Capitulo 11

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Como nadie más



Arnie Weeler

Aquí me encontraba otra vez. Detrás del escenario. Las luces daban vuelta por todo el lugar. Jeon hablaba con Brad, ella pasaba su brazo coquetamente por detrás de su hombro y se acercaba cada vez más a él. Parecía que le quería besar.

–Los clientes te pueden ver.

Pude leer los labios de Jeon decirle a la chica y esta solo sonrió. Se acercó a su oído, susurró algo y el chico volteó su mirada a mi. Sonreí ingenua al él haberme visto espiandole como siempre.

Se despidió, dio un beso en la mejilla de Rashed y sin que nadie le viese dio una leve nalgada. Ella mordió su labio y agarró su mano, llevándolo detrás de la puerta donde se encontraban las habitaciones de las chicas.

–¿Que estas buscando?

Comentó alguien a mi lado. Una voz ronca pero no tanto. Sentí una mano en mi hombro, giré para verle y Jimin se encontraba detrás de mi.

–¿Qué haces aquí? –indagué. –Los clientes no deben estar en este lugar.

Miré a todos lados. No quería que me vieran con el chico o tendría graves problemas con Sten.

–Ya te dije que yo si puedo.

–No me lo has dicho. –entrecerré mis ojos y le apunté con mi dedo en medio del pecho. Sus manos aguantaron las mías, le miré desconcertada y comenzó a caminar haciendo que le siguiera.

–Pues te lo digo y afirmo ahora. –dijo mientras giraba su cabeza y me dirigía una sonrisa. Volvió a mirar al frente y se encaminó a la misma mesa de siempre. Esa mesa apartada de todos.

Rasqué mi hombro con algo de vergüenza. De seguro Jeon me había dicho que me pusiese este vestido por este chico, Jimin.

–Eres insegura, ¿Verdad? –me preguntó. En sus manos tenía una botella de vino. Sirvió dos copas y me entregó una. –No deberías serlo conmigo. –volvió a decir sin darme chance a responderle.

Sentí la puerta resonar. Voltee la cabeza y allí se encontraba Jeon. Arregalaba su esmoquín, llevaba su cabello recogido con un pequeño moño muy chulo y unos lentes que dudaba que tuviesen contacto, aunque le quedaban a la perfección. Detrás de él salió Brad, con su cara pícara me miró, dirigió su vista al frente y caminó recto. Volví a profundizar mi atención en Jeon, esta vez él también me miraba. Sus ojos hacían contacto con los míos y sentí una pequeña punzada en el pecho.

–¿Estas de acuerdo? –comentó Jimin tocando mi hombro unas cuantas veces.

–Perdón me perdí en la conversación. –sentí mis mejillas arder. Nuevamente estaba nerviosa y esos ojos verdes se penetraban en los mios haciéndome sentir muy pequeña.

–Eres hermosa Arnie. –llevó su mano a mi rostro y lo acarició. Por un momento quise parar el tacto, pero se sentía bien. No había maldad ni segundas intenciones en éste, por lo que solo incliné mi cabeza, dejándola caer sus brazos. –Todos los que están en el lugar pueden verlo. –levantó mi cabeza haciendo que le mirara. –Todos los demás experto tú.




Park Jimin

La mirada de la chica se hallaba perdida con la mía. Esos ojos miel me volvían loco desde la primera vez que la vi dentro de su casa. Sus lágrimas iluminaron mi mundo como nadie más lo había hecho, pero de un momento a otro desapareció, sin dejar rastros. Lo único que me quedó fue maldecir al universo por quitarla de mi vida.

–¿Por qué eres tan amable? –preguntó la chica. Tomó la copa que le había entregado anteriormente y dio un sorbo.

–¿No crees que te lo merezcas? ¿Acaso por estar en un lugar como este te tengo que tratar como una puta?

Hizo silencio. Sabía que mi comentario no le había incomodado, ya que, mas bien, solo la trataba como la reina que sería una vez que formara parte de mi vida.

–Acompañame afuera, este ambiente me pone mal.

–Pero... No pued... –le di una mirada. Ya me encontraba de pie y ella solo asintió sin decir una palabra. Le entregué mi mano, la cuál tomo muy rápido y caminamos hacia la puerta principal.

[...]

El aire mecía el cabello de la chica. Me abrumaba. Nos encontrabamos sentados en un puente, a unos cuantos metros del lugar que nos encontrabamos anteriormente.

–No sabía que este lugar estaba tan cerca de la casa. –confesó la chica mientras sonreía mirando al suelo.

–No se que decir. Quizás conozcas más el exterior a mi lado.

–¿Fumas? –preguntó la chica mirando y apuntando la parte de interior de mi chaleco.

–A veces. No es algo a lo que le tenga afinidad. –saqué la caja de cigarrillos. Solo le faltaban dos y tome uno llevándolo a mi boca.

