Mañana de navidad en la cama

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Es navidad, la mañana de navidad. En la isla Quesadilla, el sol se levanta entre los aires, con el gélido viento haciéndole compañía y los copos de nieve manchando la tierra para tornarla blanquecina. Es la mañana de navidad, y los animales se acurrucan en sus madrigueras, así como también los isleños comienzan a abrir los ojos de a pocos e iniciar una de las festividades más esperados por todos...

Es la mañana de navidad, y lo primero que nota Vegetta al despertar en la torre es el tranquilo rostro de su novio, Foolish, recostado plácidamente en la almohada a su costado y con una sonrisa pacífica en él. Vegetta siempre sonríe y agradece a los dioses de que ese sea siempre lo primero que nota al empezar el día, acariciando con delicadeza los cabellos del rubio y dándole un beso en la frente al notar que este estaba por despertar.

— Good morning, mi amor. — dice Foolish, con sus ojos esmeraldas abriéndose con lentitud y alzando su brazo para rodear a su pareja. — Merry Christmas.

— Buenos días, my love. — responde, acurrucándose más a su lado y dándole aún más besitos — Feliz Navidad.

Aún es muy temprano, demasiado, culpa del horario inquebrantable del de ojos morados. Sin embargo eso es algo bueno, pues la parejita tiene más tiempo para pasarla en cama y solo disfrutar de la compañía del otro. Resguardados entre las sábanas y con sus cuerpos juntos para que el frío no cale en ellos, ambos se susurran saludos y mimos, se dicen cumplidos y se cuentan todo lo que no habían dicho sobre sus días anteriores, producto de haber tenido que pasar días, semanas y meses alejados el uno del otro. Sin dejar de tener sus manos entrelazadas, Foolish guía la mano de Vegetta hacia su pecho, siendo este testigo de cómo el corazón del tótem late con rapidez.

— I'm so happy you are here with me.

— Y nunca más me volveré a ir.

No tenían ganas algunas de salir de la cama e iniciar sus actividades, ¿para qué si tenían lo que más importaba al lado del otro? Los regalos podían esperar y Leonarda seguía durmiendo, sabiendo ellos que la pequeña huevito descansaba plácidamente al lado de su gato y con sus múltiples gorras rodeando toda su cama. Sin embargo, el rugido en el estómago de Foolish los tomó de improviso, logrando que risitas burlonas salieran de los labios de Vegetta que solo fueron ahogadas con un beso como respuesta por parte del híbrido de tiburón.

Sus besos siempre se sienten como la gloria. Dulces, cálidos, ansiosos y llenos de un amor que es y siempre será solo dedicado a él.

Ambos rieron luego del ósculo pues adoraban estar así, juntos y profesándose su amor, incluso si solo se encontraban echados en la cama. Vegetta le menciona que no podía dejar a su amor hambriento, por lo que sale de la cama a duras penas, pues el frío llegó a él de golpe apenas y se salió de la protección de las sábanas. No obstante, apenas y demostró tiritar, sintió como el cuerpo de Foolish se abalanzaba sobre él y lo abrazaba por la espalda, quejándose con Vegetta de que no podía dejarlo abandonado en la cama pues no pensaba estar ningún minuto lejos de él hoy, por lo que lo acompañaría durante todo el trayecto para, también, evitar que el frío los invada. El de ojos morados aceptó, comenzando así ambos con su pequeño plan de ir a hurtadillas por el desayuno y regresar a la cama en silencio, evitando así despertar a Leo. Se detuvieron luego de bajar las escaleras (Vegetta cargó a Foolish durante toda la bajada) y se besaron apasionadamente, con risillas cómplices al saber que todo marchaba bien. No podían evitar amarse, ¿quién podría culparlos? Después de todo estaban predestinados, escritos en las estrellas, un amor como el de los dos solo necesitaba tiempo para encontrarse y, por fin, poder disfrutar. Luego de bajar en silencio por los ascensores y hacer el desayuno ambos volvieron a su habitación, ahora sentados y acurrucados uno al lado del otro, comiendo los aperitivos que trajeron y atesorando la compañía del otro.

Un par de horas después, mientras el desayuno ya no existía y lo único que podía saciar su hambre eran los besos y caricias del otro, ambos escucharon pasos frenéticos acercándose a su habitación. Una vocecilla entusiasmada les gritó desde abajo si podía ingresar a lo que ambos accedieron, para después revelar a Leonarda corriendo y lanzándose a la cama de sus padres, gritando que la navidad llegó y que no esperaba a abrir sus regalos.

— ¡Es navidad, es navidad! — gritó la niña, abrazando a sus papás y saludándolos por el día — ¡Es navidad! ¡Dapper ha hablado tanto de este día y por fin lo voy a vivir! ¡Y pasarla con ustedes!

Vegetta acaricia los cabellos de su hija y Foolish le dice que bajo el árbol (que decidieron poner en la casita de árbol de Leo) seguro Santa le dejó muchísimos regalos. La niña se acurruca entre los dos, y sus padres la abrazan con todo el cariño que le tienen desde el día de la adopción.

— ¡Vamos a abrir los regalos! ¿Todos son para mí, cierto? ¡Hermanoier ya está muy grande!

Como si hubiese sido invocado, Vegetta recibe un mensaje de su hijo mayor, quien le dice que espera verlos en el castillo durante la tarde para pasarla con el resto de la familia y abrir los regalos que tienen para ellos.

"Dile a Leonarda que ya está muy grande para los regalos así que aquí no tendrá ninguno" Vegetta sonríe luego de leer ese mensaje, sorprendido ante lo tan iguales que sus hijos eran, pero sabiendo que dicho enunciado era mentira y que su única función era ver la reacción de su pequeña ante ello. La niña suelta un quejido y dice que llevará su espada para enfrentarse a su hermano, Foolish solo le dice que está seguro de que ella ganará.

— ¡Claro que sí! Miren, ¡les mostraré como atacaré! — la niña agarra una de las almohadas que habían en la cama y se la lanza a Foolish — ¡Victoria!

— ¡¿Con que guerra de almohadas, eh? — el tótem agarró la almohada también, mirándola desafiante — ¡Adelante!

Ahora, los tres habían agarrado las múltiples almohadas que los adultos tenían y se daban suaves golpeteos entre todos. La habitación relucía por las risas que los tres miembros de la familia soltaban, no pudiendo pedir un mejor amanecer que este. Cuando terminaron con su juego, Leo saltó de la cama y les apresuraba para ir a la casita del árbol. Ella se adelantó y bajó por los ascensores, quedando los dos adultos solos nuevamente en la habitación, entendiendo que ya era momento de despedirse de su cama, al menos, durante unas horas. Los dos acomodaron sus batas y ordenaron la habitación, asegurándose de que ninguna migaja del desayuno de hace unas horas siguiese ahí.

— Bueno, no la hagamos esp... — pero Vegetta no fue capaz de decir nada más al sentir como la mano de Foolish lo jalaba nuevamente a la cama, cayendo encima de su esposo y siendo recibido por unos cálidos besos. — ¿Foolish?

— Cinco minutos más. — le susurró al oído, abrazándolo posteriormente — Solo quiero seguir a tu lado, mi amor, juntos aquí.

Vegetta se conmovió por aquella súplica, agarrando el rostro de su amado y correspondiendo todos los besos que este estaba ansioso por darle. Echados nuevamente, continuaron con sus muestras de afecto, aunque sea por un instante más, sabiendo ambos que podrían retomar aquello apenas y la noche cayera aquel día.

Sí que era un buen modo de iniciar la Navidad.

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