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Eran más de las tres de la madrugada y yo no podía conciliar el sueño.

Con las dos manos bajo mi mejilla derecha no dejaba de pensar en un posible viaje con el nuevo jefecito y lo exasperante que sería explicarle todo con lujos y detalles.

Julián roncaba a mis espaldas; después de quince minutos por reloj, de sexo nada despampanante sino más bien básico y sin demasiada emoción, había quedado exhausto y yo, insatisfecha y desvelada.

——

Tras una semana de entrevistas, los perfiles de los empleados fueron catalogados. Algunos más confirmes que otros, yo agradecía tener un poco más de vida laboral en este empleo.

— Magali, vení a mi oficina— en pleno uso de sus funciones como jefe, Astor me llamó —. Cerrá la puerta, por favor — me indicó, y obedecí. Acto seguido me senté frente a él—. Tenemos un trabajo bastante urgente que hacer. Juntos — dijo señalando dos enormes y repletos biblioratos. Por un momento me figuré una escena de tenor sexual sobre el escritorio.

— ¿Ya...ya?

— Sí, ya. Dos de los gerentes de uno de los bancos más importantes de Mar del Plata nos han encargado una auditoría, ya que sospechan de un tercer socio. Como bien acordamos días atrás, necesito que viajemos en breve. ¿Pasado mañana puede ser? — expeditivo, me atosigó. Yo continuaba procesando nuestra noche de hotel.

— S....si...si por supuesto — respondí repasando mentalmente las actividades de Iñaki.

— Perfecto. Mañana voy a necesitar que estudiemos la documentación que tenemos —señaló su escritorio—, así tenemos en claro si falta algo y cómo continuar.

— Ajá — tragué fuerte.

Astor me miró fijamente y por diez segundos, no respiré perdiéndome en esos ojos azules y profundos que me seducían sin quererlo.

"Dale, nena, ¡despertáte!¡El flaco solo quería una mina para pasar su noche de solteros y con el "cuento del tío", jugando al buenito y abandonado por sus amigos empedados te llevó a un telo!"

— ¡Basta! — chillé en voz alta, dejando mudo y sorprendido a mi jefe, quien estaba con su celular en la mano. Dejó de teclear.

— ¿Pasa... algo? ¿No estás de acuerdo con la reserva?

— ...perdón...dormí poco — me excusé sin detallar. Parecía loca de remate —. ¿Reserva?

— Sí. Dos habitaciones singles.

— Está bien...dos singles ...si, mejor...—me repetí con algo de calor. ¿O acaso yo quería compartir cama?

— Vamos en mi auto. ¿Vivís lejos de acá? — para entonces comenzó a tipear frenéticamente en su notebook, ya sin dirigirme mirada. El diálogo se diluía de a poco.

— No, a cuarenta minutos de subte.

— Bueno, puedo pasarte a buscar o encontrarnos acá. Como quieras. Después lo arreglamos — frotó sus manos, entrecruzó sus dedos e intuí que la conversación había terminado.

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