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(Nota aclaratoria) Todos los capítulos de esta segunda parte han Sido editados. Recomiendo volver a leer para que puedan entender todo, y sepan de dónde salen estos personajes. Disculpen la inactividad, espero les guste el nuevo capítulo ❤️

Arnie Weeler

Aquel señor esa noche no se llegó a presentar. Simplemente me agarró por la muñeca mientras se quedaban lejanos esos pensamientos de que por una vez en la vida podría ser libre nuevamente.

Pero tal parecía que mi destino era ir de mano en mano, de dueño en dueño.

Caminaba por la arena descalza, el guiaba mis pasos en la oscuridad hasta que nos acercamos a Lamborghini.

-¿Es precioso verdad? -se dijo a si mismo adulando aquel coche viejo.

Aunque si, era precioso.

-Basuras, al igual que tú.

Esas palabras me costaron una bofetada. Sus finas manos tocaron mi cara ágilmente para luego sacudirlas contra su pantalón.

Pude sentir mi nariz sangrando.

-Modera tu lenguaje a partir de ahora.

Puse los ojos en blancos, ¿Quien se creía que era este tipo para estar mangoneandome de tal manera?

Pero no tuve otra reacción diferente.

Paff.

Volvió a sonar su mano contra mis cachetes, está vez un poco más duro que la anterior.

-Espero que está vez seas más educada, Weeler. No tolerare ninguna falta por tu parte. Espero no se tenga que repetir este comportamiento por parte de ninguno de los dos.

Me quedé callada, no sabía si reír por sus palabras o llorar. Debía de ser fuerte. Pero a quien mentía. Mis lágrimas salían solas mientras en mis labios podía saborear una mezcla de llanto con sangre.

Mi rostro dolía más de lo que podría describir.

-¿Entendido? -hablo fuerte y claro. Las personas que se encontraban a nuestro alrededor de un momento a otro fueron desapareciendo.

Se esfumaron de nuestro alrededor en un abrir y cerrar de ojos. Hasta los demás autos que estaban cerca del Lamborghini habían tomado rumbo hacia otra dirección.

Nos habían dejado solos en aquel desolado lugar.

Rezaba a dios que por una vez en la vida llegara Jimin, que fuera mi salvador en ese momento de desgracia que estaba viviendo, pero mis súplicas nunca se hicieron.

-¿Entendido? -repitio aquel joven esperando una respuesta de mi parte.

-Sí.

-Rash. Mi nombre es Rash. Que no se te olvide nunca, Weeler. A partir de hoy, eres mía.

-No... -intente decir, no termine mis palabras porque sentí venir otra bofetada que nunca llegó.

Al contrario, sus manos se deslizaron por mi rostro. Comenzó a acariciarlo mientras con su trasero se sentaba sobre el capote delantero del carro y encaminaba mi cuerpo cerca del suyo. Si otra mano acariciaba su bulto, y mis ojos no dejaban de mirar aquel acto que no quería estar presenciando.

-Tal parece que una buena bofetada no resuelve nuestros problemas. -su mano fue bajando sutilmente hasta mis glúteos, intento tomarlos con su palma pero si un paso hacia delante.

El sonrió porque tal y como había pensado en ese mismo momento.

¡No tenía escapatoria alguna!

-Esto es mío -dio una nalgada y apretó fuertemente con sus dos manos ambas nalgas, corriendo hacia un lado la prenda íntima que llevaba por debajo de la saya no tan larga que vestía.

Cruce mis pies para no dar paso a qué sus dedos tocaran mi zona, aunque cuando colocó sus pies entre los míos y con fuerza los corrió a un lado para abrirlos todo se fue al carajo.

-No te resistas, Weeler. Hoy pasará todo lo que por tu cabeza ronda.

Sus dedos comenzaron a acariciar mi ano. Si, mi ano. ¿Acaso eso se acariciaba? Pego su otra mano a mi espalda empujándome hacia delante, quedando mi trasero inclinado y mi cara encima del chaleco que llevaba.

Con mis manos le empujé, obteniendo que se golpeara la cabeza accidentalmente y poder intentar correr.

Aunque fracase en el intento porque aparecieron de entre los arbustos unos guardias que me sujetaron de ambas manos.

-Imbecil. -susurro el chico.

