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— ¿Sí?...¡mierda! Gracias — colgué el teléfono. De recepción avisaban teníamos diez minutos para prepararnos e ir al desayuno organizado por Arismendi y Peters.

Con dificultad me levanté, era como si un tren me hubiera pasado por encima.

— No sé bien cómo explicar esto — sentía la boca dolorida y su perfume dulce aún permanecía en mis labios.

— No hace falta. Sigamos adelante y ya — ella, más rápida de reflejos, ya estaba próxima a salir con sus ropas abolladas contra su cuerpo y desde luego, parecía poner las cosas en su lugar sin perder tiempo.

Como un boludo la vi irse de mi cuarto, como un boludo, no le decía que yo no era un tipo de tener aventuras porque sí o un freaky dominante que la quería tener a mis pies, sino que ella me importaba de un modo que aún no tenía en claro.

Y hablando de cosas claras, revisé el teléfono: cinco llamadas perdidas a lo largo de la madrugada.

— Hola... ¿Cómo estás? — mi voz era oscura, grave.

— Estuve llamándote — aclaró mi esposa como si no hubiera visto sus llamadas —. ¿Por qué no respondiste?

— Porque dejé en vibrador el teléfono y estuvimos trabajando hasta tarde acá adentro —buscando ropa en mi bolso, lo de hacer dos cosas al mismo tiempo no era de mis predilectas.

— ¿Ella trabajó ahí? ¿En tu pieza? —¿acaso María Clara había instalado una cámara?

— No...estuvimos en el comedor del hotel. Dejé el teléfono en el cuarto, por eso tampoco lo escuché — a una mentira le siguió otra. Esto no se ponía mejor.

— ¿Hasta qué hora se quedaron juntos? — su tono controlador era irritante.

— Clara, mirá, tenemos un desayuno importante esta mañana y me quedé dormido. No tengo tiempo para responder tu cuestionario: vine a Mar del Plata a trabajar un par de días. Nada más — firme, más despierto, solté. Y al instante la culpa me comió la cabeza.

Ella hizo silencio, captando mi mal humor. Estuve a punto de revelarle que necesitaba tiempo para procesar lo que me ocurría con ella, con Magali y con la ilusión de ser padres, pero no creí conveniente hablarlo por teléfono y a 600 km de distancia.

— Tengo que colgar, el teléfono no es a prueba de agua— me permití bromear, pero ella no estaba para chistes.

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Hábil, Magali se metía en un puño a los socios del IBOI. Era notorio que Peters buscaba algo más pero ella, sabía esquivar las balas como así también, seducirme con una mirada oscura y penetrante que me desestabilizaba.

Más activa que el día anterior, confirmé lo buena que era al momento de hablar; Graff acertaba en describirla como "un diamante en bruto".

Para cuando se fueron, la necesidad de demostrarle lo orgulloso que estaba que ella era superior a cualquier otro estímulo; sin pensarlo le propuse un plan del que ya no podríamos escapar.

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