Capitulo 24 |Parte 2|

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Otro mundo

Arnie Weeler

Hablábamos encima del techo del auto, Jimin había insistido que subieramos allí. Entre sus dedos se encontraba un cigarrillo apagado. Lo movía de un lugar a otro mientras sus ojos se encontraban clavados sobre mi.

No sabía si era yo, él o la situación en la que nos encontrábamos. Había una razón inexistente para que estuviese muy nerviosa en ese momento.

Sonrío de lado. Llevó el cigarrillo a sus labios mientras apretaba el encendedor. Con la llama lo encendió y aspiró dejando el humo unos segundos en sus pulmones.

Una vez dijo que solo fumaba cuando estaba estresado o nervioso. ¿Acaso se ponía nervioso de estar a mi lado todo el tiempo? Leer las señales que trataba de darme era demasiado difícil, más bien un poco imposible ya que no lo dejaba tan claro como me gustaría.

Me sentía como una piedra en el fuego. Lo podía sentir. Él lo percibía y entonces era aún mas vergonzoso. No sabía nada de Jimin, él tampoco hablaba de sí mismo.

¿Por qué un hombre soltero como él abundaba tanto ese lugar? ¿Para qué salía conmigo y porque decía ser diferente?

–Despierta Arnie. –me gritó mi subconsciente al plantearme tantas preguntas. Claramente él ya había respondido esas preguntas, no directamente pero si lo había hecho.

–Arnie. –dijo Jimin esta vez mientras se giraba en mi dirección. Dejé de mirar el cielo, esfume mis pensamientos y le brindé la mayor atención posible. Estaba serio. –Estoy nervioso. –sonrió mientras fumaba lo último de su cigarro. Había notado algo raro en él, ahora solo restaba saber el por qué. –Las palabras solo serán palabras hasta que tu decidas darle vida. –clavó sus ojos verdes sobre mi. –Creo que ya es tiempo y necesito hacerlo. –tomó mis manos. Puso uno encima de la otra y las abrazó con las suyas. –Quiero que vengas a vivir conmigo. Solo si tu quieres.

Abri mis ojos como platos, mi boca por inercia se abrió un poco y mi corazón bombeaba a una velocidad incontable. Jimin siempre me había hablado de que quería que formara parte de su vida, que estaría junto a mi, pero nunca pensé que fuera verdad.

Quizás se cansó de que sus palabras solo fueran eso, simples palabras.

–Te alzare como nadie nunca lo ha hecho. Nunca dejaré de hacerte feliz. –apretó con mas fuerzas mis manos. –Sabes que mis palabras no son vacías Arnie. Me gustas mucho. Te quiero llevar a otro mundo, a mi mundo. Quiero construir una vida junto a ti, sanar todas las heridas de tu pasado. –me tomó del mentón, levantó la cabeza e hizo que le mirara. Sus ojos verdes brillaban. –Se que tu pasado te atormenta Arnie. Déjame ayudarte. Vente conmigo.

[...]

Cada día que pasaba en la mansión me preguntaba si algún saldría de aquí. Si podría hacer mi vida nuevamente, continuar los estudios que una vez me obligaron a terminar. Si podría tener un futuro, el futuro de mis sueños.

A cualquier lado que me moviera de la casa me encontraba al señor Jeon. Esta vez salió con unos auriculares y una enguatada ajustada. Miré por fuera de la ventana y estaba corriendo alrededor de la casa.

Todo un altetico.

Encendí el televisor, unos toques en la ventana hicieron que cambiara la vista y él me estaba llamando. Me acerque dejando el mando a un lado y encogí de hombros mientras trataba de preguntarle qué quería.

–Ven aquí. –leí sus labios mientras movía sus manos para que diera la vuelta, saliera por la puerta y dirigiera a donde él se encontraba.

–¿Que pasa? –me acerque más a él. De su cabello caían unas gotas de sudor y limpió su rostro con una toalla.

–Quiero enseñarte algo antes de que oscurezca.

Me tomó de la mano e hizo que trotaramos hasta una parte del jardín que desconocía totalmente. Agaché la cabeza para pasar por debajo de un arbusto y para mi sorpresa al otro lado había como otro jardín secreto que contenía una mata de fresas.

Él caminó hacia allí. Desprendió dos y tomó una en cada mano.

–Una para mi, otra para ti. –me la entregó y sonreí. Era inmensa.

–Pero ni siquiera te gustan las fresas. –Una vez las había probado en frente de mi e hizo mil arqueadas.

–Quiero que me empiecen a gustar. –se agachó y luego sentó en el suelo. –Es que es incomible, son muy ácidas.

–Descuida yo me las comeré todas. –rei y senté a su lado.

Era bueno estar de vuelta.

–Me alegra que estes aquí conmigo. A tu lado me siento menos solo, quizas ya estoy acostumbrado a tu compañía. –me sonrió y de lado e hice lo mismo. –Aqui suelo venir cuando estoy triste o me siento mas solo de lo que puedo llegar a estar. Perdón por no mostrarte antes la mata de fresas, o por no decirte de este lugar pero quería que fuese solo mío. Pero ahora estoy feliz de que sea nuestro.

–Me alegra que me hallas abierto las puertas a tu pequeño secreto. En otras palabras, que me hallas dejado entrar.

–Se que no me arrepentiré.

Junté mis rodillas y las abrace mientras apoyaba mi cabeza en estas. Mi mirada se dirigía al chico que estaba a mi lado y el silencio era agradable. Sus ojos celestes no se iban de encima de mi y eso me encantaba.

Era dar un paso más, estar más cerca de mi corazón. Sus ojos eran mis preferidos.

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