Epílogo: Thousand Days and Counting

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Jimin corría de un lado a otro por su habitación, Yoongi prefería reservar sus energías y ayudaba a su adorable novio a doblar las ropas que iba a arrojando a la cama, metiéndolas a una maleta. A ratos se quejaba diciéndole que era un mocoso desordenado y entre saltos por los zapatos desparramados en el suelo se acercaba a besar a su hyung en los labios. A veces roces suaves, en otros las manos grandes se ceñían a su cintura y la unión de sus bocas se prolongaba húmeda y tibia hasta que el menor decía "todavía falta", porque si no frenaba el calor descendería y surgiría la imperiosa necesidad de pieles en contacto y mucha fricción.

Habían prioridades, además tuvo a Yoongi entre sus piernas empujando férreo, arrancando de sus labios gemidos y su nombre un par de horas atrás.

—¡No, mejor esa no! —exclamó al ver que Yoongi la dejaba en la maleta.

—¿Por qué? Te queda bien.

—Yoongi hyung, no me hagas dudas de mis decisiones —hizo un puchero mirando la camiseta a rayas.

El aludido se encogió de hombros y miraba el espacio sobrante en la maleta, dejando la camiseta a un lado. Excluida.

—Mejor quita la blanca y deja la a rayas.

—Jimin-ah, la blanca te hace ver muy atractivo —dijo mordiendo su labio para no reír.

—Entonces llevo las dos —miró ambas prendas en las manos pálidas de su atractivo novio.

—Qué mocoso tan poco práctico —suspiró resignado—. Vamos por nueve días, no es necesario que metas la mitad de tu armario.

Jimin sabía que el mayor tenía razón, pero estaba tan entusiasmado que llegaba y arrojaba las prendas que le gustaban, que casi olvidaba que necesitará espacio para las cosas que pensaba comprar y los encargados ajenos.

No era un viaje largo, pero aprovecharía cada segundo para crear más de esos episodios bonitos que almacenaba en su memoria junto a los variados momentos insignes de su relación con Yoongi.

Era la celebración de los mil días juntos después de todo.

Recordaba con una sonrisa que el primer viaje por más de una semana que planificaron y realizaron juntos —no contaban cuando viajaban a Daegu y Busan a visitar familiares— fue a Jeju al cumplir los quinientos días con la promesa que sería su forma de celebrar. Cada quinientos días algún destino que conocer. Ahora seguía Japón.

Batallaron por meses ahorrando con ahínco y revisando constantemente cuando las agencias de viaje arrojaban paquetes turísticos con descuento.

—Y cuando cumplamos mil quinientos días, ¿a qué lugar viajaremos?

Jimin nunca dejaba de sentir ese hormigueo de felicidad en el estómago cada vez que su hyung proyectaba la relación.

—¿Algún rincón de América?

—¿Y a los dos mil días?

Proyectada por miles de días. También quería seguir con su hyung por miles de días.

—Yoonie hyung, quiero recorrer todos los continentes contigo —respondió cariñosamente, dándose una pausa para sentarse en sus piernas.

Podía desplazar un momento las prioridades o invertir el orden, porque deseaba un beso nuevamente con tal intensidad que ardía dentro y cosquilleaba en sus labios. Ya estaban por llegar a los mil días y no se cansaba de la boca de Yoongi. Creía que nunca lo haría. Lo confirmaba cuando se apegaba a la suya acariciando blando y abrazaba su cintura. Los dedos de Jimin cepillaron el cabello ahora rojizo.

—¿Acaso no querías terminar de ordenar? —preguntó apenas separándose de sus labios, solo un poco para hablar sobre ellos.

—Ya estoy casi terminando.

—¿Estoy? Más bien, estamos, solo me arrojas las ropas y soy quien las dobla y ordena para ti.

—Trabajo en equipo —repartió besos cortitos por su rostro níveo.

Yoongi acariciaba su cintura, delineaba subiendo por los relieves de sus costillas y bajaba hasta llegar a sus caderas. Tiraba del elástico del pantalón de buzo, apenas metiendo los dedos por las orillas para tocar directo su piel. Jimin apretaba y se movía en un vaivén.

—Jiminnie —pronunció un poco más ronco. La tela del pantalón era ligera y holgada, sentía directo el calor en la entrepierna—. Tus padres van a llegar...