–Cuando es “a veces”. –hizo comillas con sus dedos y sonreí por primera vez mostrando mis blanquecinos dientes.

–A veces es cuando me siento nervioso, con ansiedad o estresado. –guardé la caja para sacar el encendedor y prender mi cigarro.

–¿Estas nervioso? –llevó un dedo a su labio y lo mordió. Tomé su rostro, hice que me mirase y sus labios quedaron entreabiertos. Estaban algo resecados.

–Me pones nervioso Arnie. ¿Acaso no sabes lo hermosa que eres? Si tan solo vieras lo que veo yo, entenderías por que me pongo tan desesperadamente nervioso a tu lado.

Me acerque a ella, no trató de alejarse y me sentí bien ante su aceptación.

–Ahora que estoy en frente a ti. –miré sus ojos, ellos ya me miraban fijamente. –Ahora que te estoy mirando no lo puedo creer. No sabes lo hermosa que eres.

La chica bajó la mirada. Sus mejillas de color carmesí la delataron, estaba avergonzada ante mi comentario pero no podia hacer nada.

Me gustaba demasiado Arnie.

–Eso te hace ver mas hermosa.

Di una calada a mi cigarro y voté el aire rápidamente. Arnie mecía sus piernas en el aire. Me miró confundida. Sabía que lo deseaba hacer y asentí para que cumpliese sus sueños repentinos. Me dirigió una sonrisa y subió al largo asiento. Estiró sus manos y comenzó a correr por todo el borde de aquel puente. El viento mecía su cabello y su sonrisa se veía de oreja a oreja.

–Ten cuidado a no caerte. –le grité pero no llegó a escuchar.

Tiré el cigarrillo al suelo y lo aplaste con el zapato. Arnie se encontraba recostada a un poste de luz que salía del mismo puente. Sus ojos observaban el cielo, el cuál solo tenía nubes negras.

–Extrañaba esto. ¿Sabías? –dijo la chica. Pensaba que no había notado mi presencia pero creo que me equivoqué. –El aire chocar con mi rostro, el olor a mar, ver la noche. –se abrazó a si misma.

–Ven. –tomé su mano para ayudarla a bajarse. La chica se encontraba llorando mientras revivía todos aquellos momentos en los que pensaba que era feliz, pero yo claramente sabía que no lo era.

Uno de sus pies se cruzó con el otro, haciendo que tropezara y cayera encima de mi. Ambos caímos al suelo y su cuerpo estirado sobre el mío se sentía perfectamente.

–¿Estas bien? No sabes cuánto lo siento. –llevé una mano a mi nuca. Por un momento mi cabeza dolió mucho por el golpe y al abrir mis ojos su rostro se encontraba a pocos centímetros del mío.

Cambió la dirección de su mirada y al percatarse que se encontraba sobre mi se paró rápidamente. Levanté mis hombros un poco, quedandome sentado. Ella estiró su brazo y lo tomé asiendo que cayera y a mi altura. Sus rodillas quedaron apoyadas en el suelo. Tomé su mentón y sin ni siquiera moverlo ella me miró.

–No se porqué estas siendo tímida. ¿Por que te volteas cuando te veo a los ojos?

Trató de volver a hacer el mismo acto pero se lo impedi. Me pare rápidamente del suelo, tomé de sus manos e hice lo mismo sin ni siquiera decirle nada.

–Creo que ya debemos volver. –miré el reloj de mi celular. Marcaba las 12:00 a.m.

[...]

Caminos de vuelta al local, estaba prácticamente vacío y solo quedaban dos o tres personas un poco ebrias. Me despedí de la chica. Caminaba nuevamente hacia la puerta de salida para marcharme a casa cuando siento una mano sostener mi chaleco y giré la cabeza para verla detrás de mi.

Una grata sorpresa.

–¿Que pasa Arnie? –levanté mi entrecejo. Nunca pensé que la chica vendría a donde me encontraba o mucho menos se acercaría a mi sin yo tener que hacerlo primero.

–Lo siento y gracias. –miró al suelo sin ni siquiera soltar su agarre de mi ropa. Tomé su mano para que me soltara. Agaché un poco para quedar a su altura y antes de decirle nada ella volvió a hablar. –Lo siento por ser una completa imbécil. –sus ojos se aguaron. Me partía el alma ver a la chica que más quería en ese estado. –Gracias por todo lo que has hecho por mi Jimin. –limpió una de sus lágrimas mientras susurraba mi nombre de último.

–Bebé. Tu iluminas mi mundo como nadie más. Ten por seguro que algun día saldrás de este lugar. –hice que me mirara. Quería que creyera en mi palabra, que viera que no le mentía. –Ten por seguro que te sacaré de aquí. –Besé su frente y me di la vuelta para marcharme.

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