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— Tenemos un trabajo bastante urgente que hacer . Juntos. Dos de los gerentes de uno de los bancos más importantes de Mar del Plata nos han encargado una auditoría, ya que sospechan de un tercer socio. Como bien acordamos días atrás, necesito que viajemos en breve. ¿Pasado mañana puede ser? —apenas interrumpido por un balbuceo inesperado de su parte, las cartas estaban echadas.

Tras una semana de negociaciones con los gerentes generales de International Bank of Ireland, en Mar del Plata, nuestra presencia en esa ciudad estaba catalogada de urgente.

Pendiente desde hace meses, comprendí que Graff ya había tirado la toalla hacía rato.

Verificar una posible estafa, corroborar activos y pasivos y demás operaciones, parecía ser pan comido para una profesional con la experiencia que aparentaba tener Magali.

Para mí también era pronto viajar con ella, pero estaba decidido a ignorar el tema de nuestro viejo encuentro; de hecho, ya habían pasado casi dos meses y ni se había hablado del tema.

Reservando dos habitaciones singles en uno de los hoteles más importantes de aquella ciudad costera, el primer paso estaba dado; tan solo restaba compartir el mismo ambiente por varias y largas horas.

¿Pero acaso no había hecho lo más obvio del mundo? Mi cabeza ya no podía pensar más que en esa noche.

— Vamos en mi auto. ¿Vivís lejos de acá? — su legajo mencionaba a Núñez como domicilio legal, pero me hice el distraído. Había vencido la tentación de buscar su dirección en google maps preguntándome si era un maldito acosador.

— No, a cuarenta minutos de subte.

— Bueno, puedo pasarte a buscar o encontrarnos acá. Como quieras. Después lo arreglamos — con la notebook abierta y una hoja de Word en blanco en la que tipié letras al azar, esperé que los astros por fin se pusieran de mi lado y ella optara por encontrarnos en el garaje del edificio.

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— ¡Estoy embarazada! —dijo estallando de felicidad. Mi rostro, atónito, no daba crédito.

¿Pero si nos habíamos cuidado? ¿En qué momento había sucedido esta catástrofe? 

Magali giraba y me mostraba su barriga de avanzada gestación mientras que María Clara, arrodillada, preguntaba por qué esa mujer y ella no.

Yo, inexplicablemente, me quedaba mudo. Queriendo hablar, mi boca solo reproducía tartamudeos sin contenido... ¿acaso era la represión que generaba en mí mismo? ¿Me estaba haciendo daño callar la verdad?

Con una gran bocanada de aire incliné mi torso a 90° y mi pecho se sintió estallar.

Una pesadilla horrible e injusta dominaba mi cuerpo y mente de un modo perverso; hacia un lado, María Clara continuaba durmiendo plácida, tranquila.

O al menos, era la imagen que proyectaba porque yo bien sabía que su cabeza nunca descansaba ya fuese por celos o en busca de explicaciones que nunca, jamás, tendríamos.

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