Capitulo 8

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Confía en mi


Arnie Weeler

Ha pasado un mes desde que estoy en este lugar. La convivencia con Jeon cada vez se hace más agradable. Cada día que pasa olvido la situación en la que me encuentro, por lo que se me está haciendo mas fácil vivir en la mansión, a excepción con las demás chicas que solo tratan de hacerme la vida imposible.

Pero... ¿Por qué aún me siento sola?

Destapo mi cuerpo envuelto en las sábanas y bajo hacia el comedor. Jeon siempre me espera con su mejor sonrisa en el mismo asiento de cada día, con una tostada entre sus dedos y un zumo de naranja.

Al verme me sonríe, le devuelvo el gesto y me siento en su frente. Mi desayuno está servido: batido de fresas y huevos con jamón.

Vuelvo a mis antiguos pensamientos. Detallo un poco el lugar y es impecable. Nunca antes había pensado que lo tenía todo, cuando ni siquiera lo había pedido. Miro sus ojos celestes y el hogar se vuelve vacío.

Ninguno de los dos somos felices.

Sin controlar mis emociones una lágrima se resbala por mi mejilla. Inmediatamente la limpio y le sonrío para que no se preocupe. Lleva su tacto a mi mano y la acaricia con suavidad.

–¿Estás bien? –deja de lado su tostada y asiento para beber un poco de batido.

Mirarlo me hacia viajar en una nave de emociones, no estaba enamorada, tampoco me gustaba el Señor Jeon. Pero cuando le miraba muy detalladamente, esos ojos celestes, podía apreciar que estaban rotos. Su mirada estaba perdida.

–¿Eres feliz? –dije sin pensarlo. No podía esperar más. Debía de aclarar mis ideas para poder estar en paz. Pasaron unos segundos, sabía que no respondería ya que, cada vez que hacía una pregunta fuera de lugar solo la evadía.

–Sí. –respondió una vez terminado de desayunar. Se paró del asiento y se dio la espalda.

–No se porqué pienso que me estas mintiendo. –mi comentario hizo que se detuviera. Se dio la vuelta, miró al suelo y negó.

–Nunca he estado solo. No tengo por que sentirme infeliz.

–Bueno... Si tu lo dices.

Dió un respiro ondo y subió las escaleras. Con el tenedor pinche mi huevo y lo llevé a mi boca.

Todas las cosas que había soñado ya no significan lo que significaban antes. Quizás es un aviso del destino para que siga mi vida adelante. Quizás me quiere decir que debo de ayudarle. Pero... ¿Por qué ayudaría a alguien que me ha hecho tanto mal?

Caminé hacia la habitación. La cama ya estaba tendida y odiaba que pasaran esas cosas. Me sentía inútil en un lugar tan grande. Tomé algo del armario y dirigí al baño para cambiarme, cepillarme los dientes y peinarme un poco. Al volver a la habitación se sentía como si alguien estuviese detrás de la puerta, caminé y no había nadie.

–Estas alucinando. –negué con la cabeza. –Debería ir a tomar aire fresco.

Rasqué mi nuca, tomé una botella de agua del refrigerador y caminé hacia la puerta principal.

–Solo iré al jardín. –comenté a los guardias. –¿Irán conmigo o me dejarán ir sola? –ellos dirigieron su mirada a las escaleras, giré y no había nadie. Abrieron paso y dejaron que me marcharse.




Jeon Jungkook

Hoy era la gran noche, Weeler llevaba mucho tiempo en el lugar y debía de presentarle al hombre que había hecho todo esto posible. Miré la mesa de noche del lado de mi cama. El celular vibraba y lo tomé, observé de quién se trataba y digné en responder.

Hoy es el gran día. ¿Verdad? –su voz ronca se sentía del otro lado de la línea y asentí aunque no me estuviese mirando.

–Sí. –volví a afirmar. –La prepararé para que todo salga bien.

No. –me interrumpió. Su voz esta vez se sentía seria. –Yo me encargaré de todo esta vez. Solo dile que trabajará unas horas extras.

Colgó la llamada y devolví el celular a su sitio. Weeler estaba preparada para esta noche, o eso quería creerme yo.

Me encaminé a su habitación, estaba abierta y dirigí mi cabeza dentro para buscarla con la mirada. Di un golpe mental y recordé que estaba en el jardín.




Arnie Weeler

Estaba nerviosa. El señor Jeon me había dicho que a partir de esta noche tendría más trabajo que antes. El público me aclamaba y que los hombres me querían conocer.

–No tendrás que follar con nadie. –dijo una voz detrás de mi. Sabía de quien se trataba y relajé mi cuerpo ante la noticia. Mi mayor preocupación era tener que hacerlo.

–No estaba preocupada por ello. –mentí y arqueó su ceja.

–Aún tengo la duda de si eres virgen Weeler. ¿Por qué no me acabas de decir?

–Y tú. –fruncí el seño. –¿Cuándo me dirás que edad tienes?

Un silencio incómodo de apoderó del momento. Pasó sus dedos por su barbilla y meditó su respuesta.

–Tengo 20. Soy dos años mayor que tú.

–¿Cómo es posible que alguien como tú tenga todo esto? –me crucé de brazos y él no me respondió.

–¿Lo eres verdad? –asentí para no tener que decirlo en voz alta. Sabía que él ya lo sospechaba y solo quería afirmarlo. –Ya debes de ir al escenario. –me indicó y caminamos hacia detrás de éste.

–¿Qué hago cuándo termine?

–No te preocupes por ello. Yo te buscaré. –Me dirigió una sonrisa, se acercó a mi y me abrazó. –Todo saldrá bien. Confía en mi.

–¿Cómo podría confiar en alguien como tú?

–Solo hazlo.

–No lo creo.

La música se sintió en las bocinas, Jungkook no quiso seguir nuestra conversación y bajó del escenario. Se sentó de lado del mismo jóven con que siempre lo hace y entonces sonó la señal de que me tocaba salir.

¿Por qué Jeon me había dicho que confiara en él? ¿Para qué me había abrazado tan repentinamente?

El señor Jeon me confundía y no quería que lo hiciera. No quería que pasara algo de lo que luego me fuera a arrepentir.

Él es malo”, es lo que yo quería hacerle creer a mi subconsciente, aunque sabía que mientras más lo conociera, más borraría esa estúpida idea.

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