—Pero no han llegado —cargó más su peso directo sobre la zona afectada por sus sucias intenciones.

—Tu hermano está aquí —intentaba, batallando contra su propio deseo, resistirse, pero el mocoso adorable se lo ponía tan difícil.

Tenían nueve días por delante únicamente para ellos, para aprovechar cada noche y mañana y su novio siempre quería un poquito más. Él también, no había planteado cabida a cansarse de su presencia, el mocoso adorable ya era una parte afianzada en su vida. Tampoco se cansaba de desearle siempre tan fuerte y después que el deseo se drenaba, no se cansaba de las largas sesiones de mimos que entibiaban su pecho.

Resultaba imposible hacerse la idea de miles de días más sin Jimin. No estaba en su diccionario. Mirar hacia delante y ver su lindo dongsaeng era parte permanente del panorama.

—Pero no entrará —dijo tras gemir quedito con ambas manos acariciando el cuello de Yoongi.

Seguramente no lo haría, el día que lo hizo sin tocar la puerta se llevó la sorpresa de verlos acalorados bajo el cobertor que se sacudía por las embestidas bruscas. Los tres se miraron con los ojos bien abiertos y la vergüenza tomando vida en sus mejillas.

—Y yo que pensaba que Yoongi hyung era activo —comentó el chico en un intento totalmente fallido de restarle incomodidad al asunto.

—A veces cambiamos —había respondido Jimin en un impulso torpe.

Yoongi solo esperaba que pasara algo que lo desintegrara en ese momento. O una abducción. Aprobaba ambas opciones.

—Bien, los dejo, sigan en lo suyo, yo solo venía por...olvídenlo.

Y así el hermano de Jimin aprendió a no entrar sin tocar y el mayor a ser más cauto. Solamente un poco, ya que los toqueteos en algunos rincones temporalmente desocupados y la adrenalina agitando aún más sus corazones no se había extinguido de la rutina. La restricción aplicaba cuando habían familiares cerca.

—No se arriesgará a entrar —insistió besando sus mejillas rosadas y comprimiendo sus costados con las piernas—. Un poco, solo un poco, por favor hyung.

¿Resistirse? Asunto olvidado al segundo que correspondió el beso hambriento y sus manos tiraron hacia abajo el pantalón. Eso tampoco cambió, el que su adorable novio tensara varios límites a su antojo y las cosas no siguieran el esquema previsto en su cabeza.

"Pareciera que nuestros cuerpos están hechos para estar juntos", le dijo su dongsaeng una tarde que temblaba con las piernas separadas, apretando las nalgas llenas y tersas para empujarlo más adentro. "Lo están, lo están" había repetido entre suspiros sintiéndolo cada centímetro ardiendo en su interior.

"Nosotros lo estamos", continuaba pensando. "Por miles de días más".

El paso de los días, meses y estaciones habían traído consigo todos esos momentos que Jimin añoraba. Los almuerzos en los jardines de la universidad si los horarios y el sol lo permitían. Disfrutaba cada vez que su hyung le ayudaba a estudiar con las hojas y lápices desparramados por el pasto o cuando reclamaba su muslo como almohada y dormía siestas bajo la sombra de algún árbol. Mesaba por varios minutos el cabello de Yoongi hasta que despertaba con rostro perezoso, emitía un "mmh" que se le antojaba provocador y se estiraba como un gato.

—Un gatito —murmuró con una sonrisa.

—¿Qué? —respondió al reincorporarse lento, tallando uno de sus ojos—. ¿Qué gatito?

—Tú.

—¿Yo qué? —Todavía no se quitaba el sueño de encima y su voz sonaba exhausta. El ritmo universitario era agotador.

A veces Jimin también se dormía con la espalda apoyada en el tronco áspero y las manos sobre alguna parte de Yoongi.

—Tus gestos y tu cara, me recuerdan a un gatito —dijo con cariño, siguiendo con las yemas la línea de la mandíbula para terminar dibujando patrones circulares en la mejilla.

También había cumplido su promesa de ir a los partidos de básquetbol a animarlo en compañía de Hoseok y Taehyung. Gritaba a todo pulmón "¡Min Yoongi!" y no paraba hasta notar que su hyung dirigía una corta mirada a las gradas. Elevaba el grito si su novio encestaba. Después le pedía que lo follara duro porque verlo moverse ágilmente esquivando a chicos de dos metros, con esa fina capa de sudor perlando su piel pálida, expresión concentrada y mirada desafiante despertaba un montón de afiebradas fantasías que revolvían sus hormonas y su cuerpo reaccionaba, ¿o era al revés? Y por ellas tan alteradas terminaba tomando la ruta que lo llevaba a recrear escenas lascivas en su mente.

Del modo que sea, Yoongi causaba revoluciones agitadas dentro de su cuerpo. Y sabía que podía hacer lo mismo en su novio con las palabras precisas, la entonación dulce y caricias sugerentes. Eso bastaba para que aquellas manos que tanto le gustaban se deslizaran firmes por cada rincón a su alcance.

Recordaba una tarde que Yoongi con una sonrisa animada e inusual y un balón naranjo bajo el brazo lo llevó a una cancha cercana. Se les unieron Taehyung y Hoseok a un improvisado partido de dos contra dos.

—Es injusto, Yoongi hyung juega en un equipo —se quejó Tae cansado, apoyándose en su novio para mantenerse en pie.

—Son más altos, eso debería darles una ventaja —el hyung pálido se encogió de hombros y les dedicó una sonrisa ladina por todas la veces que se burlaban de su estatura—. Que no le puedan sacar provecho es otra cosa.

—Injusto, Yoongi hyung —protestaban los menores que tendrían que invitar el café después de perder.

Jimin tenía la mente puesta en otra parte, específicamente en la imagen de lo atractiva que lucía la mano de Yoongi al sujetar el balón, en la forma en que las venas resaltaban en la piel clara, en los dedos largos comprimiendo el balón...

Pensar en "creo que tengo un problema", se estaba quedando corto.

—Jimin-ah, nos vamos —lo llamó Yoongi por segunda vez.

—Los quiero dentro —dijo sin filtrar. Un impulso que le hizo enrojecer tras escucharse.

—¿Qué? —preguntó sin entender.

No quería ser el único con las mejillas ardiendo como pira.

—Tus dedos —respondió apenas en un susurro solo para que él escuchara.

Yoongi luego de un corto brinco por la sorpresa, enrojeció también y le dio un pequeño empujoncito a su novio.

Jimin temblaba porque los dedos de su novio estaban haciendo un excelente trabajo, quizás no llegarían al final con la incertidumbre de que en cualquier segundo escucharían la puerta principal abrirse, pero una dosis de fricción y sus pieles calientes en contacto bastaría para apaciguar el deseo que surcaba quemando en su vientre.

Otra cosa que no había cambiado ni con las estaciones: su hyung consintiéndolo. Dejándole las últimas porciones de pizza, acurrucándose a su lado envuelto en mantas viendo comedias románticas cuando las citas eran en días de invierno y pasear en el exterior implicara narices rojas por el frío.

Cómo no iba a sentirse mimado en exceso cuando una tarde de lluvia a solas en casas del mayor puso sus canciones favoritas y extendió sus manos invitándolo a bailar. Al principio Yoongi lo miraba igual que si viera a un fenómeno que irrumpía de la nada su tranquila morada, pero negando con la cabeza, entrelazó sus dedos y se dejó guiar por sus movimientos y el ritmo de la música.

Su hyung había sujetado sus caderas y ambos coreaban las canciones entre risas y besos. "Tienes que admitirlo, amas bailar conmigo",  dijo cuando ya no quedaban energías, sus rostros estaban rojos y sus frentes húmedas.

Jimin apoyó su frente contra la de su novio, avisando que estaba cerca. Yoongi lo besó, ya que le gustaba las vibraciones de los gemidos directos en su boca, sofocados contra su lengua.

El mayor cogió los pañuelos de la mesita al lado de la cama y su dongsaeng se levantó con las piernas endebles de su regazo, subió el pantalón y retomó la tarea pendiente tomando dos chaquetas que no dudó en arrojarlas a su compañero que aún no estaba preparado.

—Esta chaqueta te queda mejor a ti que a mí —se quitó la prenda de la cabeza y la dobló prolijamente como lo hacía con cada una que llegó a sus manos.

—Es mi tesoro desde que dijiste que me la quedara, tiene que viajar con nosotros.

