mantuve atento no solo al camino sino también a cualquier signo de inconformidad de Sky –conociéndola era capaz de aguantar un viaje que no le gustaba solo por amabilidad–, pero nada de eso sucedió, me di cuenta. Asomé para darle un vistazo y la manera en que sonreía... conocía esa sonrisa, cuando sientes que el aire refresca tus pulmones limpiándolos de cualquier impureza. El semblante, siempre radiante, se le pintó de calma mientras observaba el paisaje pasar. Tuve que recordarme que debía ser responsable y mantener la atención en el caballo y el camino. Sin embargo, de Sky era imposible escapar, porque incluso si no la miraba su presencia se impregnaba con facilidad en cualquier parte. Como en ese momento que el aire se llenó con su perfume frutal. Era libertad con aroma a fresas.

Continuamos sin ser conscientes en realidad de cuánto tiempo había pasado. Para cuando llegamos a la cima de la loma más alejada bajamos un momento. Sky por poco me tumba por la fuerza con la que se lanzó a darme un abrazo. Su corazón latía de prisa, casi a la par del mío.

—Gracias.

—¿Por qué? —Murmure sin soltarla.

—¡Fue increíble! —Se separó para mirarme, sus brazos aún sobre mis hombros. Noté su cabello despeinado por el aire, apenas contenido por mi gorra, y sus mejillas llenas color rosado. La imagen me hizo sonreír también. —Creo que es lo más extremo que he hecho en mi vida.

Me reí. —No es para tanto.

—Quizás para ti, porque ya estás acostumbrado. Pero para mí, que toda la vida me crie en la ciudad y jamás tuve ni el más mínimo acercamiento a un animal de rancho, esto es incluso más extremo que aquella vez que me teñí el cabello de rojo.

Finalmente se alejó por completo de mí.

—¿Que tú qué?

—Mi madre se volvió loca. No lo tuve por más de tres meses, y eso solo porque no pudo obligarme a sacarme el color al día siguiente sin riesgo a quedarme calva.

Me reí, no pude evitarlo al pensar en una Sky con el cabello color fuego.

—Debiste parecer un hada con la cabeza incendiada.

Sus labios se entreabrieron con sorpresa y luego aún más con fingida indignación.

—Para tú información me veía muy bien.

—Nunca dije lo contrario. —La verdad es que a Sky siempre la asociaba con los brillos y la luz, como un hada. Sabía que incluso del color más ridículo se le seguiría viendo bien, pero el rubio era esa parte mágica suya. —¿Porqué lo hiciste?

Se encogió de hombros. —Tenía el dinero y una estética de confianza.

Eso me hizo pensar:

—¿Cómo era tu vida en Los Ángeles?

Más allá de los retazos de su anterior relación y sus padres no hablaba mucho de eso.

—Normal, supongo. Iba al colegio durante el día. Por las tardes salía con mis padres a algún restaurante, si estaban libres, y si no entonces comía algo en casa mientras hacía la tarea, en esas ocasiones invitaba amigas para pasar el rato ahí, a veces se quedaban a dormir si conseguíamos el permiso y casi siempre lo pedíamos porque nos gustaba arreglarnos juntas a la mañana siguiente para ir a la escuela. Los viernes salía con mis amigos, íbamos al cine, hacíamos planes para ir a la feria o al muelle a pasar el rato. Me encantaba sobre todo dar la vuelta por el paseo de la fama, siempre estaba sucediendo algo divertido. Los fines de semana eran sagrados porque el resto de días papá y más siempre estaban ocupados, así que aprovechábamos para ir a algún lugar cercano como Disney. Mi familia es pequeña; mamá es huérfana, mi padre está distanciado del suyo desde que tengo memoria y, como sabes, no tengo hermanos; así que en lugar de asados los domingos estaba acostumbrada a las reuniones con los amigos de mis padres y sus hijos. Después me cambié de colegio, conocí a otras personas, crecí un poco más y algunas cosas cambiaron pero en esencia esa era mi vida; cumpleaños con amigos, fiestas en la piscina, quizás algún concierto, citas en spa, desayuno en mi cafetería favorita con mamá por lo menos una vez a la semana. Ahora que lo pienso parece que fue hace años la última vez que fui a un centro comercial con ella, eso también lo solíamos hacer a menudo.

