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Magali estaba con su teléfono en mano cuando entré. Con disimulo debí mirarla dos veces para saber que lo que veía no era sinónimo de locura.

El destino nos tenía nuevamente frente a frente y en el lugar menos pensado. Sonreí internamente y me senté en el sitio señalado por la autoridad de RRHH.

— ¡Pero qué casualidad! ¡Los dos trabajaron en "American Group"! — la mujer señaló con precisión, leyendo las primeras líneas de mi currículum.

— Sí, de hecho, ella fue mi empleada por un tiempo —y la dueña de mis sueños, por mucho más. Aclaré mi garganta, viendo su rubor atraparle las mejillas.

Bella, más maquillada que como la recordaba, su cabello también había recibido ciertos retoques en el color, presumiblemente, por las canas que ya lo decoraban. Muchas veces se había quejado de ellas; incluso, confesó que desde los 15 años ya tenía dos muy rebeldes en mitad de su cabeza.

— Sí. Él fue mi jefe por un tiempo. Mucha casualidad —la ironía en tu tono, su ceja izquierda levantarse y el repiqueteo de sus uñas rojas en la mesa, me recordaron a la mejor versión de Magali: la reticente y desconfiada, como cuando Becky hablaba de sus lauros profesionales con Peters y Arismendi, o incluso, en la oficina, en alguna reunión laboral.

Dejando de lado su comentario, Paola Menestase prosiguió con la entrevista; destacando los logros de cada uno, analizando nuestra capacidad discursiva, parecía más a gusto con Magali que conmigo.

Riendo medidamente, siendo cordial y agradecida, la mujer dio por terminada las entrevistas y prometió llamarnos en lo que restaba de la semana para ver si, efectivamente, éramos parte de la plantilla o no del nuevo personal.

Saliendo en último lugar de la sala, saludé a la recepcionista y me dirigí rumbo al ascensor. Magali me llevaba un par de pasos de ventaja por lo que rogué que no hubiera bajado por las escaleras o bien, que no hubiera llegado a lanzarse dentro de un ascensor previo al que yo tomaría.

Doblé en la esquina del pasillo y la encontré de perfil, esperando que la puerta abra.

Paradójicamente, yo me puse a su lado, esperando que sean las puertas de su corazón las que me dieran permiso para entrar.

¿Las cosas serían diferentes ahora? ¿Tendríamos la oportunidad de saldar las deudas pendientes y dejar las culpas de lado para vivir aquel amor tórrido y fuera de sincronismo?

Lo estaba por averiguar ya mismo...

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