Miró al bailarín alzando las cejas como expresando un "¿lo dices enserio?", pero no cuestionó su decisión y acomodó la chaqueta en el espacio disponible.

—Deja espacio —le recordó una vez más—. No creas que te cederé el que hay en mi maleta.

Lo decía sabiendo que mentía, puesto que bastaría uno de esos pucheros tiernos que Jimin usaba como arma de ataque y terminaba rindiéndose.

Yoongi entendía un poco cuando Hoseok le comentaba un día que constantemente junto a Taehyung buscaban ocasiones y excusas para celebrar. Cumple meses, cada cien días, el día del café, el día del padre ahora que tenían a Yeontan —hijo peludo—. Junto a Jimin no tenían cientos y cientos de fechas en el calendario, pero por acuerdo unánime celebrar cada cien días era importante.

El día cien lo celebraron improvisadamente en una cita tranquila en una cafetería en un Busan, cuando Jimin insistía en presentar a Yoongi a una buena parte de su familia extendida. El rumor de que el menor tenía pareja se había esparcido como epidemia y ya habían parientes curiosos exigiendo respuestas sobre el pálido chico de cabellos oscuros que aparecía a su lado en varias fotos y en los comentarios de sus padres.

Al día doscientos Jimin cocino para su hyung —con ayuda de Seokjin quien le escribió una eterna lista de instrucciones detalladas— y de paso sorprendió a la familia de su novio con sus potenciales habilidades culinarias.

El día trescientos Jimin se había sentido ignorado por Yoongi y casi cayó en crisis cuando pensaba que su novio lo había olvidado. Es decir, lo entendía, periodo de estrés académico, trabajos de medio tiempo...cuando la verdad era que su novio había preparado una cita muy cursi, de las que tanto le gustaban, en la azotea del apartamento de Seokjin.

Nuevamente su naturaleza ansiosa armaba panoramas desalentadores. Parte de los problemas que había atravesado junto a su hyung.

Conoció a un Yoongi en plena temporada estival. Conoció a ese hyung bastante centrado y comedido ante la presión de un trabajo de medio tiempo. Desconocía a su novio bajo estrés y presiones excesivas —externas e internas—, al chico que adelgazaba y lucía más pálido de lo normal, al que trasnochaba y mordía sus cutículas y labios.

Yoongi se cerraba y Jimin era hipersensible. Yoongi se negaba recibir ayuda y a Jimin lo carcomía la ansiedad porque el mayor ponía barreras sin intenciones. A veces hiriente sin darse cuenta.

La naturaleza franca de Yoongi fácilmente lastimaba a un alma sensible como Jimin. Entonces el primero le reclamaba al segundo que exageraba y recibía de vuelta que era un "insensible".

El bailarín aún no se adaptada a sentir que una pelea no era sinónimo que el mundo se desmoronaba. Lo aprendió en el camino, así como Yoongi a entregarse nuevamente. Hacerlo en altos y bajos, lo último costó más; era parte de darse cuenta que no siempre podía hacer las cosas y superarlas solo como le enseñaron durante años que se enfrentaba la vida, por lo mismo tenía a un compañero asombroso y con un corazón desmesuradamente amable de quien aprender.

Muchos conflictos los resolvieron mediante intermediarios. Amigos con paciencia que escuchaban ambas partes —algunos ideaban planes para juntarlos— y padres que abrían la puerta al muchacho arrepentido que solo quería hablar y resolver lo que estaba inconcluso. A veces era Yoongi devastado frente a la residencia de los Park, en otras era Jimin.

Lentamente y con el paso de los meses fueron puliendo la relación a base de experiencias variadas. Los dos eran plenamente conscientes que los conflictos aparecerían en algún momento y eran la prueba de que podían ser más fuertes.

Al día cuatrocientos y también a modo de reconciliación tras una disputa sin sentido, acamparon en un bosque. Mientras miraban el cielo cubierto de estrellas brillantes y el aroma de la tierra y hojas secas encantaban sus sentidos, comenzaron a planificar que deberían viajar más seguido, quizás para el próximo aniversario de cien días más.

Así fue que llegado el día quinientos lo celebraron en Jeju.