En ese momento caí en cuenta de cuán diferentes éramos. Mis padres siempre estaban en casa, incluso mamá que cada dos por tres tenía llamados de emergencia se hacía un espacio para que comiéramos todos juntos, sin falta. Además, pequeño no entraba en la lista de características de la familia Walter, por lo mismo un paseo a Disney o comidas recurrentes en restaurantes no era algo que pudiésemos permitirnos fácilmente. A mis padres a penas y les conocía un par de amigos, la mayoría vivía en las grandes ciudades y verlos era difícil. Podía apostar que mamá no había pisado un spa desde hacía más de diez años y la única cafetería en Silver Falls, aunque buena, no tenía todas esas bebidas de las que una vez oí a Jackie extrañar.

Pero la cosa era que nunca pareció que fuésemos opuestos, es decir; Nuestra vida y personalidad sí que lo eran, sin embargo cuando estábamos juntos esas diferencias no se sentían, porque congeniábamos a la perfección. Otra cosa es que Sky nunca hizo alusión a su anterior vida, nunca escuché una queja o lamento. Ella veía en Silver Falls las cosas buenas –incluso las que yo no– y las tomaba de forma agradecida.

—¿No ha sido difícil dejar todo eso atrás? Cambiar una gran ciudad como Los Ángeles por un pequeño pueblo. —Me dio curiosidad.

—Son dos estilos completamente diferentes, no te voy a mentir. A veces extraño esos pasatiempos, pero la verdad es que también me gusta aquí. Supongo que en el fondo no estaba del todo contenta con mi anterior vida. Ahora más que nunca me he dado cuenta de cosas que me disgustaban; como el tráfico de las mañanas, los turistas en todas partes, las largas filas en las tiendas y en general el ambiente caótico. No me concentro en que extraño, busco cosas que me gustan de estar aquí y por suerte las he encontrado.

—¿Volverías? A Los Ángeles, me refiero.

Había dicho que se mudó porque quería una vida alejada de la ciudad, sin embargo nunca experimentó lo que era vivir en un poblado pequeño hasta ahora. ¿Le gustaría lo suficiente como para quedarse o en el fondo ya se había arrepentido? Aún estaba a tiempo de cambiar de opinión si sus padres no habían terminado de mudarse.

—No. —Descartó sin dudarlo. —Quizás a ver a viejos amigos, pero nada más.

—¿Y la universidad?

Era un tema en el que no había pensado. Sin embargo, debía recordar que este era nuestro último año en la preparatoria. Después del siguiente verano todo nuestro grado se iría, ya fuera a la estatal o a cualquier otra universidad.

—Todavía no he decidido nada. Supongo que no me molestaría elegir una escuela en otra ciudad, pero Los Ángeles está descartado por completo. ¿Y tú?

—Tampoco he tomado una decisión.

No me gustó la idea de que quizás después de este año no vería a ver Sky en un largo tiempo. Así que mejor hice todos los pensamientos respecto al futuro a un lado y pregunté:

—¿Lista para volver?

Asintió emocionada por montar de nuevo.

Me disfrutaría de los momentos que mi amistad con Sky me diera porque estaba seguro de que en unos años, incluso cuando ambos cambiáramos y conociéramos a otras personas, quería recordarlos como una de las mejores etapas de mi vida. Cuando una chica con sonrisa brillante y alma pura llegó a regalarme un poco de su luz.

Terminamos volviendo muertos de sed. Si sus mejillas estaban sonrojadas al inicio para ese punto parecía que ardían. Todo producto del sol. Pero aún así sonreía mientras le hacía mimos a Cinnamon y se despedía de él.

