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Nota de autora: mi momento más humilde es escribir esta actualización en medio de un apagón, mientras respiro la brisa de la caca de los pollos que hay en el balcón del apartamento de mi madre, sin internet porque Etecsa no colabora y  tumbaron la conexión completamente, dónde no puedo recibir y ejercer llamadas o tan siquiera mandar un mensaje de texto. Sin mucho más en lo que me pueda quejar, que comience este capítulo.  🤣⚠️

Aprende a vivir en el infierno”

Arnie Weeler

Parecía que estaba viviendo en la antigua medieval por la manera en que mi cuerpo era maltratado. Aquel líquido blanco aún estaba esparcido por mi vestimenta. Parecía una puta cualquiera en la manera en que andaba: despeinada, con las manos atadas, y el atuendo que parecía que había salido de un vídeo porno muy movido.

Ambas manos eran aguantadas por hombres diferentes. Sus trajes y gafas negras les cubrían por completo. No había rastro de Rash por toda aquella vista y mis pies ni siquiera tocaban el suelo mientras me bajaban de aquella avioneta.

Sin muchas posibilidades de escapar o tan siquiera hacer algo agaché la vista hasta que mis pupilas notaron como el verde césped era pisado.

—¿Dónde estamos? —me atreví a preguntar.

Silencio.

Tan siquiera aquellos hombres pestañaron luego de mi pregunta.

Miles de maldades se me ocurrieron por la cabeza. Pensé en morderles, escupirles, sacudirme para incomodar les, pero solo se quedó ahí. En pensamientos.

No me atrevía a volver a dirigirles la palabra luego de ser fuertemente ignorada, o tan siquiera hacer realidad mis pensamientos luego de la amarga experiencia de la noche anterior.

Cómo si fuera un bicho raro, o tan siquiera una bolsa de basura que llevaba cinco días por botar y tan siquiera quieres tocar por asco, me tiraron de una al mismo tiempo, cayendo frente a una gran puerta de cristal que automáticamente se abrió.

Una luz intensa salió de su interior, dejándome ver unos zapatos carmelitas  delante de mis narices. Alcé la vista mientras mis rodillas y codos seguían besando el suelo y puse ver esa cara tan desagradable una vez más.

Rash.

—¿Ya te puedes levantar, o me seguirás dando reverencia? —ironizó sínico, comos siempre.

Su mentón permanecía apretado y solo miró en mi dirección al decir aquellas palabras.

Tomando en cuenta sus órdenes intenté ponerme de pie, haciéndoseme imposible al tener mis manos atadas y no ejercer equilibrio alguna sobre mi cuerpo.

Refufuñó.

Me tomó de una muñeca y ejerció fuerza mientras mis pies ponían de su parte para ponerme de pie. Una vez estuvimos uno delante del otro miré sus ojos, pero ellos no se dirigían hacia mi persona.

—Te he estado esperando, espero y te hallas portado bien. —habló serio mirando hacia el frente.

Apretó su agarre y encaminó dentro de la casa para cerrar la puerta con uno de sus pies y caminar recto, pisando una larga alfombra gris que recorría todo el pasillo.

—Desde ahora te puedo afirmar que todo lo que estás pensando es correcto. Quizás puede que pienses de más, pero poco a poco podrás entender como manejo el lugar.

Nos detuvimos en frente otra puerta de cristal, levemente la empujó con la mano contraria a la que sostenía mi muñeca y se sintió un olor extraño. No pude diferenciar que era lo que lo originaba.

—¡Quítate la ropa! —ordenó dejando libre mi mano.

Puso un pie dentro de la ducha. Era un cuarto de baño extenso, en la esquina se situaba la ducha, camuflada de una pared algo extraña, por la cual se podía observar perfectamente desde afuera cada detalle que estuviese dentro de aquel cuadrado mojado.

Poco a poco fue quitando su camisa. Su pecho estaba peludo y se dió la espalda para arquearla.

—¿Ya te has quitado la ropa? —preguntó mientras se volteaba en mi dirección, dónde pudo admirar que seguía dónde y cómo mismo me había dejado.