Después de recorridos por los hermosos parajes y largas caminatas, hasta la cama económica que compartían se sentía celestial para sus músculos fatigados. Con las energías casi en nivel cero y conversando con voces somnolientas y manos repartiendo mimos perezosos, prometieron que al cumplirse los mil días deberían salir de Corea a celebrar.

Jimin tuvo el susto de su vida en el aniversario del día seiscientos, cuando la señora Min lo llamó para avisarle que Yoongi estaba en el hospital después de un accidente en bicicleta. No alcanzó ni a escuchar el resto de la información porque el corazón se le estrujó como no recordaba que hubiera pasado alguna vez y dejó la práctica a un lado para literalmente correr a visitar a su novio. Sintió un alivio desmedido cuando lo vio con la pierna inmovilizada y algunos rasmillones en una de sus mejillas, pero bien dentro de todo lo que era posible. Tenía un semblante de estar odiando todo y a todos —excepto a Jimin, sonrió un poco apenas el chico entró a pasos precipitados, casi tropezando con sus propios pies—.

—No necesitamos otro herido, ya hay varios en el hospital —Yoongi bromeó y le dedicó una mirada cariñosa. El mocoso adorable no dejaba de enternecerlo con su torpeza.

Jimin había llenado de besos su rostro y lo abrazaba con cuidado, frenando el impulso de querer apretujarlo por el alivio. Celebraron con café y comida envasada de la máquina expendedora mirando la televisión. Yoongi seguía quejándose debido a que el auto debió frenar, tenía la preferencia en la pista y que lamentaba celebrar los seiscientos días así.

Lo que al bailarín le importaba era algo tan simple como estar juntos para celebrarlo. Dónde sea, incluso en un hospital, pero los dos sanos —lo más posible— y a salvo.

Al día setecientos Yoongi le entregó a su dongsaeng la canción que compuso para él. Por largos meses estuvo trabajando en ella, reestructurándola una y otra vez hasta sentir que capturaba esos casi dos años de transformación y descubrimientos. Un montón de emociones emergieron con la fuerza de una explosión en Jimin. Sentirse conmovido era poco. La escuchó por horas y las ganas de llorar no las resistía.

Al día ochocientos el bailarín interpretó para su hyung una coreografía con su canción. Yoongi pasó por una cadena de reacciones, primero quedar inmóvil procesando lo que le parecía increíble en todas las letras de la palabra, seguido por los escalofríos bajando por su columna, para finalmente decantar en una felicidad aplastante. La emoción intensa de un sueño hecho realidad.

Yoongi había estado deseando componer para Jimin.

Jimin por su parte anhelaba danzar con las creaciones de Yoongi. Sincronizar cada movimiento de su cuerpo a la esencia que su novio vertía en las piezas que realizaba.

Sueño cumplido para ambos. El paso trascendental en la relación: tener la oportunidad de mezclar sus talentos, armar juntos nuevas creaciones que contaran fragmento de sus historias que por azares y suerte del destino terminaron entrecruzadas. Darse cuenta una vez más que podían complementarse en todos los sentidos.

El día novecientos planearon un almuerzo modesto y café con pastelillos junto a una película abrazados bajo una manta. Se acercaban los mil días y ahorrar resultaba indispensable, al menos habían conseguido una buena oferta de paquete turístico que incluía termas.

Día novecientos noventa y ocho, Jimin volvía a trepar a su regazo y empujarlo a la cama tras terminar de organizar su maleta.

Día novecientos noventa y nueve, se despedirían temporalmente de sus familias y abordarían el avión, quizás Jimin a susurros le sugeriría a Yoongi un escape breve al baño.

Día mil, estarían celebrando. Sabiendo que todo se sentía como una parte más de un largo camino que no deseaban terminar nunca.


***
He finalizado este proyecto con todo mi amor uwu (y si logré transmitírselos doy por cumplida mi misión), tardando más de lo esperado porque estaba estancada como pantano.

Muchas gracias por las lecturas, votos y comentarios 💕💕 tiene mucho de mi cariño >u<

Yarelinus itsjeonjimin son unos amores, las adoro ;n;

Gracias por todo y por tanto shippeo
jinniealpaca que hasta fuiste conmigo a comer a un Johnny Rockets (lugar de inspiración).

Pronto estaré con más Yoonmin por aquí uwu. 
Amor para todas/os 💕

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