—¿Quieres pasar? —La invité a casa.

Las veces anteriores, el día de su cumpleaños y cuando leíamos en la loma, no había entrado, no por falta de invitación –excluyendo su cumpleaños– sino porque siempre se nos pasaban las horas y cuando volvíamos ella ya debía regresar a casa. En el fondo esas ocasiones estaba agradecido de que declinara la oferta, la idea de que Sky presenciara lo incómodo que me ponía convivir con Jackie y Cole no me agradaba. Sin embargo, ya le había contado la historia y desde esa conversación estaba más que decidido a dejar las cosas en el pasado. El progreso era lento pero sentía que avanzaba. Así que justo en ese momento deseé que aceptara y todavía no tuviese que volver a casa. Habíamos pasado un día increíble fuera, no quería que se fuera aún y no renunciaría a su presencia solo por miedo a que Cole y Jackie se encontraran aquí. Me gustaba la persona que era con Sky, no me dejaría oscurecer ante terceros, no más.

Para mi buena suerte esta vez aceptó.

Cuando vives con un montón de adolescentes, hombres en su mayoría, encontrar silencio al abrir la puerta resulta aterrador.

—Los chicos deben estar en la sala jugando videojuegos. —Pensé en voz alta al entrar detrás de ella y ver el lugar, sorprendentemente, vacío.

La guíe hasta la cocina para que ambos pudiésemos beber algo.

—¿Tienes hambre? —Pregunté después de que ambos nos hubiésemos refrescado con el agua fría.

—Un poco.

—Déjame ver que hay. Aunque creo que terminaremos por pedir algo porque no hemos ido a hacer las compras.

Y en efecto, cuando abrí la nevera para revisar no encontré nada más que el sin fin de material de repostería que mamá había comprado hacía un par de días.

—¿Qué es eso? —Preguntó Sky cuando vio la especie de betún que había sacado para poder tomar la jarra de jugo que estaba hasta el fondo.

—Mi madre intentó hacer un pastel, pero ella es buena veterinaria.

Amaba a mamá. Era talentosa en la cocina a decir verdad. Sin embargo, la repostería no era su fuerte por más que intentara. No era la primera vez que se decidía a darle una oportunidad. Siempre lo iniciaba pero se estresaba a mitad del camino y terminaba con los ingredientes arrumbados hasta que caducaban. Pasado un tiempo se olvida de porqué se rindió la última vez y vuelve a comprar para intentarlo de nuevo. Una sola vez terminó la receta, ninguno de los hombres en esta casa tuvo el valor para dar su sincera opinión así que terminamos comiendo pastel de zanahoria que, estaba seguro, no era normal que tuviese tanto gusto a sal.

Se rio. —No puede estar tan mal.

—Comprueba por ti misma.

Le tendí el bol de la extraña mezcla. Tomó una porción pequeña con la cuchara y la probó. Su rostro se arrugó sin poder evitarlo.

Me reí. —¿Ves?

—¿Tienes azúcar?

—Sí, eso creo. ¿Por qué?

—Creo que puedo arreglarlo.

Al cabo de unos minutos tenía a Sky en mi cocina rompiendo huevos y tamizando harina. Observaba cómo los menjurjes que mamá había creado por fin tomaban forma y, viéndola tan segura de lo que hacía, me pregunté si no necesitaba un recetario.

Mientras el bizcocho se horneaba me hablaba de cómo es que había aprendido y por qué le gustaba tanto todo lo relacionado a los postres. Resulta que tomó un par de cursos y después simplemente comenzó a hacerlo por sí misma en casa, durante su tiempo libre.

La cocina de pronto se llenó de un olor dulce. Cuando me fijé en la mermelada de mora que preparaba se me hizo agua en la boca, pero todavía no estaba lista así que aproveché para tomar una prueba de betún; La crema se sintió suave en mi boca, aterciopelada, no pude evitar el sonido de placer que se me escapó. Sky me fulminó con la mirada. Me pareció tierno descubrir que había una parte controladora y regañona en ella que solo salía cuando estaba en la cocina.