Mentiras aquellos sujetos me sujetaban el joven entro al auto, hizo unos cuantos ruidos hasta que se encendieron ambos focos delanteros.

Le puse ver.

Un chico de unos veinte años, puede que ¿veintitrés? Medía al menos 1.70 y algo. Y sus ojos. Sus ojos eran negros, negros como la noche. No irradiaban absolutamente nada, su cabello estaba tenido de gris.

Pero sus ojos, esos ojos sin sentimientos me miraron una vez impactaron con los míos. Veía como lentamente se desprendía el cinturón del pantalón que llevaba y lo acomodaba en una sola mano.

Me pasó por el lado, los guardias tan siquiera pestañaban con todo lo que pasaba y mi cuerpo temblaba pensando lo peor.

¿Moriría esa noche?

Aunque no sabría si morir fuera tan doloroso como las tres veces seguidas en que aquel cinturón impactó sobre mis glúteos. Cada acción más grande y sonora que la anterior.

Mis gritos y lamentos eran silenciosos, no me atrevía San siquiera a decir una palabra. Tan solo mordía mi labio, el cuál de tanta fuera llegue a partirlo.

Cuando una hora de sangre cayó en la arena el volvió a pararse delante de mi.

-Escapa ahora sí quieres. -susurró mientras los guardias me soltaban de las manos- ¡VAMOS, QUE ESPERAS! ¡HAZLO! CORRE. VETE. -gritaba.

Mis pies solo temblaban del dolor. No sabía que hacer, no sabía si respirar o dejar de hacerlo. Si pestañar o simplemente cerrar los ojos. No quería ni levantar la visita del suelo.

-No lo harás y sabes porqué, porque ya acabas de aprender la atención. ¡Vamos!

Me agarró de la mano, abrió la puerta trasera del auto e indico que debía de subirme.

El camino unos pocos pasos hacia el copiloto donde apagó las luces salió nuevamente del auto.

-Aun no he terminado contigo. -mencionó desde afuera, su mano se dirigió a la manilla de la puerta trasera.

La abrió y se sentó a mi lado.

-Estira las manos.

Le obedecí.

Él las amarró con aquel cinto y luego de eso, por si no fuera poco, amarro el cinto a un lugar específico que tenía el auto para lo que tenía en mente.

-Hoy verás como te puede llegar a follar un hombre de verdad.

Sus manos comenzaron a bajar desde mi rostro, tocando cada una de mis fracciones hasta llegar a mi vagina. La rozó un poco por encima del encaje que llevaba y sonrió.

-Mojadita -murmuro.

Corrió con uno de sus dedos a un lado la parte inferior que llevaba y con un dedo juguetaba con la humedad que traía.

Internó un dedo, para luego colocar dos y hasta tres. Mientras los metía y sacaba lentamente, con su dedo pulgar hacia círculos sobre mi clítoris.

Me odiaba por esto, pero se sentía muy bien.

Mi cuerpo se movía hacia delante, pero mis manos amarradas no colaboraban con aquella situación.

Me encogí, su otro tacto se hizo presente sobre mis pechos. Acariciaba mis pezones sin detener la acción de abajo y justo cuando pensé que tendría un orgasmo todo se detuvo.

De un movimiento brusco me acostó sobre la parte trasera del auto, y bajó su pantalón dejando su miembro afuera.

-Yo también me quiero divertir.

Y acto seguido lo metió en mi boca. Era grande, que digo grande, era muy grande. Sus movimientos hacia delante y atrás no me dejaban respirar bien. Parecía que me atragantaba de la verga tan grande que mi boca estaba succionando.

Muy bien pudieron pasar al menos cinco minutos mientras le hacía un oral al señor "Rash", y una vez pensé que se vendría dentro de mi boca la saco, y regó toda aquella leche por todo mi cuerpo.

-Espero te hallas quedado con las ganas, porque yo estoy muy satisfecho.

Fueron sus palabras para salir del auto, para copilotearlo saliendo de aquel lugar. Dejándome en las mismas condiciones de antes por al menos 2 horas de viaje.

Ni siquiera pregunto cómo estaba, cómo me sentía o si estaba dormida.

Solo se que cuando desperté aún seguia de la misma manera de antes pero en un lugar diferente.

Un avión.

•••

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