—¡No sé de qué manera piensas o crees que podré hacer tal cosa cuando mis manos siguen atadas hace más de 24 horas! Ni siquiera sé cómo la circulación no se me ha cortado. Llevo más de tres horas que no me siento los dedos, ni siquiera sé si aún los tengo.

—¡Cállate! —ordenó.

—¿Por qué? ¿Acaso me volverás a pegar? ¿Acaso harás algo peor que lo que estoy viviendo en estos momentos? —pregunté — No sé quién te crees, no sé quién eres, tan solo se que te llamas “Rash”. Aunque tan siquiera dudo si ese es tu verdadero nombre.

—¡Te dije que te calles! —exclamó sin levantar la voz, tenía mucha paciencia, algo que tan siquiera me faltaba en esos momentos después de vivir y haber aguantado tanto.

—No se tan siquiera que he hecho mal, ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué yo? ¿Por qué tú? ¿Que quieres de mi?

Se enojó. Lo ví en sus ojos mientras con firmeza dió dos pasos hasta llegar a mi lugar y agarró del cuello para apoyar mi cuerpo contra la pared.

—Te dije que calles esa puta boca de una buena vez por todas. —espetó, sin perder los estribos y mirando mientras su lengua relamía sus dientes, y luego lentamente sus labios.

Sosteniendo aún mi cuello me adentro a la bañera, tomando la llave para que comenzara a caer agua fría de la ducha.

Parecía el polo norte.

Mi corazón latía con frenesí, no me arrepentía de nada de lo que había dicho. Absolutamente de nada, tan siquiera dudaba de mi existencia luego de que mi cuello aún estuviera sostenido de aquellas gruesas manos que tan siquiera aflojaban la intensidad.

—Tu entera me perteneces, solo te diré eso. No tengo por qué responderte alguna de todas las preguntas absurdas que acabas de hacer. Tampoco debería de darte ésta explicación ahora mismo.

Me soltó, recuperé el aliento y él me volteó para de una vez por todas quitar aquel cinto que sujetaba mis manos por todo aquel tiempo infinito.

—No soy Jungkook, no me compares con ese corazón tan blando. Tampoco soy Jimin, ese imbécil no me llega a los talones. Tuve que deshacerme de él para poder llegar a ti. No soy ellos, soy Rash.

Mis ojos le miraron con temor, le miré fijamente pero no hice preguntas. No quería ejercer ni una palabra después de lo que había pasado.

—Te pediré una sola vez, escucha bien, solo te diré esto una sola vez. —advirtió— Deja de intentar tanto querer escapar, deja de hacerte la desentendida o la que no escucha mis palabras. No me gusta repetir las cosas, odio tener que dar explicaciones o tener que hablar de más. Soy más de acciones, soy más de tomar manos en el asunto a tener que ser un estúpido. Por tu bien, solo si valoras tu vida al menos un poco, te sugiero que aprendas a obedecerme cuando te doy una orden.

Me miró a los ojos por segunda vez en aquella noche. Mi piel estaba erizada de escuchar aquellas palabras, y el palo de agua fría que caía sobre mi piel no ayudaba en nada a mi situación.

Sus manos recorrieron mis manos, desde el hombro hasta tocar mis dedos, y nuevamente hasta mis hombros bajando el tirante de mi blusa. Uno primero detrás del otro. Se agachó mientras quitaba por completa la prenda dejando mi cuerpo al descubierto de sus malvados ojos.

Actoseguido quitó la saya, y mi vergüenza y escrúpulos aumentaron al cien al no poder tomar el control de la situación tan embarazosa que me habia tocado vivir.

—Hoy, mañana y siempre seré el único que te toque tu piel.

Tomó el jabón que se encontraba en la repisa detrás de mi y comenzó a rozarlo contra cuerpo, comenzando por la parte de la cintura.

—Acostumbrate a una vida de placer interminable, Weeler.

Pd: a mitad del capítulo recupere el internet y la luz🥲

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