El aroma atrajo a los chicos hasta donde estábamos y de pronto tenía una fila de adolescentes sentados cual niños pequeños esperando por el postre, yo incluido. Cole se apareció, igual de curioso que los demás, sin embargo al vernos, sin una palabra, subió a su habitación. Descubrí que en el fondo hubiese querido que se quedara, que también disfrutara de las bromas que los chicos compartían conmigo y con Sky, pese a ello no hice el intento de ir tras él.

Cuando el bizcocho estuvo listo me sorprendió ver algo tan suave y esponjoso salir del horno de esta casa. Normalmente las tartas tenían un color café, pero esta vez era de un amarillo suave, caí podía jurar que sabía a vainilla.

Todos miramos atentos como Sky mojaba el pan con el jugo de la mermelada, después la rellenaba con su crema y completaba con la pulpa de la fruta, ponía otra capa de pan y al final cubría todo con el betún. Intenté ayudar pero resulte ser el blanco de burlas cuando quedó más embarrado que cubierto. De cualquier manera, ella logró arreglarlo e incluso formó flores con la fruta y un par de hojas de menta.

Estábamos todos con una rebanada servida, ya a punto de probar, cuando a lo lejos se escuchó la puerta principal abrirse y segundos después apareció mamá.

—Oh, —Exhaló al encontrarnos a todos ahí. No tenía idea de la hora que era, probablemente más de las cuatro si ya había salido del trabajo. De pronto su mirada encontró a Sky, sus ojos brillaron con sorpresa. —Hola.

Sky le devolvió el saludo tan brillante como ella y antes de poder presentarlas los sonidos de placer me interrumpieron.

—Esto está increíble. —Balbuceo Isaac con la boca llena de tarta.

—Es muy bueno. —Dijo Lee a la par, igual con la cuchara todavía entre los labios.

Ambos comentarios hicieron que las mejillas de Sky se tornaran de rosado.

Como era de esperar la curiosidad de mamá se encendió. Se acercó y le expliqué quién se había encargado de preparar el pastel, también le servimos una rebanada. Cuando la probó no paró de llenar de halagos a Sky. Comprensible. Creo que nunca había comido algo así de bueno, y no tenía nada que ver con que mamá no fuera buena repostera. La textura suave del pan combinado con el toque ácido de la mermelada que contrastaba con el dulce del betún fue como fuegos artificiales en mi paladar. Debí haberlo previsto, tomando en cuenta lo buenos que estaban los cupcakes de la última vez.

Mamá no paró de pedirle consejos y de contarle sus no muy gratas experiencias en esa área de la cocina durante el tiempo restante. Así fue como las dos mujeres se inmiscuyeron en una conversación sobre repostería. Para cuando era momento de irse los chicos ya le estaban pidiendo a Sky volver a nuestra cocina una próxima vez y mamá había quedado embelesada con ella.

La saqué de ahí antes de que se comprometiera demasiado, me había dado cuenta de lo mucho que le costaba decir que no a los favores. La llevé hasta la cafetería, donde me dijo que se encontraría con su tío, y finalmente volví a casa.

Mamá seguía en la cocina. Estaba empacando la única rebanada de tarta sobrante. Lee, Isaac y Nathan la habían peleado pero mi madre la reclamó como suya y no les quedó más que resignarse.

Avise que subiría a darme una ducha para estudiar un rato pero antes de que pudiera darme la vuelta su voz me detuvo.

—Me gusta.

Dijo. Y supe, por la sonrisa que tenía en el rostro, que no se refería solo al pastel.

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Capitulo largo para compensar la espera xd

A partir del siguiente espero ya ir encaminando la historia hacia el CONFLICTO principal y después el FINAL. Preveo dos partes mas y entonces comienza JSKJSK


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