87 - Epílogo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

— Fue difícil venirme solo y dejar a Tomy con Clara, pero la cosa no daba para más. Por dos años trabajé en la municipalidad, pero me aburrí y me puse a buscar otra cosa. Tenía un cargo importante, pero no me gustaba demasiado, ¿y vos?

— Yo me traje a Iñaki. Mis viejos cada tanto vienen y mi hermana suele pasarse parte del verano con nosotros. Julián viene en auto cuando tiene algún franco.

— Y....con él... ¿todo bien? — levantó sus cejas.

— Solo buenos amigos. Por el bien de nuestro hijo.

Astor miró hacia abajo perdiéndose en la ensalada de rúcula y parmesano. Alejándose de su plato, comenzó a decir:

— Cuando recibí la noticia de tu renuncia quise ir a buscarte a tu casa y pedirte en persona que no te vayas. Pero no era lo mejor para ninguno de los dos; yo te acababa de cagar la vida.

— Yo era grande, no tanto como ahora — sonreí, aliviada con su confesión— pero me lo había buscado. La cosa no iba a funcionar; Clara me contó que estaba embarazada y ese era mi límite.

— Te juro que ella sólo me había hablado de un atraso, uno más. Su período nunca había sido regular después del aborto...—declaró —. Pero el mismo día que la cruzaste en el trabajo, ella me mostró la primera ecografía, en Mar del Plata y me puse a llorar de la emoción. Un hijo era lo que más deseaba en este mundo; habíamos luchado mucho por tener uno, sobre todo después de lo que había hecho Clara y las consecuencias físicas: una trompa menos y ciertas adherencias en su útero que no permitían una buena implantación del óvulo— detalló con seriedad, — la vida nos estaba dando otra oportunidad y supe que era el momento de soltarte, de decir adiós a ese amor a destiempo que se había presentado cuando menos lo imaginé.

Mencionar el embarazo de Clara, hablar de aquello que había pasado entre nosotros lo sensibilizó, tanto como a mí.

— Fue una pena que no pudimos hacerlo frente a frente...digo, lo de despedirnos como correspondía.

— Ella comenzó con pérdidas, vos presentaste el telegrama y después...después no quise localizarte. Estuve tentado de preguntarle a tus amigas cómo estabas...pero casi que ni me hablaban. Preferían trabajar con José María o Tadeo antes que conmigo —yo ladeé mis labios, imaginando que serían dos perros bulldog si él se llegaba a acercarse a averiguar sobre mí.

Inflando mi pecho, largué todo el aire acumulado.

— Y ahora estamos acá, después de cinco años, compartiendo un almuerzo, un posible trabajo...

— ¿Quién lo diría no?

— Astor...yo...yo sentí cosas especiales por vos— dije, confesando como adolescente, jugueteando con el tenedor.

— Y creéme que yo también. Lo nuestro no fue un simple coqueteo; no me acosté con vos porque estaba mal con Clara: yo estuve con vos porque quería, porque lo sentía. Cuando te vi en el bar, reconozco que me dio pena verte sola mientras tus amigas estaban a la caza; en ese mismo instante me di cuenta que eras distinta.

Perdiéndome en su relato, mi rostro permanecía embobado. Sus rasgos se habían endurecido con el tiempo, lucía más adulto, más resuelto.

— Esa noche no fue una más; aunque mi cuerpo decía una cosa y mi cabeza, otra bien distinta.

— Por eso te fuiste...

— Porque debía casarme. Porque Clara era mi novia y yo la quería. Estábamos juntos desde hacía mucho tiempo y muchas cosas vividas. Después, vino la sorpresa de saber que serías mi empleada, de que sin pensarlo necesitaría de vos para aprender a ser un gran jefe...

— Lo hubieras hecho bien sin mí también.

— Bien, sí. Pero yo quería hacerlo más que bien y sabía que con tu ayuda, lo lograría.

Fruncí la boca, sin dar crédito a su exageración.

— Si no te veía, mis manos y mi cabeza te extrañaban. Tu risa era especial, tu perfume, único — en un susurro, sentidamente, asumió —. Cuando volvimos a besarnos en Mar del Plata, a sentirnos, supe que no era una simple calentura; por algo pasan las cosas cuando pasan. Y lo que pasó entre nosotros, por más que haya sido algo que se dio en poco tiempo, fue intenso. Vibrante. Hay cosas que no tienen explicación y lo nuestro, es una de esas. ¿O acaso para todo siempre tenés una respuesta?

Su mirada lucía calma; sus manos avanzaron sobre la mesa, para tomar las mías.

— Magu, ¿vos estás comprometida con alguien?

— No logré ni quise engancharme con nadie — reconocí sin abandonar el recorrido por sus ojos.

— Decime...¿tenés algo que hacer por la noche?

— No.

— Y ¿quisieras tener algo que hacer?

— Mmmm quizás — respondí seductoramente...sabiendo que esta vez, el mismo tiempo que nos había dicho que no era el momento correcto para estar juntos, ahora dejaba todo en nuestras manos.

FIN    

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro